miércoles, 10 de junio de 2020

Islario en cuarentena


ISLARIO EN CUARENTENA

Mientras el virus desborda las predicciones de contagio en Brasil, Italia, Ecuador y en Colombia, pero sobre todo en la potencia llamada Estados Unidos, la mayor pregunta que podemos hacernos es si en realidad esta brutal experiencia va a incidir en el cambio de rumbo o en el replanteamiento (ojalá destrucción) del capitalismo salvaje, de este capitalismo global, neoliberal, al que solo interesa el interés privado y por lo tanto la ganancia desmedida y la concentración de la riqueza en pocas manos. Lo peor no es el virus, lo peor es lo que nos evidencia como sociedad: la ausencia de una política coherente de salud pública, la privatización social de los ineficaces servicios de salud y la concentración de los poderes económicos y políticos en tan pocas manos. En Colombia ya vimos incluso cómo la mayoría de los préstamos para el agro cayeron en las arcas de los mayores terratenientes, cómo las ayudas para los sin ingresos llegan a cuentagotas, cómo la pandemia está haciendo estragos en las comunidades indígenas de Colombia y Brasil, en las comunidades negras del Pacífico y el Caribe colombianos. En Colombia la epidemia ha desnudado la realidad. Los que al fin de cuentas salen gananciosos son los poderosos: 8 y medio billones de pesos han recibido los banqueros en medio de la pandemia, si las cuentas no han aumentado, Por su parte, en el agro, los pequeños y medianos agricultores no han sido los más beneficiados sino los agroindustriales:  “Los medianos productores han recibido 710.000 millones de pesos (unos 176 millones de dólares), mientras que los pequeños, incluidos en esta franja aquellos cuyos activos no superan los 280 salarios mínimos, han recibido 630.000 millones (unos 156 millones de dólares), suma considerada pequeña dentro de ese universo”, añadió la Contraloría.



De igual forma mencionó que de los 226.000 millones de pesos (56,2 millones de dólares) colocados hasta el 8 de abril para la línea especial de crédito ColombiaAgroProduce, lanzada en respuesta a la emergencia por el coronavirus, “213.566 millones de pesos (unos 53 millones de dólares) han ido a grandes comercializadores y agroindustriales”. https://www.vanguardia.com/colombia/investigan-a-ministro-de-agricultura-por-escandalo-en-creditos-para-campesinos-YG2293504

Escena en Tumaco (Nariño), un municipio limítrofe con el Ecuador, se juegan la vida con la necesidad permanente de rebuscar el diario (sin protección alguna). Aquí a la espera de una ayuda del gobierno local.

Por su parte, en Quibdó, Chocó, al otro extremo del Pacífico, el gobernador Ariel Palacios había solicitado el 3 de abril:  Lo más urgente inicialmente para dotar a nuestro equipo médico. Me refiero a tapabocas, guantes, máscaras, botas, gorros, los necesitamos con urgencia. (El Tiempo, abril 3 2020.)

No han funcionado las ayudas en Bogotá, con todo el fragor comunicativo que setiene, las estadísticas y el rigor que se le nota a la alcaldesa Clara López, peor en un pueblo remoto de la Colombia periférica, en el Pacífico.

EL VIEJO ADAGIO
Elizabeth Vargas Holguín

Presentamos a una estudiosa de la expresión literaria del Pacífico, Elizabeth Vargas Holguín, oriunda de Guadalajara de Buga-Valle, Colombia. Realizó sus estudios doctorales en la Universidad de Cambridge   en el área de Estudios literarios y ontológicos Afro-Pacíficos. Su  tesis se titula _A Pacific Coast Ontology of Intensity and Process in   the Writings of Alfredo Vanín-Romero, Antonio Preciado-Bedoya, and   Gregorio Martínez_ (enlace:   https://www.repository.cam.ac.uk/handle/1810/305347?show=full.  

Sus más recientes publicaciones han aparecido en el Afro-Hispanic Review  Journal, "Martán Góngora’s Breviario Negro: A Literary Palenque for Alfredo Vanín Romero,”(Afro-Hispanic Review Journal, vol. 38 no 1 (Spring 2019)) y en el  Canadian Journal of Latin American and Caribbean Studies, “Antonio Preciado’s Neo- Negritud: the Ecuadorian Case."  (enlace:
  
https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/08263663.2020.1735798).



