domingo, 29 de marzo de 2015

A propósito de César Vallejo

Un Domingo de Ramos que entré al mundo”

Islario del Sur saluda a César Vallejo desde este domingo

Islario del Sur - Alfredo Vanín


Nadie puede escapar de la órbita de Vallejo una vez que penetra en su mundo angustiado, tristísimo, innovador y rebelde.  Es el poeta  que continúa la voz nueva de Rubén Darío, pero lleva la poesía a las posibilidades expresivas,  imprescindibles en la vanguardia latinoamericana. Su poemario Los heraldos negros, el más popular entre nosotros, de claro acento modernista, dará paso a ese enigmático Trilce, que extrema los recursos literarios de sintaxis truncas, palabras creadas, neologismos y evocaciones extrañas de lo cotidiano y  lo existencial al mismo tiempo, anticipando el  surrealismo que después perdurará en Europa.
Su nombre completo era César Abraham Vallejo Mendoza. Dolorosamente peruano, nacido en Santiago de Chuco (16 marzo1892), murió en París (15 de abril de 1938),  como había predicho en su poema: Me moriré en París con aguacero, /un día del cual tengo ya el recuerdo.  Sus fechas de nacimiento y muerte están relacionadas con esta época de viernes santos, de martirios y ausencias (“Tú no tienes marías que se van”, le dice a un Cristo que pese a todo no está solo en esa historia de los evangelios);  una época que ronda su poesía desde una visión humana, visceral, desolada. Terrible y solidariamente humano,  este maestro de escuela es  encarcelado por “rebelión y asonada”.  En la cárcel  edita Trilce, una publicación hecha por manos de presos, a los que dedica unas frases de agradecimiento memorables. Emigra a  España y luego a parís, de manera clandestina,  solidario siempre con la causa de los milicianos españoles, que es entonces una causa universal. De allí surgirán los  poemarios Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz,  de publicación póstuma. Fue enterrado en Montparnasse. Tuvo el acompañamiento de su abnegada mujer, Georgette Vallejo, poeta francesa que nace en París (1908) y muere en Lima (1984), quien cuidó del poeta y de su obra, permitiendo que sus manuscritos se salvaran íntegros, pese a la ocupación alemana de París.


Entregamos a nuestros lectores varios poemas de Vallejo, ligados a esa cristología tan humana del poeta, a sus imágenes de ausencias hondas que tanto influyen todavía en la poesía latinoamericana y universal moderna.

El poeta a su amada

Amada, en esta noche tú te has crucificado
sobre los dos maderos curvados de mi beso;
y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,
y que hay un viernes santo más dulce que ese beso.

En esta noche clara que tanto me has mirado,
la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso.
En esta noche de setiembre se ha oficiado
mi segunda caída y el más humano beso.

Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos;
se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;
y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos.

Y ya no habrá reproches en tus ojos benditos;
ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura
los dos nos dormiremos, como dos hermanitos.
(De Los heraldos negros, 1918)

Comunión

Linda Regia! Tus venas son fermentos
de mi no ser antiguo y del champaña
negro de mi vivir!

tu cabello es la ignota raicilla
del árbol de mi vid.
tu cabello es la hilacha de una mitra
de ensueño que perdí!

Tu cuerpo es la espumante escaramuza
de un rosado Jordán;
y ondea, como un látigo beatífico
que humillara a la víbora del mal!

Tus brazos dan la sed de lo infinito,
con sus castas hespérides de luz,
cual dos blancos caminos redentores,
dos arranques murientes de una cruz.
Y están plasmados en la sangre invicta
de mi imposible azul!

Tus pies son dos heráldicas alondras
que eternamente llegan de mi ayer!
Linda Regia! Tus pies son las dos lágrimas
que al bajar del Espíritu ahogué,
un Domingo de Ramos que entré al Mundo,
ya lejos para siempre de Belén!
(De Los heraldos negros, 1918)


LXV

Madre, me voy mañana a Santiago,
A mojarme en tu bendición y en tu llanto.
Acomodando estoy mis desengaños y el rosado
De llaga de mis falsos trajines.

Me esperará tu arco de asombro,
Las tonsuradas columnas de tus ansias
Que se acaban la vida.  Me esperará el patio,
El corredor de abajo con sus tondos y repulgos
De fiesta.  Me esperará mi sillón ayo,
Aquel buen quijarudo trasto de dinástico
Cuero, que pára no más rezongando a las nalgas
Tataranietas, de corre a correhuela.
Estoy cribando mis cariños más puros.
Estoy ejeando ¿no oyes jadear la sonda?
                                   ¿no oyes tascar dianas?
Estoy plasmando tu fórmula de amor
Para todos los huecos de este suelo.
Oh si se dispusieran los tácitos volantes
Para todas las cintas más distantes,
Para todas las citas más distintas.

Así, muerta inmortal. Así.
Bajo los dobles arcos de tu sangre, por donde
Hay que pasar tan de puntillas, que hasta mi padre
Para ir por allí,
Humildóse hasta menos de la mitad del hombre,
Hasta ser el primer pequeño que tuviste.

