jueves, 20 de marzo de 2014


Bitácora de hoy: De Buenaventura a Bogotá

LA ISLA DE LA BUENAVENTURA                         
Buenaventura, Valle del Cauca, Colombia

Las imágenes de la televisión y de la prensa escrita muestran a soldados recorriendo los puentes frágiles de los territorios ganados al mar en el puerto de Buenaventura, el más importante de Colombia, situado sobre el mar Pacífico. El país nuestro respondió a la presión mediática, porque como siempre,  sólo a eso responde. En nuestro país se mueren de hambre cientos de niños cada mes, pero si un noticiero enfoca a un niño muriéndose de hambre en una calle, inmediatamente se crea una campaña sin precedentes para salvarlo de la muerte.
A Buenaventura la enfocaron los medios, por obra y gracia de las denuncias de su obispo Héctor Epalza. Luego reconocidos periodistas produjeron crónicas de diverso enfoque que obligaron a las Fuerzas Armadas a meterse de lleno y “descubrir” las “casas de pique”, unos ominosos lugares que existen hace rato, pero no estaban en la mira mediática del país y por lo tanto –aunque se publicaban noticias de cuerpos desmembrados flotando en la marea- eso no era importante. 

Tampoco es cierto que lo único que le falta a Buenaventura es inversión. La pobreza de sus barrios, la indignidad de su entorno, es el resultado de una calculada política a favor de la modernización de un puerto sin importar la ciudad y su dinámica social. Luego el puerto fue privatizado y llegaron las transnacionales. Los territorios ganados al mar, donde ha pervivido una población en las condiciones más humillantes, pero siempre resueltos a vivir, se volvieron  de gran valor para establecer los muelles de contenedores, como bien lo prueban los muelles de los barrios lacustres. El arquitecto y profesor de Univalle Jacques April Gnisset nos recordó cómo la isla había sido planificada sólo para diez mil personas, y en este momento podemos hablar de más de  100.000 habitantes en esa estrecha franja de tierra. Y las oleadas de inmigrantes empezaron a llegar porque el puerto exigía brazos a destajo, y representaba la gran posibilidad de dejar atrás los pueblos sin oferta laboral y además puestos en venta por el Estado, al decretar en 1951 que los territorios de los afropacíficos eran baldíos, porque los necesitaba el Estado para entregarlos a las transnacionales y a los empresarios nacionales de la madera, desarticulando de paso las estructuras productivas locales, sustentadas en los núcleos familiares, en los “respaldos de monte”, en la minería y en la pesca   artesanales. Para decirlo de una vez, la gente se empobreció, empezó la pérdida de su autonomía alimentaria y los núcleos familiares se rompieron con las migraciones sin retorno. Entre tanto Buenaventura creció sin respiro, sin planificación alguna, hasta hoy, que se convierte en “la isla de la muerte”, de la que había huido Pascual de Andagoya, hasta encontrar la de la Buenaventura, como si la historia jugara a las ironías.
Ahora las masacres y desplazamientos son estrategias de desalojo de un territorio que la gente ha construido con todas las penalidades concebibles. A medida que el puerto se ensancha, se venden acciones en España y en Emiratos Árabes, por citar algunos. Los terrenos ganados al mar, sin ningún control sanitario, con las basuras que genera Buenaventura, produjeron tantos muertos –sobre todo niños- por infecciones, como los producen ahora los conflictos. Frente al progresivo deterioro de las comunidades urbanas y rurales de Buenaventura y el Pacífico, estuvo siempre combativo Monseñor Gerardo Valencia Cano, en un obispado que le costaría la muerte en un avión “accidentado”.


En Buenaventura se  han invertido miles de millones desde el famoso Plan de Desarrollo de los años 80, pero esas inversiones van dirigidas hacia la consolidación de la infraestructura del puerto, y un poco a la ciudad. El puerto produce un dineral a la empresa privada e internacional, sin devolverle más que migajas a  la gente que agoniza entre la pobreza, la delincuencia, la incapacidad de levantarse y decidir,   y el enriquecimiento de una minoría nativa y un amplio espectro de “paisas” que llegan a Buenaventura sin la mínima noción de dónde se encuentran, salvo que a la salida de Medellín, me lo contó otro arquitecto, el payanés Roberto Zambrano,  hay un letrero infame que dice: Si quiere hacer lo que le dé la gana, váyase a Buenaventura, palabras más, palabras menos. 


PETRO DESTITUIDO
Bogotá D.C., Colombia

Aunque se sabía que todas las baterías de la derecha colombiana y sobre todo del poder económico estaban enfiladas contra el ahora ex alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, aún quedaba un poco de oxígeno por la posible intervención de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos. Pero no hubo tal, la solicitud de la CIDH fue expresamente desconocida por el presidente Santos. Las esperanzas de los seguidores de Petro se estrellaron contra el crudo pragmatismo y el poder  de los políticos tradicionales, quienes se impusieron por encima de todo. Ni el Consejo de Estado ni el presidente Santos tuvieron en cuenta la arbitrariedad de la decisión del Procurador Ordóñez para destituir e inhabilitar por 15 años a un funcionario elegido popularmente, por razones que no eran justas. Si hubieran sido justas, quizá los reclamos no serían tan fuertes. Pero lo cierto es que el procurador fue al extremo para descargar todo su poder contra un hombre que cometió errores políticos pero no precisamente los que son causales de destitución. No cometió actos de corrupción, como su antecesor,  tampoco desacató las leyes: lo que hizo fue desmontar el monopolio de las basuras y con ello se enfrentó a   intereses poderosos. Desde luego el precio político fue alto. Y el procurador puso en marcha su poder rampante en los estrados, mediante su ascendencia a magistrados,  congresistas y sobre todo ante la mentalidad de un país ultraconservador para quien modificar lo existente es un sacrilegio, sin importar que ese intento vaya dirigido a la población más pobre y oprimida del país.

Los medios de comunicación vociferaban a cada momento que la ciudad estaba en el limbo y era necesario salir de él. ¿De cuál limbo?  El político, porque se trataba de recuperar la Alcaldía Mayor de Bogotá por parte de los grupos tradicionales que han sumido a Bogotá y a Colombia en un limbo peor que el del caos de la basura que durante unos días invadió a Bogotá, y no por negligencia de Gustavo Petro, sino por el cinismo de los contratistas que sabotearon el nuevo modelo del manejo de basuras al esconder los vehículos y no cumplir con su tarea hasta el último día de su contrato. Mala fe que ahora se ve recompensada con los mejores resultados para la avaricia del capital hegemónico. Le hace más daño a la democracia una decisión arbitraria que un debate que mantenga a la ciudad en vilo, pero ayude a impedir las decisiones unilaterales y omnímodas por parte de un funcionario que como el procurador, no tiene quien lo ronde. 

lunes, 17 de marzo de 2014

PALABRAS EN TRÁNSITO

Hace un tiempo, el diario Clarín de Buenos Aires publicó este artículo de Marcelo Pissarro, enviado nada menos que por el rockero León Giecco. Releerlo es un ejercicio interesante para confrontar  nuestro concepto de modernidad. 

