viernes, 30 de mayo de 2014

El pez en agonía, poemario de Alfredo Vanín
Luego de varios meses, el poemario, publicado por Trilce Editores de Bogotá, sigue aguas arriba.
Compartimos el texto de Medardo Arias, en Cali, generosamente enviado por el autor, y el afiche de la presentación en la sede de Trilce en Bogotá.



Palabras de Medardo Arias Satizábal bal en la presentación del libro “El pez en agonía”, de Alfredo Vanín Romero







No me parece una casualidad del destino el que se presente hoy el libro de Alfredo Vanín, con el título “El pez en agonía”, cuando acabamos de conocer la noticia del deceso del poeta Álvaro Mutis, en México.
Y si de agonías hablamos, nuestra poesía padece desde hace muchos años ese estertor anterior a la luz última.
Alfredo nos dice en su poema “Cantos de piel herida”:

“Invadió mis refugios cada vez más sediento,
 mientras su cuervo solitario velaba entre mis aguas
y atrapaba algún pez de irisadas escamas.
Yo, madre de los puertos y las derivas milenarias,
le di el jadeo de las altas guerreras, en plena paz de bronce…”
Poemas que nacen y mueren entre el estertor del amor, de los viejos mangles que dejaron su pavesa eterna en el aire del litoral, cuando los aserríos hacían su canto rodado junto a los esteros.
De esa infancia entre cangrejos azules y despedidas, en un mundo que hoy parece el paraíso verdadero, viene el poeta a cantarnos su son, con acentos eróticos.
Difícilmente podemos encontrar hoy en Colombia una voz más genuina, emparentada con las mareas, y con esa fabla de propios que se esparce en los bajíos del litoral del Pacífico.
Aprendí a admirar esta palabra del poeta Vanín, desde una lejana tarde en que el poeta Helcías Martán Góngora lo presentó en la Casa de la Cultura de Buenaventura. Estaba también ahí el poeta Hugo Salazar Valdés, y Martán dijo que Alfredo era una nueva voz, que debíamos escuchar.
Claro, ese acento de ríos profundos, de piezas de caza que huyen entre bosques de palmeras, no se conocía entre nosotros. El poeta habló para nosotros como si estuviera en medio de un incendio, como si las palabras quemaran sus recuerdos, y así el árbol de la poesía fue dando sus frutos: “Alegando que vivo”, “Otro naufragio para julio”, “Cimarrón en la lluvia”, “Desarbolados”, “Jornadas del Tahúr”,  “El tapiz de la hidra”, “Ultima piel”, “El Día de Vuelta”, “Los restos del vellocino de oro”, tantas ramas, tantas hojas de esa primera emoción de saberse hijo de las lloviznas eternas, de los veleros e ibaburas que remontaban el mar hasta buscar la torre de la iglesia de Pueblo Nuevo, ese brillo distante, nuestra mezquita de Alejandría.
La que ronda mi alcoba
absorbe todos mis sentidos:
su cuerpo tan ceñido a mi cuerpo,
parece una tímida goleta que me niega la luz…

Hace unas noches, recordaba con el poeta esas goletas que fondeaban en el canal de Pueblo Nuevo, en Buenaventura, con sus velas de sacos de harina, con sus quillas plenas de cocos y caimitos. Buenaventura era la metrópoli y Alfredo, siendo un niño, vino hasta ahí para visitar a sus tías, y también para comprar un traje de paño que luciría por primera vez en Guapi, entre el calor y la voz distante de un país que hablaba por la radio de un mundo tan ajeno como extraño.
Una sorpresa, algo nuevo, nos aguardará, mientras el poeta viva. De él vamos a esperar siempre nuevas canciones, porque apenas ha empezado a contarnos un poco de ese mundo que ya aprendimos a amar por su palabra.
En esta tarde, volvemos a celebrar esta cena maravillosa de la poesía, de la mano de uno de sus hijos dilectos.
Dejemos que sea él, en su propia voz, quien nos lleve a ese viaje en el que pitan todos los barcos, de todas las nacionalidades. Alfredo viene en su falúa, con remar seguro, y la bahía del mundo lo saluda.


                    Medardo Arias Satizábal, Septiembre 23 de 2013 
      


domingo, 25 de mayo de 2014

El mes de la Herencia Africana en Colombia, seguido de  un balance del 21 de mayo, día de la Afrocolombianidad

​La profesora Elizabeth Castillo Guzmán ilustra lo que significa el Mes de la heencia africana en Colombia a través de los siglos de lucha por la liberación y el reconocimiento. Siglos de desigualdad y de incomprensión de un país que no se reconoce en sus pueblos que lo conforman, y continúa generando un racismo estructural del que ni los discriminados ni los discriminadores salen bien librados. Sin embargo, se avanza lentamente.

El mes de la herencia africana

Elizabeth Castillo Guzmán
Popayán, Mayo 22 de 2014

El 21 de mayo de 1851 se declaró ilegal la esclavitud. En el 2011, la ministra de Cultura Paula Marcela Mosquera decretó el mes de mayo como Mes de la Herencia Africana.


De la mano de una afrocaucana surgió esta propuesta que para el común de la gente puede significar muchas cosas, incluso que el 21 de mayo es para felicitar a los afrocolombianos por su afrocolombianidad.

