viernes, 5 de febrero de 2021

 

El blog de Alfredo Vaninromero

 

EL TRUMPIURIBISMO Y EL FINAL DE ESTA LARGA NOCHE

 

Si uno pudiera adivinar las razones por las cuales nuestros gobernantes y la mayoría de nuestros parlamentarios colombianos escupen veneno desde el festín del poder, diríamos que es muy amargo ser presidente, fiscal o parlamentario de Colombia, porque toca luchar contra una plaga de  de campesinos amargados, de estudiantes revoltosos,  de obreros ingratos, en fin, de “castrochavistas” azuzados por Venezuela o Cuba.

Pero ocurre que pese a que se tilda a Maduro de dictador en Venezuela, no conozco otro país latinoamericano donde el poder esté más concentrado en un solo partido y tan en pocas manos como en Colombia, mi doloroso país. Es una nefasta condición que además de lucir visos democráticos,  les permite a los actores en el poder pregonar las “maldades” de los que pertenecen a la oposición o a un pensamiento que no cale en la mentalidad feudal de nuestros gobernantes, sobre todo los actuales. En cualquier país decente, sus  dirigentes obedecen a las reglas de juego jurídicas. Una Primer Ministro de Islandia renunció solo porque usó una tarjeta de crédito oficial,  por una emergencia y   por un bajo costo. En nuestro país un dirigente lleva cientos de acusaciones y sigue aún campante.. Un presidente como Duque ya tendría más de una demanda de revocatoria del mandato, por sus repetidos engaños al pueblo colombiano, empezando por los billones de pesos que prometió para compensar el paro obligado de millones de compatriotas por el coronavirs.

Sin embargo, limitemos nuestras palabras a un solo hecho: ¿en qué otro país del mundo la pugna entre la oposición y el poder es más cruda que en Colombia, más llena de encono? Sabemos, desde la escuela, que la oposición debe cumplir con su deber: denunciar lo irregular y pelear por la dignidad del pueblo colombiano. ¿Y cuál es el deber de los gobernantes? Por supuesto, brindar garantías sociales, económicas, educativas, de salud, de participación, a todos los gobernados.

En estos tiempos en los que empiezan a mostrarse las aspiraciones para las elecciones del 2002, a nuestros gobernantes, quienes detentan el poder en todas sus ramas, cualquier candidato que no siga el curso de sus ansias de poder ilimitado, cualquier crítica,  les suena  a “castrochavismo”, el término acuñado por la dirigencia uribista. Pero si hablamos de igual a igual, deberíamos ahora bautizar al partido de gobierno colombiano como “trumpiuribista”. Sus injerencias en las elecciones gringas quedaron al descubierto, sin que el presidente Biden  haya mostrado un programa de  retaliaciones. A un presidente de mayor visión que su antecesor, debe interesarle más Colombia que sus intransigentes directivos.

En Colombia pueden culpar a los dirigentes de la oposición de narcos (el ojo solo ve hacia fuera); de  guerrilleros, etc… Incluso pueden culpar a la izquierda de “promover la lucha de clases”, como lo pregonan a boca a plena (y en Senado pleno) dirigentes uribistas. Más que indignación debe uno sentir lástima de nuestro país por comer cuento con tanta ignorancia.

La lucha de clases la instala el poder económico, social y político, el que ha dominado la política y la economía colombianas desde siglos atrás. No son los pobres ni los disidentes quienes la crean. La prueba está en la tremenda desigualdad que existe en el pueblo colombiano, sin que se inmuten sus dirigentes: aumentan la corrupción, la falta de políticas claras para la salud, la educación y el goce pleno de derechos. La pandemia nos devora y el presidente y su ministro de Salud ni siquiera se despeinan en un programa televisivo acartonado, insulso, sisn respuestas serias, estructurales.

Por eso, si algo ha desnudado el Coronavirus es la tremenda desigualdad, visible desde siempre, pero pocas veces tan letal como ahora. Para algunos interesados en que las cosas no cambien, “la desigualdad económica es producto de la falta de orden y de constancia de parte de los pobres”. Lo que no desean entender es que la sociedad actual está estructurada para eso, para la desigualdad, para el racismo y la opresión.  Si bien es cierto que algunos pocos “desde abajo” han podido dar el salto, es una situación que no es viable para la mayoría. Además no se trata de saltos: una sociedad no puede estar cimentada en desafíos a ver quién logra superar la pobreza. Debe estar construida y con dinámica hacia la mayor igualdad, las mismas oportunidades educativas, laborales y el respeto a su cultura. ¿Quién impulsa pues, la lucha de clases? Desde hace más de un siglo hubo pensadores que trabajaron a fondo un tema que no ha muerto y que es más notorio en nuestras repúblicas bananeras que en el centro del capitalismo europeo.

