El
blog de Alfredo Vaninromero
EL TRUMPIURIBISMO Y EL FINAL DE ESTA LARGA NOCHE
Si
uno pudiera adivinar las razones por las cuales nuestros gobernantes y la
mayoría de nuestros parlamentarios colombianos escupen veneno desde el festín del
poder, diríamos que es muy amargo ser presidente, fiscal o parlamentario de
Colombia, porque toca luchar contra una plaga de de campesinos amargados, de estudiantes
revoltosos, de obreros ingratos, en fin,
de “castrochavistas” azuzados por Venezuela o Cuba.
Pero
ocurre que pese a que se tilda a Maduro de dictador en Venezuela, no conozco
otro país latinoamericano donde el poder esté más concentrado en un solo
partido y tan en pocas manos como en Colombia, mi doloroso país. Es una nefasta
condición que además de lucir visos democráticos, les permite a los actores en el poder pregonar
las “maldades” de los que pertenecen a la oposición o a un pensamiento que no
cale en la mentalidad feudal de nuestros gobernantes, sobre todo los actuales.
En cualquier país decente, sus dirigentes
obedecen a las reglas de juego jurídicas. Una Primer Ministro de Islandia
renunció solo porque usó una tarjeta de crédito oficial, por una emergencia y por un bajo costo. En nuestro país un
dirigente lleva cientos de acusaciones y sigue aún campante.. Un presidente
como Duque ya tendría más de una demanda de revocatoria del mandato, por sus
repetidos engaños al pueblo colombiano, empezando por los billones de pesos que
prometió para compensar el paro obligado de millones de compatriotas por el coronavirs.
Sin
embargo, limitemos nuestras palabras a un solo hecho: ¿en qué otro país del
mundo la pugna entre la oposición y el poder es más cruda que en Colombia, más
llena de encono? Sabemos, desde la escuela, que la oposición debe cumplir con
su deber: denunciar lo irregular y pelear por la dignidad del pueblo
colombiano. ¿Y cuál es el deber de los gobernantes? Por supuesto, brindar
garantías sociales, económicas, educativas, de salud, de participación, a todos
los gobernados.
En
estos tiempos en los que empiezan a mostrarse las aspiraciones para las
elecciones del 2002, a nuestros gobernantes, quienes detentan el poder en todas
sus ramas, cualquier candidato que no siga el curso de sus ansias de poder
ilimitado, cualquier crítica, les suena a “castrochavismo”, el término acuñado por la
dirigencia uribista. Pero si hablamos de igual a igual, deberíamos ahora
bautizar al partido de gobierno colombiano como “trumpiuribista”. Sus injerencias
en las elecciones gringas quedaron al descubierto, sin que el presidente Biden haya mostrado un programa de retaliaciones. A un presidente de mayor visión
que su antecesor, debe interesarle más Colombia que sus intransigentes
directivos.
En
Colombia pueden culpar a los dirigentes de la oposición de narcos (el ojo solo ve hacia fuera); de guerrilleros, etc… Incluso pueden culpar a la
izquierda de “promover la lucha de clases”, como lo pregonan a boca a plena (y
en Senado pleno) dirigentes uribistas. Más que indignación debe uno sentir
lástima de nuestro país por comer cuento con tanta ignorancia.
La
lucha de clases la instala el poder económico, social y político, el que ha
dominado la política y la economía colombianas desde siglos atrás. No son los
pobres ni los disidentes quienes la crean. La prueba está en la tremenda
desigualdad que existe en el pueblo colombiano, sin que se inmuten sus
dirigentes: aumentan la corrupción, la falta de políticas claras para la salud,
la educación y el goce pleno de derechos. La pandemia nos devora y el
presidente y su ministro de Salud ni siquiera se despeinan en un programa
televisivo acartonado, insulso, sisn respuestas serias, estructurales.
Por eso, si algo ha desnudado el
Coronavirus es la tremenda desigualdad, visible desde siempre, pero pocas veces
tan letal como ahora. Para algunos interesados en que las cosas no cambien, “la
desigualdad económica es producto de la falta de orden y de constancia de parte
de los pobres”. Lo que no desean entender es que la sociedad actual está
estructurada para eso, para la desigualdad, para el racismo y la opresión. Si bien es cierto que algunos pocos “desde
abajo” han podido dar el salto, es una situación que no es viable para la
mayoría. Además no se trata de saltos: una sociedad no puede estar cimentada en
desafíos a ver quién logra superar la pobreza. Debe estar construida y con
dinámica hacia la mayor igualdad, las mismas oportunidades educativas,
laborales y el respeto a su cultura. ¿Quién impulsa pues, la lucha de clases?