Así, muerta inmortal.
Entre la columnata de tus huesos,
Que no puede caer ni a lloros,
Y a cuyo lado ni el Destino pudo entrometer
Ni un solo dedo suyo.

Así, muerta inmortal.
Así.
(De Trilce, 1921)

Piedra negra sobre una piedra blanca

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París —y no me corro—
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...

(De Poemas humanos, 1939)

lunes, 23 de marzo de 2015

Hoy en islario del sur:
“Invisibles o desterrados”. Un texto del profesor José Antonio Caicedo Ortiz, de la Universidad del Cauca.
Homenaje al gran compositor de El Banco magdalena-Colombia),  José Barros, a cien años de su nacimiento.


 Un texto:

Publicamos el texto “Invisibles o desterrados”, como una manera de sentar precedentes. Hace pocos días, la senadora payanesa y uribista Paloma Valencia, lanzó una de las propuestas más desconcertantes de los últimos tiempos en Colombia, en vísperas del posible postconflicto. Se trata nada más y nada menos que de dividir el departamento del Cauca en dos pedazos: “uno para los indios y otro para los mestizos”, en vista de los reclamos y alzamientos de los indígenas por sus tierras usurpadas, prometidas y vueltas a usurpar.  Para que los indígenas –según ella argumenta- puedan dedicarse en sus resguardos a sus paros, sin perjuicio del “otro” Cauca, formado por mestizos. No mencionó a blancos ni a negros. Pero ya se sabe…
Paloma Valencia es, como su apellido lo indica, heredera de una familia de latifundistas. Su mayor coherencia estriba en que buscó el uribismo como dogma  político y en él la plataforma  para una despiadada  manera de torpederar los esfuerzos de miles de hombres y mujeres por crear un país para todos. En el caso que nos ocupa, un departamento para todos. El departamento del Cauca, el de mayor diversidad cultural de Colombia, cuna de una de las organizaciones indígenas más importantes de América nuestra (el CRIC)  y de una estrategia de lucha que nunca ha incitado a la violencia sino a la solución pacífica, pero necesaria,  merecedora de muchos reconocimientos internacionales.
Varias plumas reconocidas, entre ellas las de Antonio Caballero (revista Semana) y Julio César Londoño (Diario El país)  se han ocupado del exabrupto (así sea coherente con la manera de pensar de una derecha racista, feudal y cavernaria).
El profesor José Antonio Caicedo Ortiz  pertenece a la nueva y notable generación de investigadores y ensayistas afrocolombianos, riguroso en su indagación social e histórica y en la búsqueda de una pedagogía incluyente para los que no hacen parte del país de la senadora Paloma Valencia.



¿Invisibles o desterrados?
Jose Antonio Caicedo Ortiz
Profesor Universidad del Cauca

