domingo, 7 de marzo de 2021

 

NOTA PARA MUJERES EN ESTE NUEVO MARZO DE PANDEMIA

Por: Alfredo Vanín

La insurgencia de la mujer en la vida moderna es un hecho notorio e irreversible. No es exclusivo de un lugar del mundo. Desde las ciudades europeas hasta los países asiáticos y africanos, desde el centro de Colombia hasta las comunidades negras ribereñas del Pacífico y el Caribe colombianos, las mujeres marcan con su voz y sus actos caminos  emancipadores en el arte, el pensamiento, la industria, la política, el deporte…

A lo largo de la historia, la mujer ha estado asociada al éxtasis o al embrujo, a la migración y al encierro, a la pasividad y a la liberación, a la seducción o al desencadenamiento de la guerra. Es la que ha movido el mundo desde su centro. Ha sido maga y obrera, sacerdotisa y hetaira, diosa y guerrera.   Su simbolismo siempre es doble. En las canciones populares es causante de innumerables  desgracias, pero también la que ha llevado al hombre hasta la gloria. En las leyendas, es la que ha hecho perder la razón y ha atraído por su culpa los castigos. Pero también ha sido la que ha permitido la creación y la multiplicación de los panes. En los imaginarios universales ha sido considerada el gran útero y también el gran infierno. Es, sin embargo, la gran liberadora, o iluminadora, como lo muestran muchos episodios simbólicos (La Divina Comedia, entre otros), e históricos .

Eduardo Galeano decía que la historia la han contado en América los militares, los hombres, y los blancos. Sin embargo, la presencia de ellas es inseparable de la historia, y sus aportes –no solo biológicos-  en todos los pueblos de la tierra hicieron posible la construcción de nuestras sociedades  y siguen definiendo de manera a veces secreta, pero al final visible, la suerte de nuestras alegrías y desdichas.

La historia de  América incluye no solo a hombres sino también a bravías indígenas que se enfrentaron e poder colonial. La Gaitana es la más mencionada en Colombia, como lo es Anacaona en Puerto Rico. La Ceiba de la memoria de Roberto Burgos trae una mujer mítica del África: Analia Tubari, que sintetiza  a las princesas guerreras que murieron en su ley o fueron traídas como esclavizadas a América. Algunas en Colombia son leyendas: pero el deber es no desechar sus historias por falta de pruebas,  sino buscar por qué surgió el mito. Benkos Bioho no andaba solo: Wiwua su mujer es parte de la épica de la liberación en el Palenque de los Montes de María. El citado  Galeano contaba de Nanny, una mujer afrojamaiquina de leyenda, que desnuda, solo vestida con un collar de dientes de ingleses, derrotaba a los  destacamentos coloniales al frente de unos valerosos combatientes. En el Chocó, hay leyendas de mujeres que a finales del siglo XVIII se levantaron  de manera incendiaria contra el explotador y abusador Miguel Gómez.  En el Caribe colombiano, mujeres de Malambo comandadas por Polonia, derrotaron a un destacamento español y firmaron la paz con el gobernador Cevallos. Pero como ha ocurrido en nuestro país, las treguas y los pactos se han desconocido siempre: las guerreras fueron emboscadas y asesinadas.  Las nanas de Simón Bolívar, Matea e Hipólita, no solo le dieron leche de sus senos, sino que en ese círculo africano de esclavizados en la Hacienda de San Mateo, el futuro Libertador bebió las ideas de libertad y de igualdad.

 En el fragor de las guerras expansionistas estuvieron siempre como un anhelo distante, el trofeo de la guerra, el regreso a casa luego de muchos años de vagar por el mundo, llámese  Ítaca, Timbuctú,  París o Buenos Aires.

Las canciones populares (tango, ranchera, bolero, etc.)  lanzan mensajes contradictorios:  que la mujer hace extraviar  todo camino; que  hay que amarlas y huir de ellas luego; que es necesario agonizar a su lado, por amor o desamor. Pero de todos modos, se pretende detener el reloj de la partida.  La poesía escrita por hombres centró en ella la esencia de todo cuanto se percibe. Ahora la mirada es diferente: no la fatalidad bíblica sino el remolino de la vida cotidiana. Pero ella empezó a hablar y su voz fue poderosa. El poeta hombre ya no  podrá  nombrarla a su antojo, porque ella empezó a nombrarse en femenino y a nombrarlo en masculino desde los sueños,   deseos y rabias de mujer, como los cantos de la  inolvidable Safo.

