lunes, 23 de junio de 2014

LAS ALARMAS PERMANENTES
En ciertos lugares de Colombia, las alarmas viven encendidas. Cartagena es uno de esos sitios donde las dos ciudades que la habitan lucha, una por sobrevivir y la otra por expandirse. Así se hizo el desalojo de Chambacú, de La Boquilla, para ir lentamente modernizando la ciudad del turismo, a costa del desplazamiento interno. A esto viene a sumarse otro motivo de alarma. El escritor y periodista David Lara Ramos nos entrega una extraña crónica que no parece nueva en nuestra historia reciente, salvo por lo insólito del método de quienes la protagonizan.

Qué sigue después de la matanza de burros

Por: David Lara Ramos 
http://www.las2orillas.co/que-sigue-despues-de-la-matanza-de-burros/

El primer ser que apareció muerto en las playas de Púa fue una enorme ballena. Aquella mañana de agosto de 2010, los moradores de Arroyo de Piedra, a 20 kilómetros de Cartagena de Indias, avistaron una figura grisácea que se extendía sobre la arena. Al acercarse, sintieron el olor a carne podrida. Tenía ocho metros de largo.
En Arroyo de Piedra y en las playas de Púa se especuló por varios días sobre el cetáceo muerto. Alguien se atrevió a asegurar que era la misma madre que había sido avistada días atrás, en compañía de dos hijos (ballenatos) en aguas de Púa.
Dijeron que había sido culpa de unos pescadores que tendieron sus boliches (redes de pesca) en la madrugada y el gran pez se enredó en ellos. Los mismos pescadores refutaron el señalamiento con una pregunta contundente: “¿Acaso nosotros somos pescadores de ballenas?”.
Un año después, en octubre de 2011, aparecieron en el sector de Púa 2, en Arroyo de Piedra, dos burros muertos. Tenían varios impactos de bala en sus cuerpos (uno tenía cinco). Luego aparecieron otros, y otros hasta completar ocho. Un residente de Púa 2, dijo que “esa gente tenía que ser bien inoficiosa para gastarse tanto plomo en unos pobres burros”. El hecho no llamó la atención de las autoridades, ni hubo ningún  pronunciamiento o investigación por el asunto.
Si hubiera estado en Cartagena Nicolás Román habría exigido una respuesta clara a las autoridades del distrito o hubiera armado una marcha. Así lo hizo cuando descubrió que pandilleros de la ciudad se entrenaban en el difícil arte de apuñalear semejantes, sobre los indefensos burros. Nicolás partió hace años, guiado por el amor de una amante francesa, y los burros se quedaron sin vocero y sin defensor.


Moradores cuentan que para los días de la matanza de los burros aparecían en las noches una camioneta y una moto, a los que apenas se les veían sus lámparas. En Púa 2 no hay electricidad.
La madrugada del 29 de abril de 2014, en el pórtico de cemento y ladrillos, pintados con  bordes rojos que marca el  ingreso hacia Púa 2, sobre la vía al Mar,  apareció un aviso que amenazaba de muerte a varios miembros de la comunidad. Dicen que tienen que ser los mismos que mataron a sus burros, y hasta se hace el chiste que  como los burros no sabían ni leer ni escribir no les mandaron panfletos que les avisara.
El panfleto amenazaba de muerte a un grupo de personas que comenzaron ante Incoder el proceso de titulación colectiva de la tierra que han cultivado por más de diez años. La misma fue objeto de extinción de dominio, susceptible de ser titulada colectivamente por considerarse baldío. Titulación que acogería a más de cien familias afrodescendientes que habitan en el lugar.
Si estuviéramos en un país con autoridades sensatas ya tendríamos certezas sobre el asunto, y una institución como Incoder habría establecido los adelantos  del proceso de titulación.
Mientras tanto, haga el ejercicio. Párese en el pórtico que marca la entrada de Púa 2 y  verá una hermosa playa desolada. Quizá pensará que es el mejor lugar para construir algún megaproyecto turístico en la playa de Púa, allí mismo donde apareció la ballena muerta. Seguro que allí ya se han parado los dueños de las motos y las camionetas que a veces pasan y matan a bala a algunos burros, y que escriben notas con amenazas de muerte que al final despiden con un educado “atentamente…”
La situación de Púa 2 se está pareciendo mucho al de la hacienda Las Pavas, en el municipio de El Peñón, al sur del departamento de Bolívar. Allí poderosos cultivadores de palma, con la ayuda de la fuerza pública y no pública, se enfrentaron a los campesinos. Hubo desplazamientos y desalojos, al igual que en Púa 2.
En la pasada Feria del libro de Bogotá, en un gran stand del Centro de Memoria Histórica se les pedía a los visitantes que escribieran notas a los campesinos de Las Pavas y les dijeran que no estaban solos. Muchos no sabían dónde quedaba ni Las Pavas ni el municipio de El Peñón ni la Depresión Momposina, pero guiados por un ímpetu solidario llenaron las urnas de mensajes.

