viernes, 21 de junio de 2013

Retomamos hoy (en pleno solsticio de verano) el blog que había quedado olvidado en alguna parte de nuestros viajes. Reiniciamos la tarea (ojalá sin soluciones de continuidad) con un maravilloso texto de la profesora Matilde Eljach de la Universidad del Cauca (Popayán, Colombia), quien (a propósito de un recital en Popayán) mediante un recorrido profundo, descifra elementos de una cosmovisión poética. A ella nuestras gracias. A los lectores, igualmente. 

ALFREDO VANÍN
               
Por Matilde Eljach*

        “El fermento se cuece en el limo…” dice el poeta, etnólogo y escritor Alfredo Vanín, quien nació en 1950 a orillas del río Saija, jurisdicción del municipio de Timbiquí, región Pacífica caucana, entre la cordillera y el mar, cerca de Guapi donde creció y en Buenaventura y Cali donde siguió construyendo su vida. Podríamos oírlo decir sobre su nacimiento: “Brun el Ungido nació en pueblos coronados por el soplo de la Madre-del-Agua./ Sus historias, como los pájaros querían,/ se narran en esquinas,/ en orillas donde la muerte es más esquiva./ Corren como los ríos: aligeradas de memoria,/tornadizas y húmedas,/ manchadas de prodigios”. Desde su primera infancia expresó sus capacidades poéticas con la escritura amorosa, publicada en su primer libro de poemas, Alegando que vivo. Ha sido profesor, periodista, investigador cultural, poeta, narrador y ensayista. Dirige talleres de formación literaria y es consultor en instituciones y organizaciones sociales. Varias veces ha sido condecorado, premiado e invitado a festivales y certámenes internacionales de poesía. En 2011 la Universidad del Cauca le concedió el Doctorado Honoris Causa en Literatura, en reconocimiento a su inconmensurable aporte a las letras y a la cultura.

        Los excepcionales habitantes del paisaje de su infancia van a poblar toda su obra con una complicada cosmovisión que dibuja una trama laberíntica: “Mi boca está llena del rumor de los hierofantes./ Sé que debo transgredir las fronteras y aventurarme más/ allá de la espesa selva que huele a orines de diente-de-sable./ Me tornaré invisible cuando haya alzado la burbuja de/ rocío que esconden las piedras./ Entonces olvidaré mi nombre y desdeñaré los otros. No/ seré ni el Gaviero ni Altazor. Seré únicamente el fuego/ trasnochado de un soñador que dejé atado al banquete”.

        La literatura y los estudios humanísticos sociales y antropológicos le equiparán a su camino los mitos heredados de la antigüedad helénica, logrando el renacer de los tiempos en la madre agua, la madre mar: “Surgí del mar, a un paso de los desvelados,/ y fui dueño de un río que corría a los brazos/ de la madre del agua…”. Vanín reconstruye el Pacífico colombiano, por la alusión al río, a los peces, a los caminos intrincados e indomables: …Allí donde el mar pregona un son, el tambor es gavilla En el rayo para los hijos de Obatalá. En contra de todo vendaval conservaremos Nuestros reinos…nos canta Vanín en su poema, resaltando el significado espiritual que marca su quehacer literario, permitiendo el detonar de la ancestral rebeldía y la persistencia en resistir a lo inhumanamente instituido: “Es mi manera de alterar el orden/ sin incitar las fauces/ que son comunes a ciertos especímenes/ de la nueva tragedia./ Un asedio en la lluvia/ una astromelia que claudica/ pero nada detiene mi discordia/ ni mis sueños que nuevamente han fracasado/ y ahora purifico en las hogueras/ de la rabia y el júbilo/ harto digno de mi nuevo pánico”.

La obra de Alfredo Vanín inserta la selva, los ancestros, los elementos fundantes de la cosmovisión del pueblo negro; perfila su visión del mundo, el orden de relación con las cosas. Señalan las formas de ser uno con la naturaleza y con los otros seres, para instalarse en el mundo de manera ritualizada.  