Todo lo que debe saber un moderno
 Este informe da cuenta, en tono irónico, de palabras, usos y giros relacionados con "nuevos saberes", y que denotarían la familiaridad con este mundo de conocimientos "modernos". Son sellos de lenguaje que pueden distinguir al que poco sabe de todo lo que nombra. Refieren a las nuevas tecnologías, a la literatura, a las artes y hasta a la gastronomía y la vitivinicultura. Usted puede ignorarlos todos y haber visto, leído y comprendido inclusive más de lo necesario para ser realmente un hombre de su tiempo.
Por Marcelo Pisarro | © Clarín
El interlocutor sonríe. Toma aire. Está por hacer su exclamación. Uno se prepara. Ya pasó por esto. Ya conoce qué viene a continuación.

–¡Modernizate, viejo! ¿No sabías que ya se inventaron los Kleenex?

–Sí que sabía –protesta uno–. Y no se dice "Kleenex", se dice "pañuelos descartables de papel tissue".

–¿Y por qué no te comprás unos pañuelos descartables de papel tissue entonces?

–Porque me gustan los pañuelos de tela –se ataja–. Además, no sé usar un Kleenex.

–¿Cómo que no sabés usar un Kleenex? ¡Te sonás y listo!

–¿Sí? A ver, decime, sabihondo: ¿cómo se desenvuelve el pañuelito de papel? ¿Hay que abrirlo todo? ¿Darle forma de triangulo? ¿Hacerlo un bollito? ¿Dejarlo rectangular, como viene? ¿Y qué hacés después con el papel lleno de mocos? ¿Lo guardás en el bolsillo? ¿Lo ponés arriba de un cenicero? ¿Lo tirás debajo de la mesa?

–Sos del siglo XIX, viejo...

Y sólo para demostrarle a su interlocutor que tiene los pies bien clavados en esa tierra sagrada que es el presente (como decía el filósofo inglés Alfred North Whitehead), uno pide un Kleenex y se limpia la nariz. Ahí está. Higiene del siglo XXI. En ese momento un segundo interlocutor se le queda mirando, boquiabierto, sumamente consternado.

–¿Sabés cuántos árboles del Amazonas hubo que talar para que vos te sonaras los mocos?

Y entonces lo entiende: la lista de cosas que hay que saber para considerarse parte de la época es interminable. Si un buen día, caminando distraído por la calle, fuese interceptado por el inspector de contemporaneidad, seguramente quedaría en falta. Lo meterían preso y todo. Por desinformado. Por atrasado. Por... descontemporá neo.

La contemporaneidad supone no sólo una coincidencia temporal sino una suma de conocimientos colectivos que permiten descifrar toda interacción cotidiana. No es compartir una época lo que nos hace contemporáneos, sino la certeza de que –como sociedad– poseemos un saber en común del que se carecía hasta no hace mucho. Nuestra contemporaneidad es reciente. No empieza con el control remoto, ni con la oveja Dolly, ni con el chat. Empieza con los teléfonos celulares con cámara de video, con los blogs y los noticieros de televisión animando a registrar, compartir y "ser parte". Nuestra contemporaneidad no tiene más de cinco o seis años, diez máximo. Si uno no sabe qué es un blog, qué es un teléfono celular con cámara y qué discurso social legitima que alguien esté deseoso por trabajar gratis para los canales de televisión, entonces jamás entenderá por qué en el noticiero hay tantas imágenes desprolijas y pixeladas de jardines llenos de granizo. Simplemente no sabrá cómo llegó eso allí.

Pero la contemporaneidad no se reduce a reconocer las innovaciones tecnológicas que circulan en la sociedad. No alcanza, para ser recibido en el club de los contemporáneos, con advertir que son máquinas las que sirven el capuchino, expelen boletos de colectivo, reciben cheques y pagan sueldos. No. El feng shui, el yoga y la cábala no son innovaciones tecnológicas recientes (de hecho, no son innovaciones tecnológicas), pero se han vuelto parte del vocabulario cotidiano de millones de personas. La rúcula o el jengibre tampoco son inventos de algún cocinero-autor de Palermo Hollywood, y sin embargo encajan en esta idea de contemporaneidad. ¿O acaso esos simpáticos monjes peladitos del Tíbet que chocan contra las fuerzas policiales son un invento reciente?

Esta idea de contemporaneidad tiene dos aspectos: uno, la profusión de información; el otro, que todo parece conectado. Antes de presionar el botón del aerosol que acaba de poner bajo su axila, uno debe tener en cuenta las diferencias entre desodorante y antitranspirante, el agujero de la capa de ozono, el efecto invernadero, el Protocolo de Montreal, las glándulas sudoríparas, la relación entre los sexos, y más. Ponerse desodorante atañe a temas como la protección del medio ambiente, organizaciones no gubernamentales, industria cosmética, acuerdos internacionales, seducción, economías nacionales, marketing, libre mercado, y así sucesivamente. Uno baja el brazo, medio confundido, y antes de prender un cigarrillo para meditar si debe presionar el aerosol o no, piensa en adicciones, OMS, trabajo infantil, cáncer, fumadores pasivos, libertad de elección, publicidad, jornaleros indígenas, corporaciones, campañas políticas norteamericanas, monopolios, y mucho más. Se queda inmóvil. Recuerda al sociólogo inglés Anthony Giddens, cuando sostenía que mayor conocimiento conduce a mayor incertidumbre, que lleva a la divergencia más que a la convergencia. Ni siquiera puede imaginar qué terribles consecuencias supone tirar la cadena del inodoro o prender la lamparita del cuartito de trastes.

Esta incertidumbre hace que cada vez resulte más difícil saber cómo comportarse. Hay tantas fuentes de información igualmente autorizadas que disienten en de qué manera hay que actuar, que uno no sabe qué indicación seguir. ¿Es recomendable comer un Big Mac? ¿Tiene las calorías que el cuerpo necesita o es pura chatarra? ¿Está hecho con carne de vaca, de lombriz o de bultos gelatinosos sin ojos? (como aseguran muchos mails en cadena) ¿En estos locales explotan a los trabajadores adolescentes o es el mejor primer trabajo que uno puede tener? Y las fuentes que responden a éstas y otras preguntas son igualmente confiables. La sociedad de la información es como el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires: hay montones de opciones y montones de fuentes acreditadas dando opiniones contrapuestas acerca de qué hay que ver y qué no hay que ver. Lo que falta, en todo caso, es consenso.

"¿Ha notado alguien más cuán peligroso se volvió el mundo? –pregunta el semiólogo Donald Cunningham, de la Universidad de Indiana–. En mi época (sí, he llegado a la edad en la que puedo usar esta expresión), salir era visto como algo que uno hacía por su salud. Ahora el afuera es un lugar terrible. No debemos exponer nuestra piel al sol porque los rayos ultravioleta causan cáncer. No debemos caminar por los bosques porque podemos contagiarnos la enfermedad de Lyme. Los alérgenos están por todos lados y a uno le conviene estar en su casa, respirando con un filtro de partículas de aire de alta eficacia. The Weather Channel nos está advirtiendo constantemente ponernos a salvo y mantenernos alertas cuando 'se anuncian condiciones metereológicas adversas', haya o no tiempo adverso. Los contaminantes del aire podrían afectar nuestros pulmones. Quizá debiéramos poner en la puerta de entrada de nuestras casas un cartel que nos recomiende cuidar la salud, y al que podamos ver cada vez que salimos. Pero por supuesto que quedarnos adentro puede ser aún peor: los acáridos del polvo, la enfermedad del Legionario, la intoxicación por monóxido de carbono, los contaminantes del suministro del agua potable, la vida sedentaria, etc.".