En estos territorios de lo que otrora fuera el Gran Estado del Cauca, la herencia africana es un rasgo constitutivo de la vida cotidiana. La presencia de africanos y africanas en haciendas, plantaciones y casas de familia durante el largo período colonial, impregnó con sus marcaciones espirituales, simbólicas y culturales la gastronomía, las pautas de crianza, el modo de hablar, las formas estéticas y musicales, las maneras de habitar los cuerpos, de cultivar algunas plantas e incluso las prácticas católicas de las gentes con quienes convivieron. En la vida republicana -de grandes tensiones entre antiguos esclavistas y abolicionistas- el devenir político estuvo influido por las ideas de quienes -ahora en condición de hombres libres- escribían y daban oratoria en partidos y directorios locales.

La herencia africana en el Cauca es un complejo fenómeno parecido al palimpsesto, esa escritura antigua sobre la cual se vuelve una y otra vez, y rehecha tantas veces que llega un momento en el cual es difícil reconocer los trazos originales. Nuestra vida política, económica y cultural está signada por los pasos en el tiempo de cientos de hombres y mujeres afrodescendientes, por su presencia diferenciada de norte a sur del departamento, por su africanía diversa y dispersa.


En el norte del Cauca líderes políticos como Jose Cinecio Mina, Natanael Díaz, Marino Viveros y Sabas Casarán a principios del siglo XX, lucharon y denunciaron los problemas de la región y algunos desde el parlamento trascendieron en la arena nacional. Sus rostros recogidos en antiguos retratos -ya maltrechos- son parte del “Museo de la Afrocolombianidad” que anualmente se revive en el Colegio San Pedro Claver de Puerto Tejada, como un proyecto etnoeducativo del docente Hermes Carabalí para cultivar la memoria de las nuevas generaciones.

En la costa Pacífica, la pluma y la voz de Sofonías Yacup dio a conocer al país en 1934 su libro Litoral Recóndito, una tremenda y extensa metáfora referida a la situación de abandono y marginalidad de esta región y una lectura totalmente vigente sobre el destino de sus comunidades. 

En 1947 el instituto etnológico de la Universidad del Cauca dirigido por el ilustre Gregorio Hernández de Alba recibió en sus claustros al chocoano Rogerio Velásquez, quien fuera el primer etnólogo negro de la Colombia de mediados del siglo pasado.

Los logros de intelectuales, líderes y artistas como Mary Grueso Romero y su poesía afrocolombiana; María Dolores Grueso y sus proyectos de la pedagogía de la corridez en el Valle del Patía; Sor Inés Larrahondo y su liderazgo en el proyecto Casita de Niños en La Balsa; las cantaoras del Patía;  los violinistas del norte y sur del Cauca en el Petronio Álvarez; el grupo Herencia de Timbiquí y su premio Gaviota de Oro; Hugo Candelario González y su marimba de chonta; Alfredo Vanín y su novela premio Jorge Isaac, son solo una muestra de la grandiosa herencia africana que habita los territorios del Cauca y nos hace trascender en materia cultural.


Estos son suficientes motivos para reconocer la dignidad de la afrocolombianidad y abandonar el viejo y obsoleto racismo.

Son suficientes razones para limpiar las sombras identitarias de nuestro espejo retrovisor y reconocernos sin complejos.


Un balance del 21 de mayo, Día nacional de la afrocolombianidad y de la Diversidad cultural de la nación:
¿Qué representa el 21 de mayo para Unos y Otros?

¿Qué representa el 21 de mayo para Unos y para Otros ?

                                                                                                        Llueve a torrentes. Es 21 de mayo. Para muchos un día más de trabajo y afugias cotidianas en una urbe de 8 millones de habitantes.

Recorremos Bogotá, este territorio de diferencias y diversidades, donde la gente que arriba del conflicto que se vive  en el Baudó, en Tumaco, Barbacoas, en el Atrato, en el Napi y muchos otros lugares de comunidades negras del Litoral Recóndito, tiene que “guerriarse” cada centímetro de espacio físico para sobrevivir son sus hijos, cada bocanada de oxígeno en calles atestadas de pobres y olvidados, que como ellos están desplazados en la capital.

La pasan mal, pero algunos dicen que la pasaban peor en sus territorios.

No hay claves teóricas que nos sirvan para enfrentar este drama humanitario. Ocurre aquí y ahora. No hay tiempo para discutir por ahora las aristas sobre las representaciones de la etnicidad afro, o para debatir si se trata de una vertiente esencialista o híbrida. No. No hay tiempo. Todos los días arriban a las ciudades y todos los días salen de los territorios, hijas e hijos de los troncos fundantes de la diáspora africana en Colombia.

Hay que rebuscarse la vida en esta ciudad fría donde los ríos están muy lejos y además contaminados. En las escuelas los chicos y las chicas aprender a sobrellevar o a enfrentar el racismo de los chistes y el matoneo por ser “negros”. Sus maestros no conocen los estudios antropológicos, han ido a facultades en las cuales no aprendieron nada sobre África, ni sus culturas, ni sus gentes. Aprendieron del prejuicio general, que los negros son alegres “por naturaleza” y muy buenos en el deporte. Ellos y ellas no han recibido cursos con expertos en estudios culturales o seminarios especializados. Son maestros como la inmensa mayoría  -que al menos en Bogotá- empiezan a entender que el 21 de mayo es un símbolo importante y un día en que los reúnen para hablarles de la historia y la herencia africana en Colombia. Además sumémosle a este hecho, que una importante mayoría de quienes dominan el conocimiento experto en esta materia, no enseñan en facultades de educación, y yo creo que tampoco les interesa formar maestros, pues es más prestigioso formar cientistas sociales.  