En su novela Los restos del vellocino de oro (2008), recaba en la noche de los tiempos, aquella “última pieza viva del rompecabezas de su génesis”, en la tradición oral de su pueblo, en la memoria viva y presente de sus ancestros, en el registro palpitante de las voces de su pueblo, “por los callejones de sus recuerdos”.

Entre sus libros de poesía destacamos Alegando que vivo, 1967, Cimarrón en la lluvia, 1991,  Islario, 1998, Desarbolados, 2004. Y entre su narrativa: El tapiz de la hidra, 2003, Otro naufragio para Julio, 2004, Historias para reír o sorprenderse, 2005 y Jornadas de tahúr, 2005, en los cuales las palabras entregan un territorio de lluvia, vegetación desbordada y ríos de barro y fábula. Y que se expresan allí, en esas otras formas de vida-muerte que es la cotidianidad de muchos pueblos. Donde los niños mueren de desnutrición, de abandono, de indiferencia; donde los niños ven un mundo precario desde la barrera, en un mundo donde no hay acceso posible; porque todo confluye en una especie de memoria-olvido, ante lo cual la obra poética de Vanín levanta la belleza de la palabra fustigante y poderosa, cargada de sentido y de esa forma que asume la esperanza que es mucho más que razón y poder,  y constituye esa otra razón, ese otro poder, auténtico, recóndito, alimentado con la fuerza y el poder de los ancestros; y de sus novelas mencionamos Otro naufragio para Julio y Los restos del vellocino de oro.

Alfredo Vanín es la voz que habla por todas esas voces, porque solo quien ha vivido con la búsqueda de caminos invisibles que reescriben otros tiempos, puede sin duda alguna, desbrozar laberintos hechos de mar y lluvia, de llanto y puños levantados. Cimarrón en la lluvia y ante el viento, desencadenador de fuegos, el poeta invoca para sí, para nosotros, para la vida, para el futuro, a sus “Dioses de mar y fuego/ de turbulencias en los ojos/ invocados a la hora de irse a pique las naves/ cuando tiemblan y padecen los invisibles/ caballeros del océano…”.

Maestro Vanín, gracias por traernos esta tarde las naves encantadas en las que zarparemos en busca de nuestra ancestralidad guerrera, que desde la desmemoria de los tiempos, sigue cantando en contra de todo vendaval para devolvernos nuestros reinos.

Popayán,  marzo 26 de 2013.


*Socióloga, Magistra en Antropología Jurídica; actualmente adelanta estudios en el Doctorado en Antropología en la Universidad del Cauca; integrante del Grupo de Investigación Cultura y Política y del Taller de Formación Literaria RELATA Popayán.

