jueves, 21 de agosto de 2014


FECHAS EN TRÁNSITO: DÍA INTERNACIONAL DEL RECUERDO DE LA TRATA DE ESCLAVOS Y DE SU ABOLICIÓN Y DIEZ DÍAS DE PARO EN EL PACÍFICO COLOMBIANO

Con motivo del Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos y de su Abolición, el 23 de agosto, la señora Irina Bokova, Directora general de la Unesco, envió un mensaje al mundo, en el que resalta la labor histórica del pueblo haitiano por los derechos humanos, al convertirse en pueblo libre hace 210 años.  Esta gesta emancipadora probó el temple de los pueblos esclavizados y su lucha sin tregua por ser libres en toda América, construyendo de paso un precedente para todos los pueblos.
Esta epopeya, tan olvidada por los historiógrafos de Occidente, y por supuesto desconocida por el gran público mundial, invita a adentrarse en la historia verdadera y situar a los afros en su verdadero papel de emancipadores, frente a la explotación y la injusticia. Los nombres de Toissant de L`overture, de Dessalines, de Pétion, deben ser reivindicados, toda vez que marcaron rumbo en la emancipación americana,  y que Petion, por ejemplo,  ayudó a Simón Bolívar a reiniciar el camino de la gesta libertaria de los 5 países  que conformaron lo que se  llamó la Gran Colombia, cuando llegó derrtado y recibió del presidente Petion en Haití  ayuda logísitca y un gran consejo: meta al pueblo en esa lucha, no solo a aristócratas y  mantuanos. Los resultados no pudieron ser mejores, pese a las reticencias frente a los esclavizados por parte de la nobleza peninsular y criolla.

Toussaint Loverture


Nos dice la señora Bokova:

Más allá del sufrimiento, la historia de la trata de esclavos es también la historia de una lucha finalmente victoriosa por la libertad y por los derechos humanos, simbolizada por la insurrección de los esclavos de Saint-Domingue la noche del 22 al 23 de agosto de 1791. Su lucha fortaleció para siempre la conciencia de la igualdad de todos los seres humanos, y todos nosotros somos los herederos directos de este pasado. Esta visión emancipadora debe guiarnos en nuestros esfuerzos por construir una cultura de tolerancia y respeto. Mediante sus programas educativos y culturales y el apoyo a la investigación histórica, la Unesco quiere mostrar también la riqueza de las tradiciones que los pueblos africanos han sabido forjar en la adversidad – en las artes, la música, la danza y la cultura en el sentido amplio; creando vínculos indisolubles entre los pueblos y los continentes, modificando para siempre la fisonomía de las sociedades. Es un legado muy valioso para vivir en paz en nuestro mundo globalizado, en vísperas del Decenio Internacional de los Afrodescendientes (2015-2024).
La transmisión de esta historia constituye una condición indispensable de toda paz duradera, basada en el entendimiento mutuo de los pueblos y la plena conciencia de los peligros del racismo y los prejuicios. También nos ayuda a luchar continuamente contra las formas modernas de esclavitud y de trata de seres humanos, que aún hoy afectan a más de 20 millones de personas en todo el mundo.
Alexandre Pétion
Alexandre Pétion
Fiel a las palabras de Aimé Césaire, que decía a propósito de la Ciudadela de Haití: "A este pueblo que quisieron de rodillas le faltaba un monumento para ponerlo en pie", la Unesco participa activamente en la creación de un monumento permanente en honor de las víctimas de la trata transatlántica de esclavos, que se erigirá en la Sede de las Naciones Unidas.

DIEZ DIAS DE PARO EN EL PACÍFICO COLOMBIANO


Y como si fuera poco, los pueblos del Pacífico colombiano enfrentan una situación desastrosa y han tenido que recurrir a un paro que lleva diez días, sin que todavía se realice un acuerdo con el gobierno nacional y departamental para que se empiece de veras a solucionar los problemas históricos de estas comunidades.

 Los municipios costeros del departamento del  Cauca (Guapi, López, Timbiquí) y de Nariño (El Charco, Iscuandé, Mosquera  y otros) se mantienen en pie contra la corrupción y la falta de inversiones para mejorar la calidad de vida y la calidad de la participación política de las comunidades.  




viernes, 15 de agosto de 2014



Festival y Paro en el Litoral 


Elizabeth Castillo Guzmán
Agosto 14 de 2014

Esta semana el Litoral Pacífico es protagonista de dos noticias muy sonadas en los medios de comunicación nacional. 
El 11 de agosto amanecimos con un paro cívico en la costa pacífica, que a la fecha de hoy, suma doce municipios caucanos y nariñenses. Las razones de este levantamiento ciudadano se resumen en una palabra: inconformidad.
Se trata de poblaciones cansadas de la corrupción y el olvido, una combinatoria que produce hambre, analfabetismo, enfermedades y muerte social. Como lo han repetido en las emisoras radiales los voceros del paro, “un hombre negro con hambre, encerrado y abandonado puede hacer lo que sea”.
Dos días después de iniciado esta protesta pacífica, se inauguró en Cali el XVIII Festival Petronio Álvarez, evento que comenzó un 9 de agosto de 1997 en homenaje a Patricio Romano Petronio Álvarez Quintero, músico y folklorista nacido un primero de octubre de 1914 en el puerto de Buenaventura. Este evento se ha convertido en uno de los más prestigiosos de Colombia, que convoca las expresiones más tradicionales de la música del Pacífico, al tiempo que da cabida a nuevos géneros de fusión provenientes de agrupaciones jóvenes. Una semana entera para rendir tributo a los sonidos de las marimbas de chonta, los violines caucanos y las chirimías chocoanas.
Gentes de Guapí, El Charco, La Tola, López de Micay, Timbiquí, Mosquera, Barbacoas, Olaya Herrera, Francisco Pizarro, Santa Bárbara de Iscuandé, Magüi Payán y Roberto Payán, arriban con sus delegaciones cada agosto de cada año, para celebrar con sus “paisanos” de las colonias residentes en Cali, el mayor encuentro de la música afropacífica. Vienen de los municipios que a esta misma hora, protestan a la espera que el gobierno nacional atienda viejos acuerdos incumplidos   
Festival y paro. Dos imágenes de una misma realidad y una larga historia donde la risa y el dolor se juntan en los mismos troncos familiares, pero en geografías distintas.
250 mil personas reunidas en las Canchas Panamericanas de Cali, a la espera de agrupaciones de música que compiten por los premios Petronio Álvarez.
250 mil personas reunidas en las cabeceras municipales del Litoral Pacífico, a la espera de soluciones a temas urgentes de agricultura, salud, educación y seguridad.
Hace un siglo cuando don Petronio Álvarez nació, las regiones del Pacífico colombiano, parecían estar por fuera de los linderos de la nación. Por esa circunstancia el político caucano Sofonías Yacup, reclamaba en los años treinta el desarrollo para estos pueblos sin acueductos, vías de comunicación, escuelas u hospitales. De esta tremenda y dolorosa realidad surgió su metáfora Litoral Recóndito (1934).
Han pasado cien años desde que nació Petronio Álvarez, 70 desde que Yacup escribió su denuncia sobre la marginalidad de la costa pacífica colombiana, más de cinco paros regionales en los últimos treinta años  y 18 festivales desde 1997.
La música florece en medio de la guerra y la situación empeora con los días.