El ojo no mira pa’ dentro sino pa’ fuera: muerte por convicción o por omisión

El viejo adagio de que el ojo no mira pa’ dentro sino pa’ fuera se hace más significativo que nunca en un momento en que la pandemia causada por el COVID-19 se entrecruza con la tarea ideológica de los medios privados de comunicación colombianos. Los medios nos llevan  cada vez más lejos de nuestra realidad nacional; una realidad narcisista  en que se mira para afuera sin motivar la indagación profunda y cotidiana por parte de todos los ciudadanos. Nos dicen los medios sobre las muertes semanales de lideresas y líderes sociales, se repiten noticias del olvido económico y del estado de abandono de las instituciones de salud que se revela en momentos de crisis inesperados. Es en esta coyuntura de pronunciada inequidad en la que se habla ya por el mes de Junio de la muerte por desnutrición de niños en el Valle del Cauca, y de la llegada de tropas Estadounidenses, de la apertura de aeropuertos, la cual conecta a Colombia a una red internacional de consumo de la minoría privilegiada. Es esta realidad de bombardeos noticiosos en la que la mayoría se desconecta de la muerte  étnica y cultural de los líderes del Amazonas, cuya memoria, según explica un columnista en El Espectador, nos llevaría a poder entender el comienzo del universo. Es que con su muerte, y la pérdida de su memoria, parece que nos viéramos inevitablemente sumergidos en el final del mundo. Y es que mientras se nos enseñó a hablar inglés en el colegio, jamás se nos habló del comienzo del universo según la visión amazónica capaz de considerar el nacimiento de los ríos y su conexión a la aparición de plantas y animales que sustentan la existencia de la humanidad misma[1].