sábado, 2 de febrero de 2013


DE ISLA EN ISLA

DOS MOMENTOS DE CRISIS

1.  BASURAS Y POLÍTICA

             Una de las sorprendentes avalanchas que se dieron durante la crisis de las basuras en Bogotá DC, Colombia, fueron las producidas en la prensa contra el alcalde Petro. Es  cierto que hubo apresuramiento y falta de planificación, es cierto que la ciudad estuvo al borde de un colapso sanitario, pero el tono de la mayoría de las noticias dejaba entrever con  claridad que muchos periodistas esperaban o, mejor, querían que el plan de Petro fracasara.
     Critico la falta de planificación porque Petro, como marxista, debió saber que ningún capitalista renuncia de manera tranquila a sus privilegios económicos, llámense negocios, regalías, pensiones, concesiones. Y lo lógico fue establecer con ellos un plan gradual de reducción del  monopolio sobre la recolección de las basuras. Finalmente ellos en retaliación dejaron a Bogotá con enormes cantidades de basura a última hora, con el objetivo expreso de que el plan de Petro fracasara. Una jugada maestra, pero sencilla y previsible, que los tiene de nuevo en la tabla de acreedores crónicos del Distrito, por algo más de cuatro mil millones de pesos mensuales.
     Hubo apresuramiento porque aún no se tenían los mejores equipos para iniciar la recolección, frente al desafío que significa la producción de basuras en una ciudad nuestra, así sea la capital de la república. Hubo exceso de ingenuidad, igualmente, porque Petro lanzó un decreto que nadie cumpliría de la noche a la mañana: obligaba a reciclar en la fuente, pero cuando alguien está en contra de otro, sobre todo cuando los enfrentamientos son políticos, nos olvidamos  incluso de que somos partidarios de la ecología, incluso a veces fanáticos que armamos un sermón porque alguien arroja un papel a la calle. Fue un decreto en falso, porque no estuvo precedido de una reeducación de una ciudadanía que sigue dividida por la importación de los famosos carros recolectores.
     Digo que se quería que Petro fracasara. Los medios –hijos espurios del poder económico de nuestro país- nunca elogiaron la intención de Petro de permitir que por medio de la recolección de la basura, los recicladores tuvieran una participación destacada en la cadena de la basura, sino que a cambio los monopolios tradicionales, que en realidad funcionan apalancados por el poder político, continuarán usufructuando el enorme y a veces maloliente negocio. Elogiable la intención en un país que proclama a todos vientos que trabaja por la reducción de la pobreza, la desigualdad, la inequidad y la discriminación. Basura verbal que no se traduce en un programa objetivo sino que se presenta a retazos, en buenas intenciones, pero sin permitir que el monopolio económico salga de las manos donde siempre ha estado. Las cifras que presentan las ganancias del sistema financiero en este año pasaron del billón de pesos. Es un gran logro, dicen los medios, dicen los economistas, dicen los gremios. Pero para que esa cifra sea posible, es necesario matar de hambre a miles de colombianos, sin ninguna piedad. Pero por semejantes abismos de corrupción y de inequidad que reina en nuestro país, nadie es cuestionado, ni por la marginalización o muerte de miles de compatriotas.
En cabio, ya una autoridad civil dejó en claro que demandaría a Petro para ser destituido por atentar contra la salud de los bogotanos. Sin embargo, acabamos de leer noticias en las cuales el interés por la revocatoria del mandato de Petro no es del interés de sus más fuertes opositores políticos. Una paradoja, mientras la popularidad del mandatario decrece, pero los políticos más prudentes saben que un proceso de revocatoria de mandato es dispendioso.

2.  UN DÍA EN LA VIDA DEL PRESIDENTE CHÁVEZ

Los opositores y los medios de comunicación sensacionalistas parecen estar girando en medio de un remolino patológico. Exigen que se diga ya en qué lugar del cuerpo está localizada la enfermedad del presidente de Venezuela Hugo Chávez y por qué no firma ciertas cartas, si ya murió y está momificado, si habló con Cristina o con Ollanta Humala. En fin: equivale a decir que debe instalarse una cámara en la sala donde convalece, pero debe también diseccionarse el cuerpo de Hugo Chávez para que pueda observarse su estado de salud de manera directa. Porque no parece interesar como ser humano, sino como presa de la voracidad política de quienes en este momento están atacando los frentes de trabajo de un gobierno que decidió redistribuir la riqueza de un país, en lugar de continuar acumulándola en las manos de los monopolios, pero con los referentes situados en el gran imperio capitalista.
América Latina y el Caribe siguen mostrando cambios. Ver a mandatarios y ministros reunidos (de Martinica, de Haití, de Bolivia, de Ecuador, de tantos lugares), cuando antes no se tenía ese derecho fuera de la OEA, indica claramente que América está cambiando. Y que la misma OEA por boca de su Secretario declare que la Corte de Justicia de Venezuela tiene derecho a tomar una decisión sobre la ausencia de Chávez, es un gran avance.
Lamentablemente, al pueblo colombiano le hicieron creer que Chávez era un enemigo de Colombia, “porque allá le dan refugio a los terroristas de las Farc”. La verdad es que se trata de uno de los trucos antiguos: el modelo político de Caracas es diferente, trabaja –aun con sus errores- sobre la valoración de lo comunitario y la participación de un pueblo que antes era anónimo, irrelevante para las decisiones, salvo la de ir a las urnas.
Mientras abundan los rumores y los comunicados, los montajes fotográficos de diarios tan prestigiosos como El País de España, las incógnitas no se despejan. Pero no pueden despejarse de la manera casi carnívora como los opositores esperan la noticia de la muerte de Chávez, que es posible, pero Venezuela sabrá continuar por el rumbo –si el deceso o la incapacidad total se dieran- de la transformación a fondo de una sociedad que naufragó en la pobreza ocasionada por el petróleo, como ha naufragado la nuestra en Colombia con el oro, con el carbón, con el petróleo  y el ferroníquel, construyendo la opulencia para otros, y de ñapa saqueado por la corrupción, las pensiones irresponsables y la voracidad del capital. 