 Tienen toda la razón unos y otros, para celebrar y protestar…

¡Ojalá los de la fiesta no olviden que la música de marimba y chirimía viene de donde están en paro!
En el 2013 el grupo quibdoseño Rancho Aparte obtuvo el primer lugar en la modalidad de chirimía con el tema “Devuélveme a mi Campo”, una canción dedicada a los campesinos que se han desplazado y han abandonado sus tierras:

El oro bañado en sangre,
el campo se queda solo,
no tiene ningún valor,
digan sí a la vida,
vuelvan al campo a sembrar,

si el campo se queda solo
no tiene ningún valor,
volvamos al campo,
volvamos a labrar,
devuélveme mi campo que yo quiero sembrar.
(Grupo Rancho Aparte, 2013)








jueves, 14 de agosto de 2014

El Pacífico en paro

Primer Tiempo: Antecedentes

Los graves problemas del Pacífico responden, en gran medida, primero a una manera de responder la nación colombiana frente a sus fronteras, y en segundo lugar a la quiebra de los sistemas productivos propios del Pacífico y la ruptura de los tejidos sociales de unas comunidades que habían creado sus modelos de vida y luego fueron invadidos, enajenados sus territorios y por último –en desde la última década del siglo XX- sometidos a sangre y fuego.
 Las nuevas formas de explotación de la minería, intensiva, con métodos invasivos, destructores del medio ambiente y de la cohesión social, sin que se revierta nada –salvo la deforestación, la contaminación, la pobreza y la muerte-  y las comunidades tradicionales indígenas y negras  solo deben acogerse a las migajas que deja o desplazarse, dan cuenta de lo grave que es tener riquezas para que otros las aprovechen a la fuerza, con el consentimiento del estado que no hace valer los derechos de las comunidades. Y para colmo, esa mentalidad corrupta de la política se trasladó a los pueblos marginalizados y pobres.
El llamado por Sofonías Yacup “Litoral Recóndito”, comenzó a sacudirse frente a su oprobiosa marginalidad. Vinieron los paros de Buenaventura, de Quibdó, de Tumaco y de Guapi, en los famosos años setenta, ochenta y noventa. Los políticos nuestros,  que son capaces de cooptarlo todo o destruirlo, lograron que los movimientos se dispersaran, de manera que continuar esa lucha fuera una labor difícil porque siempre parecería que se empezaba de cero, dado que no existía una base permanente de trabajo ciudadano.
Sin embargo, el paro actual de municipios hermanos de la costa nariñense y caucana de Colombia, muestra que se ha dado un salto cuantitativo y cualitativo, que por cierto era necesario. Varios  municipios del sur del Pacífico colombiano, se unieron desde hace tres días para protestar contra las promesas incumplidas, contra la corrupción de la gran mayoría de sus mandatarios, quienes siendo nativos, elegidos por sus propios pueblos, deciden apropiarse de los dineros públcos o invertirlos de una manera no explicada todavía, condenando a sus comunidades a mayor pobreza, a más bajos índices de educación, salud y bienestar.

En Guapi (Cauca), por ejemplo, las vías públicas son de espanto. Las basuras campean en las calles e inclusos en algunos sectores se sigue haciendo rellenos antihigiénicos. El alcalde, Yarley Ocoró Ortiz, dedicó su mandato al ausentismo, a permanecer en Guapi solo el tiempo necesario para no ser declarado insubsistente. La suya fue una elección multitudinaria: el pueblo se había cansado de la hegemonía del poder en manos de una organización política que tenía total dominio sobre las elecciones. Le votaron masivamente para romper el círculo de poder que pertenecía a pocas manos, y no precisamente con buenos resultados. Y ahora pareciera que el mal hubiese sido peor que la enfermedad.
Hace un año, el pueblo se levantó durante quince días, bloqueó el aeropuerto, los embarcaderos y el comercio, para protestar contra el mal mandato del alcalde. Los pactos que se hicieron con las comisiones estatales jamás se cumplieron. Los problemas administrativos del alcalde no fueron al parecer advertidos por las entidades de control y el mundo siguió como antes.
Para colmo, en una práctica que se ha vuelto común en pueblos colombianos, en medio de todas sus carencias, el alcalde guapireño trató de calmar  la insatisfacción de la gente con una gran orquesta. De ese evento festivo  salió sin embargo abucheado e incluso hubo un atentado contra su casa. Cualquier persona entiende que estas reacciones responden a una reacción no organizada, anarquista, injustificable, pero explicable.
Pero sin embargo la falta de presencia y rendición de cuentas sobre compromisos e inversiones hechas sin las obras visibles, terminaron por llenar la copa. Y esta vez el eco fue general en municipios como La Tola, Iscuandé, El Charco, Guapi y Timbiquí.
Particularmente, la comunidad guapireña logró que el alcalde fuera suspendido, mientras se adelanta la investigación algo que estaba en mora de hacerse. El gobernador del Cauca, Temístocles Ortega, fue a entregar la resolución. Esperamos que se llegue a fondo, para que no se repita algo que impide el mínimo de calidad de vida de pueblos tradicionalmete luchadores y dignos, ahora vejados por la pobreza y la politiquería.  
Ojalá esta nueva situación sirva para que nuestros pueblos no entreguen sus votos a cambio de una limosna, ni por el politiquerismo ciego, sino que se elija bajo un concepto claro de lo que se quiere, que se exijan compromisos previos y se siga haciendo vigilancia ciudadana. Y que el estado modifique la manera de controlar a los servidores públicos, ahora que no existe el control previo de las inversiones, y la destitución de un alcalde es un proceso que si bien está contemplado en la ley, no existe conciencia ni decisión de las comunidades por hacerlo valer.






