domingo, 28 de marzo de 2021

Ghana en Cartagena

 el blog de Alfredo Vaninromero

Marzo es un mes de múltiples homenajes: el Día de la mujer, de San José (atención a los hombres), Contra la discriminación racial, el Día mundial de la poesía y otras conmemoraciones abundan en este mes que sacude de manera irreversible las últimas huellas del año anterior  y ciertos hechos que no deben caer en el olvido. Se conmemora   también el  Día Internacional del Recuerdo de las Víctimas de la Esclavitud y la Trata Transatlántica de Esclavos (25 de marzo), al que dedicamos la siguiente crónica que narra mi encuentro con músicos de Ghana, para continuar recordando que África contribuyó de manera decisiva a la construcción de nuestros países multiculturales, y a la consolidación del capitalismo, por el aporte de los secuestrados de África a la construcción de la riqueza mundial.

 

En crónica

SEIS MÚSICOS DE GHANA QUE CAUTIVARON A CARTAGENA DE INDIAS

             

Por Alfredo Vanín

 

En mayo de 2016, fui invitado al Primer Festival de Poesía Negra y Cantos Tradicionales en la Universidad de Cartagena, durante la  conmemoración del mes de la Herencia Africana en Colombia, en representación de la Dirección de Poblaciones del Ministerio de Cultura. Cartagena es la más renombrada ciudad turística de Colombia, no sólo por todo lo que se conoce: el gran puerto del Caribe en la Nueva Granada, el punto de llegada de las cargazones desde la costa occidental africana, y su actual y extraordinaria presencia negra,  su arquitectura colonial, sus murallas de costo incalculable en vidas humanas y en reales de oro,  su declaración de independencia, su resistencia heroica y la participación de hombres y mujeres “de todos los colores”, desde ese núcleo de rebeldía que fue el barrio Getsemaní. Pero también Cartagena puede sorprendernos con lo que ocurrió en los claustros, historias que dieron origen por ejemplo a la novela Del amor y otros demonios, del fallecido GGM, y por lo que ocurre en sus calles y barrios  de hoy, donde lo pintoresco solo dura unas cuadras para dar paso a los hacinamientos infrahumanos.

Durante quince días estuvo allí un grupo musical de la República de Ghana, invitado por el Ministerio de Cultura. Decidí buscarlo cuando supe que el grupo ensayaba  todos los días en el Centro Cultural Ciudad Móvil, un reconocido lugar del emblemático barrio Getsemaní -donde tomaron cuerpo las insurgencias negras, pardas y de todos los colores,  y empezó la lucha por la independencia de la ciudad de Cartagena en noviembre de 1811, a la que se habían adelantado las provincias de Nóvita y Citará (1810) en el actual Chocó.

No fue fácil localizarlos. Por su calidad musical y lo extraordinario de sus bailes, el grupo era solicitado en muchas partes. La primera vez me dijeron que estaban en allí, en Ciudad Móvil. Un aguafiestas funcionario me dio a entender que ya se habían ido de Cartagena. Pero de manera contradictoria, una funcionaria me aseguró que los encontraría en el parque El Cabrero, frente a la Casa Núñez, porque acababan de llegar  de gira de San Basilio de Palenque y Barranquilla. Al volver, la  directora, Dina Candela, me aseguró que los encontraría esa tarde en el Centro Cultural, a media cuadra de una iglesia barroca.

Atravesé  el Parque Centenario, con la deriva puesta hacia el rechinante Centro de Convenciones. A un costado, en el canal, dos pescadores risueños, de edad avanzada, me mostraron un pequeño jurel, el único atrapado en toda la mañana. “Antes yo cogía hasta doscientos de estos jureles, ahora no”.  Se entiende: la contaminación por hidrocarburos y basuras, los vertimientos de aguas servidas, el ruido de la ciudad, la expansión del concreto sobre lugares donde antes solo había playas y bohíos de pescadores… Todo ello ha hecho de la pesca urbana un oficio en decadencia. Los dos viejos pescadores –afro el uno, buen conversador, y mestizo el otro, parco y más viejo, no dejarían todavía el oficio porque aparte del pequeño jurel, estar allí les sirve de entretenimiento a sus vidas solitarias en medio de una ciudad que crece sin contar con ellos.

Getsemaní tiene el encanto de las mujeres hermosas y maduras. Las calles se curvan con sus nombres pintorescos; el tráfico es constante y variopinto,  y sus balcones son hermosos: viejas hiedras se enredan en ventanales abandonados donde pudieron haber iniciado y terminado romances de otra época… En una de esas casas nació el poeta Jorge Artel que cumplió en ese abril 20 años de muerto, pero a muy pocos parece importarle la vida y obra de uno de sus mayores poetas. Desde temprano, Getsemaní se llena de jóvenes turistas gringos, europeos, argentinos. Se distinguen como turistas por sus atuendos: en bermudas pintorescas, en sandalias o descalzos. Pero todos andan tan despreocupados que pareciera que el mundo terminara en ese viaje. Están a sus anchas en una ciudad entregada al turismo y  que ha sembrado en  el barrio Getsemaní  pintorescos hostales para mochileros. En uno de ellos vivió un largo tiempo el  poeta Raúl Gómez Jatin.

En el  Centro Cultural me dan una buena noticia: ahora está allí solo la directora del grupo.  Son seis en total y los cinco restantes andan en alguna entrevista. Tan pronto como me presento con la directora, me saluda en inglés y en una de las lenguas de Ghana. La colonización destruyó en América los idomas del África occidental, pero mi inglés sin fogueo debe servir para algo, le digo. Entablamos una conversación en la que me explica que ellos en realidad no son un grupo sino un ensamble y pertenecen a diversas instituciones de Acra, la capital ghanesa, y no son sólo los seis que llegaron a Cartagena mediante un intercambio propiciado por el Ministerio de Cultura, la Embajada de Colombia en Ghana, el Icetex y el Programa Presidencial de la Cancillería, sino que son más de veinte músicos, danzarines y cantores que se agrupan de manera diferente para cada viaje al exterior.

A los seis los encontraré reunidos en un hostal de la Calle de la Serpiente. Le traduzco el nombre  a Charlotte Maru,  mi entrevistada, quien hace un gesto de desmayo: ella conoce el poder de la serpiente, no sólo su potencial peligro físico, sino todo el poder que representa en el mundo mítico-simbólico. Luego ríe con esa sonrisa distintiva que han plasmados poetas y pintores en desaforadas y a menudo injustas líneas.

