lunes, 23 de marzo de 2015

Hoy en islario del sur:
“Invisibles o desterrados”. Un texto del profesor José Antonio Caicedo Ortiz, de la Universidad del Cauca.
Homenaje al gran compositor de El Banco magdalena-Colombia),  José Barros, a cien años de su nacimiento.


 Un texto:

Publicamos el texto “Invisibles o desterrados”, como una manera de sentar precedentes. Hace pocos días, la senadora payanesa y uribista Paloma Valencia, lanzó una de las propuestas más desconcertantes de los últimos tiempos en Colombia, en vísperas del posible postconflicto. Se trata nada más y nada menos que de dividir el departamento del Cauca en dos pedazos: “uno para los indios y otro para los mestizos”, en vista de los reclamos y alzamientos de los indígenas por sus tierras usurpadas, prometidas y vueltas a usurpar.  Para que los indígenas –según ella argumenta- puedan dedicarse en sus resguardos a sus paros, sin perjuicio del “otro” Cauca, formado por mestizos. No mencionó a blancos ni a negros. Pero ya se sabe…
Paloma Valencia es, como su apellido lo indica, heredera de una familia de latifundistas. Su mayor coherencia estriba en que buscó el uribismo como dogma  político y en él la plataforma  para una despiadada  manera de torpederar los esfuerzos de miles de hombres y mujeres por crear un país para todos. En el caso que nos ocupa, un departamento para todos. El departamento del Cauca, el de mayor diversidad cultural de Colombia, cuna de una de las organizaciones indígenas más importantes de América nuestra (el CRIC)  y de una estrategia de lucha que nunca ha incitado a la violencia sino a la solución pacífica, pero necesaria,  merecedora de muchos reconocimientos internacionales.
Varias plumas reconocidas, entre ellas las de Antonio Caballero (revista Semana) y Julio César Londoño (Diario El país)  se han ocupado del exabrupto (así sea coherente con la manera de pensar de una derecha racista, feudal y cavernaria).
El profesor José Antonio Caicedo Ortiz  pertenece a la nueva y notable generación de investigadores y ensayistas afrocolombianos, riguroso en su indagación social e histórica y en la búsqueda de una pedagogía incluyente para los que no hacen parte del país de la senadora Paloma Valencia.



¿Invisibles o desterrados?
Jose Antonio Caicedo Ortiz
Profesor Universidad del Cauca

