ESTATUAS DERRIBADAS
"Declaramos
que la estatua erigida desde la década de los 30, cuando Popayán conmemoró 400 años de la derrota de nuestros
pueblos indígenas por la bota española genocida, hace parte de la
violencia simbólica que nos ha oprimido y nos ha puesto en un lugar de
olvido", expresaron los líderes indígenas.
Este año en Colombia han rodado tres
cabezas históricas durante las manifestaciones populares contra la
arbitrariedad del gobierno del presidente y el Centro Decmocrático: en Cali cayó
de nuevo Sebastian de Belacázar, en Popayán derribaron al “poeta soldado” Julio
Arboleda y en Pasto el precursor Antonio Nariño. Salvo el último
“ajusticiamiento”, las demás estatua se lo merecían.
Sebastián de Belalcázar (1480-1551) es
ensalzado en nuestra historia como un fundador de ciudades. Llegó a América en
el tercer viaje de Colón (1498). Su épica hazaña de destrucción comprende gran
parte de las actuales Colombia y Ecuador. Años después –en las filas del
conquistador Pizarro- se iría al Ecuador y fundaría ciudades como Quito y
Guayaquil por encargo de su jefe. Moriría
en Cartagena, venerado como fundador de Cali y Popayán.
El debate sobre la violencia ejercida contra
las estatuas como símbolos históricos y culturales es legítimo. Pero pesa
demasiado un pasado de esclavización y oprobio que no se ha borrado de nuestra
memoria política, tanto que los liderazgos políticos de Colombia suenan más a
feudalismo colonial que a democracia
moderna. Y de la misma manera en que los detentadores del poder erigen símbolos
para perpetuar su dominio sobre las mayorías, esas mayorías tienen el derecho
de reivindicar su memoria sobre los
símbolos de su opresión secular.
Antonio Nariño, en cambio, merecía otra suerte. Fue el más sufrido de los independentistas, precursor e ideólogo, traductor de los Derechos del Hombre, un paso revolucionario de la época. Pero su “ajusticiamiento” no es más que una vieja rencilla con los criollos pastusos que querían perpetuar la colonia contra la oleada de independencias del mal llamado Nuevo Continente.
No puedo afirmar lo mismo del “poeta soldado” Julio Arboleda. Feroz esclavista, una vez que se decretó la abolición de la esclavitud, en el gobierno del también payanés José Hilario López, el 21 mayo de 1851, el esclavista despachó a más de 100 esclavizados hacia otros lugares, entre ellos a Paita, Perú (donde el 23 de noviembre de 1856 moriría la inolvidable Manuelita Sáenz).
En Robles (Jamundí, Valle del Cauca, antes Cauca) escuché una leyenda de alto significado. Algunas noches, un jinete sin cabeza (la lleva entre sus manos), atraviesa el pueblo y a quien se encuentra en el camino le pregunta si él hizo algo malo mientras vivió. El jinete ha sido identificado –dicen los lugareños- como el mismísimo Julio Arboleda, que no puede “descansar en paz” en un pueblo que esclavizó, como lo hizo su familia en Timbiquí (Cauca), donde nació.
Alguien apuntó a decir –a partir de los
lamentos de dirigentes, que les dolía más una estatua derribada que los
crímenes contra los dirigentes sociales y los muertos durante las manifestaciones
contra el mal gobierno.
Muertos y
desaparecidos
Este
martes se cumplieron seis días de protestas en Colombia. Y aunque las movilizaciones, que
empezaron el 28 de abril, se han extendido por todo el país, Bogotá y Cali se
convirtieron en los epicentros de las principales movilizaciones, que han
llevado a violentos enfrentamientos con las autoridades.
La Defensoría del Pueblo señaló
que 18 civiles y un policía murieron debido a las protestas y
al menos 80 personas se encuentran desaparecidas.
Las movilizaciones fueron
convocadas por un proyecto de reforma tributaria impulsado por el gobierno de
Iván Duque.
