EL
INFANTICIDIO EN PALESTINA
Nuestra
colaboradora habitual, Elizabeth Castillo Guzmán, rescata cuatro textos de
Pablo Gentili (Buenos Aires 1963). Gentili, radicado en Brasil, es doctor en Educación, escritor, conferencista y activista
por la educación y la infancia. El horror de una invasión. Una guerra que ambos estados deben parar, por injusta y desigual. Pero sobre todo debe parar la invasión del gobierno de Israel. “Ya no quedan
palabras”, es la dramática conclusión del autor.
La
infancia palestina y la evocación del Holocausto (1)
Por:
Pablo Gentili | 28 de julio de 2014
Las principales víctimas de
todo conflicto armado son los niños y las niñas. Son ellos quienes pagan las
consecuencias más dolorosas de guerras producidas por un odio cuya herencia
reciben como un legado de dolor y desconsuelo. Las guerras no las hacen los
niños, nunca las hicieron, pero será sobre ellos que descargarán su pulsión de
muerte y destrucción. Siempre ha sido así y así es hoy, en Palestina, en Sudán
del Sur, en la República Centroafricana, en Irak, en Siria, en Ucrania o donde
quiera que sea. La muerte de cualquier niño, de cualquier niña genera un daño
irreparable a la humanidad. Expresa de forma brutal y absurda el desprecio que
buena parte de la humanidad se rinde a sí misma. Cuando la infancia muere en
las guerras, bajo la prepotencia de las armas, el hambre, las enfermedades o el
abandono, toda la humanidad muere con ellas. Muere una muerte lenta y, como
toda muerte, irremediable, irreversible, inimaginable. Mueren los niños y las
niñas en las guerras. y, aunque no escuchemos sus llantos, también morimos
nosotros con ellos. Aunque nada nos haya pasado, aunque siquiera sepamos de su
existencia o nada nos importe su lejana presencia, todos morimos de a poco
cuando muere un niño o una niña por el desprecio que algunos seres humanos le
dispensan a la vida de otros seres humanos.
Mahmud Hams / AFP
Palestina sangra la sangre
de cientos de niños y niñas asesinados por el Estado israelí en cada una de las
acciones y operaciones militares llevadas a cabo en Gaza y Cisjordania. No deja
de llamar la atención el nombre que el gobierno de Israel le ha dado a su
última escalada de violencia sobre los territorios palestinos: “Margen
Protector”. Desde el inicio de la nueva operación militar, hace casi tres
semanas, cerca de 200 niños y niñas han sido asesinados. Y muchos más morirán.
Los matarán desde los tanques, con lanza-misiles, desde los barcos o desde
modernos aviones no tripulados. Los matarán en sus escuelas, mientras juegan,
en los hospitales, acurrucados debajo de sus camas, abrazados a sus madres, a
sus padres o a sus hermanos. A Yasmin la mataron mientras trataba de proteger a
su muñeca. Tenía ocho años. A Elias mientras dormía y soñaba quién sabe qué. Acababa
de cumplir cuatro años y tenía cuatro hermanos: Ibrahim, de doce, Sawsan, de
once, Yasin, de nueve, y Yasser, de ocho. Todos murieron con él. Un F16 israelí
lo hizo. No creo que haya sido por error. No hay errores en las guerras.
A los niños y a las niñas
palestinas los matarán antes de que mueran de miedo o de tristeza. Los matarán
antes de que se den cuenta que su vida, como la de cualquier niño o niña, es
sagrada y milagrosa para las dos religiones que justificarán o llorarán su
muerte. Los matará uno de los ejércitos más poderosos del mundo, para
“proteger” a sus propios niños y niñas, para que ellos puedan jugar y correr
libremente, sin peligros por sus plazas, bañarse en el mar, ir a la escuela, o
abrazarse tranquilamente con sus madres y sus padres, con sus hermanos, con sus
muñecas. Para que puedan dormir serenamente, soñando quién sabe qué. Los
matarán para que otros niños y niñas puedan reír.
No habrá kaddish que
consuele su llanto. No habrá plegaria u oración que reconforte sus almas. ¿Dónde
se habrá escondido Yahvé? ¿Es que no se da cuenta de todo esto? No fue la
cultura ni la revolución, no fue la civilización ni la ciencia, no fue la
tecnología ni el arte. Fue el odio. En la Tierra Prometida, a Dios lo mató el
odio y la indiferencia.
La
infancia palestina y la evocación del Holocausto (2)
Por:
Pablo Gentili | 30 de julio de 2014
Gaza es un enorme gueto, una ciudad sitiada,
amurallada, que sobrevive, como Cisjordania, en un régimen carcelario que se
agrava cada vez que Israel, bajo el argumento de su auto-defensa, inicia un
proceso de destrucción masiva de la ya deteriorada infraestructura urbana
palestina. Escuelas y hospitales, edificios públicos y calles, la red eléctrica
y las cañerías son destruidas sistemática e intencionalmente por las bombas
israelíes. Los ataques dejan a cielo abierto los desagües y vertederos,
acabando con el agua limpia, siempre escasa, de los territorios. Las
consecuencias del ataque seguirán cuando terminen las bombas. Algún día, los
tanques israelíes se retirarán, esperando el nuevo ataque. Pero en Palestina
seguirán muriendo niños y niñas por enfermedades que podrían haberse evitado.