Sería bueno que toda esa gente que escribió notas a los campesinos de Las Pavas, lo haga también a los campesinos de Púa, a 24 kilómetros de la archiconocida y visitada Cartagena, donde quizá habitan aquellos que al igual que disfrutan del Sail 2014, se dedican a intimidar a quienes ven como obstáculos al expansivo desarrollo turístico que tiene sitiada a la ciudad Heroica.

lunes, 16 de junio de 2014

La justicia de la memoria

En Colombia empezó a hablarse del postconflicto desde hace varios meses, a raíz de los avances logrados en la mesa de La Habana. Un acuerdo para empezar a desmontar el conflicto alegra a muchos colombianos, a otros parece convertirlos en paladines de la justicia porque hablan de impunidad, liderados por el mayor tramoyista de la guerra, Álvaro Uribe Vélez.

Sin embargo, la paz que pueda seguir no será fácil, porque no se trata solo de que callen los fusiles, sino que se ataquen las causas mayores de la violencia, y sobre todo que las víctimas tengan voz, como una manera de acercarnos a la reconciliación.

La profesora Elizabeth Castillo Guzmán analiza la coyuntura que se nos avecina.


La justicia de la memoria



                   Elizabeth Castillo Guzmán
                       Bogotá, Junio 5 de 2014


En 1994 Sudáfrica eligió a Nelson Mandela como su presidente. Un año después  el arzobispo Desmond Tutu estableció como lema para la historia de esta nación: "Sin perdón no hay futuro, pero sin confesión no puede haber perdón". Se instalaba la Comisión de la Verdad y de la Reconciliación  en Sudáfrica para investigar los eventos criminales sucedidos durante tres décadas de apartheid (1960- 1993). La Comisión tenía la tarea de preparar un documento sobre las graves violaciones de derechos humanos, emitir recomendaciones e incluso conceder amnistías. Las lecciones que Sudáfrica aprendió en ese doloroso y valiente proceso le han dado la vuelta al mundo. Representan un emblema que fue llevado a las tablas magistralmente en la obra “Ubú y la comisión de la Verdad” que debuto en el pasado Festival Iberoamericano de Teatro en Bogotá.

Sólo un hombre como Mandela con una memoria de tres décadas de conflicto racial, persecuciones y encarcelamiento, supo la urgencia de la verdad como inicio de la paz.

Al  final de cada guerra viene el largo proceso arqueológico de la memoria. Excavar datos, nombres, imágenes, rostros, fechas, olores, lugares, recuerdos etc. hasta completar ese terrible rompecabezas que explica el horror de los actos violentos, sus actores y sus víctimas -hombres y mujeres desarmados en su frágil civilidad-


Los y las sobrevivientes al holocausto Nazi iniciaron estas batallas por la memoria como justicia. La atroz xenofobia contra el mundo judío no podía ser olvidada, mucho menos sus centenares de víctimas. La memoria del siglo XX había cambiado para siempre, el mito fundacional de occidente se habría alterado de modo irreversible y los duelos serían largos e interminables. Novelas, obras de tetaro, murales y cientos de documentales y cintas cinematográficas se han creado para que nunca se olvide lo sucedido y sobre todo para que la humanidad no lo vuelva a permitir.  Eso que reconocemos como la "no repetición".

