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alfredo vaninromero islariodelsur
El mapa de la discordia
Antioquia es una región de grandes contrastes. De allí surgieron hombres y mujeres de mentalidad independentista y de ñapa antiesclavistas como el político Juan del Corral y el catedrático José Félix de Restrepo, del Estado de Antioquia, quienes se adelantaron en la Nueva Granada con la 1ey del 20 de abril de 1814 que daba libertad a los hijos de esclavos, que posteriormente generaría la Ley de Libertad de vientres de 1921 y en todo el país con la ley de Libertad de esclavos del gobierno de José Hilario López en 1851. Allá entendieron que la ciencia, el arte y la industria necesitan hombres y mujeres libres. Es necesario mencionar también a otras mentes liberales y revolucionarias: la activista por los derechos de la mujer María Cano, los escritores Tomás Carrasquilla, Fernando González, Manuel Mejía Vallejo, la pintora Débora Arango, el fundador del Nadaísmo Gonzalo Arango. Allá he conseguido amigos que siento entrañables, pese a que algunos son recientes, como los escritores Fernando Rendón, Juan Diego Mejía, Juan Pablo Montoya y la historiadora Adriana Maya, quien creó el museo de historia de los afros en Antioquia, hace pocos años, una hazaña impensable hace un tiempo, pero necesaria, como las obras de Carrasquilla o los poemas de Jaime Jaramillo Escobar a la gente del Chocó.
En su historia se han conjugado como en ninguna otra región del país el fanatismo religioso y el conservadurismo más acendrado, el sentido familiar tradicionalista, junto al más avanzado liberalismo democrático. En medio de su colonización hacia todo el país, llevó monjas sufrientes y prostíbulos alegres. Héctor Abad lo muestra de manera extraordinaria en su novela La oculta, a propósito de la colonización del oriente antioqueño. La colonización ha llevado a Antioquia a emplazarse en todos los lugares de Colombia, con un lema que dejaron de rezar en secreto: “Dios mío, no me des plata, pero díme donde la hay”. El narcotráfico se elevó a rango de empresa internacional con Pablo Escobar, y es el único lugar de Colombia que posee santo, la Madre Laura.
Junto a su sentido del humor y la carreta, esa capacidad verbal desbordada, fueron famosos por la barbera y la peinilla. Por lo primero lograron compaginar con los habitantes del Pacífico, porque no hay hombre ni mujer negro que no ame lo oral. Por lo segundo fueron considerados berriondos en todo el país. Supieron entroncarse en la vida de las comunidades con esa absoluta manera suya de resolver lo cotidiano y aprender todos los oficios. Son comerciantes marcados desde la cuna. Pero también con la colonización se fueron los más atrabiliarios a muchos lugares del país. La búsqueda del oro los llevó de Antioquia al Viejo Caldas, al Valle del Cauca, al Chocó. En la via Buenaventura-Cali se tomaron el pueblo de Cisneros, donde hoy se saca la madera a lomo de bestia. Su poder de cohesión con la lejana Antioquia los ha llevado a mantener los nexos con la tierra natal. Desde allá despachan casi todo el dinero que se recibe de los miles de pueblos y ciudades donde residen. Solo unos pocos se icnorporan de manera definitiva a las regiones donde sus abuelos llegaron como colonizadores.
El mapa de la discordia revela de nuevo la firme vocación anexionista. Las vallas de los lideres de Antioquia rezaban: “Presidente, no despedace a Antioquia”. Ya es noticia de que hay uranio, coltán, oro, tierras fértiles para la palmicultura, pero sobre todo es evidente que la zona es estratégica como un corredor hacia el Pacífico y el Caribe. Importa un bledo que el departamento del Chocó fuera creado con la ley 13 de 1947 y Belén de Bajirá estuviera incluido en el mapa que acaba de reafirmar el Igac. El poder económico por encima de todo. No importa la ley: se trata de apoderarse de las riquezas, "de manos de esos negros perezosos”, como dicen algunos interioranos en tierras de negros, una vez se han enriquecido.
Ahora acaba de trinar el gobernador de Antioquia, Luis Pérez Gutiérrez: “No vamos a descansar hasta quitar esa nube negra ndel Gobierno nacional que nos quiere despedazar el Departamento de Antioquia”. #UrabáFirme. Si el mensaje es original, estamos frente a una advertencia seria. El afán depredador se justifica con la “nubre negra”, con el racismo que se exalta. No van a descansar, no han descansado.
La entrada a sangre y fuego de grupos armados en los consejos comunitarios de Jiguaminadó y Curvaradó tiene causas conocidas, por algo ahora impera la palma africana. En Belén de Bajirá también entraron a sangre y fuego. El jefe del Centro Democrático apoya estas cruzadas de toma y retoma del territorio chocoano. Al menos no esconden sus propósitos. El problema es detener el expansionismo que no se contenta con colonizar regiones y extraerles hasta el último centavo, hasta el último gramo de oro.
Los chocoanos están en pie de lucha, como iguales, sin complejos. Así lo han demostrado mediante las expresiones que surgieron del paro cívico anterior. El Chocó tiene apoyo de un gran sector de Colombia, y por supuesto del Pacífico, un departamento que ha entregado riquezas a montones, desde la Colonia, y ahora su río solo lleva mercurio y muerte. La riqueza se queda en otras manos.
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