Tampoco las familias de los chicos y las chicas afro que viven en Bogotá en situación de desplazamiento,  tienen tiempo para asistir a seminarios o a debates de expertos sobre la afrocolombianidad. Combaten el racismo en Transmilenio y en sus trabajos, mientras comprenden lo que es vivir como minoría en una ciudad del interior. 

María Isabel Mena encabeza la ruta de quienes han entendido esto y sin dudarlo por un minuto militan por el derecho de la gente afro a una vida digna en Bogotá. Sus textos, sus plantones, su militancia intelectual, su radicalidad y sus acciones concretas, nos enseñan que no hay tiempo para quedarse en prolongados e infructuosos debates antropológicos. La lucha por los derechos debe combinar al mismo tiempo razón y acción. Denuncia, propone y sigue denunciando que los niños y las niñas afrocolombianas tienen derecho a no ser discriminados, y que hoy se conmemora un día importante para hablar con los maestros colombianos de este asunto y por ahí “vamos juntando gente para este proceso”.

Es bueno, creo yo, dado que estamos hechos de símbolos, que los funcionarios y los maestros nos detengamos al menos unas horas a pensar y tratar de comprender que significa eso de la esclavitud como antecedente de los grandes problemas que viven hoy cerca de 10 millones de personas negras, afrocolombianas, palenqueras y raizales. A pensar que papel cumplen la escuela y la enseñanza en todo este asunto. A entender que el 21 de mayo es una nueva forma de hacer memoria sobre la esclavización y sus tremendas secuelas en la vida contemporánea.

Es 21 de mayo.

Quienes trabajamos en educación sabemos que es una oportunidad, somos herederos de una tradición escolar que celebra y conmemora la historia oficial, y en este caso una ministra afrodescendiente encargada del tema de la Cultura - la primera en Colombia- propuso en el 2011 hacer de esta fecha un símbolo para Colombia. Eso tiene tanto de largo como de ancho. Pero ese acto – patriotero e incompleto seguramente- hace posible que en muchas ciudades y escuelas de este país, hoy al menos hoy, se dedique un tiempo a conocer sobre esa historia oculta y negada. 

Pero insisto, quienes estamos trabajando en el terreno educativo sabemos que el 21 de mayo suena a Cátedra de Estudios Afrocolombianos y la posibilidad de que en verdad nuestra escuela asuma la tarea de divulgar la historia y la cultura afrodescendiente sin prejuicios, ni recortes ideológicos.

Tiene la palabra la poeta Mary Grueso. Ella con su literatura infantil tampoco se detiene en su paso  por cada auditorio en el cual en este mes de la herencia africana, la invitan con su muñeca negra. Escribe, ha escrito y seguirá escribiendo cuentos para que unos se reconozcan con dignidad y otros abandonen los prejuicios raciales y aprecien la belleza que África ha dejado en este territorio de América. Escribe para que las próximas generaciones sean menos racistas y más afirmadas en su diferencia racial. Ella avanza hace muchos años en su tarea como escritora y maestra. Hoy 21 de mayo vino a Bogotá,  ayer estaba en el Pascual Andagoya de Buenaventura conmemorando este acontecimiento.

Lee  y declama su Muñeca Negra. Más allá del bien y del mal, es una intelectual orgánica que no anda ocupada por teorizar lo que hace, simplemente escribe y dignifica con la palabra bellamente puesta en el papel. Con un convencimiento que le otorga ser intelectual de su raza sin apremios de titularidad o reconocimiento en la Academia, ha logrado una empresa maravillosa por todo el país con niños y niñas que leen y oyen sus cuentos, impresionados de su hermosa y grandiosa negrura que enternece con la historia de que no habían muñecas negras para las niñas del Litoral.

Después de lo visto y vivido en estos cuatro años de conmemoración del 21 de mayo, creo que los cambios vienen de la mano de quienes cada día, de cada año han construido espacios, relaciones y posibilidades concretas para cambiar ese estado histórico que dejó a la gente afrodescendiente heredera de la ley de abolición "libre" pero  rezagada en la vida económica, política y social de este país. Y eso no se hace en un día, es el resultado de tareas de meses para lograr una puesta en escena que surta efectos ideológicos y políticos en niños, jóvenes y adultos. Una puesta en la cual se rememore la lucha por la igualdad y la libertad a través de la forma escrita, de la tradición oral, del cine y de las estéticas afrodescendientes.  

Las maestras María Isabel Mena, Mary Grueso, Fanny y Ruby Quiñones, Sor Inés Larrahondo, María del Carmen Ararat, Mariela Sevillano, Daisy Cuero, Lola Grueso, María Stella Escobar, Virginia Mena y muchas y tantas que todos los días inventan la manera de cambiar la escuela a favor de la historia afrocolombiana; que combaten el racismo con su trabajo en las aulas urbanas; que no tienen teoría sobre su etnicidad o su racialidad, pero son convencidas de las batallas por la dignidad y la memoria, son quienes merecen hoy ser exaltadas, pues son ellas quienes representan esa larga e incansable batalla por la libertad y la igualdad en el mundo de la familia, la comunidad y la escuela.

Los maestros Danilo Reyes, Hermes Carabalí, Santiago Arboleda, Temis Díaz, Jorge García, Hugo Idrobo, James Aguilar Mina, Daniel Garcés, Miguel Obeso y muchos otros que conocemos de los caminos de la etnoeducación, han contribuido de forma importante con sus ideas y sus trayectorias intelectuales a pensar autónomamente el asunto de la educación de las comunidades afrocolombianas. Con errores y grandes aciertos, esencialistas o no, lo que tenemos en Colombia en esta materia se debe a su trabajo y al de comunidades del Caribe, del Pacifico, del Cauca y del Valle, que a través de estos letrados, han hecho trascender el pensamiento ancestral de la gente de los ríos, la selva, la montaña y el valle.    