En el tiempo de las dictaduras militares en el cono sur surgieron los militantes de la memoria política. Ellas y ellos -muchos de los cuales habían perdido un compañero, un hijo, una hermana, una vecina- propusieron politizar los recuerdos como una forma de dignificar la memoria de quienes sufrieron injustamente la persecución, la tortura y la desaparición forzosa. Se tomaron los congresos académicos, las calles, los lugares, la música, el teatro y el cine. La mayoría de exiliados militaron contra el olvido incansablemente. En Santiago y en Buenos Aires nadie olvidaba, nadie quería olvidar. Las Madres de la Plaza de Mayo emergieron como un icono moral para América Latina. La memoria se convertía en este continente de olvidos e historias domadas, en un derecho político.
  
Hace un año, la Ruta Pacífica de Mujeres le entregó al país los resultados de una comisión de la verdad, narrada y escrita dolorosamente por cerca de mil mujeres víctimas del conflicto armado en Colombia. Bajo el título “Memoria para la Vida. Una Comisión de la Verdad Desde las Mujeres” hilvanaron los testimonios de mujeres campesinas, afrodescendientes, indígenas, todas madres, abuelas, viudas, hermanas, compañeras, amigas, huérfanas, tías y esposas para darle forma a la verdad que reposa en las ausencias, los miedos, los recuerdos, las preguntas, la rabia, la terquedad, la ansiedad, la desesperanza y los sueños de cada una de las miles de mujeres que perdieron en la guerra una parte de su existencia y decidieron poner su lado sobreviviente en la lucha por la verdad, la reparación y la no repetición. “Memoria para la Vida” no es un libro, es un acontecimiento multivocal y sentipensante en el que 932 mujeres víctimas de violaciones de derechos humanos convergen para hacer justicia a la memoria y producir memoria para la justicia.

En la presentación de su libro Desterrados, Alfredo Molano, ese escribano de los colombianos de a pie, afirma enfáticamente que en Colombia necesitamos dejar de investigar tanto a la gente y más bien escuchar lo que tiene que contar. Él sabe bien que no hay un camino en esta nación donde no sobreviva al menos un recuerdo de sesenta años de violencia armada y política. Que en cada rincón de la cordillera o la llanura, sobreviven los rostros de un duelo que no ha tenido tregua durante medio siglo.  

Hablar el duelo es un acto de reparación, cuando el interlocutor es respetuoso y solidario con lo que las palabras cargan de indignidad, sufrimiento y verdad. Producir memoria escrita sobre el duelo de varios centenares de mujeres víctimas de este largo y sangriento conflicto, es hacer de su experiencia un ejemplo para la historia de una nación acostumbrada a llantos silenciosos y entierros anónimos. También es un camino ejemplar en el cual la Ruta Pacifica de Mujeres ha dicho “una verdad que tenga en cuenta los impactos en las mujeres y reconozca sus voces y experiencia, que sea parte de una memoria colectiva y no solo un estudio académico de la experiencia de las mujeres víctimas”.


En el 2009 la maestra Beatriz González hizo tributo a los muertos sin nombre de un siglo de violencias. En el viejo y olvidado pabellón de los NN, del cementerio central de Bogotá, su arte instaló 8.957Auras Anónimas en los columbarios de las víctimas que deambulan en el olvido desde la guerra de los mil días hasta hoy. Con su arte de la memoria es infatigable en la lucha contra el olvido. Ella que sobrevivió a las oscuridades laureanistas tiene la sensatez en su estética, la sensibilidad en sus recuerdos.  

Todas ellas, han hecho de la verdad un acto de justicia, de la memoria un acto de reparación que dignifique a las víctimas.   

Estas escribanas y artesanas del duelo hacen justicia a la memoria y producen memoria para la justicia.



sábado, 14 de junio de 2014

A PARTIR DE MAÑANA
Elecciones presidenciales en Colombia

Colombia tiene la oportunidad mañana domingo  15 de este mes de junio a dirimir de manera favorable una de las elecciones presidenciales  más controversiales de su historia: podrá decidir si se recuperan las banderas de Uribe como lo prometió su candidato Zuluaga, o continuar dando un paso adelante en la búsqueda de acuerdos entre el estado y las guerrillas para empezar a poner fin al conflicto que ha matado  a miles de colombianos y ha dejado a millones de hombres y mujeres huérfanos, viudos, desplazados, desde hace muchas décadas.