Es ésta Colombia en la que se habla más del pico y placa para salir a comprar y de aviones más que de ancianos muertos y olvidados en rincones, la que espera el reporte diario del presidente y sus ministros al cual se remiten todas las clases con acceso a la electricidad, servicios de cable y televisión. Es esta Colombia sumergida en la realidad de los medios y las redes sociales  la que hace que nuestra nación se vuelva parte del espejismo de una Colombia unida al mundo global y sus problemáticas raciales a pesar de nuestra precariedad interna. Así pues, viajes aéreos que se podrán restablecer en los meses venideros, a pesar de la amenaza que esto puede significar para nuestras carentes clínicas, y viajes televisivos que nos llevan a imaginarnos una vida en el exterior, alimentan la mente del televidente y audio escucha a diario. No obstante, ante la epidemia, Colombia se presenta, a pesar de sus ‘clínicas de mierda’ como me  lo diría uno de los  intelectuales irlandeses que se pasea de seguido por el Chocó, como uno de los mejores rincones del planeta lejos de las columnas romanas que inspiran el paisaje urbano europeo.
Así pues, en los medios, Colombia aparenta insertarse en las noticias internacionales. Por inserción, como es de esperarse, se entiende la repetición de noticias Estadounidense y no, por ejemplo, una discusión del artista de África occidental y descendiente del griot[2] Mory Kante quien falleció el pasado 22 de mayo de 2020. Su fallecimiento no se insertó en las noticas nacionales a pesar de que el griot africano sobrevive en nuestro país en la talla de poetas del Pacífico colombiano como Alfredo Vanín Romero. Sí ha sido de interés para los canales privados y las redes sociales la el sufrimiento causado por la rodilla de un policía estadounidense al cuello de un hombre en la ciudad de Mineápolis, Minesota. Este hombre, al igual que los  colombianos desprotegidos del Pacífico Afro se quedó sin cómo respirar el pasado 25 de mayo de 2020.  Es este selectivo mirar para fuera, hacia la experiencia de George Floyd, la cual debe de servirnos como un puente que no nos aleje de la situación  precaria de salud del Valle, de Nariño  y del Choco Afros, del Amazonas,  y de las comunidades de la guajira. Es la experiencia de este hombre Afro-descendiente, en los Estados Unidos,  la que nos puede ayudar a entender, al modo de la parte que habla por el todo, del todo de nuestra coyuntura racial nacional Colombiana. Es en este momento de crisis en el que se  debe de cuestionar,  a través de los hechos,  el final de la esclavitud.
En el 2020, nos reporta radio nacional de Colombia que el Chocó, a principios de Junio, cuenta con 20 unidades de cuidados intensivos para un área que según el DANE tiene una población de cerca de 600.000 habitantes. Aunque no se habla de racismo sistemático e institucionalizado que se manifiesta a través de las condiciones precarias de la infraestructura de salud y carencia  de servicios públicos dignos, incluyendo ahora el internet, los medios también nos hablan de los jóvenes del Baudó medio, en el Chocó, que, introducidos a la educación virtual debido a la pandemia, deben de caminar por áreas húmedas y resbaladizas para poder llegar a la antena más cercana que les permita conectarse al internet.  Es en este ambiente en el que jóvenes, niños de primaria[3] y hasta estudiantes universitarios afro-descendientes re-aparecen, como se dice ahora en los medios, re-inventados en el comercial promocional de Karen Abudinen, nueva ministra de las TIC.[4]
Y es que como a Floyd, al Chocó, y otros territorios de gran presencia Afro como el puerto de Buenaventura, en el Pacífico, le ha faltado el aire desde sus comienzos a pesar de la frescura del océano y la naturaleza circundante. A través de la historia se ha obviado no sólo su importancia histórica en el arribo y transporte de esclavos, sino  también su papel central en la entrada de equipos para la producción de azúcar de caña que ha sostenido a una minoría rica que monopoliza la economía rural. Hoy por hoy, hablar de Buenaventura significa reconocer que le entraban a Colombia ya por el año 2011, gracias al puerto, cerca de 2.9 billones de pesos. [5] Por ende, se vuelve indignante que lleguen, según el ministro de salud, en el 2020, 30 máquinas[6] para cuidados intensivos dispuestas a un espacio en el que se encuentran infectadas cerca de 700 personas. Esta realidad de inequidad que define no la pobreza sino el empobrecimiento premeditado en lugares como Buenaventura. Esta realidad de empobrecimiento premeditado o institucional también nos hace pensar sobre Tumaco en Nariño. Allí, a mediados de Mayo, no se contaba con áreas de cuidados intensivos.[7] A principio de Junio, el exfutbolista Victor Bonilla, a través del medio noticioso local Telepacífico Noticias, en su sección deportiva, hace un llamado al vecino Valle del Cauca para que sepan sobre el estado crítico del hospital y sus pacientes. El personal médico no se escapa  de esta realidad al ser obligado a atender a pacientes del Hospital San Andrés de Tumaco a pesar de sufrir los síntomas del Covid. [8] Le hace eco a esta realidad la situación de Quibdó. En la capital del Chocó se esperan con ansiedad 72 máquinas de cuidados intensivos para una población afectada que a finales de Mayo contaba con menos de 30 camas[9] dedicadas a esta especialidad. 
Estos datos están pues encubiertos de una ironía de magnitudes despóticas si pensamos en la riqueza de una región Afro que a pesar de haber enriquecido los grandes imperios europeos en la época colonial, y facilitado el comienzo del capitalismo, padece a causa de la institucionalización del racismo y la inequidad. Éstos se manifiestan, sintomáticamente no con las golpiza de un miembro de la policía  sino con la falta de aire para respirar experimentado por siglos por los habitantes de la región.  Es así pues que la muerte de Floyd, su propia y doloroso ahogo, nos obliga a mirar para adentro de nuestra nación y para nuestras orillas costeras en el Pacífico.  Claramente, son éstas, nuestras regiones sofocadas por un colonialismo interno de siglos, aunque los medios narcisistas, y su falta de reflexión, nos hagan pensar que la muerte de un hombre afro-descendiente, a manos de policías, es un problema de afuera. A este problema nos unimos como espectadores empáticos mientras más nos alejamos de nuestra propia realidad de burocracias que institucionalizan la muerte del mundo afro-Pacífico, sino por convicción,  por omisión.



