La tragedia del pueblo nasa de Tierradentro
El día en que rugió el
gigante
Elizabeth Castillo Guzmán
Popayán, Junio 19 de 2014
El gigante convulsionó. El almanaque marcaba
6 de junio de 1994. Eran las 3 y 45 de la tarde de un lunes festivo
en Colombia, cuando un terremoto de 6,4 en la escala de Richter sacudía la
cuenca del río Páez en el Cauca. El nevado del Huila despertó
enardecido y su bocanada de fuego consumió parte del patrimonio del pueblo Nasa
en cerca de 40 mil hectáreas de tierra. La mayoría de las
víctimas fueron indígenas y campesinos que vivían en territorios de
lo que conocemos como la majestuosa región de Tierradentro.
Más de 20.000 personas perdieron en fracción
de segundos parte de sus vidas, de su historia y de su memoria. El territorio
quedó estremecido y marcado para siempre por el agresivo paso de un río
convertido en un vendaval de barro y piedras que no dejaba rastro a su paso y
arrastraba sin compasión a vivos y a difuntos.
Se calcula que fueron cerca de 1.100 muertos
y 1.600 familias que tuvieron que inventarse la vida en nuevas tierras.
Las imágenes de los helicópteros rescatando
niños, mujeres y ancianos indígenas de las encumbradas pirámides de los andes,
conmovieron al mundo. Era una tragedia cultural. Los recuerdos de Armero y su
terrible ahogamiento en 1985 revivieron en la memoria del país. Hubo un duelo
colectivo durante mucho tiempo.
En el mundo indígena se dijo que la
naturaleza estaba enojada con los hombres y había obrado para dar una lección.
Tenía razones de sobra, según los entendidos.
Los sobrevivientes estuvieron
durante semanas enteras en improvisados cambuches de plástico y esterilla,
tratando de saber la suerte de familiares y vecinos, contando una y otra vez los
eventos que no podían sacar de sus mentes. Muchos preferían no dormir para
evitar las pesadillas en las cuales se repetía la avalancha. Los thê’jwala –esos
sabios de la medicina tradicional indígena- dijeron: “Las gentes se enfermaron de susto y cuando uno está asustado
los sueños son malos. Por eso hay que amansar, así se va pasando el susto. Es
que el susto trae el frío y los malos sueños”.
Han pasado veinte años de
este doloroso evento y de los malos sueños. También dos décadas de
intervenciones institucionales, algunas mejores que otras. Incluso ocurrió otra
avalancha en el 2008 que se llevó para siempre las viejas instalaciones de la
Normal de Belalcázar con sus archivos de papel, pero que gracias al trabajo de
prevención no dejó víctimas humanas.
Se habla también de los
hijos de la avalancha, para referenciar a quienes nacieron en ese tránsito que
alteró biografías y geografías durante 1994.
La vida de muchas familias
y cerca de 15 comunidades cambió de forma definitiva a partir de este momento.
La gente del resguardo de Tóez hoy vive en Caloto, al norte del
Cauca. Varias comunidades se reasentaron en municipios como Cajibío y Morales.
Otros fueron abriéndose camino en el Huila, el Caquetá e incluso en ciudades
como Popayán.
Como el ave fénix
renacieron una y otra vez, como lo han hecho tantas veces desde siempre.
Las comunidades indígenas y
sus organizaciones fueron valientes y acuciosas en el lento y delicado proceso
de reinventar la vida en otras tierras. Construyeron poblados, reinventaron sus
escuelas bilingües y llevaron el nasa yuwe a lugares donde no se conocían
las lenguas indígenas. Amansaron los nuevos territorios sembrando el nasa
thul (huerto casero).
Tierradentro sigue en pie
como antiguo testigo de los acontecimientos, resguardando la memoria de una
tragedia convertida en plan de vida.
Los acechos no
terminan. El gigante duerme intermitentemente y algunos siguen
enfermos de susto.
Elizabeth Castillo Guzman
Profesora Titular Universidad del Cauca
Profesora Titular Universidad del Cauca
Coordinadora Centro
Memorias Étnicas (centromemoriasetnicas@gmail.com)
Telefax 8244655 - Celular 3113897140
Telefax 8244655 - Celular 3113897140
Popayán- Colombia
Fe
de erratas
En
el artículo anterior Las ofensas
mundialistas, cambiamos el nombre del futbolista asesinado Andrés Escobar por Eduardo
Escobar. Gracias a los amigos que nos llamaron la atención por esta errata. (A.V.)
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