Juan Manuel Santos representa a un sector de la derecha colombiana que si bien pertenece a al establecimiento, a una burguesía urbana,  y fue ministro de Defensa del anterior gobierno de Uribe, por fin ha entendido que la presencia forzosa de millones de campesinos en las ciudades no permite consolidar el más mínimo proyecto productivo rural, que la ciudad no puede absolverlos y que por el contrario se hace imposible cualquier proyecto de gobierno, por leves que sean sus intenciones de cambio.
De otro lado, la audaz ultraderecha,  no solo quiere perpetuar sino también intensificar este conflicto a muerte. Al firmarse un acuerdo de paz, quedaría sin justificación el paramilitarismo, la beneficiosa guerra de los altos mandos no demandaría los fondos que por ahora recibe la guerra, y el despojo de las tierras de los campesinos desplazados o muertos no tendría un camino tan expedito. Y, además, todos tendríamos que ser llamados a cuentas, desde los más altos militares y políticos, si en realidad queremos establecer responsabilidades, para a su vez permitir esa reconciliación desde adentro, como nos lo han enseñado otros países.

Los más de 6 millones de víctimas y similar número de hectáreas tomadas por comandantes e ideólogos del paramilitarismo o por jefes de las Farc, por latifundistas tradicionales o de nuevo cuño,  y  el tráfico de la droga en sitios estratégicos como el Pacífico, se verían obstaculizados con un proceso de paz en el que el ciudadano pueda al menos volver a ejercer el derecho de habitar su territorio sin los sobresaltos de la guerra, la que a muchos ha despertado en plena noche para salir huyendo o quedar desmembrado en una fosa común o a la deriva en un saco de plástico por las aguas de ríos o del  mar.
A partir de mañana tendremos un saludable respiro, o por el contrario  se intensificarán los ruidos de los cañones y el desplazamiento, un propósito para el que el Centro Democrático ha concitado ya a los generales en retiro, a los generales que dicen ver vulnerados sus derechos porque se les sorprendió en corrupción, en falsos positivos y otros males militares, no producto de manzanas podridas sino de consignas claras del cuerpo y del espíritu militares de la era uribista.

Lo grave es que muchos compatriotas solo quieren ver lo externo: la ¨paz¨ de las carreteras, la aparente calma que se produce cuando tienes un ejército en cada vuelta del camino, a un costo infinito, sin que se ataquen las verdaderas causas del conflicto, basado en la desigualdad, la discriminación social, el atropello del poder, la carencia de vida digna para la mayoría del pueblo colombiano, males que el conflicto acentúa, así la aparente calma les permita a los hacendados ir con alguna tranquilidad a sus fincas y a muchos ilusos considerar que se acabó lo que guerra, o que nunca la hubo.
A partir de mañana seremos un pueblo un poco más comprensivo con los vecinos de adentro y de afuera de las fronteras nacionales, o echaremos a pique toda confianza entre los países que son nuestros hermanos por razones más poderosas que el desmedido ego de algunos dirigentes que quieren ver y hacernos ver   el comunismo hasta en la sopa; que prefieren mantener en el protagonismo a los mandos militares de la guerra y no a los campesinos de la paz, que se inmiscuyen en el proyecto político de los vecinos solo porque no corresponde a la visión de ellos.