Las intervenciones de esta semana propiciadas por la senadora del Centro Democrático Paloma Valencia, han dado pie a que muchos se interroguen por el lugar de las poblaciones afrocolombianas en la lucha por la tierra en el Cauca. Su propuesta de dividir el departamento en dos, uno para indígenas y otro `para mestizos, o como lo escribió Antonio Caballero, para blancos, siguiendo el “alarde de corrección política” de la senadora, deja nuevamente por fuera a la gente  negra. Vale la pena recordar que no se trata solo de un acto de invisibilización, sino que en la vocación separatista de Valencia se refleja la mentalidad de olvido histórico hacia las poblaciones de origen africano, quienes desde el siglo XVI han enriquecido a las castas coloniales con su trabajo, sin recibir todavía mínimos actos de reparación, al contrario, el olvido se perpetua y se perpetua.
Pero además de la invisibilidad recurrente, pues todavía no se sabe, en qué lugar de la utopía de la paloma iremos a parar los afrocaucanos, se evidencia la indecente realidad actual de las poblaciones negras del Cauca. Y vale aprovechar los actos de sinceridad de congresistas como Valencia, quienes al abrir los polvorines del odio, nos activan la memoria para recordar que en relación con el tema de la tierra, los antiguos esclavizados obtuvieron con sudor y sangre sus territorios, que desde la época de las haciendas coloniales venían construyendo en medio de la ignominiosa condición de la esclavización, hasta apropiarlos  y fundar varios poblados, construyendo familias, barriadas y pueblos de libres, territorios que ya no pertenecen a sus descendientes, porque el antiguo esclavismo fagocitó en otras modalidades latifundistas produciendo un nuevo episodio de destierro, que hoy tiene a muchas familias afrocaucanas en condiciones de proletarización.
La propuesta de la senadora Paloma no incluye a los afros, pues como suele suceder en casi todos los temas que tiene que ver con derechos territoriales, estas comunidades pasan de ser invisibles a desterradas, pues no está de más recordar que en el Cauca se presenta una de las mayores crisis humanitarias, como en la costa Pacífica, donde 12 millones de hectáreas tituladas en los años noventa a las comunidades negras, hoy son tierra de violencia y de nuevo despojo.
Pareciera que los y las afrocaucanos son un azar de la historia y por ello no suenan cuando se piensa en la conformación territorial del departamento, en una región cuyo porcentaje de estas poblaciones llega al 30%.  Como en el triste y celebre episodio de la Asamblea Nacional Constituyente de 1990,  la gente negra vuelve a quedar por fuera del mapa. ¿Invisibles o desterrados?  Es mi pregunta. Seguramente estamos frente a dos caras del mismo asunto. Invisibles porque a pesar de la evidencia material, económica, estadística  y cultural de las comunidades afrocolombianas, en el Cauca no se les nombra, ni siquiera en la mentalidad segregacionista de la senadora Valencia, pero también desterrados, porque en este departamento, las hijos de la diáspora siguen buscando el derecho a sus  tierras,  despojadas desde mediados de los años cincuenta del siglo xx, cuando la marea verde, a través de diversas estrategias sumió a sus antiguos dueños en desterrados y como el en viejo esquema colonial en condición de neo esclavización. 
No se trata ahora de cuestionar o poner interrogantes morales respecto de la legítima lucha del movimiento indígena, sino más bien de hacer notar la recurrente invisibilidad sobre las poblaciones negras, cuando de derechos se trata, quizás no así cuando de alegrar el mundo de la caucanidad con su cultura y su folclor.
Ojala todo esto no se trate de una maniquea estrategia para utilizar la grave situación de tierras de las comunidades negras para deslegitimar o condicionar las demandas de los pueblos indígenas o campesinos, tal como se intentó por parte de parlamentarios caucanos durante los años noventa, a propósito de los debates sobre la creación de las entidades territoriales indígenas (ETIs) en el norte del Cauca. Pareciera que para las elites hacendatarias y parlamentarias, como a la vieja usanza, convivir en medio de las diversidades culturales y étnicas es un problema y una amenaza.
En el  Cauca se ha demostrado durante siglos que es posible construir juntos en medio de una gran diversidad lingüística, cultural, productiva y de modos de ver el mundo. Seguramente esto es menos probable en las antiguas casonas donde pervive la pureza de castas, pero este departamento es mucho más que unas cuantas calles señoriales. Es por esto que no tiene ni pies ni cabeza pretender dividir una región cuya riqueza es el resultado de una diversidad que convive a pesar de las enormes dificultades y desigualdades existentes. Por esa simple razón de convivencia histórica de diversidades, es que propuestas como la de la senadora Valencia, nos devuelven a los tiempos de las cavernas de capillas y pilones.
Aviso: Y mientras suben y bajan las opiniones de todo tipo y acento ¿qué dice el gobierno frente al pliego de peticiones de los pueblos indígenas del Cauca?  No vaya a ser que pasemos por despalomados y se nos olvide el motivo original de este conflicto. ¿Qué va a pasar con los territorios de las comunidades afrocaucanas? No creo que la salida sea pensar en un tercer ¨departamento para negros¨, como algunos ya deben estar imaginando, sino aceptar que estas poblaciones también tienen derechos territoriales.

Un homenaje:


El compositor de El Banco (Magdalena) cumplió cien años de haber nacido (El Banco, Magdalena, 21 de marzo de 1915 - Santa Marta, 12 de mayo de 2007). Por las cadenas de televisión Señal Colombia y Telepacífico se transmitió desde la tierra natal del genial y frondoso compositor un  hermoso homenaje musical a su vida y obra, que cerró Totó La Momposina con un público de pie, contagiado del poder de las canciones y la voz de Totó, a quien habían precedido otros músicos y cantantes como María Mulata, para que la magia fuera subiendo de tono. No faltaron las cumbias, los boleros de su autoría. Por supuesto, “La piragua”. No faltó en la presentación de Totó, el rasgado de jazz de una guitarra y los tambores de legendario origen. La ministra de Cultura estuvo allí, en medio del disciplinado público banqueño.


Ver el homenaje completo en:


Hasta el próximo día de otro encuentro con islario del sur. 
Desde el sur lo diverso
Alfredo Vanín

lunes, 16 de marzo de 2015

Ánima doble, de Alfredo Vanín   
Y un relato de Ambrose Bierce


Un evento:

Presentación del poemario Ánima doble, del poeta Alfredo Vanín, en la Biblioteca del Centenario de Cali, el jueves 18 de marzo a  las 7 pm. Presenta el poeta Leopoldo de Quevedo.



Gravitaciones

Desde el primer instante del  big bang
estaba previsto el fulgor de tus ojos
las sandalias azules que llevarías esa noche
la primera casa que habitamos
incluso este salario
que a duras penas nos alcanza
para el final del mes.


Olvido en ciernes

Un día me haré el sordo contigo
dejaré de hablarte
no pronunciaré tu nombre a menos que la cobardía  me obligue
no te hablaré de mi soledad en este cantil de las tormentas
ni de los aguaceros que inundaron mi casa
y se llevaron los dientes  del abuelo a otros patios
un día no volveré a preguntarte por los besos robados
tomaré revancha de tanta cosa rota
de tanto pie llagado
indescifrable en mi álgebra de luto
un día me haré el sordo
y el santo de humo que escondes baja la almohada
crujirá cada  noche.