https://www.elespectador.com/coronavirus/cuando-muere-un-anciano-o-anciana-en-las-comunidades-indigenas-articulo-919804
[3] https://deporticos.co.cr/estudiantes-de-chocoanos-exigen-mejores-condiciones-para-estudiar-otras-ciudades-colombia/
Afro-descendiente en los Estados Unidos a manos de la fuerza policial. 
[4] https://www.mintic.gov.co/portal/inicio/Sala-de-Prensa/Noticias/135814:Karen-Abudinen-nueva-ministra-de-las-TIC
[5]https://www.inviertaencolombia.com.co/images/Brochure_Buenaventura_Versi%C3%B3n_WEB.PDF
[6] https://www.elpais.com.co/valle/minsalud-valoro-situacion-del-covid-19-y-entrego-30-ventiladores-en-buenaventura.html
[7] https://www.eltiempo.com/colombia/cali/en-tumaco-narino-no-hay-unidad-de-cuidados-intensivos-paciente-con-covid-19-van-a-pasto-496350

[9] https://www.radionacional.co/noticia/regiones/uci-choco-coronavirus

Notas en tránsito


LA VIEJA CARA DEL RACISMO

Estados Unidos hierve. Los recientes acontecimientos que    ponen de presente el salvaje racismo estructural de USA generaron una de las más fuertes protestas de esta historia. Racismo que ya no se disimula en la poca importancia –y peor: en las medidas que toma en contra de la protesta, como la de militarizar las ciudades- que un presidente le otorga a un crimen tan grave como innecesario de un policía a un hombre negro por la presunción de un delito. La muerte de George Floyd fue un detonante de mayor fuerza: el pésimo presidente elegido por Estados Unidos no ha disimulado en ningún momento su odio racial hacia latinoamericanos y negros de su propio país. Sin embargo, el cerco de protestas e informativo desatado en el país y en otros lugares del mundo, revela el avance y el repudio contra la discriminación. No se acabará el racismo ya, pero avanzamos.
Igual debemos decir de Colombia, nuestro grave país, donde acaba de morir el joven Anderson Arboleda,  luego de ser golpeado brutalmente por la Policía, de acuerdo con la versión de sus familiares. Sin embargo, apenas empieza a tener eco el suceso, en un país donde el racismo es también estructural, con otros matices, pero igual de bárbaro y eficaz contra una población que le ha producido riqueza al país y al mundo desde que empezó la esclavización de sus pueblos.

Una nota del portal Las dos Orillas refiere la historia laboral de un joven afrocolombiano en manos del racismo laboral que campea en nuestro país, un país que a la par con la corrupción en todos los niveles estatales, tampoco se entiende de la dura situación de sus pueblos indígenas y negros. La élite preferiría verlos desaparecer, pero no será fácil.
Bien lo afirma el director de cine Spike Lee: “El racismo ya era una pandemia global antes que el coronavirus”. Y lo corrobora de manera fundamentada Sami Naïr en una nota:

La memoria de estas oposiciones étnicas y culturales fundadoras se ha sedimentado en todas las vertientes del sistema social global norteamericano, en las instituciones, así como en el modo de vida diario.
El asesinato de George Floyd, como de otras tantas víctimas negras que le precedieron, es, en este sentido, desgraciadamente banal, no constituye algo nuevo dentro de una sociedad todavía encarcelada en sus prejuicios y, en cierta forma, en la inhumanidad inherente a su modelo constitutivo originario. Es una sociedad, a los ojos de los blancos —no de todos, felizmente—, hecha para y por los blancos.
Cambiar esta mirada necesita una revolución mental. Una ardua tarea que cabe confiar a la persistencia de los ciudadanos ilustrados de todos los “orígenes”.

El País, España,  3 junio 2020

Anderson Arboleda fue brutalmente golpeado por un agente de la Policiía y murió dos días después en  en Puerto Tejada (Cauca, Colombia), según las denuncias de sus familiares. La policía lo niega. La verdad está escondida en alguna parte y debe continuar la lucha por hacerla visible.


Rematamos con esta historia de racismo laboral en Colombia, que se ha prolongado ya por varios años y que nos confirma que el racismo no se vencerá solo con las redes sociales, sino con  una acción a largo plazo y decidida de todos nosotros, contra el racismo pero en gran escala contra las causas centradas en una economía local y mundial basada en la desigualdad y el avasallamiento.

Este plantea tiene que preparar la salida de esta pandemia bajo nuevas opciones, lejos de las desnaturalizadas propuestas contra las llamadas minorías, lejos del capitalismo salvaje que nos ahogará a todos.