Por la tarde regreso a Ciudad Móvil y avanzamos hacia el hostal cercano. La calle en verdad serpentea de un lado a otro del barrio. Getsemaní tiene entradas por diferentes partes. Uno sale de allí y se encuentra con el moderno Centro de Convenciones y la Torre del Reloj que da paso a la ciudad amurallada, cruzando por el hermoso parque del Bicentenario. Pero también se puede llegar por otro lado al viejo y olvidado Chambacú, antes pleno de vida, inmortalizado en su desalojo por Manuel Zapata Oilivella en su novela Chambacú corral de negros. Y puede también adentrarse en pequeños centros comerciales, o encontrarse con una plazoleta a la memoria del Joe Arroyo, cuya estatua está perdida, sin relevancia alguna, en un lugar que  huele a aguas podridas, como lo denuncia en voz alta el poeta Pedro Blas Julio Romero, que nos cuenta también que en Getsemaní ahora hay más ONGs que habitantes.



Foto A. Vanín.


En efecto, los cinco miembros restantes del grupo están esperándome y la simpatía se nota en sus rostros. Son muy jóvenes, salvo el director musical, un poco mayor que el resto del grupo. Tres hombres y tres mujeres que no solo cantan, danzan y tocan instrumentos, sino que son avezados investigadores universitarios. Sus trayectorias son extraordinarias: el director musical, doctor Mawuyram Quessie Adjahoe, es  Lecturer African Music and Dance;  Margaret Delali Numekevor es Dance Lecturer an Researcher, ambos de la University Cape of Coast; al  grupo Ghana Deru Ensamble pertenecen también Nii yesteef, el Artistic Director y  Charlotte Manu, la Senior Performer; a la National Comision on Culture está inscrita Crhistians Owusu, el Cultural officer; y a la Jay Foundation pertenece Mii Sackey Okire, Dancer and Musician.

El dialogo gira en torno a la misión que cumplen en Colombia, a las lenguas y memorias de Ghana en la diáspora, a los instrumentos musicales  de esta república africana. La lista de instrumentos es demasiada larga, pero hay que mencionar algunos: los tambores  sogo,  kpanlogo, el kogan, el kidi, el atsimevu y el kwadum (estos dos últimos son master drum); maracas (con el mismo nombre con que las conocemos en América hispana); la doble campana llamada gankogui y por supuesto el xilófono tradicional llamado por ellos gyuile, con resonadores de calabazos, semejante a la marimba del Pacífico, salvo que acá los  resonadores son de canutos de guadua. Aunque hay testimonios –me lo mencionó Nina de Friedemann- que las hubo de calabazos en el Caribe. Algunos tambores se parecen en su forma a los nuestros, pero son más mucho más variados: “son incontables”, me dicen los músicos.

Ellos  estaban impresionados con las muestras de afecto de la gente  y el apoyo institucional que habían recibido. Pero, sobre todo, con la presencia negra en Colombia. San Basilio de Palenque fue para ellos “como haber estado en casa habiendo salido de casa”, como lo describió de manera poética uno de los miembros del grupo, a quienes por cierto uno podría señalar semejanzas con rostros del Pacífico y del Caribe, un ejercicio  que hicimos con la antropóloga Gloria Triana, en voz baja, durante la  noche de la presentación del grupo.

Se asombraron mucho más con el hecho de saber que San Basilio de Palenque pose una lengua propia, derivada de lenguas kimbundu, hispánica y portuguesa. Buscamos algunas palabras que podrían ser comunes: entre ellas bo, pronombre personal de segunda persona. Claro está que en Ghana se hablan muchas lenguas: solamente en el grupo de los seis representantes se hablaban tres idiomas: ewe, ashanti y ga, de tres pueblos diferentes que pueden darnos una idea de la inmensa riqueza lingüística y cultural que llegó a América en más de 150 pueblos que los europeos cometieron la torpeza colonialista de refundir en un solo término despectivo: negros, y condenarlos a olvidar sus idiomas,  a hablar solo uno y a practicar una sola religión; esclavizados, pero eso sí, listos para valerse de las grandes habilidades de hombres y mujeres como gastrónomos, mineros, artesanos, herbolarios, médicos,  ganaderos y guerreros, entre otros saberes.

Se asombraron además al saber que de su país, antes llamado Costa de Oro, independiente de Inglaterra  a partir de 1957, llegó a América un personaje mítico llamado Ananse que vive en varias comunidades afrocaribeñas, entre ellas Jamaica. En Colombia está presente en los relatos tradicionales de  San Andrés, Providencia y Santa Catalina como Anancy y Miss Nancy,  en el Palenque como Anancy y  en todo el Pacífico como Anancio. Es un pícaro personaje, un ser  libertario que modula sus actuaciones de acuerdo a las circunstancias; es un héroe de resistencia cultural que a veces es villano y otras veces un ser de gran dignidad. Llegó del antiguo imperio del Dahomey,  de la tierra de los fanti, ashanti, ewe, y  fon, un riquísimo territorio que empobrecieron los colonizadores a sangre y fuego al  extraer su savia y su fuerza de trabajo. Ananse acompañó en la travesía a los desterrados que llegarían vivos a América, lejos de sus patrias.

Por eso, la noche de su presentación, el 27 de mayo, se sintieron las fusiones y transculturaciones sufridas por la diáspora en América, representadas en  los hombres y mujeres de Ghana y Colombia, que derrocharon alegría, maestría y destreza. Primero se presentó el grupo local Periferia, dirigido por Lobadis Pérez y Dina Candela, con un fragmento de su obra Los condenados de la tierra. Danza moderna y  teatro unidos para un relato visual de largo alcance.  Luego se presentó el grupo de Ghana. Fue una gran demostración de ancestralidad y modernidad, con el toque de los tambores y  del balafón que animó a los danzarines en una oleada de fuerza y expresividad. El centro artístico, por el que ha desfilado lo mejor de la danza de Cartagena, y se mantenía –al menos hasta esa fecha- en alianza con el Colegio del Cuerpo, se llenó de músicas novedosas para un público, en su mayoría joven, que se contagió de alegría y de ritmo, tanto que al final el público  se animó y danzó en rueda con los ritmos de los tambores de fondo, imitando a las bailarinas ghanesas que no pararon un solo momento.