Nota y foto de la BBC:
Foto tomada de: https://www.google.com/search?q=fotos+protesta+cali&tbm
Ahora hay estatuas vivientes que deben
terminar su ciclo. El paro en las ciudades y pueblos de
Colombia ha demostrado que la política de represión, hambre, garrote y muerte
que ha exhibido el uribismo en su
historia no puede continuar. Somos el país de mayor represión y desigualdad del
continente, gobernados por una cáfila de políticos, banqueros, empresarios y
terratenientes, que cada vez más enriquecen sus arcas y empobrecen a un pueblo
que salió a las calles a reclamar contra los malos decretos y se le unieron los
desplazados sociales que incendiaron las calles, a veces reclutados por la
misma fuerza pública para justificar sus atropellos contra los manifestantes
pacíficos y los asesinatos contra
líderes sociales. La sangre que se ha derramado en estos días y en los últimos
años es una señal inequívoca de que el poder está en malas manos y su crueldad,
tanto como su debilidad y torpeza, indican que ha llegado la hora en la
que estudiantes y obreros, campesinos y líderes sociales, hombres y mujeres
jóvenes decidan el cambio, a costa
de sus vidas, bajo un régimen que ha asesinados a cientos de dirigentes.
No queda otra salida: que renuncie el presidente Iván Duque, que volvamos a
elegir presidente y congresistas, que se modifiquen las reglas del juego político,
la redistribución de la economía nacional y las oportunidades de vida; es la
salida digna para un país ensangrentado, donde los líderes del Cauca son
asesinados y las calles de Cali se convierten en campos de batalla por el uso
de la fuerza militar contra el pueblo que reclama cambios. El subpresidente y
su gallada están a tiempo de escucharlo, antes que se desborde más este país y
no por la instigación de la lucha de clases, como pregona Uribe, sino porque la
injusticia económica y social, la masacre de líderes y jóvenes estudiantes, la
apropiación de la riqueza por parte de pocos gremios económicos, coparon la
paciencia de este pueblo, donde ni siquiera se cumplen los postulados del
capitalismo moderno.
Notas
en tránsito
Nuestro corresponsal en Popayán, Eduardo
Gómez Cerón, recomienda la lectura de la defensa de Nariño ante el Senado: (Una
pieza clásica). Y nos envía este apunte que sirve para la época presente:
Cuentan
los biógrafos de Picasso que un oficial nazi fue al estudio del artista cuando ocuparon Francia y
vio los bocetos del Guernica -para entonces ya el cuadro era mundialmente
famoso-. El alemán le dijo a Picasso: "Entonces usted hizo esto", a lo
que don Pablo repuso: "No: lo hicieron ustedes!".
Que cese la
violencia demencial de un gobierno en caída libre y que nuestro país cambie de rumbo hacia una verdadera democracia, un
país donde se llora más por las estatuas que por los asesinatos de los
ciudadanos y nuestros gobernantes están más pendientes de lo que ocurre en Venezuela
que de las atrocidades cometidas en nuestro propio país. Estamos ante una de las más grandes y prolongadas manifestaciones populares de la historia reciente de Colombia, en donde Cali ha sido uno de los más fuertes bastiones de la protesta.
Se cansó el pueblo, se cansaron los jóvenes. Ahora alzan su voz y se enfrentan a lo que sea, porque después tanto atropello de un legado perverso de gobierno y el silencio de una o dos generaciones pasadas, que temía rebelarse, se siente que no hay nada que perder y que hay que luchar para que esto cambie.
ResponderEliminarExcelente pluma, y una pluma Buela mejor depende de la pericia del pájaro, y usted es un hombre de alas por su certera y limpia Manera de opinar sobre lo que pasa en Colombia en estos momentos. Me sorprendió que para usted los poderosos del país lloren más el derribamiento de una estatua que enaltece a un Criminal, que a los jóvenes que han sido asesinados por orden presidencial. Leerlo a usted no deja de ser un acto de verificación de la verdad desde las palabras de un académico y sobre todo de un artista de la palabra.
ResponderEliminarDisculpe el vuelo con B, se escapó a raíz de la emoción de opinar por su columna.
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