sábado, 12 de enero de 2013


UN VIENTO MÁS FUERTE QUE NUESTRA MEMORIA[1]

Crónica de un Festival de Poesía 
                                
Alfredo Vanín

En la prehistoria del siglo XX, la Poesía (con su ortodoxa mayúscula) dominaba el planeta colombiano. No había presidente que no fuera poeta, al menos en sus ratos libres; no existía abogado que no reservara un rato de su tiempo de litigios para reunirse en tertulia con poetas o con fervorosos colegas idólatras del verso. Los ingenieros enriquecían sus infinitas matemáticas con el  tirabuzón de un verso, y los periodistas resbalaban por los versos cojos para matizar sus crónicas. Las lánguidas novias esperaban al pie de la ventana un verso que tuviera aromas de rosicler y rimas telegrafiadas para  corazones desfallecidos. Los encargos sentimentales más drásticos o sutiles recaían en manos de lo poetas, así fueran graves neuropatías (bien lo supo Silva) o las más indecisas definiciones del amor (los poetas solo podemos suspirar, respondería de Greiff).
Pero la poesía fue perdiendo su trono absolutista, y con toda razón. En medio de versos acaramelados, de retóricas funerarias, de acicaladas memorias finiseculares, la vida cambiaba, y el asesinato de un líder político, ese magnicidio que todavía pagamos, disparó una violencia que entre otras cosas hizo desolar los campos y crecer las ciudades, en un ritmo de violencia rural y de crecimiento urbano que no ha cesado. La violencia exigía crónicas, relatos y  ensayos que explicaran lo que estaba sucediendo, y eso fue lo que empezó a gestarse en las líneas de La mala hora, en las ciegas historias de El día señalado o El Cristo de espaldas, y  en las páginas de nuevos novelistas colombianos que metieron baza en una historia que continuaría con  la aparición del narcotráfico y del paramilitarismo y ahora se solaza en crudos esperpentos .
Pero la poesía no perdió todas las batallas, al menos así lo demuestra el surgimiento poetas nuevos  como Giovanni Quesseps,   Jaime Jaramillo Escobar, Juan Manuel Roca, Horacio Benavides, ,  Rómulo Bustos y otros de gran calidad y  menos nombrados y otros que vienen surgiendo con la fuerza de un país en desastre.  No perdió las batallas porque ha resurgido del breve insomnio que significó el final del Nadaísmo y volvió lanza en ristre, aupada por unos cuantos masoquistas que todavía leen poesía, a la inversa de un pueblo que lee muy poca poesía y sí novelas accidentales y amarillescas, aunque también sea capaz de devorar una historia de buena calidad en medio del tráfago editorial que no da tregua con sus best-sellers, algunos desechables. 