Finalmente  se presentó un ensamble entre los grupos locales y el grupo de Ghana. Cantos de trabajo,  cantos mortuorios y de iniciación, bullerengues del Caribe,  con el fondo dancístico, finalizaron una fiesta en la que surgieron inevitables preguntas en el conversatorio: ¿Por qué ciertas similitudes entre el lumbalú palenquero y los cantos mortuorios de Ghana? ¿Por qué la circularidad de los movimientos?   La ronda de respuestas nos acercaba invevitablemente a la historia de la diáspora de África a América, y particularmente a Cartagena por haber sido éste el puerto principal de desembarco de los pueblos de Ghana, Angola, Congo, Mali, y tantos otros de la costa occidental africana.  Los músicos de Ghana hablaron de los rituales, de los roles de cada miembro de su pueblo, de cómo la vida no se puede entender en sus comunidades sin solidaridad...

El entusiasmo, el cariño y la gran calidad artística del ensamble ghanés fueron reconocidos por los públicos en donde se presentaron los seis miembros del grupo. En pocos meses, un grupo conformado por seis colombianos, iría  de gira por Ghana, en un proceso que mantendrá vivo el puente de la diáspora africana en América.

 

El poema de hoy

La luz está encendida

Para Kekeli Kofi

 

 Una paloma gris acaba de pasar volando

a través de la verde campiña

donde los vagabundos van tras una mancha de blanco.

 

Cómo solía yo

adorar los veranos

el paisaje azotado por el viento

los campos abiertos

y la exuberante campiña.

 

¡Ah! casi me olvido del agua

vasta vasta como los panoramas

de la juventud, anegando un futuro que se augura

pleno de prospectos formidables

yéndose ahora tan rápido.

 

Cada insecto hace parte de este universo inexorable

este paisaje inevitable

con su inimitable eco.

 

Nuestro viaje, sostenido por el tiempo y el viento

cautivo de una mañana de Mayo

lejos del fogaje solar

cuando los fulgores sobre el agua

brillan ferozmente.

 

Hay tiempos en los que un nuevo dolor resuena,

y los arrepentimientos,

palpables como frutos

de los considerados pecaminosos

dominan como el destino.

 

El querido Dolor surge

recordando, sólo recordando un tiempo

que adviene, no para determinar

sino para recordar el tiempo

en que nosotros tan jóvenes

 

como nuestro país

soñábamos con sucesos seguros

con logros medidos

con yardajes concisos

de promesas enviadas

con niños a salvo de la edad,

el tiempo en que

el río del cual venimos

habrá de arrastrarnos

hacia la fuente original

cuando desafiaremos el amor y la muerte,

cuando habremos de jurar

por el amado paisaje

y el árbol solitario

luchando por ser una nación

y un bosque

 

al olvidar los lomos

de los cuales procedemos,

padres benevolentes

nos empujan de nuevo hacia el río

nos envían hacia la misma agua

de la cual vinimos

 

para que con el último pez

crucemos el último océano

para ser uno con el fuego

que calentó tus pies

te guió a través de desiertos

por pirámides y templos

santuarios y arboledas sagradas

en aquella isla

donde alguna vez fue el pájaro

plenitud y la caza fue buena

y la risa alegre

y la ovación fuerte

 

y ¡Ha! , el niño Kekeli

primera luz del alba

advino en un día de Octubre

con los ojos alargados

réplicas de la primera princesa,

y ahora el príncipe

prometido un día

ha llegado

por algún río

yo he de enseñarle la última noche

revelarle el secreto divino

del cual hace parte

del cual es heredero.

 

Aquí está el agua para tus pies

aquí está la flor para tus pies

aquí esta el vino para tus labios

he aquí el abrazo prometido.

 



(Traducción de Raúl Jaime)

 

Wheta, nació en Ghana en 1935. Su abuela lo involucró en la tradición oral de los Ewe. Realizó estudios de Literatura en la Universidad de Nueva York, y escribió y publicó una tesis titulada The Breast of the Earth (1975). Algunas de sus libros de poemas son: Rediscovery and Other Poems (1964), Mesagges: poems from Ghana (1970) y Night of my Blood (1971), Until the Morning After: Collected Poems (1987); y la novela experimental, que él define como poema en prosa, This Earth, My Brother (1971). Su libro The House by the Sea (1978), habla acerca de su tiempo en la cárcel, a la que llegó por persecuciones políticas. Otros libros suyos libros publicados son: South of Sahara (1975), The Ghana Revolution : A Background Account from a Personal Perspective (1984), Comes the Voyager at Last (1992. Tomado de: http://www.portaldepoesia.com/poetas.htm

Música para hoy

Ghana Ensamble

https://www.youtube.com/watch?v=Bmb5J61gYT0

Música contemporánea de Ghana

https://www.youtube.com/watch?v=XCe_NUXlyqQ

 

domingo, 21 de marzo de 2021

 

“UN VIENTO MÁS FUERTE QUE NUESTRA MEMORIA”[1]


Crónica de un Festival de Poesía

                                                                

Por Alfredo Vanín

     En los comienzos del siglo XX,  la Poesía (con su ortodoxa mayúscula) dominaba el planeta colombiano. No había presidente que no fuera poeta, al menos en sus ratos libres; no existía abogado que no reservara un rato de su tiempo de litigios para reunirse en tertulia con poetas o con fervorosos colegas idólatras del verso. Los ingenieros enriquecían sus infinitas matemáticas con el  tirabuzón de un verso, y los periodistas resbalaban por los versos cojos para matizar sus crónicas. Las lánguidas novias esperaban al pie de la ventana un verso que tuviera aromas de rosicler y rimas telegrafiadas para  corazones desfallecidos. Los encargos sentimentales más drásticos o sutiles recaían en manos de lo poetas, así fueran graves neuropatías (bien lo supo Silva) o las más indecisas definiciones del amor (los poetas solo podemos suspirar, respondería de Greiff).

Pero la poesía fue perdiendo su trono absolutista, y con toda razón. En medio de versos acaramelados, de retóricas funerarias, de acicaladas memorias finiseculares, la vida cambiaba, y el asesinato de un líder político, ese magnicidio prolongado, disparó una violencia que entre otras cosas hizo desolar los campos y crecer las ciudades, en un ritmo de violencia rural y de crecimiento urbano que no ha cesado. La violencia exigió crónicas, relatos y  ensayos que explicaran lo que estaba sucediendo, y eso fue lo que empezó a gestarse en las líneas de La mala hora, en las ciegas historias de El día señalado o El Cristo de espaldas, y  en las páginas de nuevos novelistas colombianos que metieron baza en una historia que continuaría con  la aparición del narcotráfico y del paramilitarismo y ahora se solaza en crudos esperpentos como aquellos de los falsos positivos.