La muerte permanece en Gaza y Cisjordania. La muerte permanece, siempre.
El viernes pasado, el
embajador israelí en Washington sostuvo que el Estado de Israel merecía el
Premio Nóbel de la Paz. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, expresó su
derecho a producir muerte y dolor. Dijo: “no hay guerra más justa que ésta”.
Mientras tanto, comenzaba en el mundo islámico la fiesta del fin del Ramadán,
el Eid al-Fitr.
En Gaza, no hubo festejos.
A las cinco de la tarde, un drone israelí disparó un misil contra un grupo de
niños que jugaba en el campo de refugiados de A-Shati, asesinando a ocho de
ellos. Hamás no perdió tiempo y declaró que se trataba de un Eid a-Shuhada, el
“Eid de los Mártires”. Israel asesina niños, Hamás los vuelve mártires, como si
su muerte justificara la necesidad de dar continuidad a la guerra que libra
contra la existencia misma de un Estado judío. Israel asesina niños y niñas
indefensos. Hamás se alimenta del dolor irreparable generado por esta violencia,
sembrando sobre los escombros de Gaza su filosofía de muerte y destrucción.
La delirante y fracasada
estrategia militar de Hamás muestra un repudiable desprecio a la vida dentro y
fuera de sus territorios. La organización yihadista descarga su arsenal de cohetes
Qassam y BM-21 contra la población civil israelí. Algunos han impactado en su
propio territorio, aumentando el número de muertes infantiles. Diversas
organizaciones han denunciado la muerte de niños en accidentes producidos por
la construcción de túneles hacia el territorio israelí.
Pero Hamás es el enemigo
que Israel necesita. La justa y necesaria lucha por la construcción de un
Estado Palestino soberano, no puede sustentarse en una estrategia militar que
trágicamente pretende repetir, con menos fuerza y eficacia destructiva, la del
ejército enemigo. Hamás aspira a exterminar toda y cualquier posibilidad de
existencia del Estado de Israel. El Estado de Israel aspira a eliminar toda y
cualquier posibilidad de existencia de un Estado Palestino libre, soberano y
autónomo. Hamás cree que ganará la guerra cuando destruya cualquier vestigio de
vida israelí sobre la tierra. Israel, cuando destruya a Palestina y a los
palestinos, adueñándose finalmente de una tierra que cree suya por herencia
divina.
Muerte, dolor y destrucción en Gaza. Fuente: NYT
Los cohetes disparados por
Hamás siembran terror en la población civil israelí, aunque pocos llegan a su
macabro destino. El eficiente sistema de defensa aérea construido del otro lado
del muro lo evita. De los 2.000 ataques realizados por el grupo islámico, no
más de una docena han impactado en territorio israelí: tres civiles han muerto.
Por su parte, Israel siembra terror en la población civil palestina. Sus
misiles sí llegan al macabro destino que le han trazado: escuelas, hospitales,
barrios indefensos, campos de refugiados. Matan a los que nunca pensaron vivir
matando a sus hermanos. No matan a los brutales terroristas cuya coartada
Israel continurá necesitando. Matan a niños y niñas, a mujeres y ancianos,
despedazan familias, destruyen el futuro. Para acabar con Palestina, Israel
necesita destruir en el imaginario palestino la posibilidad de atreverse a
pensar, a soñar, que en el futuro habrá otra cosa que escombros. Israel quiere
la tierra palestina. Y, para eso, debe matar a Palestina por su infancia.
En el conteo de muertes,
Israel saca una ventaja espantosa. Gana su guerra “justa”, apoyado en la
aparente superioridad moral que le concede su pasado, pero manchando de
ignominia su futuro. Gana su guerra, destrozando una población reducida a
escombros. Desde que se ha iniciado la operación militar “Margen Protector”,
Israel ha alcanzado más de 3.000 objetivos civiles en Gaza. No ha errado ni un
solo tiro, ni un solo misil, ni un solo disparo de tanque. Todos han debilitado
a los palestinos, los han humillado y doblegado. La Agencia de las Naciones
Unidas para los Refugiados de Palestina y Oriente Próximo (UNRWS), sostiene que
Gaza podría dejar de ser un lugar habitable en el 2020. Israel gana su guerra,
la guerra justa. Hamás pierde su guerra santa.