La tecnología –sigue Cunningham– ofrece un acceso sin precedentes a la información. "Pero más que minimizar la incertidumbre, este conocimiento ha multiplicado las opciones y oportunidades, haciendo que sea lo más difícil posible saber qué hacer, qué es correcto. Para complicar la cuestión aún más, cada nueva estructura crea nuevas elecciones y nuevos contextos, de manera que aquello que parecía correcto unos años atrás ya no lo es".

Ante esta situación, uno se rasca la cabeza. El hombre moderno, en cambio, toma partido y opina. Es un Pac Man modificado: escupe tanto como traga.

"La modernidad tiene tantos sentidos como pensadores o periodistas hay –escribió el antropólogo Bruno Latour en Nunca fuimos modernos–. No obstante, todas las definiciones designan de una u otra manera el paso del tiempo. Con el adjetivo moderno se designa un régimen nuevo, una aceleración, una ruptura, una revolución del tiempo. Cuando las palabras 'moderno', 'modernizació n', 'modernidad' aparecen, definimos por contraste un pasado arcaico y estable. Además, la palabra siempre resulta proferida en el curso de una polémica, en una pelea donde hay ganadores y perdedores, Antiguos y Modernos. 'Moderno', por lo tanto, es asimétrico dos veces: designa un quiebre en el pasaje regular del tiempo, y un combate en el que hay vencedores y vencidos".

Cada contemporaneidad tiene su propia idea de modernidad. Es decir, cada comunidad establece su propio conjunto de saberes que es necesario reconocer para que las señales se conviertan en signos. Por eso, una persona moderna, aunque registre las complejas ramas globales que circunscriben su vida cotidiana, debe trascender los límites de una contemporaneidad determinada. No es lo mismo "ser moderno" en Buenos Aires, Londres, Bangkok o Nueva York. Cada comunidad tiene un conjunto de saberes específicos, y por ende, quien aspire a acatar el imperativo "¡modernizate, viejo!", debe superar uno en particular. En la mayoría de las universidades nacionales, llevar a clase una computadora portátil es una curiosidad. Pero en casi todas las universidades norteamericanas es sólo una marca de contemporaneidad. Moderno, allí, sería saber que en el Tercer Mundo los estudiantes universitarios no llevan computadoras portátiles a clase. Moderno, aquí, sería saber lo que sucede allá. Entonces: esta modernidad informativa no consiste en hacer o tener, sino en conocer. No hace falta tirarse al vacío con los pies atados a una soga para saber qué es el puentismo.

Ahora bien, no debe confundirse "ser moderno" con "ser esnob". Son cosas distintas. El esnob se jacta de la calidad de su información. El moderno, de su variedad y cantidad. Si el esnob es quien "marca tendencia" (como dirían en la Cosmopolitan) , el moderno es quien reconoce la existencia de éstas y otras tendencias. El esnob trasciende la incertidumbre de la multiplicidad de opciones sujetándose a un único plano de existencia; el moderno, en cambio, observa a todas ellas desde algún imaginario "arriba". El epítome de la modernidad informativa es el panelista de televisión.

Mejor aún: el panelista de televisión haciendo ala delta.

La expresión "¡modernizate, viejo!" está señalando que se debe ser más que contemporáneo: hay que ser moderno. Existe un conjunto de saberes estándar que permiten entender qué está diciendo el tipo de la tele o de la radio. Qué es eso del leasing, qué papel juega el TMO en el rugby, qué son las primarias estadounidenses, un CEO, el 5.1, un barrio gay friendly, un tumbero y un motochorro; qué diferencia las pantallas de plasma de las de LCD, por qué muchos personajes de Lost llevan nombres de filósofos muertos, qué son los alimentos transgénicos y el chill out, cómo es que de pronto Britney Spears pasó de virgen angelical a guarra reventada. En los avisos inmobiliarios de los clasificados del diario, términos como "deck", "kitch", "split", "SUM", "laund" o "solar" deben sonarle tan familiares como "cfte lum bc", "a/prof" o "tza ppia c/parr". Hay siglas que no se pueden desconocer: ONG, ATP, USB, ASAP, MSN, SMS, DVD, IMDB, PNT, MDQ, B&B, GSM, MMS, WAP, PNL, GIF, MPEG, SVCD y montones más. No estar al corriente de estas y otras cuestiones puede ser problemático. En la sociedad de la información, tener acceso limitado o nulo a determinados saberes aceptados como estándar significa jugar con desventaja. Incluso, puede significar perder antes de que empiece el partido.

Aunque ser moderno es otra cosa. La sociedad contemporánea produce, ante todo, información. La información es una mercancía, y ser moderno es como que le digan: informativamente hablando, usted es un millonario.

Entonces hay que recolectar información. De donde venga. Se puede picotear de aquí y de allá, pero ser parte de la modernidad es saber de dónde picotear. No se trata de buscar núcleos temáticos (economía, internacionales, deportes), sino pequeñas perlas en cada uno de ellos: ¿Es posible el desarrollo autosustentable para las economías emergentes? ¿La relación entre Nicolas Sarkozy y Carla Bruni beneficiará a Ingrid Betancourt? ¿Los Hornets de Nueva Orleans tienen más llegada que los Lakers de Los Angeles? Si uno nombra de corrido, en una conversación, el desarrollo autosustentable, a Carla Bruni y los Hornets, ya está. La gente dirá: vaya, qué informado.
Que quiere decir: vaya, qué moderno.

El hombre moderno es políticamente correcto, por eso nunca dice "el hombre moderno" sino "el hombre moderno y la mujer moderna". Entre corrección política y corrección lingüística, elige la primera. Cuando escribe, pone @ en vez de vocales: ell@s, nosotr@s. Convierte toda negación en afirmación: no hay discapacitados, hay capacidades diferentes. Es simultáneamente ciudadano del mundo y descubridor de sus raíces. Trasciende lo global, lo local y lo glocal, pero le gusta usar esos términos. Si es argentino admira Lisboa, sueña con el norte de África y con el sudeste de Asia, pero compra artesanías latinoamericanas y habla de "pueblos originarios" . Distingue entre metrosexuales, tecnosexuales, retrosexuales y Übersexuales. También entre machos alfa, beta y omega. Le gusta el diseño de interiores y habla de "espacios". Visita showrooms. Dice "lounge". Nota que los tatuajes van en japonés. Conoce a Naruto y admira a Yoshitomo Nara. Si es caballero, sabe de cocina y moda; si es dama, sabe de Fórmula 1 y habanos. Dice "novelas gráficas". Dice "jugar a la Play". Tiene el pasaporte al día. Sabe qué son las millas aéreas. Se enternece cuando una quinceañera manda un SMS que afirma

Tkm i vo m kere?
(Te quiero mucho, y vos, ¿me querés?)

y un quinceañero le responde:

T kero + q tdo l mndo, toy :D!
(Te quiero más que todo el mundo, ¡estoy contento!)