Hay una vigilia en la plaza de Bolívar. Es un acto colectivo para rendir homenaje a las miles de víctimas afrodescendientes del conflicto en el Pacífico. Estarán las organizaciones, los colectivos de mujeres, los militantes y algunas comunidades de base.

A  esta hora en que llueve a torrentes, Bogotá rinde un humilde pero sentido tributo a una gesta que comenzó hace dos siglos y aun no termina, a esa larga batalla por la igualdad y la libertad de los y las descendientes de africanos.

Estamos frente a un proceso complejo, difícil e incluso paradójico, pero son sus protagonistas, los hombres y las mujeres de la diáspora africana, quienes definen la ruta, incluso las equivocaciones. Y seguramente como ha sucedido tantas veces, los foranéos de la lucha, quienes  teorizan sobre el asunto, a prueba de compromiso o “militancia”, harán ruido de artículos para colgarse a la movida.

No estamos frente a un  nuevo objeto de estudio, tampoco ante un nuevo juicio a los “movimientos sociales” -como el que intentó surgir en los noventa y terminó encarcelado en libros que hoy se rematan a bajo previo en pulgueros del centro de la capital-. Estamos frente a una nueva etapa de la antigua lucha de los afrodescendientes en Colombia. Ni mejor ni peor que la que emprendieron Diego Luis Córdoba o Zapata Olivella. Distinta.

Intentar juzgar o interpretar de forma ahistórica este proceso,  poniendo en paréntesis el grave problema del racismo estructural y además sin jugarse el pellejo, es a mi modo de ver una postura moralmente inaceptable.

Indudablemente estamos frente a una dinámica dispersa y diversa, donde no se puede andar buscando la estructura monolítica y disciplinada donde todos piensan y dicen lo mismo. Creo que se trata de movilizaciones que se encuentran y se desencuentran, y que empiezan a reconocerse en sus diferencias. Y de la cual hay mucho de entender para saber su devenir.

Es posible que se viva uno de los momentos más complicados en la vida organizativa de los pueblos y las comunidades afrodescendientes en Colombia. Dramática por la grave situación humanitaria de destierro y pobreza que viven los pueblos de la diáspora en el siglo del multiculturalismo globalizado. Compleja por las formas de reconocimiento y auto-reconocimiento que están en juego en materia de territorialidad y derechos. Ambigua por la manera como el estado y algunas voces de la academia, apuestan por la derrota del movimiento y su fragmentación, pero al tiempo animan e impulsan posturas coincidentes con ciertos modelos idealizados (integracionista, antiesencialista y/o segregacionista)  Y paradójica, porque a pesar de contar con una “inteligencia” prolifera y diversa como nunca antes en cantidad y calidad, la dimensión política ha perdido fuerza en las nuevas generaciones de intelectuales y creado más diferencias que articulaciones.    

Conmemorar y ayudar a hacer memoria para dignificar la afrocolombianidad y reparar simbólicamente el olvido y el silencio al cual ha sido sometida su historia, es una tarea que como las acciones afirmativas solo constituyen un paso, mientras las grandes transformaciones en la estructura del poder económico y político se logran….

Un abrazo en este día y en esta hora de la memoria larga... 


Elizabeth Castillo Guzman
Profesora Titular Universidad del Cauca
Coordinadora Centro Memorias Étnicas (centromemoriasetnicas@gmail.com)
Telefax 8244655 - Celular 3113897140

Popayán- Colombia

jueves, 15 de mayo de 2014

Hoy 15 de mayo se celebró el día del maestro. Pero...


¿Celebramos el día del maestro?


Un artículo de la docente Elizabeth Castillo Guzmán que recoge significaciones y carencias en la educación colombiana.

Por Elizabeth Castillo Guzmán
                        Popayán, mayo 15 de 2014

Los maestros y las maestras son las únicas personas que nunca se van de la escuela. Permanecen allí prácticamente toda su vida.  Seguramente por esa razón, al resto de los mortales se nos hace tan fácil su oficio de educador.
Y tal vez a esa idea se deba que en la práctica ser maestro sea un hecho socialmente irrelevante en Colombia. O al menos eso lo demuestra su grave situación laboral.
 Muchos de quienes diseñan políticas educativas, dirigen y asesoran ministerios de educación, escriben los textos escolares que usan los docentes, diseñan las evaluaciones censales escolares, organizan los planes de estudio de las licenciaturas e incluso dirigen y enseñan en las facultades de educación, tienen un conocimiento limitado de lo que es la escuela y el oficio de la enseñanza que en ella acontece. Por esta razón seguramente se cometen tantas equivocaciones todos los días y luego el costo de dichos errores y los pobres resultados como el de la prueba pisa, se endilga a los y las docentes.

 Los maestros se producen en la escuela. Sus formas de enseñar, corregir, castigar, calificar, moralizar y educar a niños, niñas y jóvenes es resultado de su trasegar por las aulas y los patios de recreo. Ahí reside uno de los grandes problemas del sector, la compleja relación entre política y pedagogía, entre tecnócratas y docentes.   