Segundo tiempo:

“La Peor Crisis del país está en el Pacífico Caucano”

Por: Redacción de la Fundación Acua

(Guapi y Bogotá,  12 de agosto 2014)

Entran en paro cívico las comunidades afrodescendientes del departamento de Nariño y Cauca, a  consecuencia de la  falta de  garantías por parte del  gobierno nacional, ellos queda de manifiesto por el incumplimiento reiterado de los pactos establecidos por las instituciones  gubernamentales, en particular en lo que se refiere a la distribución de recursos, asimismo, en la iniciativa se pide la participación de organizaciones que  salvaguarden  los   derechos  humanos de las comunidades afro.
Frente a estos hechos se han desarrollado 12 puntos  clave, en los que  se  exige garantías para el  ejercicio de participación real en los proyectos de orden territorial. Ello, teniendo en cuenta la autonomía de los territorios contemplada en la constitución política de 1991. El petitorio señala además  la  intervención por  parte de las  comunidades  en la veeduría de los recursos como regalías  para garantizar que  exista transparencia  que  llevan  a cabo las  administraciones. Las comunidades exigen rendiciones  de  cuentas, para  saber en qué  se  invierten  los recursos asignados a las comunidades afro en materia de salud, educación e infraestructura.
Dionisio Rodríguez, uno de los  miembros  del  paro declaró: ‘‘La situación más  crítica del país se  vive en el  municipio de  Guapi,  se vive la peor crisis:  de salud, la falta de  inversión en saneamiento básico, los  bajos niveles de educación y la crisis económica que está prácticamente en  bancarrota’’.
También cuestionó que la  crisis que  vive  esta  zona del  Pacífico caucano se  deben a que el  alcalde Yarley  Ocoró  Ortiz desde  su posesión el primero de  enero del  2012, solo viene tres días al mes al municipio  a recoger la plata que envía el Ministerio de Hacienda y se retira.
Últimos  informes del día de hoy, informan que  se concertó  una asamblea popular con la  comunidad  guapireña  para  comunicarles la  destitución del alcalde Yarley Ocoró por parte  Temístocles Ortega Narváez, Gobernador del  departamento. Las causas serían  el hallazgo por la Procuraduría de  algunas  irregularidades en las que  incurriría el  alcalde.

Ver además:
http://www.pacificocolombia.org/el-pacifico


lunes, 11 de agosto de 2014

EL INFANTICIDIO EN PALESTINA

Nuestra colaboradora habitual, Elizabeth Castillo Guzmán, rescata cuatro textos de Pablo Gentili (Buenos Aires 1963). Gentili, radicado en Brasil, es doctor en Educación, escritor, conferencista y activista por la educación y la infancia. El horror de una invasión. Una guerra que ambos estados deben parar, por injusta y desigual. Pero sobre todo debe parar la invasión del gobierno de Israel. “Ya no quedan palabras”, es la dramática conclusión del autor.

La infancia palestina y la evocación del Holocausto (1)

Por: Pablo Gentili | 28 de julio de 2014

Las principales víctimas de todo conflicto armado son los niños y las niñas. Son ellos quienes pagan las consecuencias más dolorosas de guerras producidas por un odio cuya herencia reciben como un legado de dolor y desconsuelo. Las guerras no las hacen los niños, nunca las hicieron, pero será sobre ellos que descargarán su pulsión de muerte y destrucción. Siempre ha sido así y así es hoy, en Palestina, en Sudán del Sur, en la República Centroafricana, en Irak, en Siria, en Ucrania o donde quiera que sea. La muerte de cualquier niño, de cualquier niña genera un daño irreparable a la humanidad. Expresa de forma brutal y absurda el desprecio que buena parte de la humanidad se rinde a sí misma. Cuando la infancia muere en las guerras, bajo la prepotencia de las armas, el hambre, las enfermedades o el abandono, toda la humanidad muere con ellas. Muere una muerte lenta y, como toda muerte, irremediable, irreversible, inimaginable. Mueren los niños y las niñas en las guerras. y, aunque no escuchemos sus llantos, también morimos nosotros con ellos. Aunque nada nos haya pasado, aunque siquiera sepamos de su existencia o nada nos importe su lejana presencia, todos morimos de a poco cuando muere un niño o una niña por el desprecio que algunos seres humanos le dispensan a la vida de otros seres humanos.

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Mahmud Hams / AFP

Palestina sangra la sangre de cientos de niños y niñas asesinados por el Estado israelí en cada una de las acciones y operaciones militares llevadas a cabo en Gaza y Cisjordania. No deja de llamar la atención el nombre que el gobierno de Israel le ha dado a su última escalada de violencia sobre los territorios palestinos: “Margen Protector”. Desde el inicio de la nueva operación militar, hace casi tres semanas, cerca de 200 niños y niñas han sido asesinados. Y muchos más morirán. Los matarán desde los tanques, con lanza-misiles, desde los barcos o desde modernos aviones no tripulados. Los matarán en sus escuelas, mientras juegan, en los hospitales, acurrucados debajo de sus camas, abrazados a sus madres, a sus padres o a sus hermanos. A Yasmin la mataron mientras trataba de proteger a su muñeca. Tenía ocho años. A Elias mientras dormía y soñaba quién sabe qué. Acababa de cumplir cuatro años y tenía cuatro hermanos: Ibrahim, de doce, Sawsan, de once, Yasin, de nueve, y Yasser, de ocho. Todos murieron con él. Un F16 israelí lo hizo. No creo que haya sido por error. No hay errores en las guerras.
A los niños y a las niñas palestinas los matarán antes de que mueran de miedo o de tristeza. Los matarán antes de que se den cuenta que su vida, como la de cualquier niño o niña, es sagrada y milagrosa para las dos religiones que justificarán o llorarán su muerte. Los matará uno de los ejércitos más poderosos del mundo, para “proteger” a sus propios niños y niñas, para que ellos puedan jugar y correr libremente, sin peligros por sus plazas, bañarse en el mar, ir a la escuela, o abrazarse tranquilamente con sus madres y sus padres, con sus hermanos, con sus muñecas. Para que puedan dormir serenamente, soñando quién sabe qué. Los matarán para que otros niños y niñas puedan reír.
No habrá kaddish que consuele su llanto. No habrá plegaria u oración que reconforte sus almas. ¿Dónde se habrá escondido Yahvé? ¿Es que no se da cuenta de todo esto? No fue la cultura ni la revolución, no fue la civilización ni la ciencia, no fue la tecnología ni el arte. Fue el odio. En la Tierra Prometida, a Dios lo mató el odio y la indiferencia.



La infancia palestina y la evocación del Holocausto (2)