Akram
Miqdad carga el cuerpo de su hijo Mahmud de 9 años, hacia la morgue del
hospital de Shifa en Gaza. Foto: EFE
Las afinidades delictivas
entre Hamás y el ejército israelí no pueden hacernos ignorar que la
responsabilidad de uno sobre otro es significativamente diferente. El poderío
militar de Israel debería atribuirle una responsabilidad mucho mayor en el uso
de la fuerza contra una población civil indefensa. Estamos asistiendo a una
historia repetida. En los 22 días que duró la operación “Plomo Fundido”, entre
diciembre de 2008 y enero de 2009, murieron 1.931 palestinos, más de la mitad
de ellos eran civiles indefensos (759). Cerca de un tercio de los muertos en
aquellos trágicos días fueron niños y niñas palestinos. Sólo en el 2009, 315
niños fueron asesinados por el ejército de Israel. Entre tanto, del otro lado
del muro, durante los ataques de la operación “Plomo Fundido”, murieron 9
israelíes, 3 de ellos civiles y 6 soldados. En la actual ofensiva militar, la
proporción de civiles muertos ha aumentado significativamente y ya llega al
75%.
Akram Miqdad carga el cuerpo de su hijo Mahmud de 9 años, hacia la morgue del hospital de Shifa en Gaza. Foto: EFE
La única lección que parece
haber aprendido el ejército israelí es que puede ser brutal y sanguinario, pero
el nombre de las operaciones militares debe tratar de ocultarlo. Cinco años
después de “Plomo Fundido” nacía “Margen Protector”. Los asesinatos siguen
siendo los mismos. El dolor de los palestinos, también.
La
infancia palestina y la evocación del Holocausto (3)
http://blogs.elpais.com/contrapuntos/2014/08/la-infancia-palestina-y-la-evocacion-del-holocausto-3.html
La
infancia palestina y la evocación del Holocausto (4)
Por:
Pablo Gentili | 04 de agosto de 2014
Entre el 8 de julio y el 4
de agosto de 2014, 400 niños y niñas palestinos han sido asesinados por el
ejército israelí en Gaza. En menos de un mes, Israel ha matado 15 niños por
día: uno cada 96 minutos.
331 niños y niñas murieron
durante los 33 días que duró la operación “Plomo Fundido”, entre diciembre del
2008 y enero del 2009, según el Centro Palestino para los Derechos Humanos.
Así, en dos acciones militares sobre Gaza, Israel ya ha provocado más muertes
infantiles que la dictadura militar que asoló Argentina entre 1976 y 1983. En
casi 8 años, los militares argentinos asesinaron, secuestraron y produjeron la
desaparición forzada de 500 niños y niñas. La democracia israelí, en 33 días de
“Plomo Fundido” y 27 de “Margen Protector”, en 60 días, en sólo dos meses,
asesinó más de 700.
En la última semana de
julio de 2014, el ejército israelí mató más niños y niñas que la dictadura de
Augusto Pinochet en 17 años. Sí, leyó bien: en apenas una semana.
Foto: Al Jazeera
En Guatemala, durante 36
años de dictaduras, guerra civil e intervencionismo militar norteamericano, más
de 200.000 personas fueron asesinadas, gran parte de ellas indígenas mayas.
5.000 eran niños y niñas. Uno de los regímenes dictatoriales más sangrientos de
la historia latinoamericana, como el que vivió Guatemala por casi cuatro
décadas, asesinó 138 niños y niñas por año. Entre enero del 2000 y julio del
2014, el ejército Israelí asesinó más de 1.600 niños y niñas palestinos. Fueron
cerca de 120 niños y niñas por año.
Diversas organizaciones de
derechos humanos sostienen que, en el conflicto armado colombiano, desde los
años 70, ya han muerto más de 3.000 niños y niñas por la acción militar de las
fuerzas insurgentes, los paramilitares y el ejército nacional. Los niños y
niñas palestinos muertos en los últimos 30 días superan el número de niños y
niñas colombianos asesinados en los últimos 10 años, durante una de las guerras
más violentas y duraderas que ha existido en Latinoamérica.
Unicef ha declarado que
Gaza no es un sitio seguro para los niños. Todos los niños y niñas que viven en
Gaza corren riesgo de muerte. Las consecuencias psicológicas y afectivas de
esta última operación militar no pueden aún mesurarse con precisión. Se calcula
que más de 250.000 niñas y niños palestinos sufrirán toda su vida gravísimos
disturbios postraumáticos.
45% de los casi 2 millones
de palestinos que viven en Gaza tienen menos de 14 años. Si España tuviera esta
misma proporción de población infantil, y si viviera bajo el asedio militar del
Estado de Israel, en España, durante los últimos 27 días, habrían sido
asesinados más de 12.000 niños y niñas. En Inglaterra, más de 14.000. En
Francia, más de 17.000. En Alemania, más de 21.000. En Estados Unidos, más de
85.000. Y, en China, más de 362.000.
Palestina vive un
genocidio, ante la indiferencia y la complicidad de las naciones más poderosas
del planeta. Ya no quedan palabras para describir el horror. Ya no quedan
palabras.
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