Rumores

Este fantasma que atraviesa el andén podría
 ser tu padre
que todavía clama su venganza
y mira al otro lado
para que no lo reconozcas
ni perturbes su vida.


Ánima doble hace parte de la Colección Letras Nueve poetas colombianos, de la Fundación Arte es Colombia, que dirige Francia Escobar, publicada en Bogotá en noviembre de 2014.



Un relato:  


Aceite de perro, de Ambrose Bierce. Escritor estadounidense nacido en Meigs, Ohio, el 24 de junio de 1842. Fue soldado en las tropas de la Unión, durante la Guerra de Secesión, durante los años 1861-1865. Colaboró con periódicos de Estados Unidos e Inglaterra, donde vivió una temporada. Murió posiblemente en  en Chihuahua, México, en 1914, siguiendo las tropas de Pancho Villa. De él se perdió todo rastro.
Su prosa efectista, su humor negro y satírico, su vehemencia y precisión en el relato, lo hicieron muy popular, lo distinguen y lo preservan del olvido. Un crítico lo apodó El amargo Bierce. Entre sus obras nombramos:     Es muy célebre su relato “Un suceso en  el Puente del Búho”, lleno de realismo y de extraña ficción, de juego con el tiempo y la muerte.

Una de sus frases: “Si deseas que tus sueños se hagan realidad, ¡despierta!”


Aceite de perro

Ambrose Bierce

Me llamo Boffer Bings. Nací de padres honestos en uno de los más humildes caminos de la vida: mi padre era fabricante de aceite de perro y mí madre poseía un pequeño estudio, a la sombra de la iglesia del pueblo, donde se ocupaba de los no deseados. En la infancia me inculcaron hábitos industriosos; no solamente ayudaba a mi padre a procurar perros para sus cubas, sino que con frecuencia era empleado por mi madre para eliminar los restos de su trabajo en el estudio. Para cumplir este deber necesitaba a veces toda mi natural inteligencia, porque todos los agentes de ley de los alrededores se oponían al negocio de mi madre. No eran elegidos con el mandato de oposición, ni el asunto había sido debatido nunca políticamente: simplemente era así. La ocupación de mi padre -hacer aceite de perro- era naturalmente menos impopular, aunque los dueños de perros desaparecidos lo miraban a veces con sospechas que se reflejaban, hasta cierto punto, en mí. Mi padre tenía, como socios silenciosos, a dos de los médicos del pueblo, que rara vez escribían una receta sin agregar lo que les gustaba designar Lata de Óleo. Es realmente la medicina más valiosa que se conoce; pero la mayoría de las personas es reacia a realizar sacrificios personales para los que sufren, y era evidente que muchos de los perros más gordos del pueblo tenían prohibido jugar conmigo, hecho que afligió mi joven sensibilidad y en una ocasión estuvo a punto de hacer de mí un pirata.
A veces, al evocar aquellos días, no puedo sino lamentar que, al conducir indirectamente a mis queridos padres a su muerte, fui el autor de desgracias que afectaron profundamente mi futuro.

Una noche, al pasar por la fábrica de aceite de mi padre con el cuerpo de un niño rumbo al estudio de mi madre, vi a un policía que parecía vigilar atentamente mis movimientos. Joven como era, yo había aprendido que los actos de un policía, cualquiera sea su carácter aparente, son provocados por los motivos más reprensibles, y lo eludí metiéndome en la aceitería por una puerta lateral casualmente entreabierta. Cerré en seguida y quedé a solas con mi muerto. Mi padre ya se había retirado. La única luz del lugar venía de la hornalla, que ardía con un rojo rico y profundo bajo uno de los calderos, arrojando rubicundos reflejos sobre las paredes. Dentro del caldero el aceite giraba todavía en indolente ebullición y empujaba ocasionalmente a la superficie un trozo de perro. Me senté a esperar que el policía se fuera, el cuerpo desnudo del niño en mis rodillas, y le acaricié tiernamente el pelo corto y sedoso. ¡Ah, qué guapo era! Ya a esa temprana edad me gustaban apasionadamente los niños, y mientras miraba al querubín, casi deseaba en mi corazón que la pequeña herida roja de su pecho -la obra de mi querida madre- no hubiese sido mortal.

Era mi costumbre arrojar los niños al río que la naturaleza había provisto sabiamente para ese fin, pero esa noche no me atreví a salir de la aceitería por temor al agente. "Después de todo", me dije, "no puede importar mucho que lo ponga en el caldero. Mi padre nunca distinguiría sus huesos de los de un cachorro, y las pocas muertes que pudiera causar el reemplazo de la incomparable Lata de Óleo por otra especie de aceite no tendrán mayor incidencia en una población que crece tan rápidamente". En resumen, di el primer paso en el crimen y atraje sobre mí indecibles penurias arrojando el niño al caldero.