 Hoy 15 de mayo se “celebra” el día del maestro. Se trata originalmente de una fiesta católica, un  sesgo confesional en la manera de reconocer la tarea del maestro. Vistos como apóstoles de la educación, el paso siguiente fue pedirle a los maestros votos de obediencia y pobreza. De allí deriva la vieja representación del maestro como un ser noble pero pobre, importante pero marginal. Una tremenda paradoja que se mantiene en sociedades como la nuestra, donde se reconoce que la educación y por tanto la labor de los docentes son fundamentales para lograr un mejor estado de cosas, pero no se hace nada para mejorar la inversión en el sector educativo.
 Reconocimiento social o mejoramiento laboral.
He allí la tensión entre el apostolado devoto y el gremio organizado.
 Pero lo del hecho socialmente irrelevante, lo podemos constatar en muchos planos de la realidad.

En muchas de nuestras universidades las facultades de educación no son consideradas con el mismo nivel de importancia y prestigio que aquellas donde se forman ingenieros, abogados o médicos. Los resultados de las pruebas ECAES obtenidos en sus programas de licenciatura, no define el top de las 20 mejores universidades, que anualmente presenta la revista Semana en su especial de educación superior.
 En Colciencias, el programa de estudios científicos en educación es de segundo o tercer orden. Basta solo con revisar el histórico presupuestal y de inversión programática para darse una idea de lo sucedido en las últimas dos décadas. Mucho más ahora que el tren de la innovación tecnológica definió lo que es importante investigar y transformar para la prosperidad del estado comunitario.
A nuestra anterior ministra de Educación se le ocurrió que la pedagogía era un saber prescindible y decretó un concurso en el cual el maestro pierde y el profesional gana. Esta absurda medida tiró por tierra veinte años de trabajo de colectivos de maestros, escuelas normales, grupos de investigación y facultades de educación empeñadas en hacer del oficio del maestro y de su saber pedagógico, un trascendental proyecto intelectual y un ejemplar Movimiento Pedagógico. La reforma se impulsó sin tregua y la memoria del magisterio enfermó. 
 Veinte años después de promulgada la Ley General de Educación de 1994, sabemos que nos quedan enunciados amordazados por una ley de transferencias que mandó al traste el derecho a la educación y confinó la pedagogía a un mausoleo. 
 Hoy padecemos de subalternización epistémica y social. Cualquiera se cree con autoridad para hablar sobre  educación, aunque no sea una voz experta. Ser maestro se representa como una posibilidad no condicionada a previa formación pedagógica, así que más de un odontólogo sin vocación terminó en el aula con estabilidad laboral. Muchas de nuestras instituciones del saber-poder y del control político de la educación pública, inferiorizan de facto el campo de la educación y el trabajo docente. Algunas universidades han ayudado a construir esta contrareforma educativa y además han ganado dinero por ello.
 Muchos y muchas docentes no logran resolver su subsistencia a pesar de largas jornadas de trabajo en aulas atestadas de chicos y chicas que intentan ganarle los cien metros a la desesperanza aprendida.
 En muchas geografías de este país, los maestros están internos en sus escuelas. Pasan semanas y meses alejados de sus familias, pues las condiciones del “servicio” y el aislamiento así lo imponen.  A veces en sus escuelas no hay pupitres, ni tableros, ni electricidad. A veces los actores armados “vigilan” su labor pedagógica en el aula. Se trata de escuelas y maestros que nuestra querida ministra de Educación no puede imaginar que existan. No es realismo mágico, es realismo trágico. Es  eso de ser maestro o maestra en la tierra del olvido.
Ahora tenemos contratos flexibles de 10 meses, una maquila educativa que se inventó con la oferencia y la contratación temporal para bajar costos de operación.

Es una larga historia en la que las maestras y los maestros han dado importantes lecciones de vida y han aportado a la configuración de la ciencia, la cultura y las artes de este país.

También han sido incansables en su lucha sindicial, esa que tanto se cuestiona desde la orilla en que los derechos se ven como privilegios. 
Entre septiembre y octubre de 1966,  cuatroscientos maestros emprendieron la Marcha del Hambre. Salieron desde el Magdalena y llegaron a Bogotá. Se vivía el claroscuro del Frente Ncional. Todas las formas de presión sindical se habían vencido: huelgas, movilizaciones y tomas de oficina. Había que emprender acciones radicales. La Marcha del Hambre fue un evento de protesta y reclamación social sin precedente en Colombia. El magisterio exigía condiciones dignas para cumplir con su trabajo. Los maestros y las maestras caminaron 1.600 kilómetros para denunciar la injusta reforma que les condenaba a pobreza eterna.   
 Han pasado 71 años desde entonces.
 Esta mañana del 15 de mayo del año 2014, la Federación Colombiana de Educadores (Fecode) inició un paro nacional.
 La situación del magisterio es crítica y la del sector educativo es peor. Todos somos testigos de excepción.
 Aunque no hay mucho que celebrar, deberíamos conmemorar la proeza de 1966 y de 1994.
 La marcha del hambre no ha terminado...
  Ver archivo histórico El Tiempo 1966

http://news.google.com/newspapers?nid=1706&dat=19661021&id=DyQhAAAAIBAJ&sjid=_mcEAAAAIBAJ&pg=740,3336649

lunes, 12 de mayo de 2014



POR ESTEROS Y PUEBLOS, EL DÍA DE VUELTA. UNA NOTA DE ÉDGAR COLLAZOS, en el Centro Virtual Jorge Isaacs. 