Pero la poesía no perdió todas las batallas, al menos así lo demuestra el surgimiento de buenos poetas que surgen con  la fuerza de un país en desastre.  No perdió las batallas porque ha resurgido aupada por unos cuantos masoquistas que todavía leen poesía, a la inversa de un pueblo que lee muy poca poesía aunque también sea capaz de devorar una historia de buena calidad en medio del tráfago editorial que no da tregua con sus best-sellers, algunos desechables. 


El Festival en su apogeo


El mago era poeta

 En 1999, invitado por primera vez al Festival Internacional de Poesía de Medellín que llegaba a su edición novena, podía uno conversar a medias en inglés, a medias en fancés o en castellano con  poetas extranjeros que llegaron de todos los continentes conocidos. 60 poetas de todo el mundo parecían no caber de la felicidad y del asombro, cuando se plantaron frente a 7.000 personas el día de la inauguración y frente a casi 12.000 personas el día de la clausura en la plazoleta de Nutibara. Parecía un asunto de magia. Durante más de una semana (junio18-26), habíamos trajinado por auditorios de Medellín y de pueblos cercanos y la respuesta era la misma: auditorios llenos, un público muy joven que iba a los recitales no por novedad sino porque sentía cercana la poesía y aplaudía en los momentos más intensos o logrados de cada poema. Tuve entre otras una gran acogida en la Universidad de Antioquia como a alguien que hubiera tocado una fibra honda de la gente. Pero el mejor homenaje lo obtuve de un bacán de barrio, de un parce, que cuando me vio descender del bus hacia la plazoleta donde concluiría todo, se acercó  para preguntarme que si ese día también leería esos poemas bacanos del  tahúr[2]. Una joven señora se me acercó después de un recital en el Teatro de Bellas Artes para agradecerme por los poemas; en fin, uno entendía que la presencia del público no era decorativa, y que los esfuerzos de los organizadores, agrupados en la revista  Prometeo, en cabeza del poeta Fernando Rendón, no eran fallidos, y que el esfuerzo de los poetas que habían atravesado continentes enteros, desde Oceanía, África, Asia, Europa y las tres Américas, no había sido en vano.

La poeta surcoreana Lee Kang-Won sembró ternura por todas partes. La vimos desenrollar su roja sonrisa en los escenarios y por último girar en una danza cortesana con atuendos propios que nos maravilló, como si no hubiera bastado la delicadeza de  su poesía llena de perfumes orientales y colibríes fantásticos, tomados de su sugestivo libro Las lágrimas del camaleón. Leyó sus poemas en una cárcel de mujeres y porque uno de los poemas mencionaba las campanas de oro, una reclusa le recomendó, alarmada, que las guardara bien porque en Colombia se las robarían.

El alemán Hans Magnus Enszensberger nos regaló sus poemas cartesianos. Alternaban las voces del argentino Salvador Madariaga[3]  (Q.e.p.d.) y el cubano Alex Pausides y su esposa Aitana (hija del poeta Alberti), y las voces perentorias del afroestadounisense  Amiri Baraka, del nigeriano Niyi Osundare, siempre en llave con el senagalés Amadou Lamine Sall, hombre que había sido encarcelado y torturado en su país rebelde, y sorprendía su inteligencia: era profesor de inglés en una Universidad de Inglaterra;  y me sorprendió el nómada berebere, Mahoumad Hawad, exiliado en Paris por su lucha tribal,  y la voz temblorosa del guayaquileño  Miguel Donoso. Y definitivamente me asombró el palestino Zakaria Mohammed (“…dejo a Dios  / que barra la arena / de su playa desierta”). Pero sobre todo, me sorprendió el fervor de la gente, su calurosa bienvenida y su respeto por la poesía.

Lo cierto era que en cada barrio o pueblo, los comités comunitarios se encargaban de planificarlo todo. Se trataba para ellos  de un evento participante en el que la comunidad tomaba la batuta y luchaba por ser incluido en los recitales. Nos esperaban con paciencia, nos recibían calurosamente y nos escuchaban de principio a fin[4].

El poeta indio nos sorprendería el día de la inauguración con una anécdota crucial. Narró que él estaba sentado en un parque, con su visible turbante y sus ropas blancas, cuando pasaba un niño que llevaba una bicicleta a rastras, quien se quedó mirándolo y se le acercó. “Usted debe ser un mago”, le dijo. “Sí, soy un mago”, le respondió el personaje. “Pues entonces arrégleme mi bicicleta”, le pidió candorosamente el niño. El hombre del turbante no perdió la ocasión para mostrar la sabiduría india: “Mira, yo soy un mago pero de las palabras”. “¡Ah! Entonces es un poeta!”, exclamó con fervor el niño”, sin importarle ya que no pudiera o no reparar su bicicleta.

  “No me despierten si es un sueño”

 El último día estaba lloviendo y la gente se mantuvo durante horas bajo improvisadas sombrillas y paraguas aguardando la hora de la despedida de los poetas. Bajo el torrencial aguacero, la consola recibió una descarga de agua que la inutilizó  y fue necesario esperar una hora para reponerla  y poder generar el sonido que llegara a todas las personas. Sin embargo, nadie se movió de su puesto bajo la lluvia. En improvisados coros gritaban: ¡”Poesía! ¡Poesía!”, y los poetas impacientes nos restregábamos las manos de ver cómo la gente sufría la lluvia y la incomodidad (debían permanecer de pié, hacinados bajo los paraguas del vecino, para no mojarse hasta el alma). El poeta guayaquileño, José Donoso, temblando de emoción, le pidió al poeta colombiano Juan Velasco (exactamente quibdoseño, ya lamentablemente fallecido), que  leyera sus poemas porque él era incapaz de hacerlo, tal era la emoción que lo apresaba. A mí me pidió que tomara una fotografía de la multitud para llevarla al Ecuador y mostrar que no se trataba de un concierto de rock sino de un evento de legítima poesía. El poeta Madariaga, con los ojos aguados, tomó un trago tras otro, incapaz de soportar la alegría, y su voz se quebró en los momentos de la lectura. El holandés Remco Campert me confesó sonriente que alguna vez en su país habían tenido que hacer un recital en un parque, a las estatuas, porque nadie había ido a escucharlos. La nota definitiva de esa noche –en la que nada superó el el fervor de la gente- la puso el poeta palestino Zacaria, cuando casi gritó: “If this is a dream, please dont` awake me”. (“Si éste es un sueño, por favor no me despierten”.)