Al día siguiente, un poco para mi sorpresa, mi padre, frotándose las manos con satisfacción, nos informó a mí y a mi madre que había obtenido un aceite de una calidad nunca vista por los médicos a quienes había llevado muestras. Agregó que no tenía conocimiento de cómo se había logrado ese resultado: los perros habían sido tratados en forma absolutamente usual, y eran de razas ordinarias. Consideré mi obligación explicarlo, y lo hice, aunque mi lengua se habría paralizado si hubiera previsto las consecuencias. Lamentando su antigua ignorancia sobre las ventaja de una fusión de sus industrias, mis padres tomaron de inmediato medidas para reparar el error. Mi madre trasladó su estudio a un ala del edificio de la fábrica y cesaron mis deberes en relación con sus negocios: ya no me necesitaban para eliminar los cuerpos de los pequeños superfluos, ni había por qué conducir perros a su destino: mi padre los desechó por completo, aunque conservaron un lugar destacado en el nombre del aceite. Tan bruscamente impulsado al ocio, se podría haber esperado naturalmente que me volviera ocioso y disoluto, pero no fue así. La sagrada influencia de mi querida madre siempre me protegió de las tentaciones que acechan a la juventud, y mi padre era diácono de la iglesia. ¡Ay, que personas tan estimables llegaran por mi culpa a tan desgraciado fin!

Al encontrar un doble provecho para su negocio, mi madre se dedicó a él con renovada asiduidad. No se limitó a suprimir a pedido niños inoportunos: salía a las calles y a los caminos a recoger niños más crecidos y hasta aquellos adultos que podía atraer a la aceitería. Mi padre, enamorado también de la calidad superior del producto, llenaba sus cubas con celo y diligencia. En pocas palabras, la conversión de sus vecinos en aceite de perro llegó a convertirse en la única pasión de sus vidas. Una ambición absorbente y arrolladora se apoderó de sus almas y reemplazó en parte la esperanza en el Cielo que también los inspiraba.

Tan emprendedores eran ahora, que se realizó una asamblea pública en la que se aprobaron resoluciones que los censuraban severamente. Su presidente manifestó que todo nuevo ataque contra la población sería enfrentado con espíritu hostil. Mis pobres padres salieron de la reunión desanimados, con el corazón destrozado y creo que no del todo cuerdos. De cualquier manera, consideré prudente no ir con ellos a la aceitería esa noche y me fui a dormir al establo.

A eso de la medianoche, algún impulso misterioso me hizo levantar y atisbar por una ventana de la habitación del horno, donde sabía que mi padre pasaba la noche. El fuego ardía tan vivamente como si se esperara una abundante cosecha para mañana. Uno de los enormes calderos burbujeaba lentamente, con un misterioso aire contenido, como tomándose su tiempo para dejar suelta toda su energía. Mi padre no estaba acostado: se había levantado en ropas de dormir y estaba haciendo un nudo en una fuerte soga. Por las miradas que echaba a la puerta del dormitorio de mi madre, deduje con sobrado acierto sus propósitos. Inmóvil y sin habla por el terror, nada pude hacer para evitar o advertir. De pronto se abrió la puerta del cuarto de mi madre, silenciosamente, y los dos, aparentemente sorprendidos, se enfrentaron. También ella estaba en ropas de noche, y tenía en la mano derecha la herramienta de su oficio, una aguja de hoja alargada.

Tampoco ella había sido capaz de negarse el último lucro que le permitían la poca amistosa actitud de los vecinos y mi ausencia. Por un instante se miraron con furia a los ojos y luego saltaron juntos con ira indescriptible. Luchaban alrededor de la habitación, maldiciendo el hombre, la mujer chillando, ambos peleando como demonios, ella para herirlo con la aguja, él para ahorcarla con sus grandes manos desnudas. No sé cuánto tiempo tuve la desgracia de observar ese desagradable ejemplo de infelicidad doméstica, pero por fin, después de un forcejeo particularmente vigoroso, los combatientes se separaron repentinamente.

El pecho de mi padre y el arma de mi madre mostraban pruebas de contacto. Por un momento se contemplaron con hostilidad, luego, mi pobre padre, malherido, sintiendo la mano de la muerte, avanzó, tomó a mi querida madre en los brazos desdeñando su resistencia, la arrastró junto al caldero hirviente, reunió todas sus últimas energías ¡y saltó adentro con ella! En un instante ambos desaparecieron, sumando su aceite al de la comisión de ciudadanos que había traído el día anterior la invitación para la asamblea pública.