El mago era poeta

En 1999, invitado por primera vez al Festival Internacional de Poesía de Medellín que llegaba a su edición novena, podía uno conversar a medias en inglés, a medias en fancés o en castellano con  poetas extranjeros que llegaron de todos los continentes conocidos. 60 poetas de todo el mundo parecían no caber de la felicidad y del asombro, cuando se plantaron frente a 7.000 personas el día de la inauguración y frente a casi 12.000 personas el día de la clausura en la plazoleta de Nutibara. Parecía un asunto de magia. Durante más de una semana (junio18-26), habíamos trajinado por auditorios de Medellín y de pueblos cercanos y la respuesta era la misma: auditorios llenos, un público muy joven que iba a los recitales no por novedad sino porque sentía cercana la poesía y aplaudía en los momentos más intensos o logrados de cada poema. Tuve entre otras una gran acogida en la Universidad de Antioquia como a alguien que hubiera tocado una fibra honda de la gente. Pero el mejor homenaje lo obtuve de un bacán de barrio, de un parce, que cuando me vio descender del bus hacia la plazoleta donde concluiría todo, se acercó  para preguntarme que si ese día también leería esos poemas bacanos del  tahúr[2]. Una joven señora se me acercó después de un recital en el Teatro de Bellas Artes para agradecerme por los poemas; en fin, uno entendía que la presencia del público no era decorativa, y que los esfuerzos de los organizadores, agrupados en la revista  Prometeo, en cabeza del poeta Fernando Rendón, no eran fallidos, y que el esfuerzo de los poetas que habían atravesado continentes enteros, desde Oceanía, África, Asia, Europa y las tres Américas, no había sido en vano.
La poeta surcoreana Lee Kang-Won sembró ternura por todas partes. La vimos desenrollar su roja sonrisa en los escenarios y por último girar en una danza cortesana con atuendos propios que nos maravilló, como si no hubiera bastado la delicadeza de  su poesía llena de perfumes orientales y colibríes fantásticos, tomados de su sugestivo libro Las lágrimas del camaleón. Leyó en una cárcel de mujeres y porque uno de los poemas mencionaba las campanas de oro, una reclusa le recomendó, alarmada, que las guardara bien porque en Colombia se las robarían.
El alemán Hans Magnus Enszensberger extendió sus poemas cartesianos. Alternaban las voces del argentino Salvador Madariaga[3]  (Q.e.p.d.) y el cubano Alex Pausides y su esposa Aitana (hija del poeta Alberti), y las voces perentorias de Amiri Baraka, del nigeriano Niyi Osundare, siempre en llave con el senagalés Amadou Lamine Sall, hombre que había sido encarcelado y torturado en su país rebelde, y sorprendía su inteligencia: era profesor de inglés en una Universidad de Inglaterra;  y me sorprendió el nómada berebere, exiliado en Paris por su lucha tribal,  Mahoumad Hawad y la voz temblorosa del guayaquileño  Miguel Donoso. Y definitivamente me asombró el palestino Zakaria Mohammed (“…dejo a Dios  / que barra la arena / de su playa desierta”). Pero sobre todo, me sorprendió el fervor de la gente, su calurosa bienvenida y su respeto por la poesía.
Lo cierto era que en cada barrio o pueblo, los comités comunitarios se encargaban de planificarlo todo. Se trataba para ellos  de un evento participante en el que la comunidad tomaba la batuta y luchaba por ser incluido en los recitales. Nos esperaban con paciencia, nos recibían calurosamente y nos escuchaban de principio a fin[4].
El poeta indio nos sorprendería el día de la inauguración con una anécdota crucial. Narró que él estaba sentado en un parque, con su visible turbante y sus ropas blancas, cuando pasaba un niño que llevaba una bicicleta a rastras, quien se quedó mirándolo y se le acercó. “Usted debe ser un mago”, le dijo. “Sí, soy un mago”, le respondió el personaje. “Pues entonces arrégleme mi bicicleta”, le pidió candorosamente el niño. El hombre del turbante no perdió la ocasión para mostrar la sabiduría india: “Mira, yo soy un mago pero de las palabras”. “¡Ah! Entonces es un poeta!”, exclamó con fervor el niño”, sin importarle ya que no pudiera reparar su bicicleta.

