el blog de Alfredo Vaninromero
Marzo es un mes de múltiples homenajes: el Día de la
mujer, de San José (atención a los hombres), Contra la discriminación racial,
el Día mundial de la poesía y otras conmemoraciones abundan en este mes que
sacude de manera irreversible las últimas huellas del año anterior y ciertos hechos que no deben caer en el
olvido. Se conmemora también el Día Internacional del Recuerdo de las Víctimas
de la Esclavitud y la Trata Transatlántica de Esclavos (25 de marzo), al que
dedicamos la siguiente crónica que narra mi encuentro con músicos de Ghana,
para continuar recordando que África contribuyó de manera decisiva a la
construcción de nuestros países multiculturales, y a la consolidación del capitalismo,
por el aporte de los secuestrados de África a la construcción de la riqueza
mundial.
En crónica
SEIS
MÚSICOS DE GHANA QUE CAUTIVARON A CARTAGENA DE INDIAS
Por Alfredo Vanín
En
mayo de 2016, fui invitado al Primer
Festival de Poesía Negra y Cantos Tradicionales en la Universidad de
Cartagena, durante la conmemoración del
mes de la Herencia Africana en Colombia, en representación de la Dirección de
Poblaciones del Ministerio de Cultura. Cartagena es la más renombrada ciudad
turística de Colombia, no sólo por todo lo que se conoce: el gran puerto del
Caribe en la Nueva Granada, el punto de llegada de las cargazones desde la costa occidental africana, y su actual y extraordinaria
presencia negra, su arquitectura
colonial, sus murallas de costo incalculable en vidas humanas y en reales de
oro, su declaración de independencia, su
resistencia heroica y la participación de hombres y mujeres “de todos los
colores”, desde ese núcleo de rebeldía que fue el barrio Getsemaní. Pero también
Cartagena puede sorprendernos con lo que ocurrió en los claustros, historias
que dieron origen por ejemplo a la novela
Del amor y otros demonios, del fallecido GGM, y por lo que ocurre en sus
calles y barrios de hoy, donde lo
pintoresco solo dura unas cuadras para dar paso a los hacinamientos
infrahumanos.
Durante
quince días estuvo allí un grupo musical de la República de Ghana, invitado por
el Ministerio de Cultura. Decidí buscarlo cuando supe que el grupo ensayaba todos los días en el Centro Cultural Ciudad
Móvil, un reconocido lugar del emblemático barrio Getsemaní -donde tomaron
cuerpo las insurgencias negras, pardas y de todos los colores, y empezó la lucha por la independencia de la ciudad
de Cartagena en noviembre de 1811, a la que se habían adelantado las provincias
de Nóvita y Citará (1810) en el actual Chocó.
No
fue fácil localizarlos. Por su calidad musical y lo extraordinario de sus
bailes, el grupo era solicitado en muchas partes. La primera vez me dijeron que
estaban en allí, en Ciudad Móvil. Un aguafiestas funcionario me dio a entender
que ya se habían ido de Cartagena. Pero de manera contradictoria, una
funcionaria me aseguró que los encontraría en el parque El Cabrero, frente a la
Casa Núñez, porque acababan de llegar de
gira de San Basilio de Palenque y Barranquilla. Al volver, la directora, Dina Candela, me aseguró que los
encontraría esa tarde en el Centro Cultural, a media cuadra de una iglesia
barroca.
Atravesé el Parque Centenario, con la deriva puesta hacia
el rechinante Centro de Convenciones. A un costado, en el canal, dos pescadores
risueños, de edad avanzada, me mostraron un pequeño jurel, el único atrapado en
toda la mañana. “Antes yo cogía hasta doscientos de estos jureles, ahora
no”. Se entiende: la contaminación por hidrocarburos
y basuras, los vertimientos de aguas servidas, el ruido de la ciudad, la expansión
del concreto sobre lugares donde antes solo había playas y bohíos de pescadores…
Todo ello ha hecho de la pesca urbana un oficio en decadencia. Los dos viejos
pescadores –afro el uno, buen conversador, y mestizo el otro, parco y más
viejo, no dejarían todavía el oficio porque aparte del pequeño jurel, estar
allí les sirve de entretenimiento a sus vidas solitarias en medio de una ciudad
que crece sin contar con ellos.