La Biblia fue seguramente una escritura de varones, como todos los libros religiosos monoteístas, donde la mujer es solo percibida en relación a los hombres.  Hasta que la literatura abrió cauces nuevos, no solo como protagonistas sino como autoras legendarias.  ¿Quién olvida por ejemplo en América- a SaSor Juana de la Cruz,   Gabriela Mistral, a Clarice Linspector, a Meira del Mar, a Toni Morrison…     En la canción popular le quitaron exclusividad al varón:   Celia Cruz, Omara Portuondo, Elena Burke, Chavela Vargas, Adriana Varela, Toña la negra, Chabuca Granda, Buika, la Negra Grande de Colombia, entre otras. Todas hablando en femenino, algo que no podía darse en medio de las divas anteriores, con salvedades conocidas.



Museo de Salvador Bahía (Foto A. Vanín)

Las trincheras del arte son otros frentes de mujeres: Dulce María Loynás en Cuba, Alfonsina Storni en Argentina, Juana de Ibarbourou en Uruguay, Gabriela Mistral en Chile, María Cano en Colombia, Frida Khalo otra vez en México, María Teresa Varela, Celi Cruz, Delia Zapata Olivella, Totó la Momposina, en las  músicas y danzas  triétnicas de Colombia,   Elena Poniatowska, Blanca Varela, Maruja Vieira, Fanny Buitrago, Gioconda Belli... Muchas de ellas marcadas por la rebelión social o política, gobernadoras de sus destinos, emancipadas en la fatalidad social, como otras heroínas de la ficción o de la historia. La mujer en la política, el arte y en la literatura ha sido vital y su actitud es un acto de  doble emancipación, tanto como mujer sometida al patriarcado, como ciudadana y como artista o pensadora.   “Yo no escribo para esconderme sino para desnudarme”, ha dicho Gioconda Belli, otra guerrera, esta vez de Nicaragua. Y apunta: en una  entrevista a Benito Pastoriza:

“Creo que (las mujeres) aportamos la noción de integralidad entre el alma y el cuerpo; que proponemos unir la identidad escindida por el racionalismo o, en el otro extremo, por el dogmatismo religioso. La lengua materna de la mujer es el lenguaje de las emociones, por esto quizás tenemos acceso a niveles mágicos y secretos de los sentimientos humanos. Por otro lado, hay experiencias propias de la mujer como la maternidad, la percepción de la relación entre el cuerpo y la psiquis, la sexualidad como continuidad de la conversación con el amante, que son ángulos característicos del propio género y que dan una visión femenina de la realidad. La marginalidad de la mujer en la literatura casi hasta el siglo XIX hace que esto se vea aún como novedoso”.

Destaquemos varios momentos de rebeldía en la lucha latinoamericana y colombiana, en el arte y el pensamiento. Ana Caona no solo era una reina  sino también una poeta que estaba presente con voz y memoria en los areítos.  La infaltable Sor Juana Inés de la Cruz nos da otro ejemplo, quien al parecer para huir del matrimonio viste hábitos, o como se sospecha ahora, para silenciarla la encierran en el convento, sin poder callar su sensibilidad fina, su poder creativo y su curiosidad infinita. El otro momento es colombo-ecuatoriano: Manuelita Sáenz. Su apoyo vital a Bolívar y su posición frente a los convencionalismos la hace única. En ese temple llegamos a una mujer mexicana  llamada Frida Khalo, rebelde,  inseparable de la historia que empieza a escribirse en América. En Colombia María Cano representa la decisión de mujer por ser parte de todos los derechos que le conciernen al ser humano. Nuestro país, siempre gobernado por los poderes hegemónicos legales o ilegales, es de los más tardíos en reconocer los derechos femeninos. Nuestro liberalismo ideológico no cuajó al igual que en México, no logró plantar la línea divisoria en la ejecución de las obras sociales y los cambios vitales que requería un país,  y el conservatismo ideológico lo arropó hasta ahora. De allí surge esta perseguida mujer antioqueña.