A partir de mañana, seremos o un poco más civilizados, o un poco más ensangrentados que hoy. Podremos dedicar mayores  esfuerzos a reconstruir un país que no ha tenido respiro, atacado por los males de la corrupción, la cooptación del estado, la inequidad, el robo de la salud y de la educación, o continuar en la labor de zapa del país, de su energía creadora, de su talento y diversidad étnica y cultural, solo para satisfacer el ego de un caudillo que sabe manipular los hilos de las marionetas para tomarse los tres poderes constitucionales: senador electo con una importante bancada, con gran ascendiente sobre los militares, sobre las cortes y sobre influyentes gamonales políticos.
Que a partir de mañana prevalezca la sensatez y podamos empezar a ser ciudadanos sin los temores de hoy y decididos a tomar las decisiones que jamás hemos tomado como país asolado, donde la viveza es la más aplaudida de las virtudes, donde los capitanes de la mafia son convertidos en héroes y los políticos o militares que son condenados por sus hechos aparecen como víctimas de montajes.
Que a partir de mañana no tengamos como proyecto de vida la alianza con grupos neonazis, ni apoyemos las tropelías de los países poderosos contra los países cuyo mayor delito sea poseer recursos como el petróleo y una religión distinta, pero que en el fondo surge de la misma fuente del cristianismo.
Que a partir de mañana, sin invocar actos de magia, ni redentores, ni caudillos, Colombia empiece por fin a hacer el recuento de sus muertos y el balance de su tragedia, que empiecen las reparaciones y forjemos entre todos una propuesta de país que nos ponga en la ruta sin retorno al conflicto, que ha dejado más de 550.000 muertos, en más de 55 años de guerra, en la que en solo en las últimas tres décadas, como lo refiere el grupo de memoria histórica, se cometieron cerca de dos mil masacres, localizadas en tierras altamente productivas o estratégicas, donde habitan o habitaban afrocolombianos, indígenas y mestizos de este país de rabias eternas entre sí y de afrentas  contra el otro diferente.

Ojalá que a partir de mañana no ocurra ni una sola masacre más, ni por manos de la oposición armada, ni  consentida o perpetrada  por las armas del estado.


miércoles, 11 de junio de 2014

EVENTOS en Unicauca




 Lanzamiento Cátedra de estudios Afrocolombianos "Rogerio Velásquez Murillo"

mañana jueves, Junio 12 / 2014


Registramos el lanzamiento de la Cátedra de de Estudios Afrocolombianos “Rogerio Velásquez Murillo”,  coordinada por el profesor José Antonio Caicedo, del Centro de memorias Étnicas de Unicauca. Presentes la Dra. Patricia del Pilar Martínez Barrios, viceministra de Educación; el Dr. Juan Diego Castrillón Orrego, rector de la Universidad del Cauca y el Dr. Rafael Alfonso Buelvas Garay, decano de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales.

Rogerio Velásquez Murillo, destacado intelectual afrocolombiano, nació en Sipí, Chocó, en 1908. Murió en Quibdó, en 1965. Etnólogo, historiador y narrador, fue uno de los pioneros de la antropología colombiana y pionero en los estudios afrocolombianos.





Lanzamiento de la Cátedra sobre Afrocolombianidad
El Centro de Memorias Étnicas de la Universidad del Cauca, invita a la comunidad universitaria, etnoeducadores, investigadores y ciudadanía en general, a la presentación de la Cátedra de Estudios Afrocolombianos ‘Rogerio Velásquez Murillo’.

La jornada se realizará el próximo jueves 12 de junio, a partir de las 2:00 p.m., en el Salón Fundadores de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas y Sociales.

La Cátedra pretende ser un espacio de discusión y difusión de los aportes de las culturas afrocolombianas en distintos ámbitos de formación, con el fin de sensibilizar a la comunidad universitaria sobre las diferencias étnicas y transmitir una cultura de los derechos humanos y la tolerancia hacia las diversidades culturales, especialmente, hacia las poblaciones de descendencia africana.

Agenda del evento

2:00 p.m. a 3:00 p.m.: Acto de instalación en el que intervienen la Dra. Patricia del Pilar Martínez Barrios, viceministra de Educación, el Dr. Juan Diego Castrillón Orrego, rector de la Universidad del Cauca y el Dr. Rafael Alfonso Buelvas Garay, decano de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales.
Presentación de la Cátedra a cargo del profesor José Antonio Caicedo Ortíz.

3:00 p.m. a 5:00 p.m.: Conversatorio 'Entre historia, etnografía y literatura: trayectoria intelectual de Rogerio Velásquez Murillo', el cual tendrá como ponentes a los Drs. Santiago Arboleda Quiñones, Sergio Mosquera Mosquera y Alfredo Vanín Romero.