Llegaba a su final esa noche uno de los episodios del mayor evento de poesía del mundo, y las despedidas con los amigos fue inolvidable, con el cubano, con el argentino Salvador Madariaga, con esa hermosa pájara guaraní llamada Susy Delgado, con el uruguayo Washington Benavides, que un día, frente a Madariaga, me  contó que sin  duda el pueblo natal de Gardel fue Tacuerambó, en Uruguay, hijo de estanciero argentino en una de sus criadas, y luego adoptado por la esposa francesa. Los cubanos nos invitaron al Festival de Poesía de la Habana y con otros poetas, algo que cumplimos algunos. Estaban también William Ospina, el  venezolano Calzadilla, el japonés Kasuko Sihiraichi sonriendo a quien pasaba frente él, mientras el  poeta vietmnamita  Nguyen Trung Duc me solicitaba unos poemas para traducirlos. El  poeta Rendón y Gloria Chavatal  iban de mesa en mesa despidiendo a todo el mundo. Rafael Patiño, el traductor oficial del evento, levantaba un brazo para despedirnos. Rematábamos con un trago aquí y alguien más nos llamaba. Los autógrafos, que la gente (niños y adultos) pedía siempre después de los recitales,  habían quedado atrás. La nostalgia se enredaba en cada frase, el  Festival parecía no detenerse con la clausura.

Porque la magia no terminó allí. Con un  poeta alemán, de cuyo nombre no me acuerdo, abordé el taxi hacia el aeropuerto José María Córdova,  de Rionegro. Inesperadamente, en la mitad del recorrido, un trancón nos detuvo (tapón dicen los paisas). Empezaron a transcurrir los minutos y la impaciencia del colega aumentaba. Si no llegaba a tiempo (y estábamos sobre el tiempo), él perdería la conexión del vuelo Bogotá-Berlín y le tocaba dormir en la desconocida Bogotá.  Entonces, con el rostro iluminado de quien vislumbra al fin la salida de un duro trance, me propuso que nos agarráramos de las manos y gritáramos, como lo había hecho la gente bajo lluvia la noche anterior de clausura: “¡Poesía! ¡Poesía!”. Así lo hicimos, y como por arte de magia, el trancón cedió, la cola infinita de automóviles dejó de estar quieta y llegamos minutos antes de que el vuelo del poeta saliera. Me despidió desde lejos con el grito de guerra: “¡Poesía! ¡Poesía!”. Le respondí con el mismo grito. La gente no se asombró de oírnos: algunos incluso se sumaron en voz baja a nuestra celebración, porque habían estado en esa loma de Nutibara donde la lluvia había inundado los cuerpos. Y, la poesía, los cuerpos y las almas.

 

 

Simientes

 

No perdures demasiado tiempo en el paraíso.

Toma pues los huesos de tu padre que aún yacen vencidos, me dije,

y vete, camina hacia tierras múltiples, hacia penínsulas hendidas como serpientes de marea.

Sembrarás allí semillas de árboles que reinen en altura con los más grandes sueños.

Pintarás sólo un cuadro y un poema: una mujer sonriente entre los girasoles.

Peces veteados vendrán a tus anzuelos

y de tus naves tirarán las corrientes

para que el tiempo sea liviano y asombres al bufeo.

haz todo lo que quieras y algo más.

No perdures demasiado en el paraíso

ni cultives otras flores que cambien demasiado tu suerte.

 

 (Alfredo Vanín - del libro Infancias anónimas)

  https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/ultimas_ediciones/54_55/vanin.html

 

 

Nota de Eduardo Gómez, desde Popayán:

 Pusieron en Netflix la película chilena "No"; a propósito, escribí lo que sigue:

Mil gracias!; gran filme; muestra cómo fue muy díficil convencer a veteranos izquierdistas de que un jingle progresista puede ser con rock (tiene que ser con rock), si se quiere conectar con la juventud...

Y muestra que a la hora de la comunicación masiva se requiere un creativo, un publicista (creo que en la vida real fue Valerio Fuenzalida), más que un teórico, un dogmático...

Compitió por el  Oscar en la modalidad de lengua extranjera. El director es Larraín, que luego hizo un película controvertida sobre Neruda: mítico poeta ahora fuertemente denunciado por las feministas..!

"La poesía es la única prueba de la existencia de hombre". (Cardoza y Aragón, guatemalteco). Feliz día internacional de la poesía!



[1] Slogan del IX Festival de Poesía de Medellín (1999).

[2] Se refería al poemario Jornadas del tahúr, inédito entonces, del que leí varios poemas. Fue publicado en el 2005 por Hoyos Editores de Manizales y en 2010 por el Ministerio de Cultura, junto con Cimarrón en la lluvia.  

[3] En aquel invierno conocimos una casa con / pájaros de polvo, / donde ardía una llama que quemaba todas / las flores. / Una casa llena de brujas aliadas de un poder asesino, / que no podían contra vos en los amaneceres / en que cantaba mi corazón, recién llegado / del llano.

[4] Años más tarde, en mi segunda participación en el XII Festival, en un pueblo apartado en la ruta hacia el Urabá,  la gente dejó la fiesta del Día del padre, que celebraban, para recibirnos, y como faltó el poeta panameño, nos pidieron que completáramos con más versos la ausencia del que no había llegado. Igualmente, recuerdo a Laura Yasán de Argentina y a  Thiago de Mello quien me solicitó el poema Andenes. 

sábado, 13 de marzo de 2021

 

MIRADAS A TUMACO

Por Alfredo Vanín

El nombre oficial de la ciudad es San Andrés de Tumaco. Su gran extensión rural lo convierte en uno de los municipios más grandes de Nariño y de Colombia. Hace límites con la Provincia de Esmeraldas (Ecuador), fronteras que solo demarcan un mapa, pero no una relación cultural fluida y llena de contradicciones: por un lado las relaciones  familiares y comerciales a pequeña escala, y por otra la desastrosa movilidad del narcotráfico que la convierte en una zona de alto peligro. La carreta binacional está a punto de ser concluida y unirá por fin a las dos naciones que antes aprovechaban el mar y el río Mataje para transportarse solo por vía acuática. Como “fundación oficial” se tiene la del  año 1.640,  atribuida a un sacerdote. Pero sin embargo, es mucho más confiable la versión de unos esclavizados que huyen de las minas del Telembí y otros ríos mineros y crean un poblado muy cerca de donde se encuentra ahora Tumaco. Hoy, los indígenas awá, de la cordillera, están en distintos lugares del Distrito. Los eperara se asentaron  en años pasados en zonas del río Mejicano –después de una larga peregrinación-  huyendo de la violencia en el río Saija y el Sanquianga, al norte. 