 “No me despierten si es un sueño”

El último día estaba lloviendo y la gente se mantuvo durante horas bajo improvisadas sombrillas y paraguas aguardando la hora de la despedida de los poetas. Bajo el torrencial aguacero, la consola recibió una descarga de agua que la inutilizó  y fue necesario esperar una hora para reponerla  y poder generar el sonido que llegara a todas las personas. Sin embargo, nadie se movió de su puesto bajo la lluvia. En improvisados coros gritaban: ¡”Poesía! ¡Poesía!”, y los poetas impacientes nos restregábamos las manos de ver cómo la gente sufría la lluvia y la incomodidad (debían permanecer de pié, hacinados bajo los paraguas del vecino, para no mojarse hasta el alma). El poeta guayaquileño, José Donoso, temblando de emoción, le pidió al poeta colombiano Juan Velasco (exactamente quibdoseño, ya lamentablemente fallecido), que  leyera sus poemas porque él era incapaz de hacerlo, tal era la emoción que lo apresaba. A mí me pidió que tomara una fotografía de la multitud para llevarla al Ecuador y mostrar que no se trataba de un concierto de rock sino de un evento de legítima poesía. El poeta Madariaga, con los ojos aguados, tomó un trago tras otro, incapaz de soportar la alegría, y su voz se quebró en los momentos de la lectura. El holandés Remco Campert me confesó sonriente que alguna vez en su país habían tenido que hacer un recital en un parque, a las estatuas, porque nadie había ido a escucharlos. La nota definitiva de esa noche –en la que nada superó el estoicismo y el fervor de la gente- la puso el poeta palestino Zacaria, cuando casi gritó: “If this is a dream, please dont` awake me”. (“Si éste es un sueño, por favor no me despierten”.)
Llegaba a su final esa noche uno de los episodios del mayor evento de poesía del mundo, y las despedidas con los amigos era inolvidable, con el cubano, con el argentino Salvador Madariaga, con esa hermosa pájara guaraní llamada Susy Delgado, con el uruguayo Washington Benavides, que un día, frente a Madariaga, me  contó que sin  duda el pueblo natal de Gardel fue Tacuerambó, en Uruguay, hijo de estanciero argentino en una de sus criadas, y luego adoptado por la esposa francesa. Los cubanos nos invitaban al Festival de Poesía de la Habana y con otros poetas. Estaban también William Ospina, el  venezolano Calzadilla, el japonés Kasuko Sihiraichi sonriendo a quien pasaba frente él, mientras el  poeta vietmnamita  Nguyen Trung Duc me solicitaba unos poemas para traducirlos. El  poeta Rendón y Gloria Chavatal  iban de mesa en mesa despidiendo a todo el mundo. Rafael Patiño, el traductor oficial del evento, levantaba un brazo para despedirnos. Rematábamos con un trago aquí y alguien más nos llamaba. Los autógrafos, que la gente (niños y adultos) pedía siempre después de los recitales,  habían quedado atrás. La nostalgia se enredaba en cada frase, el  Festival parecía no detenerse con la clausura.
Porque la magia no terminó allí. Con el  poeta alemán, de cuyo nombre no me acuerdo, abordé el taxi hacia el aeropuerto José María Córdova,  de Rionegro. Inesperadamente, en la mitad del recorrido, un trancón nos detuvo (tapóndicen los paisas). Empezaron a transcurrir los minutos y la impaciencia del colega aumentaba. Si no llegaba a tiempo (y estábamos sobre el tiempo), él perdería la conexión del vuelo Bogotá-Berlín y le tocaba dormir en la desconocida Bogotá.  Entonces, con el rostro iluminado de quien vislumbra al fin la salida de un duro trance, me propuso que nos agarráramos de las manos y gritáramos, como lo había hecho la gente bajo lluvia la noche anterior de clausura: “¡Poesía! ¡Poesía!”. Así lo hicimos, y como por arte de magia, el trancón cedió, la cola infinita de automóviles dejó de estar quieta y llegamos minutos antes de que el vuelo del poeta saliera. Me despidió desde lejos con el grito de guerra: “¡Poesía! ¡Poesía!”. Le respondí con el mismo grito. La gente no se asombró de oírnos: algunos incluso se sumaron en voz baja a nuestra celebración, porque habían estado en esa loma de Nutibara donde la lluvia había inundado los cuerpos. Y la poesía, los cuerpos y las almas.