5:00 p.m. a 6:00 p.m.: Acto cultural.

Mayor información

Departamento de Estudios Interculturales
Teléfono: 8240050, ext. 217 y 220
Correo electrónico:
etnoeducacion@unicauca.edu.co
Biografía de Rogerio Velásquez en: 

Su libro, Ensayos escogidos, en la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana, editada por el Ministerio de Cultura, selección y prólogo de Germán Patiño, puede consultarse en:


martes, 10 de junio de 2014


Elecciones presidenciales en Colombia: un camino áspero

BITÁCORA DE UN PAÍS EN LA ENCRUCIJADA

Lo que acaba de ocurrir en la primera vuelta de las elecciones presidenciales ya no fue sorpresivo, salvo el repunte de la votación -sin duda de una opinión consolidada- en el caso de la candidata del Polo Democrático Clara López Obregón y su fórmula vicepresidencial Aída Abella.
Sin pretender convertir al candidato-presidente en el santo de nuestra maltrecha democracia, de nuevo el país está enredado en la trampa del caudillo del llamado Centro Democrático, que mediante las formas más groseras de la política se dispone a tomarse el poder para un tercer periodo, que puede ser un cuarto, estos dos últimos en cuerpo ajeno. Si lo permitimos los colombianos que ya conocemos su postura de usufructuario del gamonalismo tradicional de Colombia, del  capital más salvaje y de pacificar al país mediante la guerra sin derechos para las víctimas, los falsos positivos, los esperpentos jurídicos más inconcebibles, que cuando fallan se subsanan con el asilo político.
Las castas fascistas que entre nosotros han cobrado fuerza escudadas en su odio contra el comunismo, el ateísmo, y  sobre todo contra la posibilidad de construir un país más justo, saben utilizar la guerra para beneficio propio, esgrimir la  religiosidad católica como garante, declararse protector de la familia “como lo más sagrado”,  y disparar  dardos venenosos contra todo lo que suene a derechos democráticos, como el aborto, la elección sexual, la elección religiosa, incluidos los ateos, la dosis mínima, el derecho a vivir en paz, tener salud y educación oportunas y a ser disidente sin que signifique la muerte. Así, por ejemplo, hablan de una dictadura en Venezuela. Pero se olvidan que si en Colombia hubiera ocurrido lo que allá, los muertos no se contarían por docenas sino por miles. Desde luego, un solo muerto por una protesta es demasiado, pero acá los que se oponen a las dictaduras personalistas de los nuevos caudillos no son encarcelados: se mueren. Lo constatan los magnicidios, los reclamantes de tierras, los líderes sindicales, los periodistas disidentes, los de la Unión Patriótica, y ahora los de la Marcha Patriótica.
A Uribe y su gente en cambio parece no tocarlos ninguna figura institucional: si acude a la Fiscalía es capaz de embolar sus zapatos sin inmutarse; si se le acusa de hacer montajes y espionajes, resulta que los montajes y espionajes los hacen sus contradictores.
Y todo disfrazado de una incansable lucha por la “seguridad democrática”, que a la larga está escudada en la impunidad más desastrosa. Y todo refundido  entre los fantasmas que les ha hecho parecer como ciertos a los colombianos: el castrochavismo, entre otros, y el poder de las Farc, quienes según la teoría del Centro Democrático, de su caudillo y de sus súbditos, representan el único peligro que amenaza al país, sin que el pueblo confundido por su retórica altisonante entienda que las Farc son el resultado de un régimen que se impuso a sangre y fuego, antes de la muerte de Gaitán, que mostró su lado más camaleónico con la construcción del Frente Nacional, donde terminó de hundirse todo proyecto alternativo de participación política que no estuviera marcado por el bipartidismo, y que hoy, fraccionado en partidos de garaje y de conveniencias momentáneas, son los otros con las mismas. Y del llamado castrochavismo ni hablar, algo que no se le habría ocurrido a nadie más, pero que el Centro Democrático quiere mostrarnos como la más peligrosa de las ideologías de América Latina, en una jugada maestra del desatino, que influyó notoriamente en las masas a la hora de ir a las urnas o declararse en abstención.
El poder que está en juego, que pasaría a Uribe, por intermedio de Zuluaga, amenaza entre otras cosas con detener el proceso de la firma de paz con la Farc y con el ELN que se adelanta en La Habana. Se fortalecerán los grupos pacificadoras,  con una retoma de las más sangrientas. Los procesos mineros que ahora gozan de buena salud mientras destruyen ecosistemas, tejidos sociales, esclavizan y causan la muerte de ciertos de personas en zonas altamente vulnerables, tomarán mayor fuerza, junto con los TLC. Y lo peor, las represiones contra las protestas se fortalecerán. Y no porque Santos se oponga a todo lo anterior, sino que es mucho más depredadora la visión de tierra arrasada que  presenta la llamada Seguridad Democrática, dueña absoluta de la verdad, hegemonista, mesiánica y lanza en ristre contra todo lo que suene “demoniaco” en un país que al parecer sigue consagrado al Sagrado Corazón cuando la Constitución que nos rige lo declaró laico, multicultural, pluriétnico.
Todo esto ha sido repetido y vuelto a repetir por columnistas, por escritores, por analistas políticos sensatos. Pero nuestro pueblo no lee la prensa, y si la lee, una sola palabra que muestre amenazas que no existen, como el castrochavismo, basta para convencerlos de los peligros que se inventan los magos de las farsas democráticas. Con solo recordar que cuando surgieron las Farc los grandes problemas de la tierra ya existían.