Por: Pablo Gentili | 30 de julio de 2014

 Gaza es un enorme gueto, una ciudad sitiada, amurallada, que sobrevive, como Cisjordania, en un régimen carcelario que se agrava cada vez que Israel, bajo el argumento de su auto-defensa, inicia un proceso de destrucción masiva de la ya deteriorada infraestructura urbana palestina. Escuelas y hospitales, edificios públicos y calles, la red eléctrica y las cañerías son destruidas sistemática e intencionalmente por las bombas israelíes. Los ataques dejan a cielo abierto los desagües y vertederos, acabando con el agua limpia, siempre escasa, de los territorios. Las consecuencias del ataque seguirán cuando terminen las bombas. Algún día, los tanques israelíes se retirarán, esperando el nuevo ataque. Pero en Palestina seguirán muriendo niños y niñas por enfermedades que podrían haberse evitado. La muerte permanece en Gaza y Cisjordania. La muerte permanece, siempre.
El viernes pasado, el embajador israelí en Washington sostuvo que el Estado de Israel merecía el Premio Nóbel de la Paz. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, expresó su derecho a producir muerte y dolor. Dijo: “no hay guerra más justa que ésta”. Mientras tanto, comenzaba en el mundo islámico la fiesta del fin del Ramadán, el Eid al-Fitr.
En Gaza, no hubo festejos. A las cinco de la tarde, un drone israelí disparó un misil contra un grupo de niños que jugaba en el campo de refugiados de A-Shati, asesinando a ocho de ellos. Hamás no perdió tiempo y declaró que se trataba de un Eid a-Shuhada, el “Eid de los Mártires”. Israel asesina niños, Hamás los vuelve mártires, como si su muerte justificara la necesidad de dar continuidad a la guerra que libra contra la existencia misma de un Estado judío. Israel asesina niños y niñas indefensos. Hamás se alimenta del dolor irreparable generado por esta violencia, sembrando sobre los escombros de Gaza su filosofía de muerte y destrucción.
La delirante y fracasada estrategia militar de Hamás muestra un repudiable desprecio a la vida dentro y fuera de sus territorios. La organización yihadista descarga su arsenal de cohetes Qassam y BM-21 contra la población civil israelí. Algunos han impactado en su propio territorio, aumentando el número de muertes infantiles. Diversas organizaciones han denunciado la muerte de niños en accidentes producidos por la construcción de túneles hacia el territorio israelí.
Pero Hamás es el enemigo que Israel necesita. La justa y necesaria lucha por la construcción de un Estado Palestino soberano, no puede sustentarse en una estrategia militar que trágicamente pretende repetir, con menos fuerza y eficacia destructiva, la del ejército enemigo. Hamás aspira a exterminar toda y cualquier posibilidad de existencia del Estado de Israel. El Estado de Israel aspira a eliminar toda y cualquier posibilidad de existencia de un Estado Palestino libre, soberano y autónomo. Hamás cree que ganará la guerra cuando destruya cualquier vestigio de vida israelí sobre la tierra. Israel, cuando destruya a Palestina y a los palestinos, adueñándose finalmente de una tierra que cree suya por herencia divina.
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Muerte, dolor y destrucción en Gaza. Fuente: NYT

Los cohetes disparados por Hamás siembran terror en la población civil israelí, aunque pocos llegan a su macabro destino. El eficiente sistema de defensa aérea construido del otro lado del muro lo evita. De los 2.000 ataques realizados por el grupo islámico, no más de una docena han impactado en territorio israelí: tres civiles han muerto. Por su parte, Israel siembra terror en la población civil palestina. Sus misiles sí llegan al macabro destino que le han trazado: escuelas, hospitales, barrios indefensos, campos de refugiados. Matan a los que nunca pensaron vivir matando a sus hermanos. No matan a los brutales terroristas cuya coartada Israel continurá necesitando. Matan a niños y niñas, a mujeres y ancianos, despedazan familias, destruyen el futuro. Para acabar con Palestina, Israel necesita destruir en el imaginario palestino la posibilidad de atreverse a pensar, a soñar, que en el futuro habrá otra cosa que escombros. Israel quiere la tierra palestina. Y, para eso, debe matar a Palestina por su infancia.
En el conteo de muertes, Israel saca una ventaja espantosa. Gana su guerra “justa”, apoyado en la aparente superioridad moral que le concede su pasado, pero manchando de ignominia su futuro. Gana su guerra, destrozando una población reducida a escombros. Desde que se ha iniciado la operación militar “Margen Protector”, Israel ha alcanzado más de 3.000 objetivos civiles en Gaza. No ha errado ni un solo tiro, ni un solo misil, ni un solo disparo de tanque. Todos han debilitado a los palestinos, los han humillado y doblegado. La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina y Oriente Próximo (UNRWS), sostiene que Gaza podría dejar de ser un lugar habitable en el 2020. Israel gana su guerra, la guerra justa. Hamás pierde su guerra santa.
Akram Miqdad carga el cuerpo de su hijo Mahmud de 9 años, hacia la morgue del hospital de Shifa en Gaza. Foto: EFE
Las afinidades delictivas entre Hamás y el ejército israelí no pueden hacernos ignorar que la responsabilidad de uno sobre otro es significativamente diferente. El poderío militar de Israel debería atribuirle una responsabilidad mucho mayor en el uso de la fuerza contra una población civil indefensa. Estamos asistiendo a una historia repetida. En los 22 días que duró la operación “Plomo Fundido”, entre diciembre de 2008 y enero de 2009, murieron 1.931 palestinos, más de la mitad de ellos eran civiles indefensos (759). Cerca de un tercio de los muertos en aquellos trágicos días fueron niños y niñas palestinos. Sólo en el 2009, 315 niños fueron asesinados por el ejército de Israel. Entre tanto, del otro lado del muro, durante los ataques de la operación “Plomo Fundido”, murieron 9 israelíes, 3 de ellos civiles y 6 soldados. En la actual ofensiva militar, la proporción de civiles muertos ha aumentado significativamente y ya llega al 75%.
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Akram Miqdad carga el cuerpo de su hijo Mahmud de 9 años, hacia la morgue del hospital de Shifa en Gaza. Foto: EFE

La única lección que parece haber aprendido el ejército israelí es que puede ser brutal y sanguinario, pero el nombre de las operaciones militares debe tratar de ocultarlo. Cinco años después de “Plomo Fundido” nacía “Margen Protector”. Los asesinatos siguen siendo los mismos. El dolor de los palestinos, también.

La infancia palestina y la evocación del Holocausto (3)

http://blogs.elpais.com/contrapuntos/2014/08/la-infancia-palestina-y-la-evocacion-del-holocausto-3.html


La infancia palestina y la evocación del Holocausto (4)

Por: Pablo Gentili | 04 de agosto de 2014


Entre el 8 de julio y el 4 de agosto de 2014, 400 niños y niñas palestinos han sido asesinados por el ejército israelí en Gaza. En menos de un mes, Israel ha matado 15 niños por día: uno cada 96 minutos.
331 niños y niñas murieron durante los 33 días que duró la operación “Plomo Fundido”, entre diciembre del 2008 y enero del 2009, según el Centro Palestino para los Derechos Humanos. Así, en dos acciones militares sobre Gaza, Israel ya ha provocado más muertes infantiles que la dictadura militar que asoló Argentina entre 1976 y 1983. En casi 8 años, los militares argentinos asesinaron, secuestraron y produjeron la desaparición forzada de 500 niños y niñas. La democracia israelí, en 33 días de “Plomo Fundido” y 27 de “Margen Protector”, en 60 días, en sólo dos meses, asesinó más de 700.
En la última semana de julio de 2014, el ejército israelí mató más niños y niñas que la dictadura de Augusto Pinochet en 17 años. Sí, leyó bien: en apenas una semana.

