lunes, 11 de agosto de 2014

EL INFANTICIDIO EN PALESTINA

Nuestra colaboradora habitual, Elizabeth Castillo Guzmán, rescata cuatro textos de Pablo Gentili (Buenos Aires 1963). Gentili, radicado en Brasil, es doctor en Educación, escritor, conferencista y activista por la educación y la infancia. El horror de una invasión. Una guerra que ambos estados deben parar, por injusta y desigual. Pero sobre todo debe parar la invasión del gobierno de Israel. “Ya no quedan palabras”, es la dramática conclusión del autor.

La infancia palestina y la evocación del Holocausto (1)

Por: Pablo Gentili | 28 de julio de 2014

Las principales víctimas de todo conflicto armado son los niños y las niñas. Son ellos quienes pagan las consecuencias más dolorosas de guerras producidas por un odio cuya herencia reciben como un legado de dolor y desconsuelo. Las guerras no las hacen los niños, nunca las hicieron, pero será sobre ellos que descargarán su pulsión de muerte y destrucción. Siempre ha sido así y así es hoy, en Palestina, en Sudán del Sur, en la República Centroafricana, en Irak, en Siria, en Ucrania o donde quiera que sea. La muerte de cualquier niño, de cualquier niña genera un daño irreparable a la humanidad. Expresa de forma brutal y absurda el desprecio que buena parte de la humanidad se rinde a sí misma. Cuando la infancia muere en las guerras, bajo la prepotencia de las armas, el hambre, las enfermedades o el abandono, toda la humanidad muere con ellas. Muere una muerte lenta y, como toda muerte, irremediable, irreversible, inimaginable. Mueren los niños y las niñas en las guerras. y, aunque no escuchemos sus llantos, también morimos nosotros con ellos. Aunque nada nos haya pasado, aunque siquiera sepamos de su existencia o nada nos importe su lejana presencia, todos morimos de a poco cuando muere un niño o una niña por el desprecio que algunos seres humanos le dispensan a la vida de otros seres humanos.

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Mahmud Hams / AFP

Palestina sangra la sangre de cientos de niños y niñas asesinados por el Estado israelí en cada una de las acciones y operaciones militares llevadas a cabo en Gaza y Cisjordania. No deja de llamar la atención el nombre que el gobierno de Israel le ha dado a su última escalada de violencia sobre los territorios palestinos: “Margen Protector”. Desde el inicio de la nueva operación militar, hace casi tres semanas, cerca de 200 niños y niñas han sido asesinados. Y muchos más morirán. Los matarán desde los tanques, con lanza-misiles, desde los barcos o desde modernos aviones no tripulados. Los matarán en sus escuelas, mientras juegan, en los hospitales, acurrucados debajo de sus camas, abrazados a sus madres, a sus padres o a sus hermanos. A Yasmin la mataron mientras trataba de proteger a su muñeca. Tenía ocho años. A Elias mientras dormía y soñaba quién sabe qué. Acababa de cumplir cuatro años y tenía cuatro hermanos: Ibrahim, de doce, Sawsan, de once, Yasin, de nueve, y Yasser, de ocho. Todos murieron con él. Un F16 israelí lo hizo. No creo que haya sido por error. No hay errores en las guerras.
A los niños y a las niñas palestinas los matarán antes de que mueran de miedo o de tristeza. Los matarán antes de que se den cuenta que su vida, como la de cualquier niño o niña, es sagrada y milagrosa para las dos religiones que justificarán o llorarán su muerte. Los matará uno de los ejércitos más poderosos del mundo, para “proteger” a sus propios niños y niñas, para que ellos puedan jugar y correr libremente, sin peligros por sus plazas, bañarse en el mar, ir a la escuela, o abrazarse tranquilamente con sus madres y sus padres, con sus hermanos, con sus muñecas. Para que puedan dormir serenamente, soñando quién sabe qué. Los matarán para que otros niños y niñas puedan reír.
No habrá kaddish que consuele su llanto. No habrá plegaria u oración que reconforte sus almas. ¿Dónde se habrá escondido Yahvé? ¿Es que no se da cuenta de todo esto? No fue la cultura ni la revolución, no fue la civilización ni la ciencia, no fue la tecnología ni el arte. Fue el odio. En la Tierra Prometida, a Dios lo mató el odio y la indiferencia.