Estatuilla túmac

Pese a los conflictos, Tumaco sigue siendo un lugar exquisito, lleno de sorpresas y contradicciones. Según el mito, el pueblo creció  sobre tres peces, sobre los que la arena formó las tres islas: el Morro, La Viciosa y Tumaco.  Y cada vez que los peces cambian de posición, hay un terremoto. Lo cierto es que el pueblo está situado en una zona de alta sismicidad, sobre el famoso Cinturón de fuego del Pacífico. La silueta del Morro, en la playa homónima, es mayor sitio de atracción y el emblema de Tumaco, junto a Bocagrande, la playa histórica de la canción “Noches de Bocagrande”, de Faustino Arias Reynel.

Fue el asiento de una gran civilización denominada Tumaco-La Tolita que tuvo su origen en migraciones prehistóricas desde el actual país ecuatoriano. Su nombre obedece a las tolas o montículos donde se practicaban en algunos casos entierros ceremoniales.  La cultura túmac sorprende con los hallazgos arqueológicas. Eran cultivadores, orfebres  y pescadores. A la llegada de Francisco Pizarro y Almagro, con su tropa rumbo al Perú, estaba habitado por  un grupo de indígenas, diezmado ya, que decían descender de los Caras. La decadencia es atribuida por algunos investigadores a los grandes esfuerzos de expansión realizados hacia el norte del Pacífico, sin que los suelos fueran tan fértiles como los que dejaban atrás. Otra teoría, no confirmada, apunta a la acción de un tsunami que devastaría el territorio indígena. Dejó un gran legado de cerámica y orfebrería, que continúa descubriéndose, pero en gran parte mediante extracciones  ilícitas, no documentadas. El estudio de esta cultura es aun deficiente. Lo cierto es que cada día se desentierran cerámicas y piezas de orfebrería en oro, mayoritariamente de manera ilegal, sin documentación científica, que luego se comercian en mercados clandestinos.   

Tumaco vivió tiempos florecientes con la exportación de la tagua, hasta bien avanzado el siglo XX. Algunos europeos se establecieron en su territorio y dominaron el comercio. Grandes barcos veleros y motoveleros realizaban el comercio con el mundo. Pero la tagua cedió su puesto a una industria del plástico en el mercado mundial, aparte del agotamiento de la especie. Esta actividad marcaría la conformación estratificada de la sociedad tumaqueña de hace un tiempo.



El Estado colombiano y las poderosas empresas mineras, desde la lejana Colonia, destinaron  a los pueblos nuestros como proveedores de riqueza y mano de obra esclavizada o jornalera. Pero tanto Tumaco como los demás pueblos del Pacífico ha sufrido desde hace mucho tiempo también por causas internas como el vasallaje político y  la corrupción administrativa (salvo muy pocas administraciones),  dos realidades que cubren a toda Colombia, pero que en nuestros pueblos son mucho más desastrosas debido a las carencias seculares, que no serían tales si el rumo productivo asociativo de las comunidades negras e indígenas siguiera seguido su curso una vez emancipados. En Tumaco, por ejemplo, una familia se entronizó en el poder de una manera que hasta hoy tiene repercusiones en la estructura política. Y el panorama actual no es nada halagador, pese a que Colombia adoptó la elección popular de alcaldes, porque las estructuras de poder local impiden todo cambio, basadas en las carencias y credibilidad de las comunidades. La Constitución del 91 y todas las leyes étnicas y educativas que derivaron de ella, no han surtido el efecto necesario para el bien de las comunidades, por causas externas e internas. Para colmo, los peces  del mito se movieron.  El terremoto maremoto de 1979  causó grandes daños en la zona urbana. El corregimiento Playa  San Juan situado sobre el mar fue barrido por la marea y el casco urbano sufrió numerosas destrucciones.

A lo largo de su existencia, Tumaco ha tenido “bonanzas” económicas. La tagua (o marfil vegetal)  atrajo migrantes europeos; el caucho, la pesca, la palma africana y por último la siembra de coca, que convierte a Tumaco en uno de los epicentros del narcotráfico más importantes de Colombia, luego que fueran expulsados del Putumayo  gran cantidad de cultivadores y raspachines. Llorente, a una hora sobre la carreta a Pasto, es un centro importante del asentamiento que creció en los últimos años con la bonanza del narco, en medio de las comunidades negras y awá. El despilfarro de la nueva riqueza llega a límites que parecen incomprensibles, como lo es también la violencia y los graves desplazamientos de la población urbana y rural. Los jóvenes son reclutados desde muy temprano, en busca de un nuevo estilo de vida, basado en la ostentación, en los licores caros, los carros de alta gama y las celebraciones desmedidas y ostentosas, que marcan la nueva época. Las mujeres jóvenes están en constante peligro por violaciones o por la seducción que ejerce el poder económico. La tragedia que representó la implantación del monocultivo de palma africana significó un alto beneficio económico para los propietarios (inversionistas ausentes), una actividad que generó despojo de tierras,  lanzó a muchas familias a la zona urbana, y a muchos  jóvenes a la criminalidad, entre ellos los famosos “aletosos”, bandas que hicieron estrago sobre todo en las comunas más alejadas, a fines del siglo pasado.  

Lo cierto es que su situación actual es aterradora. La guerra llegó con desplazamientos, muertes continuas y el cambio drástico de aspiraciones de una juventud por el dinero abundante y rápido. La ineptitud  y la corrupción desde hace mucho tiempo mantienen expectativas no cumplidas y derechos fundamentales vulnerados. Con la llegada del monocultivo de la palma africana en los años 90, se inició el desplazamiento de campesinos y la pérdida de la autonomía alimentaria, y con  la siembra de la coca, se ha consolidado  la violencia de los grupos armados ilegales que comercian la cocaína que  desde allí sale a Centroamérica.