De todos los defectos que se le han señalado a Santos, evidentes, un nuevo mandato del “corazón grande con la mano dura” no será más que la aceleración de la agonía de un país que se hunde cada vez más en la pobreza, en el rebusque, en la falta de salud y de educación porque todo se ha privatizado, pero espera que “caudillos verracos” lo saquen de un precipicio que ellos mismos ahondan cada día, como ocurrió con los agroingresos seguros, los crímenes llamados  falsos positivos, las celebraciones por matanzas como la del Aro y otras acciones que parecen resbalar en la memoria de sus ejecutores y del pueblo colombiano.
Todo esto ha llevado a unas alianzas antes insospechables, sólo por defender lo mínimo que nos queda de democracia y por la posibilidad de un acuerdo de paz, que va por buen camino,  en medio de más de sesenta años de guerra y de crecimiento del latifundio a costa del despojo y la sangre de los campesinos, alimentado en las últimas décadas con el narcotráfico.
En las manos de todos los ciudadanos estará la decisión este 15 de junio.

Un video: fascismo pierna arriba
es lo que nos dice este segmento de noticias que prende las alarmas sobre lo que viene en camino en caso de ganar el uribismo.

domingo, 8 de junio de 2014

La mala memoria política

Por considerarlo de interés, reproducimos un artículo de la columnista online  de Semana y columnista de Gaceta,  Marta Ruiz, sobre la doble moral que manejan el Centro Democrático. Viene a propósito de la tesis uribistas de que el país quedará en manos del Castrochavismo (sic) y de las Farc, que se acabará el mundo para las Fuerzas Armadas de Colombia  y la democracia en fin quedará herida de muerte si continúan los diálogos en La Habana.

Por eso, en las elecciones  presidenciales del domingo 15 de junio, se juega el destino del país nuestro. No podemos permitir que vuelvan los mismos con su apología del terror,  de las emociones primarias frente a una patria que ellos hicieron más injusta para sacarle provecho al miedo y a la guerra.  Además de lo que ha ocurrido en el presente año con la piratería informática y las burlas al sistema judicial colombiano, utilizadas como estrategias electorales, el pasado sigue mostrando las tropelías por venir si acaso ganan las elecciones quienes prefieren acentuar  la guerra, el desplazamiento forzado, la privatización de la salud y la educación en vez de abrir espacios al diálogo por la cesación del conflicto, y espacios democráticos, no sólo de nombre.