Convencido de que estos infortunados acontecimientos me cerraban todas las vías hacia una carrera honorable en ese pueblo, me trasladé a la famosa ciudad de Otumwee, donde se han escrito estas memorias, con el corazón lleno de remordimiento por el acto de insensatez que provocó un desastre comercial tan terrible.


martes, 3 de marzo de 2015

ISLARIO DEL SUR
Desde el Sur lo Diverso
Alfredo Vanín Romero 

Homenaje a Estanislao Zuleta

35 años del “Elogio a la Dificultad”

Elizabeth Castillo Guzmán

La figura de Estanislao Zuleta es obligada cuando repasamos los nombres de los grandes pensadores colombianos del siglo XX, pues sin lugar a dudas su escritura y su oratoria marcaron la mentalidad de cientos de jóvenes que acudían a sus conferencias en las universidades de Cali, Bogotá o Medellín, o a quienes leían sus escritos publicados en semanarios, revistas y magazines de los diarios nacionales.
         Zuleta nació en Medellín en el mismo año en que murió Carlos Gardel. Pertenece a una época que transitó entre la vieja ciudad de pujanza arriera y la moderna capital de la montaña con sus murales de la antioqueñidad. Creció entre la provincia y el mundo, entre libros de grandes narraciones y una tradición oral decimonónica que celebraba el heroísmo de los abuelos fundadores. Dejó de ir a la escuela porque necesitaba tiempo para estudiar a profundidad a sus autores favoritos, cuya lista encabezaba Tomas Mann. A los quince años conoció los ecos de la violencia bipartidista y sus atrocidades. No tuvo tiempo de ir a la Universidad en su juventud, porque su disciplina y su consagración al estudio de la filosofía, la historia y el psicoanálisis no podían rivalizar con las exigencias de una carrera profesional. La literatura fue su mayor fuente de conocimiento sobre la humanidad. Los amigos y los estudiantes su mejor audiencia para debatir la realidad social y buscar entenderla.

         Por sus actuaciones intelectuales y políticas Estanislao Zuleta debe ser considerado un pensador público, es decir un hombre con la increíble y valiente audacia de argumentar para otros y con otros las ideas propias, con la única finalidad de provocar un ejercicio colectivo de pensarse. Pensar en público como insistía nuestro desaparecido filósofo Guillermo Hoyos Vásquez, significa pensar con los demás nuestros asuntos colectivos, pues el pensar se ha convertido en un ejercicio privado, individual y narciso.
         La Universidad del Valle, el segundo hogar de Estanislao Zuleta,  y donde tuvo la mayor difusión su obra escrita y oral, decidió conferirle el Doctorado Honoris Causa en Psicología. En la memorable ceremonia realizada el 21 de noviembre de 1980, Zuleta leyó “Elogio a la Dificultad”, un texto necesario y obligado para reflexionar sobre la mayoría de edad de una nación donde ciertas ideas se han depreciado por el costo moral que contienen.  Un escrito a prueba de historia pues se concibió en los inicios de la llamada década de la “guerra sucia”, y el dúo narcotráfico y política. Una reflexión para un país atrapado entre la comodidad de la televisión a color y el consumo a bajo costo de aquel entonces.
         Se cumplen 35 años de su Elogio a la Dificultad,  y 25 de su muerte en Cali.
         A pesar del tiempo que ha transcurrido, el pensamiento de Zuleta no se conoce suficientemente, ni ha sido divulgado como debiera. Nos hemos perdido de ofrecerle a las nuevas generaciones un punto de vista único e irrepetible sobre el siglo XX, proveniente de un intelectual que se hizo por fuera de los cánones académicos clásicos.
         El 17 de febrero de 1990 Zuleta dejó para siempre los auditorios universitarios, las tertulias y la vida intelectual. La mejor manera de conmemorar su existencia es retomar su Elogio y difundirlo como él hubiera querido, conversando y leyendo colectivamente sus radicales planteamientos con los cuales nos pone frente a un espejo cuyos trazos nos dicen:
         Lo más difícil, lo más importante, lo más necesario, lo que de todos modos hay que intentar, es conservar la voluntad de luchar por una sociedad diferente sin caer en la interpretación paranoide de la lucha. Lo difícil, pero también lo esencial es valorar positivamente el respeto y la diferencia, no como un mal menor y un hecho inevitable, sino como lo que enriquece la vida e impulsa la creación y el pensamiento, como aquello sin lo cual una imaginaria comunidad de los justos cantaría el eterno hosanna del aburrimiento satisfecho.
         Hay que poner un gran signo de interrogación sobre el valor de lo fácil; no solamente sobre sus consecuencias, sino sobre la cosa misma, sobre la predilección por todo aquello que no exige de nosotros ninguna superación, ni nos pone en cuestión, ni nos obliga a desplegar nuestras posibilidades.