Con el ánimo de nombrar solo algunas figuras del arte, sin agotarlas, decimos que Tumaco ha producido destacados intelectuales, poetas, decimeros, músicos y cantantes de gran talla. Poetas como  Payán Archer de talla nacional e internacional, al igual que Faustino Arias. Caballito Garcés y Tito Cortés siguen siendo las figuras más reconocidas entre los artistas locales. Caballito Garcés tiene una estatua que lo inmortaliza. El marimbero Francisco Saya  es uno de los inolvidables maestros de música vernácula que produjo Tumaco. La escuela Túmac de música y fabricación de instrumentos, del maestro Francisco Tenorio, mantiene vivas las tradiciones musicales. La maestra cantora Eva Pastora desciende de la Cueva del Sapo, una casa que debe recordarse siempre porque era allí donde el bambuco viejo tenía la fuerza que proyectó hacia los nuevos tiempos. Sin embargo, muy pocos recuerdan a Terig Tucchi, un cantante y míusico internacional que fue muy reconocido en Argentina y Nueva York.

En la décima,  no podemos olvidar al decimero Catalino Moreno,  “la alondra pindaleña”, que seguramente  fue el autor de una de las décimas glosadas más importantes del Pacífico: “La concha de almeja”, una composición que circuló por toda la región Pacífico, cuando la décima ejercía su función de poesía popular y crónica de la vida ribereña. Solo hace pocos años comenzó a ser publicada, y ha permitido que perdure. Benildo  Castillo, “el autor de las tres letras”, fue su alumno. El Diablo, un tenaz decimero ha continuado el legado difundiendo por Colombia una práctica poética oral de gran arraigo en otros tiempos y creador de escuela en Tumaco, donde escuché alguna vez una décima recitada a ritmo de hip hop.

Stella Márquez, la Miss Universo de 1959, era tumaqueña. Entre otros acontecimientos, en Tumaco se creó el ya desaparecido Festival del Currulao, una actividad cultural que antecedió al Festival Petronio Álvarez, incluso con invitados internacionales, fruto de una idea de los líderes culturales Francisco Tenorio y Julio Montaño.

Un periodista nariñense, de cuyo nombre quiero acordarme, escribía algo estremecedor: a Tumaco no lo destruirá un tsunami sino la corrupción. Incendios, terremotos, corrupción, narcotráfico, señalan un cuadro trágico. Pero Tumaco tiene como muchos pueblos la fuerza para salir de la tragedia, poco a apoco, si hay un norte claro. Y ese norte está en la función como puerto en el sur, que ha sido descuidado, como productor agrícola de gran diversidad en otro tiempo, como centro turístico inigualable. Pero sobre todo con un cambio de mentalidad popular hacia la consolidación de un nuevo rumbo político. Tumaco debería ser el gran puerto al sur, junto a  Guayaquil (Ecuador), si realmente hay voluntad política del gobierno colombiano, dados los cambios que está sufriendo el comercio internacional y el límite al que llegará Buenaventura.

Grupo Túmac

 Fotos A. VAnín


VOCES EN TRÁNSITO

Para complementar  esta publicación,  le pedimos a varios personajes de Tumaco que nos enviaran algunas de sus percepciones sobre Tumaco, y a un escritor nativo que realizara una nota sobre los escritores y decimeros de Tumaco. Desde luego, no se agota todo lo que se puede afirmar o escribir sobre un pueblo, pero abrimos aquí un  recorrido por los pueblos del Pacífico, como un inmenso islario...

No hay fuerte inversión 

(Jorge Arellano, ingeniero civil)

 Veo que hay gran interés nacional e internacional por Tumaco. La carretera Tumaco-San Lorenzo esta próxima a ser inaugurada, traerá mucho turismo e impulsará el comercio. Pero Tumaco no está preparado. La vía Panamazónica sigue construyéndose. La explotación petrolera se avecina. El proyecto del puerto de aguas profundas está cogiendo cuerpo.

La gran cantidad de ONGs generan recursos y promueven el crecimiento económico.Todo está bien, salvo el crecimiento de la corrupción, las bandas criminales, el narcotrafico…

No hay fuerte inversión en el desarrollo social. No hay un estado fuerte nacional, departamental ni municipal. Se acerca la terrible fumigación por aspersion aérea que acarreará daños irreparables a las personas, a la flora y la fauna. Y contaminará los ríos.

 

Yo veo a Tumaco muy mal

(Julio Andrade,  comerciante y líder cívico)

No tenemos dirigencia en ningún ámbito. Estamos mal en lo político, en lo económico y en lo social. En lo político no veo perspectivas claras de líderes que puedan enderezar el rumbo de lo que estamos viviendo. De tal manera, que seguiremos siendo la finca de Neftalí.

Del otro lado, quienes se han agrupado para hacerle oposición,  tienen las mismas características de bandidos. No se vislumbra en el panorama, una tercería que pueda cambiar las cosas o hacer la diferencia. En lo económico, el sector comercial  desde hace algunos años ha venido sufriendo un descenso progresivo, que hoy acentuado por la pandemia, tiene este sector prácticamente en la quiebra. Sabemos que no hay empresas, ni industrias que generen trabajo suficiente y que por supuesto los empleadores del Estado, están politizados y además es un porcentaje menor. Sin embargo, y para nadie es un secreto,  este pueblo se sostiene gracias a una economía subterránea y que paradójicamente la necesitamos.

El tercer tema, el más preocupante, corresponde a lo social. Ya vimos en días passdos, el reflejo del resquebrajamiento de la sociedad, caída en lo más profundo del mal comportamiento de nuestros paisanos. Lo peor, es que esto tiende a empeorar. Podemos enumerar un sinnúmero de culpas y culpables, pero, no igual, soluciones. Cambiar este tipo de comportamientos, requiere de un trabajo articulado de muchas instituciones, esencialmente de presencia de Estado, y no precisamente de fuerza pública, sino de estamentos educativos,  culturales, etc., etc…

Convergen en Tumaco una cantidad de situaciones, que hacen de nuestra “perla”, el caldo de cultivo de condiciones invivibles. En el casco urbano de Tumaco convergen nada más y nada menos que los pobladores de 365 veredas. Gente del campo que ha sufrido durante toda su historia el abandono del Estado, muchísimos de ellos sin escolaridad alguna y, para acentuar la situación,  con poder económico ilícito y armado.