Mujer de negro con niño en brazos2
Foto: Al Jazeera

En Guatemala, durante 36 años de dictaduras, guerra civil e intervencionismo militar norteamericano, más de 200.000 personas fueron asesinadas, gran parte de ellas indígenas mayas. 5.000 eran niños y niñas. Uno de los regímenes dictatoriales más sangrientos de la historia latinoamericana, como el que vivió Guatemala por casi cuatro décadas, asesinó 138 niños y niñas por año. Entre enero del 2000 y julio del 2014, el ejército Israelí asesinó más de 1.600 niños y niñas palestinos. Fueron cerca de 120 niños y niñas por año.
Diversas organizaciones de derechos humanos sostienen que, en el conflicto armado colombiano, desde los años 70, ya han muerto más de 3.000 niños y niñas por la acción militar de las fuerzas insurgentes, los paramilitares y el ejército nacional. Los niños y niñas palestinos muertos en los últimos 30 días superan el número de niños y niñas colombianos asesinados en los últimos 10 años, durante una de las guerras más violentas y duraderas que ha existido en Latinoamérica.
Unicef ha declarado que Gaza no es un sitio seguro para los niños. Todos los niños y niñas que viven en Gaza corren riesgo de muerte. Las consecuencias psicológicas y afectivas de esta última operación militar no pueden aún mesurarse con precisión. Se calcula que más de 250.000 niñas y niños palestinos sufrirán toda su vida gravísimos disturbios postraumáticos.
45% de los casi 2 millones de palestinos que viven en Gaza tienen menos de 14 años. Si España tuviera esta misma proporción de población infantil, y si viviera bajo el asedio militar del Estado de Israel, en España, durante los últimos 27 días, habrían sido asesinados más de 12.000 niños y niñas. En Inglaterra, más de 14.000. En Francia, más de 17.000. En Alemania, más de 21.000. En Estados Unidos, más de 85.000. Y, en China, más de 362.000.
Palestina vive un genocidio, ante la indiferencia y la complicidad de las naciones más poderosas del planeta. Ya no quedan palabras para describir el horror. Ya no quedan palabras.




viernes, 8 de agosto de 2014

FECHAS EN TRÁNSITO.  Conmemoraciones: La tragedia de Cali y Bogotá 456 años de refundación

La tragedia del 7 de agosto de 1956 en Cali
En: https://www.youtube.com/watch?v=aAVs6O9Qf0Y
Actualizado el 25/11/2010
De la serie "CALI: AYER, HOY Y MAÑANA" de Luis Ospina. Reportaje filmado por Ramón Carthy sobre la explosión de Cali.



 ¡Buen cumpleaños, Bogotá!

Por Alfredo Vanín

El 6 de agosto pasado la capital colombiana cumplió 476 de refundación hispánica, de acuerdo con los datos de los historiógrafos de la ciudad. Ubicada, como capital del país colombiano, a contracorriente de la mayoría de las capitales del mundo: cerca al mar o en su propia orilla, donde surgieron las civilizaciones modernas.
Bogotá sigue creciendo,  es distinta a la Bogotá de hace treinta años, dicen los que retornan a ella o recuerdan desde sus orillas urbanas la Bogotá de antes.
Y Es cierto. Bogotá no es la misma. A Bogotá la cambiaron los inmigrantes de todo el país, y la cambiaron para bien, dice el escritor bogotano Gonzalo Mallarino en una hermosa  crónica. Bogotá ya no es  “la ensimismada”, como la llamara Octavio Paz en alguna entrevista, y se convirtió en una ciudad tropical, tal como le pertenece, aunque siga lloviendo  en ella desde el siglo XVII, como afirmó García Márquez. Un bogotano lúcido cuenta que a Bogotá la fundaron donde la fundaron porque empezó a llover y Gonzalo Jiménez de Quezada ordenó que sus hombres se quedaran en sus carpas. Pero, como siempre, los españoles no fundaron: refundaron. Los indígenas hace mucho tiempo tenían sus pueblos y sus aldeas en Colombia y los aventureros llegaron  para quedarse con títulos, riqueza y vasallaje.
La Bogotá que conocemos ha cambiado de traje muchas veces. El bogotazo le arrancó un pedazo de alma y destruyó el proyecto de ciudad que traía, para iniciar otro, en el que fuera más visible el poder de unas élites que se resguardaron para siempre en barrios bien conocidos al menos por sus nombres.  El nuevo proyecto eliminó el tranvía, jerarquizó la ciudad sin respiro, le dio el aire de ciudad que tiene ahora y la convirtió en un ombligo de mundo que miraba por encima del hombro a los provincianos, a los despistados que llegaban de otras tierras afortunadas en busca de fortuna, en donde existía el frío del páramo y la antigüedad  crónica de los balcones y las calles empedradas. Y en realidad los provincianos eran ellos.
Bogotá era en los años sesenta el recuerdo de la muerte de Gaitán, con sus cchacos que decían “ala”, las nuevas hipótesis del asesinato, las casas que ostentaban todavía alguna ruina del bogotazo, con sus gentlemen que desembarcaban en un avión de Londres. Era un viaje en tren por una sabana donde la neblina confundía los horizontes. Era  la calle séptima, donde los fotógrafos se le atravesaban a los provincianos para tomarles la foto del recuerdo, la que iría después a manos de parientes lejanos y en la que aparecían al fondo hombres de largos abrigos negros con paraguas negros y sombreros negros, que todavía pueden verse junto a mujeres de abrigos negros o de pantalones y suéteres negros para siempre.
Existían para entonces los trolebuses, esos lentos y pesados vehículos que sin embargo transportaban mejor la gente que los inabordables articulados de ahora. Las sucesivas administraciones optaron por sacarlos de circulación, mientras que países europeos los conservan y en América Latina  los vi jugarse su historia en Guadalajara (México). Y a los infelices tranvías los despacharon al otro mundo con la muerte de Gaitán y las secuelas de amotinamientos que parecen no haber concluido, que están prestos a lanzarse a la calle porque las heridas de este país no se han cerrrado. No por algo alguien decía que seguimos pagando el  asesinato de Gaitán.
Ahora Bogotá posee en barahúnda diversas formas de transporte y ninguna le luce, ninguna le queda, como dirían antes las asesoras de las reinas de belleza. No existe el  metro, que debió construirse por lo menos hace cincuenta años, siguiendo el ejemplo de las capitales latinoamericanas;  no existe el trolebús, ni un sistema de buses organizado. Es un caos todavía, porque cuando quisieron ponerle orden a los monopolios, aumentó el caos.

Pero Bogotá está también allá en sitios cerrados, , en el Observatorio en el que conspiraron los patriotas, en el puñetazo real o inventado del día del Florero de Llorente, en  las prisiones de Nariño, en el verbo de los cabildantes, en la Conspiración Septembrina y en  la amarga muerte de Uribe Uribe.  Y más acá: de esa Bogotá que vio destruir el palacio de Justicia por una retoma desproporcionada ante una locura del M-19, con sus secuelas de hombres y mujeres asesinados o desaparecidos en “nombre de la Democracia”, luego de silenciar el poder constitucional del presidente Belisario Betancurt.