“Las grandes corporaciones han emprendido la lucha de clases, son auténticos marxistas, pero con los valores invertidos” (Noam Chomsky).

El trumpiuribismo tiene por ahora las de ganar, pero no para siempre. Este pueblo ha padecido demasiado. Y ahora se inventan la necesidad de mantenerlo inmerso en las noticias falsas: llegará el castrochavismo si votan por fulano de tal. Esa palabra es un híbrido que solo es concebible en la tortuosa sed de poder del líder de un partido que levanta chispas solo cuando alguien menciona la mínima posibilidad de justicia y reclamo contra el mal gobierno, interesado en aumentar los ingresos de los poderosos.

Pero lentamente se despejan las nubes. Los movimientos antirracistas, los movimientos feministas, campesinos, obreros, estudiantiles, docentes,  van aumentando su presión sobre una manera de gobernar que solo responde con injurias, mayor exclusión o balas. Larga es la noche pero tendrá su fin.

 

CONTINÚAN LAS TRAGEDIAS EN LA REGIÓN PACÍFICA

Otro naufragio en Tumaco

Siempre he sostenido que lo que no ocurre en Tumaco no ocurre en ninguna otra parte. El puerto al sur del Pacífico  colombiano, la Perla del Pacífico, o Puerto Perla como lo denomina uno de sus escritores nativos, sufre tantas tragedias que no es exagerado afirmar que van parejas con su hermoso entorno, con sus historias fascinantes.

Un periodista llegó a preguntarse si el pueblo sería  destruido primero por un tsunami o por la corrupción. Fue el pueblo y el municipio más golpeado del Pacífico por el gran terremoto–maremoto de diciembre 12 1979.  Para entonces, el  corregimiento Playa de San Juan fue borrado del mapa, con numerosos muertos  y el pueblo trasladado más adentro de la costa.

Además de las tragedias causadas por el saqueo eterno de sus arcas –nada ajeno a Colombia-  la carencia de servicios públicos adecuados, el narcotráfico ahora y los desplazamientos masivos, acaba de ocurrir un accidente marítimo en la Ensenada, protagonizado por dos canoas a motor que viajaban con 50 personas al corregimiento El Guayabo, río Chagüí, a una fiesta de 15 años. Ocurrió exactamente el sábado 30 de enero al atardecer. Las canoas iban sobrecargadas, sin chalecos salvavidas –algo usual en los transportes familiares-  y el oleaje fue demasiado fuerte. Según los últimos reportes, 14 personas fallecieron ahogadas (siete menores de edad y siete adultos) y 35 fueron rescatadas. (https://www.infobae.com/america/colombia/2021/01/31/tragedia-en-colombia-al-menos-nueve-muertos.





Panorámica parcial de Tumaco

 

Bello Puerto de mar mi Naventura

Mientras, en Buenaventura, pareciera que el Pacífico es el lugar de las tragedias. Mientras el  río Atrato, en el Chocó, inunda pueblos, y la violencia acosa a afros e indígenas en Bahía Solano, en Buenaventura parece haberse ensañado en los barrios más indefensos. La violencia no tendrá fin mientras el estado funcione como una máquina de poder que no entienda –que no quiera entender- que los grandes negocios de la cocaína hacen más daño en los lugares más indefensos. Las bandas armadas que controlan al puerto saben que en esas barriadas tienen un alojamiento intocable, en parte por la fuerza que poseen, en parte por la capacidad de seducción sobre la gente pobre, en parte por la complicidad del mismo estado, al que el actual alcalde –un dirigente del Paro Cívico- pide mayor intervención frente a la larga historia de violencia del Puerto.

 

La cita de hoy

En el certificado de defunción de las víctimas pondrá ‘muerte por coronavirus’. Pero, en una parte de los casos, lo que los habrá matado es la precariedad de la sanidad pública, el aumento de la desigualdad y de la miseria en los últimos años, la falta de inversión en saneamiento y de una vivienda digna. Y finalmente, el hecho de que una parte de la población todavía está expuesta al virus porque no se les permite dejar de trabajar. (Eliane Brum: “El futuro del coronavirus ya está en disputa” - El país, abril 10 2020  https://elpais.com/elpais/2020/04/09/opinion/1586469028_751337.html)

Aclaraciones

En la publicación anterior de este blog, recibimos una aclaración de parte de lectores, entre ellos Alberto González, de Guapi. Nos dice: la idea del  Ancianato en Guapi surgió  de varias mujeres del pueblo, con apoyo de la Prefectura Apostólica. 

 

Febrero 5 2021

No hay comentarios:

Publicar un comentario