Fortalezas a futuro: difícil. Pero personalmente, tengo puestas las esperanzas en dos temas que podrían ser fundamentales:

El primero es la apertura del puente binacional del río Mataje, siempre y cuando el próximo gobierno, porque éste no creo, cumpla con las exigencia de Ecuador, de garantizar la seguridad y los establecimientos de control.

Lo segundo es el turismo, que sería el primer renglón de nuestra economía si nos lo propusiéramos con seriedad. Para ello, tendríamos que dar pasos fundamentales en materia de servicios públicos y saneamiento.  Sin esto no sería posible.

Rescatar para la comunidad las playas del Batallón (de Infantería de Marina) y que el gobierno entregue las casas fiscales que pertenecían a Ecopetrol, para un complejo hotelero, es un sueño que tengo hace años.

Solo esto cambiaría la historia de Tumaco, o por lo menos reduciríamos las cifras de desempleo en un 40 o 50 por ciento.

 

LA LITERATURA DE TUMACO

Por: Óscar Seidel*

Nuestros primeros habitantes en el Pacifico sur fueron los indígenas túmac. Luego poblarían el territorio los Sindaguas y finalmente los Awas. Hay dos versiones sobre el origen de los Tumac: la primera es que descienden de los mayas, y la segunda es que provienen de los caras del Birú.                                                                                                                                            

Luego vendrían los europeos. Fue Vasco Núñez de Balboa el que atravesó la serranía del Darién para descubrir que al oeste de Panamá había un hermoso océano al que bautizó Pacifico, o Mar del Sur. Después nos invadió el extremeño Francisco Pizarro. Impusieron su religión y el idioma castellano, que desde entonces lo hablamos y escribimos.                        El ciclo de migraciones se cierra con los nativos africanos, quienes fueron esclavizados para  aportar la fuerza física al fatigoso trabajo en las minas, en la pesca, y en la agricultura, y aunado a su alegría del baile, el misterio de la Santería, y el sonido fuerte de sus dialectos, se mezclaron con las otras comunidades para conformar la etnia Pacífica.                                                                                                         

En principio los indígenas y los negros se comunicaron a través de sus lenguas, pero ante la presión de los europeos terminaron hablando idioma de Castilla, entreverado con sus lenguas que hablaban de forma oculta. Esto dio origen a la culta palabra del Pacifico, la cual se difundió a través de la oralidad en montes y ríos, y en el lenguaje de los puertos marítimos y fluviales.                                                                                                                      

Tiempo después, empiezan a aparecer expresiones culturales escritas, que no dejaron olvidar sus historias y vivencias expresadas de forma oral. Es así como surge,  hacia la tercera década del siglo XX, una pléyade conformada por poetas, ensayistas, cuentistas, cronistas, y novelistas, quienes inspirados en el mar y la selva escribieron prosas y versos fabulosos. El mar, siempre el mar, ha inspirado a nuestros cultores de la palabra en el Pacifico, y a través del mar cantan, ofrecen amor, y expresan sus desdichas por la mujer que se fue, como el río que desemboca en el mar.        

Después de trasegar por este mar literario, sólo nos resta decir que tanto la  Tradición literaria Oral como la palabra escrita incidieron para que en Tumaco se cultive de manera intensa  la palabra.  Mencionemos algunos autores tumaqueños de esta y las pasadas décadas, que han sido publicados:                                                                    

 

Poesía

-Guillermo Payan Archer: La Bahía Iluminadaa y CenizaViva.                                                                                         

 -Faustino Arias Reinel: Sermón del Superviviente.       

 -Manuel Benítez Duclerc:  La Isla de los sueños.                                                           -Herman “Moro” Manzi Benítez: Ramas  y Prisionero del mar .                                         -Piedad Ayora: Motivaciones.                                                                                        -Helena Jiménez de Lozano: Remembranzas  y olas.                                                      -Álvaro Benítez Acevedo: Presencia del recuerdo  y Amanecer y         Triunfo.                                                                                                                      --José Ziadé Benítez: Ensoñación marina.                                                                        -Nila Del Castillo: Reencuentro con mis ancestros.                                                         -José María Obando Garrido: Bajel de mi  destino.                                                       -Octavio Montes Arango: Decálogo de versos constructores de paz.                          --Carlos Francisco Palma Urbano: Aparece en Antología de poesía Nubes Verdes.

 -Lino Antonio Sevillano: Navegación interior.                             

-Carlos Vásquez-Zawadzki: Liberaciones  y  Percusiones.                                              -Jenny Tenorio Caicedo: Entre el olvido y la esperanza.

Cuento

-Oscar Benítez Del Hierro: Cuentos y Cantos de amor y de mar.                                                                                              

-Fernando Pinzón: El país del mar y Los perros de la risa amarilla.                     

-Hernando Arcos Salazar: Crónicas de la manglería.                                                            

-Óscar Seidel: En el mar de sus recuerdos y Contra el destino nadie la talla.                                                                                                                                                             Luis Alfonso Obando: Los hambrientos de Dios.

Novela

-Ligia Vonblon: Salvador el hombre que amaba el mar.                                        

-Stella Estrada Mosquera: El doctor sin letra.                                                                                 

3. Oscar Seidel:  El dulce olor de Puerto Perla.

Décima                                                                                                                                 -Benildo Castillo: Décimas del Pacífico (antología de Óscar Mora)

-Francisco Carabalí Castro (“Pachìn”): “La tunda brava”                                                 -----Carlos Rodríguez (“El diablo”): Trayecto de la Palabra.                                                      -Telmo Santiago Angulo (“El decimero menor”):  “Décima Cimarrona”.

Etnoinvestigación

-Justo Walberto Ortiz: Diccionario Tumaqueño.                                                            -Luis Antonio Biojò Cortés: Creencias y costumbres negras.          

-Telmo Leusson Flórez: Conozca a Tumaco.                                                                          -José Carabalí Casto: Perfiles. Dirige la revista La Mina.                                                        

-Jefferson Sánchez Cifuentes: Ensayos sobre Tumaco.  

 Francisco Benítez Acevedo: Mosaico de una Época.                                                            -Gustavo Escrucería Delgado: Histografía de Tumaco y Divertimento.


*Óscar Seidel es ingeniero industrial y narrador.


El tema musical de hoy:

“Te vengo a cantar”, del Grupo Bahía, dirigido por el compositor y músico guapireño Hugo Candelario González: 

https://youtu.be/mjeF1fdz75M