Getsemaní
tiene el encanto de las mujeres hermosas y maduras. Las calles se curvan con
sus nombres pintorescos; el tráfico es constante y variopinto, y sus balcones son hermosos: viejas hiedras
se enredan en ventanales abandonados donde pudieron haber iniciado y terminado
romances de otra época… En una de esas casas nació el poeta Jorge Artel que
cumplió en ese abril 20 años de muerto, pero a muy pocos parece importarle la
vida y obra de uno de sus mayores poetas. Desde temprano, Getsemaní se llena de
jóvenes turistas gringos, europeos, argentinos. Se distinguen como turistas por
sus atuendos: en bermudas pintorescas, en sandalias o descalzos. Pero todos andan
tan despreocupados que pareciera que el mundo terminara en ese viaje. Están a
sus anchas en una ciudad entregada al turismo y que ha sembrado en el barrio Getsemaní pintorescos hostales para mochileros. En uno
de ellos vivió un largo tiempo el poeta Raúl
Gómez Jatin.
En
el Centro Cultural me dan una buena
noticia: ahora está allí solo la directora del grupo. Son seis en total y los cinco restantes andan
en alguna entrevista. Tan pronto como me presento con la directora, me saluda
en inglés y en una de las lenguas de Ghana. La colonización destruyó en América
los idomas del África occidental, pero mi inglés sin fogueo debe servir para
algo, le digo. Entablamos una conversación en la que me explica que ellos en
realidad no son un grupo sino un ensamble
y pertenecen a diversas instituciones de Acra, la capital ghanesa, y no son
sólo los seis que llegaron a Cartagena mediante un intercambio propiciado por
el Ministerio de Cultura, la Embajada de Colombia en Ghana, el Icetex y el
Programa Presidencial de la Cancillería, sino que son más de veinte músicos,
danzarines y cantores que se agrupan de manera diferente para cada viaje al
exterior.
A
los seis los encontraré reunidos en un hostal de la Calle de la Serpiente. Le
traduzco el nombre a Charlotte Maru, mi entrevistada, quien hace un gesto de
desmayo: ella conoce el poder de la serpiente, no sólo su potencial peligro
físico, sino todo el poder que representa en el mundo mítico-simbólico. Luego
ríe con esa sonrisa distintiva que han plasmados poetas y pintores en
desaforadas y a menudo injustas líneas.
Por
la tarde regreso a Ciudad Móvil y avanzamos hacia el hostal cercano. La calle
en verdad serpentea de un lado a otro del barrio. Getsemaní tiene entradas por
diferentes partes. Uno sale de allí y se encuentra con el moderno Centro de
Convenciones y la Torre del Reloj que da paso a la ciudad amurallada, cruzando por
el hermoso parque del Bicentenario. Pero también se puede llegar por otro lado
al viejo y olvidado Chambacú, antes pleno de vida, inmortalizado en su desalojo
por Manuel Zapata Oilivella en su novela Chambacú
corral de negros. Y puede también adentrarse en pequeños centros
comerciales, o encontrarse con una plazoleta a la memoria del Joe Arroyo, cuya
estatua está perdida, sin relevancia alguna, en un lugar que huele a aguas podridas, como lo denuncia en
voz alta el poeta Pedro Blas Julio Romero, que nos cuenta también que en
Getsemaní ahora hay más ONGs que habitantes.
Foto A. Vanín.
En
efecto, los cinco miembros restantes del grupo están esperándome y la simpatía
se nota en sus rostros. Son muy jóvenes, salvo el director musical, un poco
mayor que el resto del grupo. Tres hombres y tres mujeres que no solo cantan,
danzan y tocan instrumentos, sino que son avezados investigadores
universitarios. Sus trayectorias son extraordinarias: el director musical,
doctor Mawuyram Quessie Adjahoe, es
Lecturer African Music and Dance;
Margaret Delali Numekevor es Dance Lecturer an Researcher, ambos de la
University Cape of Coast; al grupo Ghana
Deru Ensamble pertenecen también Nii yesteef, el Artistic Director y Charlotte Manu, la Senior Performer; a la
National Comision on Culture está inscrita Crhistians Owusu, el Cultural
officer; y a la Jay Foundation pertenece Mii Sackey Okire, Dancer and Musician.
El
dialogo gira en torno a la misión que cumplen en Colombia, a las lenguas y memorias
de Ghana en la diáspora, a los instrumentos musicales de esta república africana. La lista de instrumentos
es demasiada larga, pero hay que mencionar algunos: los tambores sogo, kpanlogo,
el kogan, el kidi, el atsimevu y el kwadum (estos dos últimos son master drum); maracas (con el mismo nombre con que las conocemos en América
hispana); la doble campana llamada gankogui
y por supuesto el xilófono tradicional llamado por ellos gyuile, con resonadores de calabazos, semejante a la marimba del
Pacífico, salvo que acá los resonadores
son de canutos de guadua. Aunque hay
testimonios –me lo mencionó Nina de Friedemann- que las hubo de calabazos en el
Caribe. Algunos tambores se parecen en su forma a los nuestros, pero son más mucho
más variados: “son incontables”, me dicen los músicos.