La infancia palestina y la evocación del Holocausto (2)

Por: Pablo Gentili | 30 de julio de 2014

 Gaza es un enorme gueto, una ciudad sitiada, amurallada, que sobrevive, como Cisjordania, en un régimen carcelario que se agrava cada vez que Israel, bajo el argumento de su auto-defensa, inicia un proceso de destrucción masiva de la ya deteriorada infraestructura urbana palestina. Escuelas y hospitales, edificios públicos y calles, la red eléctrica y las cañerías son destruidas sistemática e intencionalmente por las bombas israelíes. Los ataques dejan a cielo abierto los desagües y vertederos, acabando con el agua limpia, siempre escasa, de los territorios. Las consecuencias del ataque seguirán cuando terminen las bombas. Algún día, los tanques israelíes se retirarán, esperando el nuevo ataque. Pero en Palestina seguirán muriendo niños y niñas por enfermedades que podrían haberse evitado. La muerte permanece en Gaza y Cisjordania. La muerte permanece, siempre.
El viernes pasado, el embajador israelí en Washington sostuvo que el Estado de Israel merecía el Premio Nóbel de la Paz. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, expresó su derecho a producir muerte y dolor. Dijo: “no hay guerra más justa que ésta”. Mientras tanto, comenzaba en el mundo islámico la fiesta del fin del Ramadán, el Eid al-Fitr.
En Gaza, no hubo festejos. A las cinco de la tarde, un drone israelí disparó un misil contra un grupo de niños que jugaba en el campo de refugiados de A-Shati, asesinando a ocho de ellos. Hamás no perdió tiempo y declaró que se trataba de un Eid a-Shuhada, el “Eid de los Mártires”. Israel asesina niños, Hamás los vuelve mártires, como si su muerte justificara la necesidad de dar continuidad a la guerra que libra contra la existencia misma de un Estado judío. Israel asesina niños y niñas indefensos. Hamás se alimenta del dolor irreparable generado por esta violencia, sembrando sobre los escombros de Gaza su filosofía de muerte y destrucción.
La delirante y fracasada estrategia militar de Hamás muestra un repudiable desprecio a la vida dentro y fuera de sus territorios. La organización yihadista descarga su arsenal de cohetes Qassam y BM-21 contra la población civil israelí. Algunos han impactado en su propio territorio, aumentando el número de muertes infantiles. Diversas organizaciones han denunciado la muerte de niños en accidentes producidos por la construcción de túneles hacia el territorio israelí.
Pero Hamás es el enemigo que Israel necesita. La justa y necesaria lucha por la construcción de un Estado Palestino soberano, no puede sustentarse en una estrategia militar que trágicamente pretende repetir, con menos fuerza y eficacia destructiva, la del ejército enemigo. Hamás aspira a exterminar toda y cualquier posibilidad de existencia del Estado de Israel. El Estado de Israel aspira a eliminar toda y cualquier posibilidad de existencia de un Estado Palestino libre, soberano y autónomo. Hamás cree que ganará la guerra cuando destruya cualquier vestigio de vida israelí sobre la tierra. Israel, cuando destruya a Palestina y a los palestinos, adueñándose finalmente de una tierra que cree suya por herencia divina.
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Muerte, dolor y destrucción en Gaza. Fuente: NYT

Los cohetes disparados por Hamás siembran terror en la población civil israelí, aunque pocos llegan a su macabro destino. El eficiente sistema de defensa aérea construido del otro lado del muro lo evita. De los 2.000 ataques realizados por el grupo islámico, no más de una docena han impactado en territorio israelí: tres civiles han muerto. Por su parte, Israel siembra terror en la población civil palestina. Sus misiles sí llegan al macabro destino que le han trazado: escuelas, hospitales, barrios indefensos, campos de refugiados. Matan a los que nunca pensaron vivir matando a sus hermanos. No matan a los brutales terroristas cuya coartada Israel continurá necesitando. Matan a niños y niñas, a mujeres y ancianos, despedazan familias, destruyen el futuro. Para acabar con Palestina, Israel necesita destruir en el imaginario palestino la posibilidad de atreverse a pensar, a soñar, que en el futuro habrá otra cosa que escombros. Israel quiere la tierra palestina. Y, para eso, debe matar a Palestina por su infancia.
En el conteo de muertes, Israel saca una ventaja espantosa. Gana su guerra “justa”, apoyado en la aparente superioridad moral que le concede su pasado, pero manchando de ignominia su futuro. Gana su guerra, destrozando una población reducida a escombros. Desde que se ha iniciado la operación militar “Margen Protector”, Israel ha alcanzado más de 3.000 objetivos civiles en Gaza. No ha errado ni un solo tiro, ni un solo misil, ni un solo disparo de tanque. Todos han debilitado a los palestinos, los han humillado y doblegado. La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina y Oriente Próximo (UNRWS), sostiene que Gaza podría dejar de ser un lugar habitable en el 2020. Israel gana su guerra, la guerra justa. Hamás pierde su guerra santa.
Akram Miqdad carga el cuerpo de su hijo Mahmud de 9 años, hacia la morgue del hospital de Shifa en Gaza. Foto: EFE
Las afinidades delictivas entre Hamás y el ejército israelí no pueden hacernos ignorar que la responsabilidad de uno sobre otro es significativamente diferente. El poderío militar de Israel debería atribuirle una responsabilidad mucho mayor en el uso de la fuerza contra una población civil indefensa. Estamos asistiendo a una historia repetida. En los 22 días que duró la operación “Plomo Fundido”, entre diciembre de 2008 y enero de 2009, murieron 1.931 palestinos, más de la mitad de ellos eran civiles indefensos (759). Cerca de un tercio de los muertos en aquellos trágicos días fueron niños y niñas palestinos. Sólo en el 2009, 315 niños fueron asesinados por el ejército de Israel. Entre tanto, del otro lado del muro, durante los ataques de la operación “Plomo Fundido”, murieron 9 israelíes, 3 de ellos civiles y 6 soldados. En la actual ofensiva militar, la proporción de civiles muertos ha aumentado significativamente y ya llega al 75%.
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Akram Miqdad carga el cuerpo de su hijo Mahmud de 9 años, hacia la morgue del hospital de Shifa en Gaza. Foto: EFE