Adora los neologismos. Dice "barrio cerrado". Dice "asentamiento urbano irregular". Entiende de gastronomía. Habla de buen vivir, maridajes, sommeliers, cepas. Maneja jerga de degustaciones y pone cara de detective privado cuando le sirven vino. Afirma distinguir entre Chardonnay, Torrontés, Sauvignon Blanc, Chenin Blanc, Viognier y Semillón, pero prefiere Malbec. Dice "restó". Pide chop suey, vía delivery. Dice "bartender". Dice "brunch". No piensa en alimentos o ingredientes, sino en nutrientes. Habla de proteínas, grasas, carbohidratos, vitaminas. Dice "premium". Gusta del té verde chino, pero menciona Starbucks. Cuida su salud. Habla de "gym" y "fitness". De Jiu-Jitsu, May Thai, Pilates, Tangolates. Sabe quién es Tamara Di Tella. Le presta atención y todo.

Es un televidente culposo: mira series de Fox, AXN, Universal y Warner Channel, documentales de Discovery y History Channel, pero hace zappings apresurados por Showmatch y Gran Hermano para ver quién se pelea con quién. Sabe quién es Nazarena Vélez, pero simula que no. Tiene carta astral. Juega al Sudoku. Dice "clavarse un Rivotril". Le encantaría que le guste el cine independiente de economías subdesarrolladas. Se esfuerza. Hoy menciona el nuevo cine rumano. Sabe de torrents, Emule, Mininova, Subdivx. También de festivales internacionales. Elogia la estética de Apichatpong Weerasethakul, Gus Van Sant, Raya Martin, Johnny To y Lucrecia Martel. Del mainstream destaca a Michel Gondry, Spike Jones y Sofia Coppola. Quentin Tarantino lo cansó, dice.

Escucha Ute Lemper y Radiohead. Sigue cada incursión de Gerardo Gandini. Admira a Gustavo Santaolalla. Le gusta el bolero, por retro. Destaca el arte de las tapas de los discos de vinilo. Dice "drogas de diseño". Festeja San Valentín, San Patricio, Halloween y Oktoberfest. Conoce el Buy Nothing Day. Dice "asistentes digitales personales". Afirma que cree en Dios pero que no cree en Dios: habla de energías, fuerzas y lo remata con un "llamalo como quieras". Dice "terapias cognitivas". Lee libros de programación neurolingüística, coaching ontológico y oratoria. Dice "practitioner" . En su biblioteca se amontonan Savater, Osho, Saramago, Coelho, Murakami, Dan Brown, Ludovica Squirru, Felipe Pigna y Adrián Paenza. También La Biblia y El Corán. Distingue entre flashmob, instalación, perfomance e intervención urbana. Dice "eventear". Dice "vermisage". Menciona el turismo aventura y el turismo cultural.
Dice "check in" y "check out". Dice "hostel". Dice "overlanding" . Está afi liado a Greenpeace y Slow Food. Sabe qué es un Whopper. Medita. Cree que el planeta lo necesita. Hace su donación anual a Caritas. No tiene un personaje favorito en Los Simpsons.

Prefiere Linux a Windows, y Opera antes que Internet Explorer. Pero usa Windows e Internet Explorer. Le gusta pronunciar "Ipod", "Blackberry" y "Facebook". Tiene sus pares de autores-ideas: Augé y no-lugar, Virilio y velocidad, Dawkins y meme, Foucault y biopolítica, Negri e imperio, Lipovetsky e hipermodernidad, Prigogine y el caos, Baumann y modernidad líquida. Colabora con Wikipedia y tiene canal propio en YouTube. Escucha Radio La Red pero nombra last.fm y Pandora. Dice "Wi-fi". Colecciona revistas de arte, de cocina, de historia. Lee los periódicos por Internet. Compra Ñ, pero le aburre porque es el canon. Dice "cultura". Dice "arte". Dice "social". Dice "compromiso" . Lee artículos supuestamente inteligentes donde se construyen estereotipos sobre qué debe saber una persona para ser moderna. Se sulfura y escribe cartas indignadas. Jura no volver a comprar nunca jamás esa publicación, pero a la semana siguiente lo hace, a ver si publicaron su carta.

El hombre moderno está sometido a incontables señales, guiños, discursos y metadiscursos. El hombre moderno no existe. Es una abstracción, una caricatura, una chanza sobre el consumo cultural y la construcción de la identidad social. Pero al igual que el "Nowhere man", cortesía de John Lennon en 1965, "¿No es un poco como usted y como yo?".

¿Modernizarse?

Alcanza con ser contemporáneo. El resto se pregunta.


ALGO PARA VER:


lunes, 10 de marzo de 2014

La estrategia sin fin
Alfredo Vanín

Cuando a finales de los años 80 se consolida el auge de los llamados “tigres asiáticos”, por la pujante economía de algunos países, entre ellos Taiwán, Colombia empezó a predicar por boca de sus gobernantes que el Pacífico se convertiría automáticamente en el Mar del siglo XXI. Así lo proclamó el presidente Belisario Betancurt en el islote de Malpelo, un discurso al que me referí en un texto llamado La Estrategia del Mar, que leí por primera vez en el II Festival del Currulao de Tumaco, en 1988, si no me falla la memoria y en el que advertía la falacia de la retórica política nuestra, que erigía castillos de naipes que muy pronto se derrumban o descubren su cara menos pródiga. El texto fue publicado después, de manera artesanal, por Tercer Milenio, y recogido en casetes a manera de material didáctico para motivar e ilustrar las luchas del naciente Artículo Transitorio 55, del que derivaría la Ley 70 de Comunidades negras de Colombia.
Zonas francas, libre comercio, grandes movimientos de exportación e importación, que según los abanderados del desarrollismo convertirían al Pacífico en el epicentro comercial del mundo, y por supuesto a la región pacífica colombiana en el punto de contacto con la gran industria del mundo. Y entonces  el atraso y la miseria serían cosa del pasado.
El  discurso del desarrollo había tenido otras sustancias a finales de los años 50, cuando se hablaba de la Tierra de Promisión, y del desarrollo que se le imprimiría al Pacífico, para que dejara de ser el Litoral Recóndito del que había hablado Sofonías Yacup. Pero a cambio llegaba la era de la gran explotación de la selva tropical húmeda por parte de transnacionales de Norteamérica, y luego los aserraderos florecerían como verdolaga a lo largo de la llanura húmeda.  El Inderena (Instituto Nacional de los Recursos Renovables) llegó a hablar de más de 1.500 aserraderos a mediados de la década de los 70, de los cuales casi la mitad  estaban en el Chocó. El resultado fue terrible: la deforestación, el poco valor agregado a la madera, la pérdida de biodiversidad galopante, la disolución de las economías locales, la visión de los ecosistemas, el tejido social, todo empezó a cambiar de manera degradante. A finales de los años 90 del pasado siglo se calculaba que la deforestación ya había llegado a unas 60.000 hectáreas por año, lejos, pero muy lejos de las cifras que se manejaban cuando el hombre solo tenía un hacha, pero no le faltaba ni la cacería, ni la madera, ni la pesca. Y tampoco le faltaba la vida más tranquila, más centrada en su propia cultura.
Foto Armando 
Ahora llega la minería, “recargada”, “legal” o “ilegal”, armada de enormes retroexcavadoras que han continuado con la tarea devastadora de no dejar un árbol de pie ni un lecho de río sobreviviente, sin mercurio, y todo manejado de manera rampante por grupos armados, por transnacionales como la Ashanti, que bajo ese nombre tan caro a la historia africana, ha desencadenado la destrucción de territorios y la expulsión de indígenas y afrocolombianos.