Bogotá es también los museos del Oro, de Santa Clara, el recién restaurado Teatro Colón, el mundo alucinante de la Plaza de Bolívar, cuajado de palomas, de llamas peruanas, de protestas, de rumores, de oradores alucinados que intentan cambiar el país en un minuto, de vendedores de fotos y de  discursos de Gaitán, los fusilamientos de patriotas;   el mítico espacio del Congreso, que antes era una institución sagrada,  cercano a ese espacio de la Presidencia invisible, con su Batallón Guardia Presidencial y  sus funcionarios silenciosos.
Bogotá es también el refugio de poetas y escritores de antes y de ahora, nativos o foráneos: el sucidio de Silva, la inolvidable y pintoresca Gruta Simbólica, Aurelio Arturo, León de Greif y el Café Automático, García Márquez que recibió el coletazo del Bogotazo, Arnoldo Placios que vio quemar su novela Las estrellas son negras, Marcía Mercedes Carranza, los diarios y sus hisotrias, la llamada Atenas Suramericana.
Bogotá es también la ciudad que ha recibido a los desplazados de toda Colombia en el conflicto armado de las dos últimas décadas. Por eso en sus calles menudean, a la deriva, indígenas emberas, kancuamos, amazónicos, y afrocolombianos deportados a sangre y fuego del Pacífico, del Caribe y del resto de Colombia, en una atrabiliaria tarea de expulsión que realizan  los poderes ilegales y a  veces legales, que no dejan otra opción que ir a desfallecer de hambre y de fatiga a los semáforos de las grandes ciudades.
Por lo mismo, por recibir la avalancha de gente de otras orillas, sin que parezca lógico,  la ciudad se volvió más racista. En los años sesenta, cuando inicia sus  grandes cambios,  los prohombres chocoanos recorrían el centro vestidos con abrigos, sombreros y paraguas y parecían haber echado raíces para siempre.  Para entonces todavía las  mujeres se tocaban la rodilla cuando aparecía un hombre o una mujer negra a la vuelta de la esquina, “para la buena suerte”. Pero en esta ciudad, donde gran parte  de  sus habitantes ya no son de Bogotá, hay lideres afros que deben seguir jugándose la vida para que en las escuelas llamen a los niños por sus nombres y no simplemente les digan ”negritos”; para que en las calles de Suba o de Soacha no les cierren las puertas a los inquilinos negros, y peor aún, para que no los maten impunemente en las escuelas o en las calles por decretar que son ladrones, o simplemente porque no gustan de los negros.  Y esto, cuando las leyes contra la discriminación son más fuertes, y cuando la políticas públicas de la Nación y del Distrito trabajan mucho más por la inclusión.
Y la Bogotá que ha cambiado tanto para que en sus calles circule el cosmos colombiano, se convierte en la cosmopolita que acepta a regañadientes que la hayan cambiado “para bien”, para que entienda que es la capital de un país andinocéntrico, que no le pertenece solo a los que hayan nacido allí o hayan vivido desde hace años, y no sean afros ni indígenas. Que su mestizaje surge de la misma entraña de un país que tiene tanto de hispánico, como de indígena y de regiones de África occidental. Salvo que a veces ciertos exteriores lo ocultan, pero los genes nunca mienten, y las culturas menos.
Bogotá sigue siendo el mayor campo de batalla político del país.  Hasta hace poco, quien gobernaba el país tenía gobierno en la ciudad. Pero empezaron a llegar “extraños” a la política tradicional, gente de otros grupos y de otros lugares que se tomaron la ciudad y el presupuesto, echando por tierra el proyecto de ciudad cerrada. Y ahora esta postura fue  llevada a su mayor expresión por otro intruso, un exguerrilero forjado como político en sus grandes debates del congreso, que intentó cambiarlo todo pero se le atascaron algunos proyectos por la oposición monopolista. Y porque le faltó negociación. Los presidentes se amañaban con los alcaldes y decidían felices el rumbo de las inversiones y de los proyectos de ciudad excluyente. Pero este intruso les arrebató la tranquilidad, con un antecedente: que había dado su voto por el actual procurador, el mismo que sigue luchando por destituirlo. Es decir: Gustavo Petro eligió a su propio verdugo.
Los bogotanos  nunca parecen estar de acuerdo con ellos mismos. Viven en la capital de la República, pero no quisieran que llegara nadie. Eso tendría un gran camino: corregir el error de los conquistadores y crear una capital frente o cerca al mar, donde todos los estados avanzados del mundo la dejaron, salvo en Ecuador y Colombia. O entender que una capital política no es porque sí una capital cultural, y si lo es que demuestre por qué y asuma su diversidad desde la esquina del barrio más lejano hasta el súmmum de la aristocracia más decadente, en una ciudad que son muchas ciudades al mismo tiempo.

         Recuerdo en los iniciales años setenta, años de la televisión en blanco y negro, cuando le preguntaron a un transeúnte de saco y corbata, de mirada afilada,  qué le parecía la Bogotá que se estaba ampliando, embelleciendo. El hombre respondió con prontitud y agudeza: “Será la ciudad más bonita del mundo, cuando la terminen”.


lunes, 4 de agosto de 2014

La invención del pueblo judío

Un artículo para alimentar el debate actual

La crítica contra la invasión, el despojo y la masacre de palestinos por parte del estado de Israel no debe confundirse con antisemitismo. Algunos intelectuales judíos y no judíos lo plantean claramente. El problema es contra la máquina de destrucción de uno de los ejércitos más poderosos del mundo, apoyado por Estados Unidos y otras potencias occidentales, en un programa expansionista contra el mundo árabe. Un artículo del profesor Shlomo Sand, de la Universidad de Tel Aviv, publicado en Le Monde Diplomatique en 2008, abre luces para entender la manipualción del sionismo con la historia hebrea y cómo además la Biblia no puede tomarse como un libro histórico para hacerle creer al mundo que la masacre está justificada frente a un pueblo que intenta resistir con armas obsoletas que a su vez generan una  desproporcionada y aniquiladora respuesta.
La reflexión debe llevar a plantear los derechos de todos los pueblos a vivir en paz, así ahora suene utópico.


CÓMO SE INVENTÓ EL PUEBLO JUDÍO

Le Monde diplomatique No. 16, Agosto 2008

DECONSTRUCCIÓN DE UNA HISTORIA MÍTICA

por Shlomo Sand*

¿Los judíos conforman un pueblo? Un historiador israelí aporta una respuesta nueva a esta pregunta antigua. Contrariamente a la idea recibida, la diáspora no fue el resultado de la expulsión de los hebreos de Palestina, sino de las conversiones sucesivas en África
del Norte, en Europa del Sur y en Medio Oriente. Esto estremece uno de los
fundamentos del pensamiento sionista, el que pregona que los judíos fueron
descendientes del reino de David y no –¡Dios no lo permita!– los herederos de guerreros bereberes o de caballeros jázaros.