Ellos
estaban impresionados con las muestras
de afecto de la gente y el apoyo
institucional que habían recibido. Pero, sobre todo, con la presencia negra en
Colombia. San Basilio de Palenque fue para ellos “como haber estado en casa
habiendo salido de casa”, como lo describió de manera poética uno de los
miembros del grupo, a quienes por cierto uno podría señalar semejanzas con
rostros del Pacífico y del Caribe, un ejercicio que hicimos con la antropóloga Gloria Triana,
en voz baja, durante la noche de la
presentación del grupo.
Se
asombraron mucho más con el hecho de saber que San Basilio de Palenque pose una
lengua propia, derivada de lenguas kimbundu, hispánica y portuguesa. Buscamos algunas
palabras que podrían ser comunes: entre ellas bo, pronombre personal de segunda persona. Claro está que en Ghana se
hablan muchas lenguas: solamente en el grupo de los seis representantes se
hablaban tres idiomas: ewe, ashanti y ga,
de tres pueblos diferentes que pueden darnos una idea de la inmensa riqueza
lingüística y cultural que llegó a América en más de 150 pueblos que los
europeos cometieron la torpeza colonialista de refundir en un solo término despectivo:
negros, y condenarlos a olvidar sus
idiomas, a hablar solo uno y a practicar
una sola religión; esclavizados, pero eso sí, listos para valerse de las grandes
habilidades de hombres y mujeres como gastrónomos, mineros, artesanos, herbolarios,
médicos, ganaderos y guerreros, entre
otros saberes.
Se
asombraron además al saber que de su país, antes llamado Costa de Oro,
independiente de Inglaterra a partir de
1957, llegó a América un personaje mítico llamado Ananse que vive en varias comunidades afrocaribeñas, entre ellas
Jamaica. En Colombia está presente en los relatos tradicionales de San Andrés, Providencia y Santa Catalina como
Anancy y Miss Nancy, en el Palenque como
Anancy y en todo el Pacífico como
Anancio. Es un pícaro personaje, un ser
libertario que modula sus actuaciones de acuerdo a las circunstancias; es
un héroe de resistencia cultural que a veces es villano y otras veces un ser de
gran dignidad. Llegó del antiguo imperio del Dahomey, de la tierra de los fanti, ashanti, ewe, y fon,
un riquísimo territorio que empobrecieron los colonizadores a sangre y fuego al
extraer su savia y su fuerza de trabajo.
Ananse acompañó en la travesía a los desterrados que llegarían vivos a América,
lejos de sus patrias.
Por
eso, la noche de su presentación, el 27 de mayo, se sintieron las fusiones y
transculturaciones sufridas por la diáspora en América, representadas en los hombres y mujeres de Ghana y Colombia, que
derrocharon alegría, maestría y destreza. Primero se presentó el grupo local
Periferia, dirigido por Lobadis Pérez y Dina Candela, con un fragmento de su
obra Los condenados de la tierra.
Danza moderna y teatro unidos para un
relato visual de largo alcance. Luego se
presentó el grupo de Ghana. Fue una gran demostración de ancestralidad y
modernidad, con el toque de los tambores y
del balafón que animó a los danzarines en una oleada de fuerza y
expresividad. El centro artístico, por el que ha desfilado lo mejor de la danza
de Cartagena, y se mantenía –al menos hasta esa fecha- en alianza con el
Colegio del Cuerpo, se llenó de músicas novedosas para un público, en su
mayoría joven, que se contagió de alegría y de ritmo, tanto que al final el
público se animó y danzó en rueda con
los ritmos de los tambores de fondo, imitando a las bailarinas ghanesas que no
pararon un solo momento.
Finalmente se presentó un ensamble entre los grupos locales y el grupo de Ghana. Cantos de
trabajo, cantos mortuorios y de
iniciación, bullerengues del Caribe, con
el fondo dancístico, finalizaron una fiesta en la que surgieron inevitables
preguntas en el conversatorio: ¿Por qué ciertas similitudes entre el lumbalú palenquero y los cantos
mortuorios de Ghana? ¿Por qué la circularidad de los movimientos? La ronda de respuestas nos acercaba
invevitablemente a la historia de la diáspora de África a América, y
particularmente a Cartagena por haber sido éste el puerto principal de desembarco
de los pueblos de Ghana, Angola, Congo, Mali, y tantos otros de la costa
occidental africana. Los músicos de
Ghana hablaron de los rituales, de los roles de cada miembro de su pueblo, de
cómo la vida no se puede entender en sus comunidades sin solidaridad...