MURIÓ ADONAI CÁRDENAS CASTILLO EN BUENAVENTURA 
el domingo 1 de marzo 2015

Un periodista del centro del Valle se fue a Buenaventura y se convirtió en el representante del nuevo periodismo del puerto. Fresco, comprometido, incesante en la búsqueda de la noticia, amenazado por los dueños del poder legal o ilegal, jamás dejó de lado su compromiso con el pueblo. Escribió poemas que ocultaba con modestia; unos pocos fueron publicados en la revista impresa de Segunda Marcha.
En Radio Buenaventura sostuvimos durante varios años Segunda Marcha, un programa cultural desde donde divulgábamos libros de poesía o narrativa, leíamos textos de autores nuevos y hablábamos de las luchas de Latinoamérica por su segunda independencia, su Segunda marcha.
Pero también salíamos a un bar en busca de la voz de Cheo Feliciano o de Joan Manuel Serrat. Largas tertulias en las que a veces estuvo el poeta Farías, fallecido el año anterior.
Adonai ganó el premio Simón Bolívar por su crónica sobre los buscadores de oro en ese lugar de avalancha que fue Bendiciones, cerca de Buenaventura.
Será necesario suscribir un pacto de paz con doña muerte porque ya van muchos amigos del Pacífico o que han tenido que ver con esta región colombiana:
Fabio Arias (Farías), que nos legó esa memoria de los murciélagos en las tardes oscuras de los montes ribereños.
Jacques April-Gniset, el arquitecto e investigador francés que se hundió en los tremedales de la historia del puerto de Buenaventura para remarcar su falta de firma fundadora, diciéndonos por cierto que los errores del urbanismo terminan pagándolo las nuevas generaciones con todos los desastres que conocemos.
Germán Patiño, el investigador que quien además de sus aportes sobre la historia y la música, creó el Festival de Música del Pacífico “Petronio Álvarez” y con él sembró de manera visible al Pacífico en Cali.

Paco Valle nos remite los siguientes textos sobre Adonai Cárdenas


"Soy un trabajador de la información que desde 1976 vengo trabajando en este oficio, primero en Tuluá, luego en Armenia, Cali, Palmira, Zipaquirá y en Buenaventura desde 1979", así se describió Adonai Cárdenas cuando le preguntaron su profesión, hoy este experimentado profesional miembro de esta casa periodistica murió en el Puerto hace ya tres días.

Problemas coronarios terminaron con la vida del periodista, que siempre se destacó por su calidad profesional, su amabilidad y su agudeza para buscar las noticias.
A sus 62 años, Adonai quien fue intervenido en Cali para tratar una falla coronaria, había regresado el pasado jueves al Puerto para estar con su familia, pero este domingo presentó una nueva recaída y falleció cuando era trasladado a la clínica Santa Sofía, en el Puerto.
Adonai ganó el Premio Simón Bolívar al cubrimiento de una noticia con El País y su labor le permitió además ganar el Premio al Coraje de un Periodista, otorgado por Semana y Petrobras.
Foto El País
 Perfil de Adonai Cárdenas, el Maqroll de la verdad
Por su mística y su entrega sincera al oficio, Adonai Cárdenas recibió el Premio al Coraje de un Periodistica. Semblanza de un enamorado de los atardeceres frente al mar.
Por: Paola Andrea Gómez | Jefe de Información de El País.Domingo, Marzo 1, 2015 - 2:20 p.m.

Al ser ganador del Premio al Coraje de un Periodista, otorgado por Petrobras, la jefe de información de El País, escribió el perfil del periodista que desde Buenaventura entregó lo mejor.
Recordamos a nuestros lectores ese perfil como homenaje a un gran ser humano y profesional que hoy, a sus 62 años, falleció en Buenaventura.