Todo israelí sabe, sin sombra de duda, que el pueblo judío existe desde que recibió la Torá (1) en el Sinaí, y que es su descendiente directo y exclusivo. Está convencido de que este pueblo, que partió de Egipto, se estableció en la “tierra prometida”, donde se construyó el glorioso reino de David y Salomón, dividido luego en Judea e Israel. Del mismo modo, nadie ignora que vivió el exilio en dos oportunidades: tras la destrucción del Primer Templo, en el siglo VI a. C., y la del Segundo Templo en el año 70 d. C. Siguió luego una errancia de alrededor de dos mil años: sus tribulaciones lo condujeron a Yemen, Marruecos, España, Alemania, Polonia y hasta lo más recóndito de Rusia, pero siempre logró preservar los lazos de sangre entre sus comunidades alejadas.
Así, su unicidad no se vio alterada. A fines del siglo XIX, maduraron las condiciones para su retorno a la antigua patria. Sin el genocidio nazi, millones de judíos habrían naturalmente repoblado Eretz Israel (la tierra de Israel), algo con lo que soñaban desde hacía veinte siglos.
Virgen, Palestina esperaba que su pueblo original volviera para hacerla reflorecer. Ya que ésta le pertenecía, y no a esa minoría, desprovista de historia, que había llegado allí por azar. Justas eran pues las guerras libradas por el pueblo errante para retomar la posesión de su tierra; y criminal la violenta oposición de la población local.
¿De dónde viene esta interpretación de la historia judía? Es obra, desde la segunda mitad del siglo XIX, de talentosos reconstructores del pasado, cuya imaginación fértil inventó, en base a fragmentos de memoria religiosa, judía y cristiana, un encadenamiento genealógico continuo para el pueblo judío. La abundante historiografía del judaísmo incluye, desde luego, múltiples enfoques. Pero las polémicas en su seno nunca cuestionaron las concepciones esencialistas elaboradas a fines del siglo XIX y comienzos del XX.
Cuando aparecían descubrimientos susceptibles de contradecir la imagen del pasado lineal, éstos casi no tenían repercusión alguna. El imperativo nacional, como una mandíbula fuertemente cerrada, bloqueaba toda clase de contradicción y desvío con respecto al relato dominante. Las instancias específicas de producción del conocimiento sobre el pasado judío –los departamentos exclusivamente consagrados a la “historia del pueblo judío”, totalmente separados de los departamentos de historia (llamada en Israel
“historia general”)– contribuyeron ampliamente a esta curiosa hemiplejia. Incluso el debate, de carácter jurídico, sobre “¿Quién es judío?” no les interesó a estos historiadores: para ellos, es judío todo descendiente del pueblo obligado al exilio hace dos mil años.
Estos investigadores “autorizados” del pasado tampoco participaron de la controversia de los “nuevos historiadores”, iniciada a fines de los años ’80. La mayoría de los escasos actores de este debate público provenía de otras disciplinas o bien de horizontes extraacadémicos: sociólogos, orientalistas, lingüistas, geógrafos, especialistas en ciencias políticas, investigadores en literatura y arqueólogos formularon nuevas reflexiones sobre el pasado judío y sionista. También integraban sus filas académicos provenientes del exterior. Los “departamentos de historia judía” sólo lograron, en cambio, temerosas y conservadoras repercusiones, disfrazadas de una retórica apologética basada en ideas recibidas.
En síntesis, en sesenta años, la historia nacional maduró muy poco, y seguramente no evolucione en el corto plazo. Sin embargo, los hechos actualizados por las investigaciones plantean a priori a todo historiador honesto asombrosos interrogantes, que son sin embargo fundamentales.
¿Puede considerarse la Biblia un libro de historia? Los primeros historiadores judíos modernos, como Isaak Marcus Jost o Leopold Zunz, en la primera mitad del siglo XIX, no la consideraban así: a sus ojos, el Antiguo Testamento se presentaba como un libro de teología constitutivo de las comunidades religiosas judías tras la destrucción del Primer Templo. Hubo que esperar hasta la segunda mitad del mismo siglo para encontrar a historiadores, en primer lugar Heinrich Graetz, portadores de una visión “nacional” de la Biblia: transformaron la partida de Abraham a Canaán, la salida de Egipto o incluso el reino unificado de David y Salomón en relatos de un pasado auténticamente nacional. Desde entonces, los historiadores sionistas no dejaron de reiterar estas “verdades bíblicas”, convertidas en alimento cotidiano de la educación
nacional.
Pero hete aquí que en los años ’80 la tierra tiembla, haciendo tambalear estos mitos fundacionales. Los descubrimientos de la nueva arqueología contradicen la posibilidad de un gran éxodo en el siglo XIII antes de nuestra era. Del mismo modo, Moisés no pudo liberar a los hebreos de Egipto y conducirlos hacia la “tierra prometida”, por la sencilla razón de que en esa época... estaba en manos de los egipcios. Además, no se observa ninguna huella de una revuelta de esclavos en el reinado de los faraones, ni de una conquista rápida del país de Canaán por parte de un elemento extranjero.
Tampoco existe signo o recuerdo del suntuoso reino de David y Salomón. Los
descubrimientos de la década transcurrida muestran la existencia, en esa época, de dos pequeños reinos: Israel, el más poderoso, y Judea. Los habitantes de esta última tampoco sufrieron el exilio en el siglo VI antes de nuestra era: sólo sus elites políticas e intelectuales debieron instalarse en Babilonia. De este encuentro decisivo con los cultos persas nació el monoteísmo judío.
En cuanto al exilio del año 70 de nuestra era, ¿se produjo efectivamente?
Paradójicamente, este “hecho fundacional” en la historia de los judíos, que origina la “diáspora”, no dio lugar a la menor obra de investigación. Y por una razón muy prosaica: los romanos nunca expulsaron a ningún pueblo en la región oriental del Mediterráneo. Salvo los prisioneros reducidos a la esclavitud, los habitantes de Judea siguieron viviendo en sus tierras, incluso tras la destrucción del Segundo Templo. Una parte de ellos se convirtió al cristianismo en el siglo IV, mientras que la gran mayoría se sumó al islam durante la conquista árabe en el siglo VII. La mayoría de los pensadores sionistas no lo ignoraban: así, Isaac Ben Zvi, futuro presidente del Estado de Israel, al igual que David Ben Gurión, fundador del Estado, lo escribieron hasta 1929, año de la gran revuelta palestina. Ambos mencionan reiteradas veces el hecho de que
los campesinos de Palestina son los descendientes de los habitantes de la antigua Judea (2).
A falta de un exilio desde la Palestina romanizada, ¿de dónde vienen los numerosos judíos que pueblan el Mediterráneo desde la Antigüedad? Detrás de la cortina de la historiografía nacional se esconde una sorprendente realidad histórica. De la revuelta de los macabeos en el siglo II antes de nuestra era, a la revuelta de Bar Kojba en el siglo II después de Cristo, el judaísmo fue la primera religión proselitista. Los asmoneos ya habían convertido a la fuerza a los idumeos del sur de Judea y los itureos de Galilea, anexados al “pueblo de Israel”. Partiendo de este reino judeohelenista, el judaísmo se propagó en todo Medio Oriente y en el Mediterráneo. En el primer siglo de nuestra era surgió, en el actual Kurdistán, el reino judío de Adiabeno que, fuera de Judea, no fue el último reino en “judaizarse”: otros lo hicieron más tarde.
Los escritos de Flavio Josefo no son el único testimonio del ardor proselitista de los judíos. De Horacio a Séneca, de Juvenal a Tácito, muchos escritores latinos expresaron sus temores. La Mishná y el Talmud (3) autorizan esta práctica de la conversión, aun cuando, frente a la creciente presión del cristianismo, los sabios de la tradición talmúdica expresaran reservas al respecto.
“J udeización”
La victoria de la religión de Jesús, a comienzos del siglo IV, no puso fin a la expansión del judaísmo, sino que empujó el proselitismo judío a los márgenes del mundo cultural cristiano. En el siglo V apareció así, en el actual territorio de Yemen, un reino judío vigoroso con el nombre de Himyar, cuyos descendientes conservaron su fe tras la victoria del islam y hasta los tiempos modernos. Del mismo modo, los cronistas árabes dan cuenta de la existencia, en el siglo VII, de tribus bereberes judaizadas: frente al avance árabe, que alcanza África del Norte a fines de ese mismo siglo, aparece la figura
legendaria de la reina judía Dihyael Kahina, quien intentó frenarlo. Bereberes
judaizados participaron de la conquista de la casi isla ibérica, y establecieron allí los fundamentos de la particular simbiosis entre judíos y musulmanes, característica de la cultura hispanoárabe.
La conversión masiva más significativa se produjo entre el mar Negro y el mar Caspio: comprendió al inmenso reino jázaro en el siglo VIII. La expansión del judaísmo del Cáucaso a la Ucrania actual engendró múltiples comunidades, que las invasiones de los mongoles del siglo XIII rechazaron en gran medida hacia el este de Europa. Allí, con los judíos provenientes de las regiones eslavas del sur y de los actuales territorios alemanes, sentaron las bases de la gran cultura yidish (4).
Estos relatos de los orígenes múltiples de los judíos figuran, de manera más o menos imprecisa, en la historiografía sionista hasta los años ’60: progresivamente irán siendo dejados de lado antes de desaparecer totalmente de la memoria pública en Israel. Los conquistadores de la ciudad de David, en 1967, debían ser los descendientes de su reino mítico y no –¡Dios no lo permita!– los herederos de guerreros bereberes o de jinetes jázaros. Los judíos aparecen entonces como un “etnos” específico que, después de dos
mil años de exilio y errancia, terminó volviendo a Jerusalén, su capital.
Los defensores de este relato lineal e indivisible no sólo recurren a la enseñanza de la historia: convocan también a la biología. Desde los años ’70, en Israel, una serie de investigaciones “científicas” se esfuerza por demostrar, por todos los medios, la proximidad genética de los judíos del mundo entero. La “investigación sobre los orígenes de las poblaciones” representa actualmente un campo legitimado y popular de la biología molecular, mientras que el cromosoma Y masculino ocupa un lugar de honor junto con una Clío (5) judía en la búsqueda desenfrenada de la unicidad de origen del “pueblo elegido”.
Esta concepción histórica constituye la base de la política identitaria del Estado de Israel, ¡y ése es su punto débil! En efecto, da lugar a una definición esencialista y etnocentrista del judaísmo, alimentando una segregación que separa a los judíos de los no judíos, tanto árabes como rusos o trabajadores inmigrantes. Israel, sesenta años después de su fundación, se niega a considerarse una república que existe para sus ciudadanos. Aproximadamente el 25% de ellos no son considerados judíos y, según el espíritu de sus leyes, este Estado no les pertenece. En cambio, Israel se presenta siempre como el Estado de los judíos del mundo entero, aunque ya no se trate de refugiados perseguidos, sino de ciudadanos de pleno derecho que viven en plena igualdad en los países donde habitan. Dicho de otro modo, una etnocracia sin fronteras
justifica la severa discriminación que practica con una parte de sus ciudadanos
invocando el mito de la nación eterna, reconstruida para reunirse en la “tierra de sus ancestros”.