El
entusiasmo, el cariño y la gran calidad artística del ensamble ghanés fueron reconocidos por los públicos en donde se
presentaron los seis miembros del grupo. En pocos meses, un grupo conformado
por seis colombianos, iría de gira por
Ghana, en un proceso que mantendrá vivo el puente de la diáspora africana en
América.
El poema de hoy
La luz está encendida
Para Kekeli
Kofi
Una paloma gris acaba de pasar volando
a través de la verde campiña
donde los vagabundos van tras una
mancha de blanco.
Cómo solía yo
adorar los veranos
el paisaje azotado por el viento
los campos abiertos
y la exuberante campiña.
¡Ah! casi me olvido del agua
vasta vasta como los panoramas
de la juventud, anegando un futuro
que se augura
pleno de prospectos formidables
yéndose ahora tan rápido.
Cada insecto hace parte de este
universo inexorable
este paisaje inevitable
con su inimitable eco.
Nuestro viaje, sostenido por el
tiempo y el viento
cautivo de una mañana de Mayo
lejos del fogaje solar
cuando los fulgores sobre el agua
brillan ferozmente.
Hay tiempos en los que un nuevo
dolor resuena,
y los arrepentimientos,
palpables como frutos
de los considerados pecaminosos
dominan como el destino.
El querido Dolor surge
recordando, sólo recordando un
tiempo
que adviene, no para determinar
sino para recordar el tiempo
en que nosotros tan jóvenes
como nuestro país
soñábamos con sucesos seguros
con logros medidos
con yardajes concisos
de promesas enviadas
con niños a salvo de la edad,
el tiempo en que
el río del cual venimos
habrá de arrastrarnos
hacia la fuente original
cuando desafiaremos el amor y la
muerte,
cuando habremos de jurar
por el amado paisaje
y el árbol solitario
luchando por ser una nación
y un bosque
al olvidar los lomos
de los cuales procedemos,
padres benevolentes
nos empujan de nuevo hacia el río
nos envían hacia la misma agua
de la cual vinimos
para que con el último pez
crucemos el último océano
para ser uno con el fuego
que calentó tus pies
te guió a través de desiertos
por pirámides y templos
santuarios y arboledas sagradas
en aquella isla
donde alguna vez fue el pájaro
plenitud y la caza fue buena
y la risa alegre
y la ovación fuerte
y ¡Ha! , el niño Kekeli
primera luz del alba
advino en un día de Octubre
con los ojos alargados
réplicas de la primera princesa,
y ahora el príncipe
prometido un día
ha llegado
por algún río
yo he de enseñarle la última noche
revelarle el secreto divino
del cual hace parte
del cual es heredero.
Aquí está el agua para tus pies
aquí está la flor para tus pies
aquí esta el vino para tus labios
he aquí el abrazo prometido.
(Traducción de
Raúl Jaime)
Wheta,
nació en Ghana en 1935. Su abuela lo involucró en la tradición oral de los Ewe.
Realizó estudios de Literatura en la Universidad de Nueva York, y escribió y
publicó una tesis titulada The Breast of the Earth (1975). Algunas de sus
libros de poemas son: Rediscovery and Other Poems (1964), Mesagges: poems from
Ghana (1970) y Night of my Blood (1971), Until the Morning After: Collected
Poems (1987); y la novela experimental, que él define como poema en prosa, This
Earth, My Brother (1971). Su libro The House by the Sea (1978), habla acerca de
su tiempo en la cárcel, a la que llegó por persecuciones políticas. Otros libros suyos
libros publicados son: South of Sahara (1975), The Ghana Revolution : A
Background Account from a Personal Perspective (1984), Comes the Voyager at
Last (1992. Tomado
de: http://www.portaldepoesia.com/poetas.htm
Música para hoy
Ghana Ensamble
https://www.youtube.com/watch?v=Bmb5J61gYT0
Música contemporánea de Ghana
https://www.youtube.com/watch?v=XCe_NUXlyqQ
Me baño mil veces en esta crónica. Muchas gracias amigo poeta por ombligar África con América.
ResponderEliminarGracias por sus comentarios, estimado escritor y paisano del Pacífico.
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