Tres poemas leídos en el Festival

Anónimos 

El futuro se reservaba a quienes no creían
en la resurrección
ni en la resignación de los muertos
que deben de tener la piel muy dura
de tanto estrecho espacio sin sentido.
Todo pasó: las cartas de la antigua esclava
los gritos del capitán en la maniobra
y hasta el fuego divino.
Pasará un brazo del viento y me borrará
pasará tu mirada y ya seré invisible.


Reinas
    
Aquellas bocas inusuales, de mujeres tan bellas como el arrecife,
no siempre coronadas por  el halago de los mercaderes,
con sus cabellos no siempre ondulantes al viento
o seducidas por los afeites de los catadores.
Las recuerdo como el campanear de la lluvia
que remonta la memoria más allá de los vientos
en el que naufragaron tantos dioses.
Tenían apellidos extraños, tan extraños que ignoro
a dónde fueron a nacer con sus rostros de mestizas malíes o bejaras,
con sus sílabas rotas como caracoles o venganzas de pájaros.
Tenían largos y ondulados los muslos y en ellos se podía repetir una guerra,
una alianza de fugitivos o nictálopes,
en sus ojos como almendras humedecidas podía cantar un barco al mediodía,
en sus senos parecía que la madrugada era  un juego,
que las canoas llegarían sin duda a remontar sus aguas para quedarse para siempre.)

Ellas, en medio de sus orillas, en esas riberas donde yo nací siempre.
Algunas fueron reinas y sonreían fascinadas desde postales que las hicieron más olvidadizas.
Reinas de ríos fugitivos que no sabremos dónde se ocultaron.

Andenes

Y he aquí que escribí los más altos poemas
cuando me hallaba en el exilio, muy cerca de las costas del mar.
Pero juré un día volver a las luces agónicas de londres
a las ensangrentadas piedras de menphis
a las rocosas islas de un caribe remoto
en medio de las olas que el mar impuro no reclama.
En aquellos tiempos las novias tenían la certeza de que no volvería
y aquello anegaba mi alma de una dicha inefable, parecida a la que guardan los ángeles
en las edades de quimera.
Salvo por las norias humanas de blade runner,
supe que este ya no era mi siglo: se había ido entre fantasmas,
había emigrado entre marinos de fanfarria, clonado por una máquina hechicera.
Por eso fui en busca de luz y tuve contacto con seres de otros mundos:
tigres marcados, arañas dobles,
hombres fosforescentes, mujeres como espejos de bronce,
vi la existencia equívoca y conocí la esencia de los mares.
Todo eso me fue revelado
para que un día predicara lo desconocido.
Pero no fui escuchado, me dieron a cambio las prisiones por casa
y estando allí recordé las visiones y escribí los más altos poemas.


[1] Slogan del IX Festival de Poesía de Medellín (1999).
[2] Se refería al poemario Jornadas del tahúr, inédito entonces, del que leí varios poemas. Fue publicado en el 2005 por Hoyos Editores de Manizales y en 2010 por el Ministerio de Cultura, junto con Cimarrón en la lluvia.  
[3] En aquel invierno conocimos una casa con / pájaros de polvo, / donde ardía una llama que quemaba todas / las flores. 7 Una casa llena de brujas aliadas de un poder asesino, 7 que no podían contra vos en los amaneceres / en que cantaba mi corazón, recién llegado / del llano.
[4] Años más tarde, en mi segunda participación en el XII Festival, en un pueblo apartado en la ruta hacia el Urabá,  la gente dejó la fiesta del Día del padre, que celebraban, para recibirnos, y como faltó el poeta panameño, nos pidieron que completáramos con más versos la ausencia del que no había llegado. Igualmente, recuerdo a Laura Yasán de Argentina y a  Thiago de Mello quien me solicitó el poema Andenes. 