Escribir una nueva historia judía, más allá del prisma sionista, no es algo fácil. La luz que lo atraviesa se transforma en colores etnocentristas intensos. Ahora bien, los judíos siempre formaron comunidades religiosas constituidas, la mayoría de las veces por conversión, en diversas regiones del mundo: éstas no representan pues un “etnos” portador de un mismo origen único y que se habría desplazado a lo largo de una errancia de veinte siglos.
Tal como se sabe, el desarrollo de toda historiografía, al igual que el proceso de la modernidad, pasa por la invención de la nación. Ésta ocupó a millones de seres humanos en el siglo XIX y durante una parte del XX. El fin de este último vio cómo estos sueños comenzaban a desmoronarse. Un creciente número de investigadores analizan, disecan y deconstruyen los grandes relatos nacionales, y especialmente los mitos de origen común tan apreciados por los cronistas del pasado. Las pesadillas identitarias de ayer darán lugar, mañana, a otros sueños de identidad. Como toda personalidad hecha de identidades fluidas y variadas, la historia es, también, una identidad en movimiento.

REFERENCIAS

(1) Texto fundador del judaísmo, la Torá –la raíz hebraica yara significa enseñar– se
compone de los cinco primeros libros de la Biblia, o Pentateuco: Génesis, Éxodo,
Levítico, Números y Deuteronomio.
(2) David Ben Gurión e Isaac Ben Zvi, Eretz Israel en el pasado y en el presente (1918,
en yidish), Jerusalén, 1980 (en hebreo); Ben Zvi, Nuestra población en el país (en
hebreo), Varsovia, Comité Ejecutivo de la Unión de la Juventud y Fondo Nacional
Judío, 1929.
(3) La Mishná, considerada la primera obra de literatura rabínica, fue concluida en el
siglo II de nuestra era. El Talmud sintetiza el conjunto de los debates rabínicos en torno
a la ley, las costumbres y la historia de los judíos. Hay dos Talmud: el de Palestina,
escrito entre los siglos III y IV, el de Babilonia, terminado a fines del siglo V.
(4) Hablado por los judíos de Europa Oriental, el yidish es una lengua eslavoalemana
que contiene palabras de origen hebreo.
(5) En la mitología griega, Clío era la musa de la historia.


*Historiador, profesor de la Universidad de Telaviv; autor de: Comment le peuple juif fut inventé, que Fayard publicará en París en septiembre.