EL DÍA DE VUELTA

UNA NOTA DEL ESCRITOR  Y PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DEL VALLE, ÉDGAR COLLAZOS SOBRE LA NOVELA DE ALFREDO VANÍN, PREMIO JORGE ISAACS 2012.

El día de vuelta[i], entre esteros y ríos perdidos del Pacífico

Por: Edgar Collazos Córdoba*

De amor y de aventuras, en un universo romántico destinado a desaparecer, trata esta novela de Alfredo Vanín. La vida del capitán contrabandero Josué Pandales, un temerario zambo, portador de un curioso tatuaje elaborado por un brujo y una barbera de cuidadoso filo, siempre lista a relucir cuando la situación lo amerite, tiene como escenario las vastas tierras rivereñas y marineras de secretos y sonoros nombres: Gorgona, Villa de la Concepción de Guapi, Chinchiná, Santa María del Puerto de las Barbacoas, San Andrés de Tumaco, el Río Xaija, el Bajo de los Pelicanos, Salahonda, la Isla del Gallo. Entre esteros y ríos perdidos de la cuenca de Pacifico, con un lenguaje participe del carácter de los personajes, Alfredo Vanín desliza con precisión y dramatismo una balandra de legendarias velas llamada El Castigo, símbolo de la ida del capitán y de un mundo ya casi extinto, amenazado por barcos de vapor e hidroaviones. Entre ese ambiente, el carácter rebelde y descreído del capitán Pandales se enfrenta al deseo de posesión que tiene sobre el amor Ofelia Mina, hermosa y misteriosa multa, infranqueable  como la geografía donde actúa la trama.

La historia es contada por un narrador secreto, dueño de un lenguaje lirico, depurado y marinero, pero que sin la intervención de las voces dramáticas de Pedro Nazareno, de Ofelia y del mismo Pandales no tendría el efecto artístico de la trama; ésta es contenida, entregada cada que la tensión del lector la reclama.

Hay en esta bella novela otras historias sugeridas por el origen de los personajes, el narrador tiene el poder de sugerir que; Pandales es hijo de la india Herminia Ismare y de un libre llamado Antón, para que los lectores leamos que no hace poco había pasado la esclavitud y la presencia del mestizaje. Quizás lo mejor es el logro de un sentimiento de nobleza y de tristeza que destila la vida de estos personajes, un sentimiento que nos lastima cuando sentimos que la vida es bocado de la carcoma del tiempo como lo es el maderamen de El Castigo y de los muelles legendarios que se asoman al océano.

  




[i] VANÍN. Alfredo. El día de vuelta. Santiago de Cali, Imprenta Departamental del Valle del Cauca, Diciembre de 2012. Pg.136. Colección Autores Vallecaucanos, Premio Jorge Isaacs 2011-2012, Modalidad Novela.
* Escritor y novelista  (Cali, 1954- ) Hizo estudios de arquitectura y se formó en filosofía en la Universidad del Valle. La mitad de su vida transcurrió en las islas del Caribe. Escritor de cuentos, ensayos sobre grandes autores como Shakespeare, Dante, Borges, Conrad, entre otros. Su primera novela,  El demonio en la proa  es publicada en 2008 y próximamente publicará su novela Irene, un relato en primera persona de una joven que ha vivido en las entrañas del conflicto armado colombiano. En la actualidad es profesor de Literatura en la Universidad del Valle y Editor del Periódico Cultural La Palabra de la Universidad del Valle.




 

Centro Virtual Isaacs / cvisaacs@correounivalle.edu.co
Tel: +57 2 315 32 86 / Edificio 386 Piso 5 Of. 501
2005 - 2013
Universidad del Valle - Sede Melendez
Tel: 321 21 00 / Dir: Calle 13 # 100 - 00
Cali - Colom


NTC hizo eco del premio

Fueron jurados los escritores Fernando Cruz Kronfly, Medardo Arias Satizábal y Lucía Villamizar Herrera.


martes, 6 de mayo de 2014

Los verdaderos dueños del puerto de Buenaventura



Un texto de la columnista María Elvira Bonilla desenreda los hilos de las inversiones en el puerto más importante de Colombia, sometido ahora a un conflicto despiadado.

Colombia es un país de mentiras, de exclusiones y de desigualdades que siguen generando nuestro gran conflicto, bajo los intereses solapados de una minoría. Casi siempre la gente pregunta “por qué los afrocolombianos son tan pobres teniendo tantas riquezas, con un puerto que moviliza más del 60% de la carga del país”.  Muchos colombianos, con el mayor desconocimiento de la historia, lanzan la frase más común: “Es que son haraganes”; una manera de venganza contra los pueblos que fueron precursores de la independencia americana, y en el caso de Haití, los primeros en independizarse, a partir de sus luchas emancipadoras.  Para otros, con la mayor simpleza, la causa estriba en que “ellos ya eran esclavos”. Y no faltan los que siguen argumentando con total certeza, bajo ciertas bendiciones, “que todo se debe a un castigo divino”. 
Buenaventura ha sido “descubierta” en los últimos días por la crudeza de unas historias que comenzaron hace bastante tiempo y sólo ahora han sido “descubiertas “ por un país que solo recibe lo que le dan los medios. El siguiente artículo de María Elvira Bonilla revela cuán profunda es la realidad que mueve los engranajes del conflicto en el puerto, a partir de los monopolios. El puerto dejó de ser estatal y se entregó al capital nacional e internacional, donde incluso nativos tienen grandes inversiones. La ciudad, sin embargo, se convirtió en el punto de refriega para la droga, las armas, con el propósito fundamental de desalojar las zonas estratégicas de expansión portuaria. 