viernes, 4 de enero de 2013


Autores en la antología Palabras pacíficas

AUTORES ANTOLOGADOS (Los enlaces son de NTC ...)
Pedro Cieza de León
Sofonías Yacup
Rogerio Velásquez
Carlos Arturo Truque
Guillermo Edmundo Chaves
Helcías Martán Góngora http://dintev.univalle.edu.co/cvisaacs/martan/index.htm
Hugo Salazar Valdés
Guillermo Payán Archer
Arnoldo Palacios http://tarabitares-y-divaneos.blogspot.com/2009_10_22_archive.html
Óscar Collazos http://dintev.univalle.edu.co/cvisaacs/collazos/oscar_collazos.htm
Juna B. Velasco Mosquera
Flover González Cortés
Mary Grueso
Alfredo Vanín http://dintev.univalle.edu.co/cvisaacs/index.php?option=com_content&task=view&id=434&Itemid=5
Hernando Revelo Hurtado
Medardo Arias http://ntc-eventos.blogspot.com/2008/09/blog-post.html
Óscar Olarte Reyes
Faustino Arias Reinel
Tomás González
José Zuleta Ortiz http://josezulor.blogspot.com/
Fernando Pinzón

Autores en la antología Palabras pacíficas

AUTORES ANTOLOGADOS (Los enlaces son de NTC ...)
Pedro Cieza de León
Sofonías Yacup
Rogerio Velásquez
Carlos Arturo Truque
Guillermo Edmundo Chaves
Helcías Martán Góngora http://dintev.univalle.edu.co/cvisaacs/martan/index.htm
Hugo Salazar Valdés
Guillermo Payán Archer
Arnoldo Palacios http://tarabitares-y-divaneos.blogspot.com/2009_10_22_archive.html
Óscar Collazos http://dintev.univalle.edu.co/cvisaacs/collazos/oscar_collazos.htm
Juna B. Velasco Mosquera
Flover González Cortés
Mary Grueso
Alfredo Vanín http://dintev.univalle.edu.co/cvisaacs/index.php?option=com_content&task=view&id=434&Itemid=5
Hernando Revelo Hurtado
Medardo Arias http://ntc-eventos.blogspot.com/2008/09/blog-post.html
Óscar Olarte Reyes
Faustino Arias Reinel
Tomás González
José Zuleta Ortiz http://josezulor.blogspot.com/
Fernando Pinzón



jueves, 3 de enero de 2013

PALABRAS PACÍFICAS

Antología desde y hacia el Pacífico


Hace tres años,  la Sociedad Regional Portuaria de Buenaventura apoyó la edición de Palabras pacíficas, que salió a la luz en noviembre de 2009, luego del trabajo de compilación, de parte mía y del también poeta y narrador José Zuleta.
El 28 de diciembre de 2012 se realiza la primera reimpresión,  esta vez con el auspicio de la Alcaldía Municipal de Cali,  mediante la Secretaría Municipal  de Cultura, dirigida por la doctora María Helena Quiñónez Salcedo y la invaluable gestión -otra vez- del poeta Zuleta.
En palabras de conocedores, es la antología más completa del Pacífico hasta el momento, puesto que integra desde la tradición oral y la crónica histórica hasta los relatos y poemas modernos de escritores reconocidos, tanto nacidos en el Pacífico como habitantes o cómplices de otros pueblos y ciudades que lo han visitado o vivido en distintos momentos.
La historia del "escritor que nunca existió", Bonifacio Bergner, es ahora ahora puesta en su justa dimensión, de "Fantasía sobre una realidad", tal como el genio creativo de Pepe Zuleta lo renombró en esta ocasión, luego de que en la primera impresión su nombre se diera como cierto, siendo un ejercicio de taller de escritura de un autor que aun nonos  ha revelado su nombre. Siendo éste el único cambio realizado en los textos.
Gracias de nuevo a los autores vivos que prestaron sus textos, y a los familiares de quienes ya han fallecido por permitir su inclusión en este libro, que busca un Pacífico "capaz de nombrarse a sí mismo".


 Índice de textos y autores



miércoles, 2 de enero de 2013

Buen año. Comparto con ustedes este fugaz momento, captado por los amigos de la Revista Prometeo, del Festival de Poesía de Medellín, sede Quibdó (Chocó), en 2011.
http://www.youtube.com/watch?v=bAOYCTuM5QU