Desde hace más de un siglo hubo pensadores que trabajaron a fondo un tema que
no ha muerto y que es más notorio en nuestras repúblicas bananeras que en el
centro del capitalismo europeo.
“Las grandes
corporaciones han emprendido la lucha de clases, son auténticos marxistas, pero
con los valores invertidos” (Noam Chomsky).
El trumpiuribismo tiene por ahora las de ganar, pero no para siempre.
Este pueblo ha padecido demasiado. Y ahora se inventan la necesidad de
mantenerlo inmerso en las noticias falsas: llegará el castrochavismo si votan por fulano de tal. Esa palabra es un híbrido que solo es concebible en la
tortuosa sed de poder del líder de un partido que levanta chispas solo cuando
alguien menciona la mínima posibilidad de justicia y reclamo contra el mal gobierno,
interesado en aumentar los ingresos de los poderosos.
Pero lentamente se despejan las
nubes. Los movimientos antirracistas, los movimientos feministas, campesinos, obreros,
estudiantiles, docentes, van aumentando
su presión sobre una manera de gobernar que solo responde con injurias, mayor exclusión
o balas. Larga es la noche pero tendrá su fin.
CONTINÚAN LAS TRAGEDIAS EN LA REGIÓN PACÍFICA
Otro naufragio en Tumaco
Siempre he sostenido que lo que no ocurre en
Tumaco no ocurre en ninguna otra parte. El puerto al sur del Pacífico colombiano, la Perla del Pacífico, o Puerto
Perla como lo denomina uno de sus escritores nativos, sufre tantas tragedias
que no es exagerado afirmar que van parejas con su hermoso entorno, con sus
historias fascinantes.
Un periodista llegó a preguntarse si el pueblo
sería destruido primero por un tsunami o
por la corrupción. Fue el pueblo y el municipio más golpeado del Pacífico por
el gran terremoto–maremoto de diciembre 12 1979. Para entonces, el corregimiento Playa de San Juan fue borrado
del mapa, con numerosos muertos y el
pueblo trasladado más adentro de la costa.
Además de las tragedias causadas por el saqueo
eterno de sus arcas –nada ajeno a Colombia- la carencia de servicios públicos adecuados,
el narcotráfico ahora y los desplazamientos masivos, acaba de ocurrir un
accidente marítimo en la Ensenada, protagonizado por dos canoas a motor que
viajaban con 50 personas al corregimiento El Guayabo, río Chagüí, a una fiesta
de 15 años. Ocurrió exactamente el sábado 30 de enero al atardecer. Las canoas
iban sobrecargadas, sin chalecos salvavidas –algo usual en los transportes
familiares- y el oleaje fue demasiado
fuerte. Según
los últimos reportes, 14 personas fallecieron ahogadas
(siete menores de edad y siete adultos) y 35 fueron rescatadas. (https://www.infobae.com/america/colombia/2021/01/31/tragedia-en-colombia-al-menos-nueve-muertos.
Panorámica parcial de Tumaco
Bello Puerto de mar mi Naventura
Mientras,
en Buenaventura, pareciera que el Pacífico es el lugar de las tragedias. Mientras
el río Atrato, en el Chocó, inunda
pueblos, y la violencia acosa a afros e indígenas en Bahía Solano, en
Buenaventura parece haberse ensañado en los barrios más indefensos. La
violencia no tendrá fin mientras el estado funcione como una máquina de poder que
no entienda –que no quiera entender- que los grandes negocios de la cocaína
hacen más daño en los lugares más indefensos. Las bandas armadas que controlan
al puerto saben que en esas barriadas tienen un alojamiento intocable, en parte
por la fuerza que poseen, en parte por la capacidad de seducción sobre la gente
pobre, en parte por la complicidad del mismo estado, al que el actual alcalde –un
dirigente del Paro Cívico- pide mayor intervención frente a la larga historia
de violencia del Puerto.
La cita de hoy
“En el certificado de defunción de las
víctimas pondrá ‘muerte por coronavirus’. Pero, en una parte de los casos, lo
que los habrá matado es la precariedad de la sanidad pública, el aumento de la
desigualdad y de la miseria en los últimos años, la falta de inversión en
saneamiento y de una vivienda digna. Y finalmente, el hecho de que una parte de
la población todavía está expuesta al virus porque no se les permite dejar de
trabajar. (Eliane Brum: “El futuro del coronavirus
ya está en disputa” - El país, abril
10 2020 https://elpais.com/elpais/2020/04/09/opinion/1586469028_751337.html)
Aclaraciones
En la publicación anterior de este blog, recibimos una
aclaración de parte de lectores, entre ellos Alberto González, de Guapi. Nos
dice: la idea del Ancianato en Guapi
surgió de varias mujeres del pueblo, con
apoyo de la Prefectura Apostólica.
Febrero
5 2021
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