“La coca amarilla”, escuché llamarle al oro en del Pacífico, cuya búsqueda se ha desencadenado ante el aumento de su valor internacional y la necesidad de acumularlo ante la depreciación del dólar. Lo grave es que las consecuencias las pagan los que en su territorio tienen oro y lo han explotado artesanalmente. Una vez que el desierto pantanoso quede, y los ríos queden envenenados, las dragas se irán, los dueños se irán a disfrutar de la riqueza, tal como la Chocó Pacífico construyó el Yankee Stadium y otras obras suntuarias, a costa del sudor y sangre de hombres que trabajaban desnudos, semiesclavizados,  en las charcas del río San Juan.

Pasó el auge de la madera, ahora es de nuevo el turno del oro. De la antigua selva, va quedando poco. Y mientras, el antiguo hogar que eran los ecosistemas del Pacífico, pródigo en comida, se acaba. La vida se acaba rápido en este escenario donde muchos afirman que el progreso trae empleos y desarrollo, que son necesarios. Pero no a costa de la destrucción de hábitats y de sociedades construidas durante siglos, de crímenes contra hombres y mujeres, de reclutamiento de niños, como viene ocurriendo hace años en en Buenaventura, Tumaco, Guapi, Quibdó (y de lo que apena ahora parece darse cuenta Colombia).  Y, al contrario, el desarrollo se da para quienes se llevan el botín. Acá queda la destrucción, la muerte, la fatiga, la falta de proyecto de vida. La estrategia es finalmente esa: se promete el desarrollo pero llega la violencia. Y aún nos falta la explotación de otros minerales y otras maneras de imponer el desarrollo (léase desalojo) en estas tierras que jamás pensaron que les llegaría el conflicto.
Por eso celebramos la postura de los consejos comunitarios del río Cauca, en el norte del Cauca, que se han plantado frente a la minería destructiva jalonada por los grandes capitales y por los grupos ilegales. La estrategia del poder del capital armado vs la estrategia de la comunidad unida.

¿Caminos? Uno de ellos, entender que la soberbia del capital y de las armas puestas al servicio de la sevicia y de la lujuria del capital, puertas al servicio de la explotación y de la neoesclavización, no permiten siquiera gozarse el producto de la actividad humana ni dignificar la vida, cuando está cimentada en la destrucción de los otros y de la naturaleza.  Todavía tenemos una segunda oportunidad.


POETAS FRENTE AL MAR

En Buenaventura, ciudad sitiada por la violencia del narcotráfico,  la corrupción y la desesperanza, se realizó en septiembre 12 del año pasado el II Encuentro Poetas frente al mar. Un maravilloso aquelarre de poetas que llenaron el auditorio de la Sede Pacífico de la Universidad del Valle, con el auspicio de su rector, el escritor y director de la Sede, Fabio Martínez. Por la noche del mismo día se nos unió el poeta cartagenero Rómulo Bustos, en la terraza del Hotel Estación, bajo una lluvia implacable. No pudo estar presente Mary Grueso.


De izquierda a derecha: Jefferson Perea, Ómar Ortiz, Alfredo Vanín, Elcina Valencia, Medardo Arias, José Zuleta Ortiz, Fabio Martínez.


El evento fue creado por Alfredo Vanín, al interior de la Fundación Pueblos, con apoyos de la Dirección de Poblaciones del Ministerio de Cultura y el Banco de la República, sede Buenaventura.
Para el presente año, contaremos, entre otros,  con la presencia de los poetas William Ospina, Carlos Fajardo, Sonia Truque y Pedro Blas Julio Romero.

Presentación
II ENCUENTRO POETAS FRENTE AL MAR

Tengo que como tengo la tierra tengo el mar,
(…) sino de playa en playa y ola en ola,
gigante azul abierto democrático:
en fin, el mar.
Nicolás Guillén, de “Tengo”

Poetas frente al mar surge  de la convicción de que la poesía tiene su entorno natural en cualquier lugar del planeta, o del universo. Y sobre todo en el mundo marino, donde las civilizaciones se hicieron más fuertes, donde el canto poético se llenó de aedas y  de bardos, de juglares, de marineros y embusteros, y las historias se hicieron mucho más densas, desde donde se emprendieron hazañas fabulosas, míticas, como también colonizaciones sangrientas de despojo.
Sin embargo, al mar le debemos el sentido de existir en el planeta. El mar abierto y democrático, como diría Nicolás Guillén, limita con todos los mundos conocidos de la Tierra.
El mar, sinónimo de inmensidad, de infinitud, de ciclos abiertos, ha sido un tema perenne de la poesía, metáfora de la soledad, del amor inconmensurable, y del destino. Homero lo expresó, como también Paul Valery y Rafael Alberti; del lado de la América nuestra el desaforado Neruda y más acá nuestro poeta Helcías Martán Góngora.
Poetas frente al mar se inicia en Buenaventura en el año 2012, frente a una desgarrada bahía llena de desencuentros y violencias, de causadas por el gran capital de todas las pelambres. Surge con el ánimo de hermanar la sensibilidad poética con la insensibilidad social y política; con el ánimo de llegar al corazón de todos y lanzar un canto en medio de la desazón y el desgarramiento, porque no hay vida sin esperanza.

·       Porque el Pacífico está lleno de poesía
·       Porque la poesía no se puede desfigurar frente a la alegría, pero tampoco se puede doblegar ante la tragedia.

Poetas frente al mar es una respuesta llena de versos, de prosa poética, pero sobre todo de oleajes y de sentimientos.


viernes, 7 de marzo de 2014

Simientes

No perdures demasiado tiempo en el paraíso.
toma pues los huesos de tu padre
que aún yacen vencidos, me dije,
y vete, camina hacia tierras múltiples, hcia penínsulas  hendidas
como serpientes 
de marea.
Sembrarás allí  semillas de  árboles que reinen en altura con los más grandes sueños.
Pintarás sólo un cuadro y poema: una mujer sonriente entre los girasoles.
Peces veteados vendrán a tus anzuelos
y de tus naves tirarán las corrientes
para que asombres al bufeo.
Haz todo lo que quieras  y que   la luz no falte.
No perdures demasiado en el paraíso
ni cultives otras flores que cambien demasiado tu suerte.


