lunes, 23 de junio de 2014

LAS ALARMAS PERMANENTES
En ciertos lugares de Colombia, las alarmas viven encendidas. Cartagena es uno de esos sitios donde las dos ciudades que la habitan lucha, una por sobrevivir y la otra por expandirse. Así se hizo el desalojo de Chambacú, de La Boquilla, para ir lentamente modernizando la ciudad del turismo, a costa del desplazamiento interno. A esto viene a sumarse otro motivo de alarma. El escritor y periodista David Lara Ramos nos entrega una extraña crónica que no parece nueva en nuestra historia reciente, salvo por lo insólito del método de quienes la protagonizan.

Qué sigue después de la matanza de burros

Por: David Lara Ramos 
http://www.las2orillas.co/que-sigue-despues-de-la-matanza-de-burros/

El primer ser que apareció muerto en las playas de Púa fue una enorme ballena. Aquella mañana de agosto de 2010, los moradores de Arroyo de Piedra, a 20 kilómetros de Cartagena de Indias, avistaron una figura grisácea que se extendía sobre la arena. Al acercarse, sintieron el olor a carne podrida. Tenía ocho metros de largo.
En Arroyo de Piedra y en las playas de Púa se especuló por varios días sobre el cetáceo muerto. Alguien se atrevió a asegurar que era la misma madre que había sido avistada días atrás, en compañía de dos hijos (ballenatos) en aguas de Púa.
Dijeron que había sido culpa de unos pescadores que tendieron sus boliches (redes de pesca) en la madrugada y el gran pez se enredó en ellos. Los mismos pescadores refutaron el señalamiento con una pregunta contundente: “¿Acaso nosotros somos pescadores de ballenas?”.
Un año después, en octubre de 2011, aparecieron en el sector de Púa 2, en Arroyo de Piedra, dos burros muertos. Tenían varios impactos de bala en sus cuerpos (uno tenía cinco). Luego aparecieron otros, y otros hasta completar ocho. Un residente de Púa 2, dijo que “esa gente tenía que ser bien inoficiosa para gastarse tanto plomo en unos pobres burros”. El hecho no llamó la atención de las autoridades, ni hubo ningún  pronunciamiento o investigación por el asunto.
Si hubiera estado en Cartagena Nicolás Román habría exigido una respuesta clara a las autoridades del distrito o hubiera armado una marcha. Así lo hizo cuando descubrió que pandilleros de la ciudad se entrenaban en el difícil arte de apuñalear semejantes, sobre los indefensos burros. Nicolás partió hace años, guiado por el amor de una amante francesa, y los burros se quedaron sin vocero y sin defensor.


Moradores cuentan que para los días de la matanza de los burros aparecían en las noches una camioneta y una moto, a los que apenas se les veían sus lámparas. En Púa 2 no hay electricidad.
La madrugada del 29 de abril de 2014, en el pórtico de cemento y ladrillos, pintados con  bordes rojos que marca el  ingreso hacia Púa 2, sobre la vía al Mar,  apareció un aviso que amenazaba de muerte a varios miembros de la comunidad. Dicen que tienen que ser los mismos que mataron a sus burros, y hasta se hace el chiste que  como los burros no sabían ni leer ni escribir no les mandaron panfletos que les avisara.
El panfleto amenazaba de muerte a un grupo de personas que comenzaron ante Incoder el proceso de titulación colectiva de la tierra que han cultivado por más de diez años. La misma fue objeto de extinción de dominio, susceptible de ser titulada colectivamente por considerarse baldío. Titulación que acogería a más de cien familias afrodescendientes que habitan en el lugar.
Si estuviéramos en un país con autoridades sensatas ya tendríamos certezas sobre el asunto, y una institución como Incoder habría establecido los adelantos  del proceso de titulación.
Mientras tanto, haga el ejercicio. Párese en el pórtico que marca la entrada de Púa 2 y  verá una hermosa playa desolada. Quizá pensará que es el mejor lugar para construir algún megaproyecto turístico en la playa de Púa, allí mismo donde apareció la ballena muerta. Seguro que allí ya se han parado los dueños de las motos y las camionetas que a veces pasan y matan a bala a algunos burros, y que escriben notas con amenazas de muerte que al final despiden con un educado “atentamente…”
La situación de Púa 2 se está pareciendo mucho al de la hacienda Las Pavas, en el municipio de El Peñón, al sur del departamento de Bolívar. Allí poderosos cultivadores de palma, con la ayuda de la fuerza pública y no pública, se enfrentaron a los campesinos. Hubo desplazamientos y desalojos, al igual que en Púa 2.
En la pasada Feria del libro de Bogotá, en un gran stand del Centro de Memoria Histórica se les pedía a los visitantes que escribieran notas a los campesinos de Las Pavas y les dijeran que no estaban solos. Muchos no sabían dónde quedaba ni Las Pavas ni el municipio de El Peñón ni la Depresión Momposina, pero guiados por un ímpetu solidario llenaron las urnas de mensajes.

Sería bueno que toda esa gente que escribió notas a los campesinos de Las Pavas, lo haga también a los campesinos de Púa, a 24 kilómetros de la archiconocida y visitada Cartagena, donde quizá habitan aquellos que al igual que disfrutan del Sail 2014, se dedican a intimidar a quienes ven como obstáculos al expansivo desarrollo turístico que tiene sitiada a la ciudad Heroica.

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