Los multimillonarios dueños del puerto de Buenaventura


Doce empresarios controlan un negocio que mueve el 60% de las exportaciones de Colombia que representan 2 mil millones de dólares al año; un enclave rodeado de una ciudad en miseria.

Por: Maria Elvira Bonilla | abril 21, 2014

El pasado 3 de abril, el expresidente César Gaviria se preparaba para viajar a Buenaventura a participar de la celebración de los veinte años del nacimiento de la Sociedad Portuaria de Buenaventura que apareció en su gobierno producto de la liquidación de Puertos de Colombia y la privatización de ésta y todas las operaciones portuarias del país. Estaba programado también el Presidente Santos a quien Gaviria le dio la oportunidad de iniciarse en la vida pública como el primer ministro de Comercio Exterior. Era claro que la situación de Buenaventura no está para brindis y es más bien una vergüenza para cualquier gobernante. Santos sostuvo su viaje pero cambió el propósito: llegó con aires reeleccionistas proponiendo un aumento de pie de fuerza militar para controlar el desborde de la violencia y una inversión millonaria, repitiendo un conocido ritual gubernamental que viene dándose desde el gobierno de Carlos Lleras Restrepo (1968), cuando este prendió las alarmas sobre la realidad social y económica del Puerto y lo declaró de prioridad nacional. De cuento en cuento, antes que mejorar la situación para los 300.000 habitantes, todo se ha deteriorado cada día más.
Para aguar la fiesta los organizadores argumentaron “problemas de logística” porque claramente los ojos de Colombia y el mundo estaban puestos en la miseria y en los asesinatos horrendos de jóvenes que se están dando en la ciudad. Con la celebración por los porteños también Gaviria conmemoraba veinte años del arranque de su política de apertura y privatizaciones que incluía la ley de puertos, –cuestionada por unos, aplaudida por otros- que marcó su gobierno, una agresiva política económica que para muchos no ha hecho otra cosa que profundizar la brecha entre ricos y pobres que en Buenaventura ha adquirido unas dimensiones inimaginables.
  César Gaviria impulsó una política de apertura y privatizaciones que ha dejado una secuela de pobreza y desigualdad de la que aún el país no se recupera. Nombró a Santos ministro de Comercio Exterior Una de las más sonadas privatizaciones fue la de Puertos de Colombia que se logró en buena medida porque su poderoso sindicato cedió ante la jugosa prebenda que le dio el gobierno al permitirle entrar con un 25% a la naciente Sociedad Portuaria de Buenaventura. Una participación que quedó en manos de los veinte sindicalistas que conformaban la cúpula directiva sin que sus utilidades se drenen al grueso de los trabajadores.
Esta moderna y rentable empresa con veinte años de existencia, controlada por dos grandes grupos familiares, junto con otras dos grandes compañías portuarias, la española de origen catalán –TC Buen- cuyo representante legal en nombre de los españoles ha sido hasta ahora el abogado Camilo Gómez, actual fórmula vicepresidencial de Marta Lucía Ramirez, y el Grupo Portuario S.A manejan el billonario negocio que representa la operación portuaria del puerto de Buenaventura, que mueve cerca de 600.000 contenedores al año, el 80% del café que sale del país y el 60% de todas las exportaciones de Colombia. La Sociedad Portuaria de Buenaventura sigue siendo la líder del sector. Después de muchas transacciones en compra y venta de acciones estos veinte años, aunque sobrevive un grupo de socios minoritarios atomizados, entre los que están los líderes sindicales Álvaro Ortiz, Víctor Rebolledo, la viuda de Luis Marmato: la Sociedad está controlada por un puñado de dueños que toman las decisiones y se lucran del negocio. Estos son: el Grupo Parody de la familia Parody Décheona, cuyo representante en la junta es Manuel Isaac Parody Décheona, hermano de Gina; el Grupo Harinera del Valle de la familia Paz Bautista, cuyo representante dejó de ser Carlos Arcesio Paz, quien perdió su puesto por una drástica pelea familiar con sus dos hermanos, para darle paso a Alfonso Ocampo Gaviria quien es el presidente de la compañía; le sigue el grupo Ciamsa -Comercializadora internacional de azucares y mieles- conformado por los 12 grandes ingenios del Valle del Cauca, cuyo representante legal es Carlos Mira; y tres entidades públicas: la alcaldía de Buenaventura (15%) cuyo representante en la junta directiva es el alcalde Bartolo Valencia con suplencia del senador Edinson Martínez; también tienen una pequeña participación el ministerio del transporte (2%) y el de agricultura (0.5%). Óscar Isaza, oriundo de Buenventura promovió el proyecto del puerto privado TCBuen del cual es accionista junto a los españoles del Grupo marítimo Barcelona TCB. Foto: Grupotcb.com.
Óscar Isaza, un exitoso emprendedor nacido en Buenaventura, quien comenzó su fortuna con una bomba de gasolina de propiedad de su suegro, se empeñó hace más de veinte años en construir un puerto privado capaz de competirle a la Sociedad Portuaria y ofrecer servicios logísticos en el mismo terminal. El primer terminal tuvo como socios a la CVC, al municipio de Buenaventura y a la Gobernación del Valle, el cual fue construido en un lote de la CVC con una inversión de 240 mil dólares (400 millones de pesos). Diez años más tarde, Isaza promovió la idea en Europa y consiguió vincular al grupo marítimo de Barcelona TCB que tiene muelles en España, Brasil, Turquía y en La Habana.