Como el romántico Maqroll de Álvaro Mutis, que sube al extremo de la gavia para anunciar las tormentas y las buenas noticias, Adonai Cárdenas Castillo ha sido durante más de 30 años un transmisor de noticias de provincia. Como el Maqroll errante y aventurero recorrió el país para aprender un oficio que es más que su vida. Un oficio que hace 29 años lo llevó a anclar en su bello puerto del mar, cuyos atardeceres de mareas y postales húmedas en el muelle aún encuentra irresistibles.
Esta semana, al humilde admirador de Maqroll la vida le dio un abrazo. Le recordó que ha hecho bien la tarea, que su valor ha valido la pena. Adonai Cárdenas Castillo, el corresponsal de El País en Buenaventura durante 23 años y la voz de la noticia en Radio Buenaventura, recibió el Premio Orlando Sierra al Coraje de un Periodista Regional, con el que la revista Semana y Petrobras rinden homenaje a quienes sin más lujos que el talento y la mística le cuentan al país lo que ocurre más allá de la ‘república santafereña’.
La historia reporteril de este palmirano por accidente, criado en el corazón del Valle y añejado con el arrullo del mar, inició cuando era un joven de 19 años, que en la morgue del hospital de Tuluá ejercía el extraño arte de la histopatología (preparación de tejidos en los cadáveres). Allí logró que una amiga lo llevara a Radio Espacial para hacerse locutor. Adonai aún afinaba esa voz grave y al mismo tiempo entonada y clásica, que tantas veces ensayó, subido en los frondosos árboles del barrio Victoria de Tuluá, a los que trepaba para narrar partidos ficticios.
Así empezó a andar un sendero que lo llevó un par de años a La Voz de Armenia, donde descubrió que más que contarlas quería escribir las noticias. Y ese arrojo que lo acompaña todos los días –cuando sale de su modesta vivienda en el barrio La Campiña, en la periferia de Buenaventura– fue el mismo que años atrás lo llevó, como el Maqroll errante de provincia en provincia, a enamorarse de este oficio, aún sabiendo que no lo haría millonario.
No le importó, incluso, que en Radio Zipaquirá le pagaran parte del sueldo con botellas de leche, que él mismo debía ordeñar. Ya Adonai, el Gran Señor, como traduce su nombre, estaba embriagado de periodismo e incluso escribía poemas que con el tiempo se convirtieron en el insumo para escribir historias. Esos afanes literarios que alimentaron su espíritu los debe a Julio Cortázar y Albert Camus, porque la suya ha sido la más enriquecedora escuela: la de los libroS y el autoaprendizaje.
En sus andares por el país también dejó huella en Todelar Cali, en las páginas del recordado periódico El Pueblo y en el Occidente. Pero nada fue tan definitivo en su vida como la llegada a la que desde 1979 es su casa: Buenaventura. Sus recuerdos le evocan una ciudad maravillosa, sin los afanes de la pobreza. Eran los tiempos de Colpuertos, de los extranjeros que iban y venían, de la opulencia. Adonai, el menor de los siete hijos de Luis Enrique y Adelaida (ambos ya fallecidos) se asentó con su segunda familia en ese puerto precioso circundado por el mar.
Con el tiempo, le entregó más que su corazón a una profesión, que en otrora fue su excusa para no atender a sus hogares o para ser el más bohemio de los bohemios. Capítulos non sanctos que en el atardecer de su existencia relata sin vergüenza.
Y cuando las tempestades se alejaban de su vida llegaban las tormentas al puerto. Un explosivo coctel de narcotráfico, paramilitarismo y guerrilla, salpicado por esa corrupción que por años se ha posado como un nubarrón gris en Buenaventura, se convirtió en el centro de las noticias.
Capítulo que lo obligó a vestirse de coraje para contarle al país lo que allí estaba ocurriendo. Para explicar qué pasaba en los barrios Lleras y Viento Libre, donde le prohibieron entrar un tiempo. Para mostrar los horrores del Bajo Calima, lo que a la postre se convirtió en el mayor de sus dolores de cabeza: las amenazas en serie. “Si sigues publicando, te matamos”, sentenciaron dos hombres armados en la puerta de su vivienda. “Deja eso quieto, compañero”, le decían marionetas compradas, que se montaban a su lado en las busetas. Una amenaza más le llegó en el 2004, luego de cubrir la dolorosa masacre de ocho personas en una casa de La Guarapera, mientras jugaban dominó.
La faena diaria Aunque aún no ha llegado la tan anhelada paz que ansía Buenaventura, pareciera que esa brisa porteña hubiese conjurado las tormentas que lo obligaron a llevarse su familia afuera. Incluso, esos sustos y el estrés que le ocasionaron un pre infarto el año pasado, desaparecieron. Lo que nunca lo abandona es el agite vital que moviliza sus sueños. Ni siquiera ahora cuando vive su cuarto de hora de gloria.
El martes recibió el premió en Bogotá. El miércoles volvió a Buenaventura y el jueves, el Maqroll de la verdad reinició su faena. Ese día, vestido como el más informal de los porteños, cargando un pequeño morral y una libreta de apuntes, arrancó su jornada a la 4:45 a.m. Salió de su casa rumbo a la emisora a leer las noticias de las 6:00 a.m. Desayunó en un café del centro; fue a la oficina de El País a las 8:00 a.m. atendió un par de entrevistas, corrió al hospital a cubrir el paro; buscó registros de desaparecidos en la Fiscalía y al mediodía volvió a Radio Buenaventura. Allí anunció la llegada de una nueva directora al hospital, denunció los 12 legrados que a diario se registran en la localidad y el asombro por los cuerpos que aparecen en la zona de esteros y baja mar.
Al inicio de la tarde, de vuelta a El País, al pasar por Los Toneles y otros cafetines típicos de la Calle Bavaria, muchos se acercaron para felicitarlo por el premio. Él, con una sonrisa tímida y el susurro de un gracias, estrechó decenas de manos.
Tras la alegría que le dejó el premio, Adonai sigue siendo un hombre sencillo, incapaz de sentir vanidad. Un ser encantador que a sus 56 años mantiene intacto el don de la humildad, que en él funciona como el más exquisito almizcle. Adonai es y seguirá siendo el Maqroll de la noticia, con el cual la realidad, como tantas otras veces, superó a la ficción.

Un video
Enviado por el poeta Carlos Fajardo: Link de la serie “Arte contemporáneo y globalización”   
Entrevistas a los pintores colombianos Eduardo Esparza y Fernando Maldonado, con la cual se da  inicio a la serie titulada “Arte contemporáneo  y globalización, que el poeta realiza con el Periódico le Monde Diplomatique y Ediciones Desde Abajo.  

Un Texto
El periódico La Palabra de la Universidad del Valle destaca el premio de novela Casa de las Américas 2015, otorgado a la escritora caleña Adelaida Fernández Ochoa, por su obra La hoguera lame mi piel con cariño de perro. Exalumna de la U del Valle, le da voz a personajes como Nay, la mujer africana que narra su vida y su procedencia en María, de Jorge Isaacs.
El periódico a la vez nos trae un grandioso texto sobre Óscar Collazos y otro sobre Estanislao Zuleta.
www.lapalabra.univalle.edu.co