Palabras en tránsito


Píldoras para la memoria de Uribe

Marta Ruiz

En noviembre del 2002, apenas dos meses después de que Uribe se posesionó como presidente, las AUC anunciaron un cese del fuego unilateral, para cumplir la única condición que el Gobierno les ponía para sentarse a negociar.  Fue así como en junio del 2003 se instaló la mesa de Santa Fe Ralito, con Luis Carlos Restrepo de un lado y Carlos Castaño del otro.


Sin embargo, en febrero del 2004, las AUC mataron a Marta Lucía Hernández, directora del Parque Tayrona, quien se oponía a la titulación fraudulenta de predios que auspiciaban los paramilitares allí. Frente al asesinato, la mesa de Ralito guardó silencio.
En abril de ese mismo año, las AUC mataron a su propio jefe, Carlos Castaño, y la negociación siguió como si nada. La prensa denunció que se trataba de una conspiración de los narcos para adueñarse del proceso. Luego mataron a ‘Doble Cero’, Miguel Arroyave, Rodrigo Cadena… y del lado del Gobierno, nadie se paró de la mesa.

En julio de ese mismo año se encontró una avioneta con cocaína, atribuida a Ernesto Báez. Durante todo el cese hubo evidencia abundante de que las AUC seguían en el negocio del narcotráfico. Y nadie se levantó de la mesa.

En septiembre del 2004, las AUC acribillaron en Barranquilla al ilustre profesor Alfredo Correa de Andreis. Por supuesto, no hubo conmoción en la mesa.

En febrero del 2005, paramilitares de Urabá y miembros de Ejército masacraron a dos familias en La Resbalosa, San José de Apartadó. Entre otras cosas, degollaron a los niños. Pero nadie se levantó de la mesa.   

Según la Comisión Colombiana de Juristas, las AUC cometieron más de 2.500 asesinatos y desapariciones durante el cese al fuego. Y según cifras de la propia Vicepresidencia, en los dos primeros años de dicho cese los grupos paramilitares cometieron más de 40 masacres.  Obviamente, nadie se paró de la mesa.

En el 2003, en pleno cese al fuego, las AUC hicieron pactos con políticos en casi todo el país.  Asesinaron candidatos en todas partes para hacerse con el poder local. Uno de ellos fue Tirso Vélez, quien aspiraba a la Gobernación de Norte de Santander. Como imaginarán, no pasó nada en la mesa.

Cuando el remedo de “cese al fuego” hizo crisis, algún periodista de Semana le preguntó a Luis Carlos Restrepo, alto comisionado para la Paz del gobierno Uribe, qué tenía para decir al respecto. Esto fue lo que respondió:

“Mi estilo no es salir histéricamente a los medios de comunicación a reaccionar ante cada episodio en el que puedan estar involucradas las autodefensas. Mi trabajo es producir hechos de paz, lograr que efectivamente estos grupos se desmovilicen”.

Entonces el gobierno de Uribe estaba cocinando un proyecto de perdón y olvido, llamado pomposamente Ley de alternatividad penal, que el Congreso rechazó aun antes de ser presentado.

Sobra decir que nadie estaba combatiendo a los paramilitares mientras el cese al fuego inundaba de sangre al país. Por el contrario, el jefe de seguridad del presidente Uribe, como ya está probado, trabajaba para ellos. Y no exactamente construyendo paz.

La agenda de la negociación de Ralito nunca se conoció. De vez en cuando, desde la prisión, los jefes de las AUC denuncian que el Gobierno les incumplió ciertas promesas hechas en la mesa. Y desde la clandestinidad, Restrepo responde  que todo es mentira. Eso es todo.


(…)

Desde hace cuatro meses el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC intentan ponerle fin al conflicto armado que vive Colombia desde hace 50 años. Pactaron una agenda que es de conocimiento público y unas reglas del juego que están expuestas claramente sobre la mesa.  Reglas que, por cierto, no incluyen el cese al fuego. La presión militar contra la guerrilla no ha dado tregua un solo día.
Aun así, Álvaro Uribe exhibe fotos de los muertos en combate, exige que el Gobierno suspenda los diálogos de La Habana y nos advierte que esta vez habrá impunidad.
¡Qué falta de pudor!

Semana.com - 09 febrero 2013