Alfredo Vanín
De: Jornadas del tahúr
LA FICCIÓN DE LA REALIDAD
Tiroteos de ida y vuelta
La literatura no es un anuncio críptico-profético para descifrar la vida al estilo de las Centurias de Nostradamus, pero tampoco está desligada de la realidad.
La revista Semana.com publicó el viernes 14 de diciembre de 2012 una lista de los mayores tiroteos ocurridos hasta ese momento en  USA. Transcribimos el historial de muerte de los disparos a campo abierto o cerrado en medio de la esquizofrenia del norte:
En los últimos 15 años se han producido más de 20 tiroteos en Estados Unidos, principalmente en centros educativos. Estos son los más recientes.
Después de Virginia Tech en 2007, la masacre en la escuela de Connecticut es la peor tragedia en la historia de Estados Unidos. La larga lista, que incluye cientos de muertos, habla de una sociedad armamentista y víctima de tiroteos indiscriminados.
5 de agosto de 2012. Tiroteo en un templo Sij a las afueras de Milwakee. Perdieron la vida siete personas.
20 de julio de 2012. Al menos 12 personas murieron y 58 resultaron heridas en un tiroteo en un cine en la localidad estadounidense de Aurora, cerca de Denver (Colorado), en la peor matanza indiscriminada en Estados Unidos desde 2007.
2 de abril de 2012. Mueren siete personas y tres resultan heridas en un tiroteo en la universidad privada de Oikos al este de Oakland (California). Fue detenido One Goh, de origen coreano y exalumno de la universidad, que estaba enfadado con una empleada y con los estudiantes porque se metían con él y no le trataban "con respeto".
27 de febrero de 2012. T.J. Lane, un alumno de la escuela Chardon High School de Ohio, que había sido objeto de burlas, mata a tres alumnos y hiere a otros dos, tras dispararles en la cafetería del centro.
12 de octubre de 2011. Ocho personas mueren y otra resulta herida grave en una peluquería en Seal Beach, California, después de que un hombre, esposo de una empleada, entrara en el establecimiento y comenzara a disparar.
7 de agosto de 2011. Un hombre mata a siete personas, entre ellos un niño de once años, antes de ser abatido por la policía en la Copley Township, en el noreste de Ohio (Estados Unidos).

3 de agosto de 2010. Un hombre de 34 años mata a tiros a nueve personas en la distribuidora de cerveza y vino Hartford Distributor, en Manchester, en el estado de Connecticut.
12 febrero 2010. Una profesora de biología, Amy Bishop, de 42 años, mata a bocajarro a tres compañeros de departamento de la Facultad de Biología en la Universidad de Alabama y hiere gravemente a tres, con un arma de fu ego, tras conocer que no le iban a hacer contrato fijo. Anteriormente, en 1986, la profesora había matado de un disparo a su hermano, Seth M. Bishop, de 18 años, aunq ue había declarado que había sido un accidente.
6 de noviembre de 2009. El comandante Nidal Malik Hasan, de 39 años y psiquiatra especializado en estrés postraumático, mata a 13 personas y hiere a 32 en la base militar de Fort Hood (Texas), en el más grave incidente en un recinto militar en Estados Unidos.
3 de abril de 2009. Un hombre armado entra en un centro de atención a inmigrantes y refugiados en Binghamton, en el estado de Nueva York, y mata a 13 personas para después suicidarse.
29 de marzo de 2009. Al menos ocho personas mueren en un tiroteo en una residencia para ancianos y enfermos de Alzheimer en Carthage (Carolina del Norte). El agresor resultó herido por la Policía.
10 de marzo de 2009. Un hombre armado mata a diez personas, entre ellas su madre, sus abuelos y sus tíos y posteriormente se suicida.
24 de diciembre de 2008. Un hombre disfrazado de Papá Noel abre fuego contra los invitados de una fiesta, matando a nueve personas. Luego se quita la vida.
5 de diciembre de 2007. Nueve personas mueren, incluido el agresor, y cinco resultaron heridas por los disparos de un hombre de 20 años en un centro comercial de Omaha (Nebraska).
16 de abril de 2007. El estudiante surcoreano Cho Seung Hui acaba con la vida de 32 estudiantes y profesores en la Universidad Politécnica de Virginia y luego se suicida. La masacre es la peor de la historia de Estados Unidos en tiempos de paz.
2 septiembre 2006. Douglas W. Pennington, mata a sus dos hijos, de 24 y 26 años, durante una visita al campus de Shepherd University en Shepherdstown, Virginia Occidental (EE.UU.), y luego se suicida.
21 de marzo de 2005. Jeffrey Weise, de 16 años, estudiante de secundaria de una escuela de Red Lake, en Minesota, asesina a siete personas (cinco compañeros y dos adultos) en el centro, tras lo cual se suicidó, después de que hubiera asesinado a sus abuelos en su casa.
28 octubre 2002. Robert Flores, un ex veterano de la Guerra del Golfo y estudiante de la Universidad de Enfermería de Arizona, asesina a una profesora en su despacho y luego mata a otros dos docentes antes de suicidarse.

16 enero 2002. El estudiante de posgrado Peter Odighizuma, que había sido expulsado de la Universidad de Derecho de los Apalaches, en Grundy (Virginia, EE.UU.), regresa al campus y asesina al decano, un profesor y un alumno e hiere a tres estudiantes antes de ser dominado por sus ex compañeros.
20 de abril de 1999. Dos estudiantes de 17 y 18 años, Eric Harris y Dylan Klebold, armados con un fusil de asalto, dos escopetas y un revólver, matan a 13 personas y hieren a 23 en la escuela de Columbine, en Littleton (Colorado), antes de suicidarse. Los asesinos formaban parte de la Mafia de las Gabardinas Negras, grupo de jóvenes inadaptados que tenían a Adolf Hitler como mentor y practicaban el odio contra las minorías y atletas.
29 de julio de 1999. Tras haber asesinado a su mujer y sus dos hijos, un especulador bursátil de 44 años abre fuego en dos firmas de corretaje en Atlanta (Georgia) y mata a nueve personas, tras lo cual se suicida.
21 mayo 1998. Mueren dos adolescentes y 20 personas resultan heridas al disparar un muchacho de 15 años en una escuela secundaria en Springfield, Oregon, después de que matara a sus padres.
19 mayo 1998. Un estudiante de 18 años dispara en el estacionamiento de una escuela secundaria en Fayetteville, Tennessee, y mata a un compañero que salía con su novia.
25 abril 1998. Un escolar de 14 años mata al profesor de gimnasia y hiere gravemente a dos compañeros con una pistola en el baile de octavo curso de la Parker Middle School en Edinboro (Pensilvania).
24 marzo 1998. Dos niños de 11 y 13 años, Andrew Golden y Mitchell Johnson, en Jonesboro, Arkansas, atacan con fusiles comprados por el abuelo de uno de ellos contra sus compañeros y matan a cuatro menores y una profesora y hieren a dos.
1 diciembre 1997. Mueren tres estudiantes y cinco resultan heridos en una escuela secundaria de West Paducah, Kentucky, tiroteados por un muchacho de 14 años.
http://www.semana.com/mundo/peores-masacres-historia-ee-uu/189720-3.aspx

