miércoles, 5 de mayo de 2021

 

ESTATUAS DERRIBADAS

 El derribamiento de estatuas en Colombia tomó fuerza desde cuando los indígenas misak del Cauca tumbaron la de Sebastián de Belalcázar el 16 de septiembre del 2020, en la famosa colina del Morro de Popayán. Había un antecedente internacional: luego del asesinato del afroestadounidense George Floyd, en mayo 25 del mismo año, cuando la estatua del Almirante Cristóbal Colón dio con su peso en tierra y luego en el agua, el pasado 4 de julio de 2020, por manifestantes contra los que el entonces presidente Donald Trump pidió castigos severos.

"Declaramos que la estatua erigida desde la década de los 30, cuando Popayán conmemoró 400 años de la derrota de nuestros pueblos indígenas por la bota española genocida, hace parte de la violencia simbólica que nos ha oprimido y nos ha puesto en un lugar de olvido", expresaron los líderes indígenas.

Este año en Colombia han rodado tres cabezas históricas durante las manifestaciones populares contra la arbitrariedad del gobierno del presidente y el Centro Decmocrático: en Cali cayó de nuevo Sebastian de Belacázar, en Popayán derribaron al “poeta soldado” Julio Arboleda y en Pasto el precursor Antonio Nariño. Salvo el último “ajusticiamiento”, las demás estatua se lo merecían.

Sebastián de Belalcázar (1480-1551) es ensalzado en nuestra historia como un fundador de ciudades. Llegó a América en el tercer viaje de Colón (1498). Su épica hazaña de destrucción comprende gran parte de las actuales Colombia y Ecuador. Años después –en las filas del conquistador Pizarro- se iría al Ecuador y fundaría ciudades como Quito y Guayaquil por encargo de su jefe.  Moriría en Cartagena, venerado como fundador de Cali y Popayán.  

El debate sobre la violencia ejercida contra las estatuas como símbolos históricos y culturales es legítimo. Pero pesa demasiado un pasado de esclavización y oprobio que no se ha borrado de nuestra memoria política, tanto que los liderazgos políticos de Colombia suenan más a feudalismo colonial que a  democracia moderna. Y de la misma manera en que los detentadores del poder erigen símbolos para perpetuar su dominio sobre las mayorías, esas mayorías tienen el derecho de reivindicar su memoria  sobre los símbolos de su opresión secular.

Antonio Nariño, en cambio,  merecía otra suerte. Fue el más sufrido de los independentistas, precursor e ideólogo, traductor de los Derechos del Hombre, un paso revolucionario de la época. Pero su “ajusticiamiento” no es más que una vieja rencilla con los criollos pastusos  que querían perpetuar la colonia contra la oleada de independencias del mal llamado Nuevo Continente. 

No puedo afirmar lo mismo del “poeta soldado” Julio Arboleda. Feroz esclavista, una vez que se decretó la abolición de la esclavitud, en el gobierno del también payanés José Hilario López, el 21 mayo de 1851, el esclavista despachó a más de 100 esclavizados hacia otros lugares, entre ellos a Paita, Perú (donde el 23 de noviembre de 1856  moriría la inolvidable Manuelita Sáenz).

En Robles (Jamundí, Valle del Cauca, antes Cauca) escuché una leyenda de alto significado. Algunas noches, un jinete sin cabeza (la lleva entre sus manos), atraviesa el pueblo y a quien se encuentra en el camino le pregunta si él hizo algo malo mientras vivió. El jinete ha sido identificado –dicen los lugareños- como el mismísimo Julio Arboleda, que no puede “descansar en paz” en un pueblo que esclavizó, como lo hizo su familia en Timbiquí (Cauca), donde nació.

Alguien apuntó a decir –a partir de los lamentos de dirigentes, que les dolía más una estatua derribada que los crímenes contra los dirigentes sociales y los muertos durante las manifestaciones contra el mal gobierno.

 

Muertos y desaparecidos

 

 

Este martes se cumplieron seis días de protestas en Colombia. Y aunque las movilizaciones, que empezaron el 28 de abril, se han extendido por todo el país, Bogotá y Cali se convirtieron en los epicentros de las principales movilizaciones, que han llevado a violentos enfrentamientos con las autoridades.

La Defensoría del Pueblo señaló que 18 civiles y un policía murieron debido a las protestas y al menos 80 personas se encuentran desaparecidas.

Las movilizaciones fueron convocadas por un proyecto de reforma tributaria impulsado por el gobierno de Iván Duque.

 

Nota y foto de la BBC:



 https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-56910572



Cali en protesta

Foto tomada de: https://www.google.com/search?q=fotos+protesta+cali&tbm

 

Ahora hay estatuas vivientes que deben terminar su ciclo. El paro  en las ciudades y pueblos de Colombia ha demostrado que la política de represión, hambre, garrote y muerte que ha exhibido el uribismo en  su historia no puede continuar. Somos el país de mayor represión y desigualdad del continente, gobernados por una cáfila de políticos, banqueros, empresarios y terratenientes, que cada vez más enriquecen sus arcas y empobrecen a un pueblo que salió a las calles a reclamar contra los malos decretos y se le unieron los desplazados sociales que incendiaron las calles, a veces reclutados  por la misma fuerza pública para justificar sus atropellos contra los manifestantes pacíficos y  los asesinatos contra líderes sociales. La sangre que se ha derramado en estos días y en los últimos años es una señal inequívoca de que el poder está en malas manos y su crueldad, tanto como su debilidad y torpeza,  indican que  ha llegado la hora en la que estudiantes y obreros, campesinos y líderes sociales, hombres y mujeres jóvenes decidan el cambio, a costa  de sus vidas, bajo un régimen que ha asesinados a cientos de dirigentes. No queda otra salida: que renuncie el presidente Iván Duque, que volvamos a elegir presidente y congresistas, que se modifiquen las reglas del juego político, la redistribución de la economía nacional y las oportunidades de vida;  es la salida digna para un país ensangrentado, donde los líderes del Cauca son asesinados y las calles de Cali se convierten en campos de batalla por el uso de la fuerza militar contra el pueblo que reclama cambios. El subpresidente y su gallada están a tiempo de escucharlo, antes que se desborde más este país y no por la instigación de la lucha de clases, como pregona Uribe, sino porque la injusticia económica y social, la masacre de líderes y jóvenes estudiantes, la apropiación de la riqueza por parte de pocos gremios económicos, coparon la paciencia de este pueblo, donde ni siquiera se cumplen los postulados del capitalismo moderno.

 

Notas en tránsito

 

Nuestro corresponsal en Popayán, Eduardo Gómez Cerón, recomienda la lectura de la defensa de Nariño ante el Senado: (Una pieza clásica). Y nos envía este apunte que sirve para la época presente:

Cuentan los biógrafos de Picasso que un oficial nazi fue  al estudio del artista cuando ocuparon Francia y vio los bocetos del Guernica -para entonces ya el cuadro era mundialmente famoso-. El alemán le dijo a Picasso: "Entonces usted  hizo esto", a lo que don Pablo repuso: "No: lo hicieron ustedes!".

 

Que cese la violencia demencial de un gobierno en caída libre  y que nuestro país cambie de rumbo hacia una verdadera democracia, un país donde se llora más por las estatuas que por los asesinatos de los ciudadanos y nuestros gobernantes están más pendientes de lo que ocurre en Venezuela que de las atrocidades cometidas en nuestro propio país. Estamos ante una de las más grandes y prolongadas manifestaciones populares de la historia reciente de Colombia, en donde Cali ha sido uno de los más fuertes bastiones de la protesta.