Las intervenciones de esta semana propiciadas por la senadora del Centro Democrático Paloma Valencia, han dado pie a que muchos se interroguen por el lugar de las poblaciones afrocolombianas en la lucha por la tierra en el Cauca. Su propuesta de dividir el departamento en dos, uno para indígenas y otro `para mestizos, o como lo escribió Antonio Caballero, para blancos, siguiendo el “alarde de corrección política” de la senadora, deja nuevamente por fuera a la gente  negra. Vale la pena recordar que no se trata solo de un acto de invisibilización, sino que en la vocación separatista de Valencia se refleja la mentalidad de olvido histórico hacia las poblaciones de origen africano, quienes desde el siglo XVI han enriquecido a las castas coloniales con su trabajo, sin recibir todavía mínimos actos de reparación, al contrario, el olvido se perpetua y se perpetua.
Pero además de la invisibilidad recurrente, pues todavía no se sabe, en qué lugar de la utopía de la paloma iremos a parar los afrocaucanos, se evidencia la indecente realidad actual de las poblaciones negras del Cauca. Y vale aprovechar los actos de sinceridad de congresistas como Valencia, quienes al abrir los polvorines del odio, nos activan la memoria para recordar que en relación con el tema de la tierra, los antiguos esclavizados obtuvieron con sudor y sangre sus territorios, que desde la época de las haciendas coloniales venían construyendo en medio de la ignominiosa condición de la esclavización, hasta apropiarlos  y fundar varios poblados, construyendo familias, barriadas y pueblos de libres, territorios que ya no pertenecen a sus descendientes, porque el antiguo esclavismo fagocitó en otras modalidades latifundistas produciendo un nuevo episodio de destierro, que hoy tiene a muchas familias afrocaucanas en condiciones de proletarización.
La propuesta de la senadora Paloma no incluye a los afros, pues como suele suceder en casi todos los temas que tiene que ver con derechos territoriales, estas comunidades pasan de ser invisibles a desterradas, pues no está de más recordar que en el Cauca se presenta una de las mayores crisis humanitarias, como en la costa Pacífica, donde 12 millones de hectáreas tituladas en los años noventa a las comunidades negras, hoy son tierra de violencia y de nuevo despojo.
Pareciera que los y las afrocaucanos son un azar de la historia y por ello no suenan cuando se piensa en la conformación territorial del departamento, en una región cuyo porcentaje de estas poblaciones llega al 30%.  Como en el triste y celebre episodio de la Asamblea Nacional Constituyente de 1990,  la gente negra vuelve a quedar por fuera del mapa. ¿Invisibles o desterrados?  Es mi pregunta. Seguramente estamos frente a dos caras del mismo asunto. Invisibles porque a pesar de la evidencia material, económica, estadística  y cultural de las comunidades afrocolombianas, en el Cauca no se les nombra, ni siquiera en la mentalidad segregacionista de la senadora Valencia, pero también desterrados, porque en este departamento, las hijos de la diáspora siguen buscando el derecho a sus  tierras,  despojadas desde mediados de los años cincuenta del siglo xx, cuando la marea verde, a través de diversas estrategias sumió a sus antiguos dueños en desterrados y como el en viejo esquema colonial en condición de neo esclavización. 
No se trata ahora de cuestionar o poner interrogantes morales respecto de la legítima lucha del movimiento indígena, sino más bien de hacer notar la recurrente invisibilidad sobre las poblaciones negras, cuando de derechos se trata, quizás no así cuando de alegrar el mundo de la caucanidad con su cultura y su folclor.
Ojala todo esto no se trate de una maniquea estrategia para utilizar la grave situación de tierras de las comunidades negras para deslegitimar o condicionar las demandas de los pueblos indígenas o campesinos, tal como se intentó por parte de parlamentarios caucanos durante los años noventa, a propósito de los debates sobre la creación de las entidades territoriales indígenas (ETIs) en el norte del Cauca. Pareciera que para las elites hacendatarias y parlamentarias, como a la vieja usanza, convivir en medio de las diversidades culturales y étnicas es un problema y una amenaza.
En el  Cauca se ha demostrado durante siglos que es posible construir juntos en medio de una gran diversidad lingüística, cultural, productiva y de modos de ver el mundo. Seguramente esto es menos probable en las antiguas casonas donde pervive la pureza de castas, pero este departamento es mucho más que unas cuantas calles señoriales. Es por esto que no tiene ni pies ni cabeza pretender dividir una región cuya riqueza es el resultado de una diversidad que convive a pesar de las enormes dificultades y desigualdades existentes. Por esa simple razón de convivencia histórica de diversidades, es que propuestas como la de la senadora Valencia, nos devuelven a los tiempos de las cavernas de capillas y pilones.
Aviso: Y mientras suben y bajan las opiniones de todo tipo y acento ¿qué dice el gobierno frente al pliego de peticiones de los pueblos indígenas del Cauca?  No vaya a ser que pasemos por despalomados y se nos olvide el motivo original de este conflicto. ¿Qué va a pasar con los territorios de las comunidades afrocaucanas? No creo que la salida sea pensar en un tercer ¨departamento para negros¨, como algunos ya deben estar imaginando, sino aceptar que estas poblaciones también tienen derechos territoriales.

Un homenaje:


El compositor de El Banco (Magdalena) cumplió cien años de haber nacido (El Banco, Magdalena, 21 de marzo de 1915 - Santa Marta, 12 de mayo de 2007). Por las cadenas de televisión Señal Colombia y Telepacífico se transmitió desde la tierra natal del genial y frondoso compositor un  hermoso homenaje musical a su vida y obra, que cerró Totó La Momposina con un público de pie, contagiado del poder de las canciones y la voz de Totó, a quien habían precedido otros músicos y cantantes como María Mulata, para que la magia fuera subiendo de tono. No faltaron las cumbias, los boleros de su autoría. Por supuesto, “La piragua”. No faltó en la presentación de Totó, el rasgado de jazz de una guitarra y los tambores de legendario origen. La ministra de Cultura estuvo allí, en medio del disciplinado público banqueño.


Ver el homenaje completo en:


Hasta el próximo día de otro encuentro con islario del sur. 
Desde el sur lo diverso
Alfredo Vanín

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