Norman Mailer que fue a estudiar a Harvard, creó un personaje, Gallagher, “el revolucionario al revés”, que termina en Cristianos Unidos y luego en la guerra del Pacífico, en el pelotón del tormentoso sargento Croft. Pasea una noche con su novia cerca de la Universidad de Harvard, donde estudió el novelista, y lanza anatemas contra los estudiantes:
             Maricones de mierda, ¿qué quiere decir todo eso’? Hablan como mujeres. Se da la vuelta y mira las luces de los colegios de Harvard. Deberían fusilar a todos esos hijos de papá. Observa los automóviles que pasan veloces por la avenida del memorial. Eso es, aprieta, aprieta afondo y rómpete la crisma. Harvard es un centro de comunistas, alguien debería ponerle una bomba. Uno se rompe el culo para que estos maricones de mierda se den la gran vida, hablando como mujeres. Me gustaría matar a todos esos niñatos; ¿por qué no hay un hombre que les ajuste las cuentas? Alguien debería tirar una bomba allí. (Norman Mailer: Los desnudos y los muertos.  Editorial Anagrama, Barcelona 1997, p. 275.)
Hearn suspiró y se acercó de nuevo a la borda. Y todos sus brillantes compañeros de juventud se habían roto la cabeza, se habían destrozado contra las cosas, y mientras ellos se debilitaban, las cosas seguían en pie…

             Un montón de deshauciiados… del castigado y sarmentoso seno de Norteamérica. (Ib. p. 353.)

jueves, 6 de marzo de 2014

Mujeres y ciencia este 8 de marzo


Elizabeth Castillo Guzmán*

Marie Curie fue la primera mujer en recibir en 1903 el premio nobel de Física y la única a quien se le otorgó esta distinción en dos ocasiones. Han pasado ciento once años y 809 premios nobel entregados hasta hoy día. Solo 35 han sido para mujeres, entre las cuales se encuentra Irene Curie, quien en 1935 al igual que su madre recibió el nobel en Química. 

¿Porqué tan pocas mujeres aparecen en la historia oficial del premio nobel?
El mundo de la ciencia ha sido esquivo al mundo femenino, eso lo sabemos gracias a los estudios sobre la historia de la educación y la ciencia.
La relación mujeres y ciencia aun resulta rara y peligrosa a los ojos de ciertas culturas, ideologías y religiones para las cuales, somos seres “inferiores” a quienes demasiado saber nos cae mal.
A pesar de ello, las mujeres han persistido como en el caso de la doctora Nubia Muñoz, una patóloga de la Universidad del Valle dedicada por más de medio siglo a investigar la causa del cáncer uterino y a encontrar la vacuna para prevenir el papiloma humano. La revista Arcadia de noviembre del 2013 destaca que a pesar de la trascendencia de su trabajo científico, el nombre de la doctora Muñoz es menos conocido y divulgado que el de Manuel Elkin Patarroyo, cuya vacuna contra la malaria sigue todavía en fase de ensayo y sin aprobación por la FDA.
Las mujeres científicas no tienen el reconocimiento público que merecen en Colombia.Muchas mujeres en este continente no acceden a la educación superior en condiciones de equidad y menos a los grandes centros de investigación. A pesar de ello persisten en su búsqueda. Al igual que cientos de miles de mujeres que anónimamente cultivan a diario la vida cultural, económica y política de este país.
Se aproxima la conmemoración del 8 de marzo, día internacional de la mujer trabajadora y repaso imágenes recientes de hace dos o tres años para resaltar que esta fecha se ha venido convirtiendo  por cuenta del mercado -que todo lo vende y todo lo compra-  en una pobre exaltación de los rasgos definidos como naturalmente femeninos en oposición a los que no lo son. Cada semáforo en las esquinas de la ciudad se atiborra de baldes con rosas que celebran la belleza, ternura, entrega y sensualidad naturalmente femeninas. La inteligencia no se celebra, desde la edad media eso es más bien un asunto punible que mete a las mujeres en problemas.
     Ciento diez años después del nobel de la Curie, la española Rosa Montero presentó su última novela “La ridícula idea de no volver a verte” en la cual recoge la biografía de nuestra querida Marie. Con una seria pesquisa histórica y su buena literatura, nos sorprende con datos que llevan a una dolorosa conclusión. A pesar de los importantes e invaluables aportes de Marie Curie en la comprensión de la radioactividad, ella fue víctima de los prejuicios morales que amordazaron su voz y estropearon su imagen dada su condición de género. Su trabajo no obtuvo nunca el mismo aprecio que el de su esposo Pierre, y su segundo nobel en Química en 1911  fue un evento solitario y triste para la joven viuda.
Imágenes integradas 1
*  Docente. Coordinadora Centro de Estudios Interculturales. Universidad del Cauca, Popayán (Colombia).

lunes, 3 de marzo de 2014

¡Mandinga sea!

MEDELLÍN EN IMPLOSIONES

Rostros en la orilla urbana

Sobre un muro de la Avenida La Playa, en Medellín, grafiteros y pintores anónimos dibujaron varios rostros de hombres, de mujeres y de niños; rostros resaltados por las expresiones de dolor,  de  muerte o simplemente por esa expresión que el anonimato dibuja en las caras de la gente que poco importa para un país donde el reconocimiento siempre está ligado a los eventos mediáticos, al poder, a la moda o a la espuria riqueza.
Mientras el taxi rodaba sin remedio hacia “el tapón” de la calles del centro, me impresionó un rostro que surgía luminoso de entre las líneas y colores aparentemente caóticos  de las pinturas callejeras. Era  un rostro de una mujer llegada tal vez del Chocó, o de un pueblo de Antioquia; tal vez una víctima, una líder afro sacrificada o simplemente un rostro que representa la dignidad en medio del caos.
Ni una fotografía, ni una solicitud para mirar detenidamente el mural. Como en “Autopista del Sur”, el cuento de Cortázar, no había marcha atrás porque el vehículo entraba de lleno a la turbulencia de la ciudad que como cualquier otra es el caos. Pese a que Medellín tiene servicio de Metro y articulados de Metroplus, Metrocable y en breve tranvía, parece ser que nuestras ciudades están condenadas al atafago de sus zonas centrales por el dominio exclusivo del automóvil, esa adoración moderna a la que los colombianos en especial parecemos  rendirnos de manera incondicional.
El taxista parecía enorgullecerse a medida que enumeraba los avances del transporte público en su ciudad. Pero a la vez se quejaba de los motociclistas, de los buses y de los taxis que paraban a recoger pasajeros en cualquier punto, aun en mitad de una bocacalle. Ningún avance parece ser perfecto, siempre surge el lunar que lo demerita y a veces lo anula, parecía decirme en su lenguaje callejero. Le dije que Bogotá era peor.
La implosión se llama Space
La ciudad estaba pendiente de la implosión de un edificio del condominio Space, un nombre que tiene la frivolidad suficiente como para  generar semejante esperpento del afán de lucro, capaz de saltarse las normas. Pero los hechos les cobraron caro a los protagonistas, a los empresarios y sobre todo a las familias que perdieron lo que en el lenguaje de los lugares comunes llamamos siempre como parte de “el sueño de la vida”.
Algunos periodistas se unieron a las voces de protesta de quienes vieron derrumbarse todo –según decían- sin respetar el protocolo. Primero, adelantaron la explosión 8 minutos. Segundo, no hubo aviso previo. Tercero, dijeron algunos expertos, las torres están amarradas estructuralmente y es posible que las que quedan en pie hayan sufrido daños y representen un peligro a mediano plazo.