La única lección que parece haber aprendido el ejército israelí es que puede ser brutal y sanguinario, pero el nombre de las operaciones militares debe tratar de ocultarlo. Cinco años después de “Plomo Fundido” nacía “Margen Protector”. Los asesinatos siguen siendo los mismos. El dolor de los palestinos, también.

La infancia palestina y la evocación del Holocausto (3)

http://blogs.elpais.com/contrapuntos/2014/08/la-infancia-palestina-y-la-evocacion-del-holocausto-3.html


La infancia palestina y la evocación del Holocausto (4)

Por: Pablo Gentili | 04 de agosto de 2014


Entre el 8 de julio y el 4 de agosto de 2014, 400 niños y niñas palestinos han sido asesinados por el ejército israelí en Gaza. En menos de un mes, Israel ha matado 15 niños por día: uno cada 96 minutos.
331 niños y niñas murieron durante los 33 días que duró la operación “Plomo Fundido”, entre diciembre del 2008 y enero del 2009, según el Centro Palestino para los Derechos Humanos. Así, en dos acciones militares sobre Gaza, Israel ya ha provocado más muertes infantiles que la dictadura militar que asoló Argentina entre 1976 y 1983. En casi 8 años, los militares argentinos asesinaron, secuestraron y produjeron la desaparición forzada de 500 niños y niñas. La democracia israelí, en 33 días de “Plomo Fundido” y 27 de “Margen Protector”, en 60 días, en sólo dos meses, asesinó más de 700.
En la última semana de julio de 2014, el ejército israelí mató más niños y niñas que la dictadura de Augusto Pinochet en 17 años. Sí, leyó bien: en apenas una semana.

Mujer de negro con niño en brazos2
Foto: Al Jazeera

En Guatemala, durante 36 años de dictaduras, guerra civil e intervencionismo militar norteamericano, más de 200.000 personas fueron asesinadas, gran parte de ellas indígenas mayas. 5.000 eran niños y niñas. Uno de los regímenes dictatoriales más sangrientos de la historia latinoamericana, como el que vivió Guatemala por casi cuatro décadas, asesinó 138 niños y niñas por año. Entre enero del 2000 y julio del 2014, el ejército Israelí asesinó más de 1.600 niños y niñas palestinos. Fueron cerca de 120 niños y niñas por año.
Diversas organizaciones de derechos humanos sostienen que, en el conflicto armado colombiano, desde los años 70, ya han muerto más de 3.000 niños y niñas por la acción militar de las fuerzas insurgentes, los paramilitares y el ejército nacional. Los niños y niñas palestinos muertos en los últimos 30 días superan el número de niños y niñas colombianos asesinados en los últimos 10 años, durante una de las guerras más violentas y duraderas que ha existido en Latinoamérica.
Unicef ha declarado que Gaza no es un sitio seguro para los niños. Todos los niños y niñas que viven en Gaza corren riesgo de muerte. Las consecuencias psicológicas y afectivas de esta última operación militar no pueden aún mesurarse con precisión. Se calcula que más de 250.000 niñas y niños palestinos sufrirán toda su vida gravísimos disturbios postraumáticos.
45% de los casi 2 millones de palestinos que viven en Gaza tienen menos de 14 años. Si España tuviera esta misma proporción de población infantil, y si viviera bajo el asedio militar del Estado de Israel, en España, durante los últimos 27 días, habrían sido asesinados más de 12.000 niños y niñas. En Inglaterra, más de 14.000. En Francia, más de 17.000. En Alemania, más de 21.000. En Estados Unidos, más de 85.000. Y, en China, más de 362.000.
Palestina vive un genocidio, ante la indiferencia y la complicidad de las naciones más poderosas del planeta. Ya no quedan palabras para describir el horror. Ya no quedan palabras.




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