En su reinauguración estuvo presente el empresario Ángel Pérez-Maura, representante de los inversionistas españoles quienes tienen el 51%. El español inauguró la operación con la llegada del buque Rio Verde la Naviera Maersk, en presencia del Presidente Santos y varios de sus ministros. Pero el verdadero anfitrión de aquella ceremonia fue Óscar Isaza, dueño del 41% de este puerto, y además presidente de Gepsa –Grupo empresarial del Pacífico SA-.
 Gabriel Echavarria y José Albeto Vélez firmaron la fusión que los puso a trabajar juntos en junio del 2012, que celebraron con la cúpula del negocio portuario en el restaurante Harry Sasson. Foto: ElUniversal.com.co
  Pero hay otros grandes jugadores en Buenaventura como es COMPAS S.A. -Compañía de Puertos asociados-, una empresa que resultó de la alianza en 2012 de Muelles El Bosque de propiedad de la familia Echavarria Obregón -herederos de don Hernán Echavarría en asocio con el Grupo español Erschip – familia Alvargonzález de Asturias- y el Grupo Argos.
Gabriel Echavarria, cabeza del grupo empresarial que construyó su padre Hernán Echavarría Olózaga celebró la fusión junto a José Alberto Vélez, entonces presidente del grupo Argos, con una gran cena en el restaurante Harry Sasson de Bogotá. Una noche en la que no faltó ninguno de los protagonistas del creciente negocio portuario de Colombia. No había pasado un año de la constitución de Compas, cuyo presidente es Alberto Jiménez, cuando el director de la Agencia Nacional de Infraestructura, Luis Fernando Andrade, quien viene de presidir la oficina Mc Kinsey en Colombia, firmaba la resolución que le entregaba la concesión de la operación del terminal que aspira a facturar más de 70 millones de dólares anuales y superar los 5 millones de toneladas de carga.
Echavarria ha sido el puente con el multimillonario filipino de 52 años Enrique ‘Rickie’ Razon, propietario de la gigante portuaria ICTSI, otro de de los grandes inversionistas internacionales de los muelles de Buenaventura. Se les ha visto juntos en visitas fugaces a visitar los terrenos del terminal Aguadulce que obtuvo en concesión por treinta años y que a través de la Sociedad Puerto Industrial Aguadulce, espera tener marchando en el 2015. Rickie Razon es el tercer hombre más rico de Filipinas, ocupa el lugar 53 en la lista de Forbes, y ve en las aguas de Buenventura una oportunidad de negocios para sumarla a su ya monumental emporio de movimiento de contenedores que heredó de su padre pero que ha multiplicado desde que tomó las riendas del negocio hace veinte años.

 La armada nacional le entregó en arrendamiento el muelle 13 al Grupo Portuario cuyos principales accionistas son Álvaro Rodríguez y Saverio Minervine. Foto: cachibi.com.co
  Por el otro lado, a través de un contrato de arrendamiento con el Fondo Rotatorio de la Armada Nacional, quien había obtenido una concesión de la nación para manejar Muelle 13, el Grupo Portuario S.A entró a participar en grande. El grupo funciona en unas ostentosas oficinas en el sector financiero de la Avenida Chile de Bogotá y gracias a las conexiones con distintas bancas de inversión, los principales accionistas Álvaro Rodríguez y Saverio Minervine lograron un cuantioso crédito para fondear la modernización del muelle. Del negocio participan también Fernando Garcés, mano derecha del dirigente conservador vallecaucano Carlos Holguín Sardi, quien vendió su participación original en la Sociedad Portuaria y Edison Delgado.
Al lado de estos grandes de la operación portuaria propiamente dicha está el negocio logístico y las agencias de aduanas que se encargan de la legalización de la carga para entrar y salir al país. Los grandes de la logística son multinacionales como la Naviera Evergreen, Elequip y Maersk. Mientras, que los fuertes en el papeleo legal son las compañías Roldan y CIA, nuevamente el Grupo Parody y el grupo Eduardo L Gerlein S.A

 Contrasta el enclave moderno del puerto con el entorno paupérrimo de Buenaventura. Foto: Nidia Playonero U. Nacional
  Son cifras mayúsculas concentradas en muy pocas manos y con una gran inversión de capital que contrasta con la aberrante miseria en que vive más del 90% de los 300.000 pobladores de Buenaventura. La modernización del negocio portuario que compite con los grandes del mundo no se detiene, sin que aparezca la manera de drenarle algo de toda esta riqueza que genera el puerto al entorno social que lo rodea. Solo invierten en los muelles, de puertas para afuera no se ve un solo peso.
Los grandes inversionistas, directivos y propietarios no viven allí. Llegan en sus aviones privados a las juntas y toman los vuelos de regreso en la tarde, sin contaminarse, sin involucrarse con la tragedia local ni con el gobierno de turno atrapados desde hace décadas en la corrupción y cómplices del otro gran negocio del puerto: el narcotráfico. La pequeña y débil dirigencia no logra aunarse en una voz ni identificar un camino que les permita avanzar y trazar un horizonte al futuro más allá de las denuncias y las lamentaciones. La clase política local cooptada por la dirigencia nacional logró imponerse nuevamente en las pasadas elecciones a punta de mermelada, chequera y corrupción, sin que los grandes empresarios se decidan a comprometerse para cambiarle el rumbo a esta fatalidad social llamada paradójicamente: Buenaventura.

http://www.las2orillas.co/los-multimillonarios-duenos-del-puerto-de-buenaventura/