Mientras la ciudad se polarizaba en torno a la implosión de la torre 5 del conjunto Space, al día siguiente dos presencias surgirían de la ciudad y de la historia del departamento de Antioquia.

“No somos violentos ni lo seremos”

La primera presencia, una manifestación de al menos 50 hombres y mujeres afros, escoltados por  algunos policías, cruzaba con pancartas y consignas orales el centro de Medellín, en protesta por los actos violentos que se repiten cada vez con mayor sevicia y sangre fría en el Chocó. Esta vez una joven madre cabeza de  familia de Quibdó recibió al parecer de las Farc, 50.000 pesos para que dejara una bomba en un paquete en el interior de Mercames, uno de los modernos supermercados de la ciudad atrateña. Pocos días antes, en Guapi (Cauca), dos jóvenes habían sido contratados, al parecer también por las Farc, para que arrojaran unas bombas al cuartel de la Policía. Y si continuamos retrocediendo, nos encontraremos con  atentados en Tumaco, en la también más que sitiada Buenaventura (Valle del Cauca), como para no dejar un solo departamento costero del Pacífico colombiano sin su dosis de guerra, una guerra llevada hasta lo profundo de la selva, a flor de orilla de los ríos, a los barrios centrales y sobre todo periféricos de pueblos que no conocían la guerra después de haberse liberado de la esclavitud colonial. Y ahora las atrocidades no tienen cuento. Van dirigidas contra líderes, contra mujeres cuyos cuerpos siguen siendo el otro territorio de la guerra, con reclutamiento de niños que aceptan como forma de poder en su pobreza el arma,  la delación y el tiro de gracia.


El segundo evento había empezado un mes antes y finalizaría hoy 3 de marzo: la exposición Mandiga Sea - África en Antioquia, en el Museo de Antioquia, frente a las voluminosas esculturas de Botero, con la curaduría de la historiadora y profesora de la Universidad de los Andes, Adriana Maya,  y el profesor de la Universidad Nacional Agustín   Cristancho.  Con el título de Mandinga Sea, los autores quisieron brindar un reconocimiento al grupo mandinga, con una expresión muy entronizada en el habla cotidiana paisa, en el Pacífico y en media Colombia más, como un eufemismo para no maldecir de una vez.

Esta larga travesía condensada en tres salas, con muestras de cultura material africana y afroantioqueña, con fotografías, pinturas, esculturas, retazos de crónicas y de libros de viajes, reafirma en Antioquia lo que el empuje “paisa” y en general las sociedades mestizas colombianas quisieron sepultar para siempre, porque  la estructura económica  impone el modo de pensar y recordar, y por eso se olvida que todos somos producto del mestizaje triénico de América, como lo dijo tantas veces Manuel Zapata Olivella. Y que los aportes de los esclavizados y sus descendientes libres son más fuertes de lo que se pensaba, algo que advertía sin parar don Tomás Carrasquilla en sus novelas y cuentos, algo que pintoras como Débora Arango asumieron, algo que no se quedó en el tintero sino que se muestra de manera dialéctica en la exposición, que empieza en el África de los bambara, los yoruba, los fon, los balanta y tantos otros grupos étnicos que fueron llamados con el trato homogeneizante y despectivo de negros, y finaliza en los trabajos artísticos de fotografías, pinturas y collages de una generación de artistas afros que asumieron el reto de mirarse y mostrarse desde adentro, una juventud que no cree en  lágrimas y parte de la despersonalización y colonización para subjetivarse, para renombrarse, en una búsqueda que dará mucho que decir en pocos años. 
La antesala tiene cientos de machetes, bambas y otras herramientas que sirvieron para el laboreo pero también para las batallas rebeldes. La primera sala se abre con mapas de África y los grupos étnicos que mayor población aportaron a América. Se muestran planos de la Cartagena colonial y decimonónica. Otra de las salas se abre con los retratos del político Luis A. Robles (primer parlamentario afrocolombiano) y el poeta Candelario Obeso (primer poeta afro impreso), ambos del Caribe, un mensaje que implica  empezar a abrir las puertas del siglo XX.
Abundan los testimonios de los viajeros en el río de La Magdalena, en la provincia sureña de Barbacoas, en los ríos  Atrato y San Juan. Se muestran los trazos de plumillas o de acuarelas de viajeros famosos como Alphonse de Neuville, los cuadros de Enrique Grau, Pedro Alcántara, Lucy Tejada y otros artistas colombianos que pintaron “de negro”, en fases y posturas diversas, en contra del canon artístico colonial y cuasi moderno de Colombia.
Las máscaras africanas contemporáneas están allí cargadas de siglos, con su maestría superior a muchas realidades inmediatas, como  pioneras del arte contemporáneo universal. Y no faltan los instrumentos musicales que parecen sonar en ese recinto cargado de señales, de indicaciones hacia el futuro y el pasado. Hay vacíos en algunos espacios, que se llenan con el sentido de la historia narrada, pero no de manera común. Por eso  lo más interesante es la manera como se enfrentó el desafío de decir tanto en tan poco espacio: acudiendo a una mirada, a una semantización que de alguna manera va en contravía de una museología de lo muerto. Su intención es contemporizar lo antiguo y mostrar los antecedentes de lo nuevo.
África con todas sus reelaboraciones está más adentro de Antioquia y de Colombia de lo que se piensa o se siente en nuestro afortunado (aunque poco autorreconocible) país de la diversidad, que si pudiéramos montar una exposición semejante en cada departamento o subregión, se encontrarían vertientes comunes, raíces tan válidas y tan vigentes, que ya no se seguiría hablando únicamente de puñados de pioneros y de científicos españoles y criollos blancos, de héroes y  precursores de la Independencia centrados en pocos nombres criollos, sino que se empezarían a fundir en las memorias colombianas los aportes artísticos, industriales, ganaderos y de luchas independentistas de los esclavizados desde los cimarronajes, los palenques precursores de la libertad, y los aportes económicos que ignora la mayoría del pueblo colombiano, como legados ciertos de un país que fue construido también con el alma y el cuerpo de todos los hombres y mujeres que llegaron forzados de África, crearon territorio y cultura y se incrustaron en los genes y en la vida simbólica y cotidiana de todos los países americanos, especialmente el de Colombia. Por fortuna, sin el espíritu de la venganza, pero sí decididos ahora a fortalecer derechos que aunque establecidos por la ley, a veces se ignoran, porque se desconoce  o se oculta la historia, y quienes no padecen el efecto de esta negación, no se sienten aludidos. ¡Mandinga sea!