No es posible nombrar a tantas, lejanas y cercanas. Poco a poco, ellas cobran a pulso pero con grandes argumentos  la dimensión que tienen: no el objeto perseguido o pasivo sino actuante, dueñas de sí mismas. Por eso para algunos violarlas es la manera de negarlas. Lo atestigua el conflicto en los barrios y selvas de Colombia. El cuerpo de la mujer ha sido el otro escenario de la guerra por el poder y el dominio de los territorios.

Otro momento colombiano lo encarna una  mujer en medio de  la insurgencia de lo étnico: Delia Zapata Olivella, que se rebela en esa tradición de las mujeres comprometidas con sus pueblos, y los asumen en su integralidad, a costa de todo, frente a las mojigaterías y ostracismos que le impedían por mujer y por negra estudiar en un conservatorio. Luego demuestra su madera: impulsó como pocas el arte de la danza y la música triétnica y enfrentó la discriminación con fortaleza y sabiduría. Mujeres indígenas y afros han podido fusionar la profunda desolación y la alegría vital: de una simbólica Úrsula Iguarán a una Totó la Momposina de carne y hueso.

Antes de cualquier revolución feminista, las mujeres se metieron en su propia piel y se interrogaron y se descubrieron. Que lo digan las mujeres actuales en Estados Unidos, Colombia o Francia, europeas o afrocolombianas, indígenas o peninsulares. El encuentro entre las descendientes del dominio europeo y las latianoamericanas se da de igual a igual, enfrentando discriminaciones y reduciendo a polvo viejos paradigmas. 

Terminamos con  este poema de la peruana Blanca Varela que considero un hondo canto intimista:

 

Fuente

 

Junto al pozo llegué,

mi ojo pequeño y triste

se hizo hondo, interior.

 

Estuve junto a mí,

llena de mí, ascendente y profunda,

mi alma contra mí,

golpeando mi piel,

hundiéndola en el aire,

hasta el fin.

 

La oscura charca abierta por la luz.

 

Éramos una sola criatura,

perfecta, ilimitada,

sin extremos para que el amor pudiera asirse.

Sin nidos y sin tierra para el mando.

 

 

 

Notas en tránsito de Islario

 

A propósito de Uribe, convocando marchas anticorrupción...

Por: Eduardo Gómez (Popayán, marzo 5 de 2021)

Evidentemente, Uribe está como cuando Pinochet se dio cuenta de que el plebiscito del 89 lo perdería y comenzó a hablar a la manera de las abuelitas aconsejadoras en la TV, ofreciéndose como "transición" entre él y él mismo... Son como los toreros, algunos deportistas y los cantantes: raras veces saben retirarse tiempo y llegan a hacer el ridículo en plazas, campos deportivos y escenarios.

¿Cómo es posible que se diga que un país "ha querido vivir bajo dictaduras"? Los pueblos no eligen las dictaduras, las provoca la élite privilegiada para impedir los cambios... Por eso, todas las dictaduras son civiles-militares. La última de Argentina, 1976-83, produjo 30.000 desaparecidos y 500 bebés fueron robados: esperaron a que sus madres, secuestradas, dieran a luz, para matarlas.. .  Nueve generales fueron juzgados por estos y otros horrores; la mayoría fueron condenados a cadena perpetua; uno a uno han ido muriendo en prisión. 

Por cierto, es de esperar que Vargas Llosa produzca un artículo sobre la dictadura civil- militar de Colombia, que produjo 6.402 falsos positivos entre 2002 y 2008. Y acá parece que el juicio al máximo responsable solo será moral o internacional, y los generales, cómo Montoya, cuando van a la JEP, dicen que los falsos positivos fueron exclusivas iniciativas, aisladas, de soldados tan estúpidos como ambiciosos..., las famosas "manzanas podridas": en 6 años, más de 6000 víctimas: jóvenes pobres de Colombia que querían trabajar; más de mil por año, tres diarias -el crimen como desayuno, almuerzo y comida en el ejército-, y eso no lo habrían notado los jefes, ni lo habrían ordenado?

¿De verdad nos creen tan estúpidos?

 

El hermoso tema musical de hoy:

 “Semilla de caña brava”. Sierra Maestra con Elmer Ferrer (Enviado desde Cali (Colombia) por el colaborador melómano Hernán Figueroa).

https://fb.watch/444hpPOIaq/

 

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