LEYENDO PARTE
DEL FUTURO
Rompemos el
receso en el blog (¡Y han sucedido tantas cosas desde la última nota!)
El columnista
y orientador de Color de Colombia, Daniel Mera Villamizar, nos invitó a escribir un texto sobre cómo
incluir a futuro algunos elementos para el Festival de Músicas del Pacífico
Petronio Álvarez, el significativo festival que se realiza cada año en Cali, a finales de agosto. Incluimos su nota y el artículo que
fue ya publicado en elespectador.com, al igual que otros, a manaera de ejercicio prospectivo.
PROSPECTIVA @PETRONIOFEST: ALFREDO VANÍN SOBRE INCLUIR LA TRADICIÓN ORAL
El escritor emblemático del Pacífico colombiano se imagina un espacio
para la palabra oral en el Petronio. Tercera entrega.
Que “falta un espacio para la tradición oral:
decimeros y narradores”, fue contribución de un fotógrafo con
credenciales a los “5 aspectos para afinar” del
balance breve que del XVIII Petronio hizo El Espectador del Petronio, un
producto en alianza con Color de Colombia.
Una observación llamativa, pues si bien el periódico había reseñado
el “Encuentro de Decimeros” en la Biblioteca del Centenario,
lo que Jorge Idárraga decía era llevar los decimeros a la ciudadela Petronio.
A quién pedirle ponerle imaginación a esa idea no fue una decisión
difícil. Un escritor moderno con un pie, una pierna y el corazón anclados en
las tradiciones ancestrales sería un lujo para la Prospectiva del
Petronio. Alfredo Vanín.
Una noche
se le llamó desde Bogotá, y la palabra oral no pareció persuadirlo. Un correo,
la palabra escrita, sí. Pronto anunció que el texto existía, que iba a pulirlo,
lo que incluyó darle un “swing un poco futurista”.
Llegó el
texto, como genuina expresión de la personalidad literaria y política del
maestro Vanín, es decir, un río caudaloso en vez de un riachuelo. En vez de un
horizonte de 2 y 7 años, uno de 100 con un “Festival que se narró a sí mismo”.
Alfredo
Vanín imagina
subir la tradición oral al escenario principal del Petronio, en vez de crearle
un escenario alterno, tal vez a la manera de los ‘cuenteros’.
Y
establecer un primer día previo para “contar los relatos que traen los músicos
de la orilla y compartirlos con los habitantes de la ciudad”, en vez de disponer
momentos en los días ya fijados del Festival.
La
conversación con Vanín no es si se incluye o no la tradición oral del Pacífico
en el complejo cultural del Petronio, sino cómo.
Probablemente
él estará de acuerdo con que en los zonales también se busque a portadores de
la literatura oral que se ha transmitido de generación en generación, y se
traiga al Petronio a unos cuantos y se les lleve a emisoras universitarias.
La realidad suele ser menos poética, pero aquí deja el maestro Alfredo Vanín plantada en nuestra mente una idea de
innovación para el Petronio, sobre la que habrá que volver con reportería.
[DMV]
El
Petronio Álvarez futuro
Por
Alfredo Vanín
El
Festival de Músicas del Pacífico “Petronio Álvarez” se creó en Cali para
difundir las músicas de la costa occidental colombiana, de sur a norte.
Y nació
para quedarse porque se ha fortalecido incluso con el peligro de convertirse en
una vitrina internacional, permitiendo de manera rápida la fusión con músicas
del mundo, bajo la influencia de los acordes de los grupos tradicionales de
marimbas, violines y chirimías.
Si alguien
pudiera dormirse y despertar, digamos en cien años, de seguro se encontraría
con un evento diferente, que nació bajo la inspiración de las orillas del
Pacífico, se instauró en Cali por la idea de un Secretario de Cultura y
contagió a Colombia y al mundo.
Pero ese evento habrá modificado para entonces su nombre: no se
anunciaría como 118 Festival de Músicas del Pacífico Petronio Álvarez, sino que
posiblemente habrá adquirido el lenguaje de la época cibernética, y podría
perfectamente llamarse Ftval Intertvo de Mscas y
Rtales de los Desctes del Pco en la Cdad de Calida, que en el
castellano de hoy se llamaría 118 Festival Interactivo de Músicas y Rituales
hablados de los descendientes del Pacífico en la ciudad de Cali.
El
plegable electrónico agregaría además que el Festival fue creado por una
confederación de pueblos desplazados del occidente pantanoso, donde las selvas
fueron taladas para la extracción del oro, los ríos convertidos en barro y
arena y casi desaparecidos, y por último la población sobreviviente de los
despojos y los genocidios emigró en masa, quedando allá muy pocos hombres y
mujeres, luego de que bandas aliadas con los inversionistas de última
generación hicieran un festín con la riqueza y luego las bandas se exterminaran
entre ellas y los inversionistas desaparecieran por el mundo con las arcas
llenas, como lo alcanzaron a contar los sobrevivientes, hombres y mujeres de
más de noventa años que con ojos llorosos hablan todavía de las riquezas que
conocieron de niños, de las músicas que escucharon y no esas electrónicas que
suben al podio de los festivales de ese tiempo futuro en los que cambió para
siempre la música y la palabra desde que desaparecieron Gualajo Torres, La
Contundencia, el Grupo Bahía, y el nuevo grupo Choquibtown ganó el último
Grammy con una canción remasterizada con el título “Devuélveme mi río (con todo
el oro adentro)”.
Pero este
viajero del tiempo tendría que reconocer que el lenguaje creado entre los
desterrados de los grandes lechos de los ríos vueltos al revés siguió
hablándose de manera clandestina en los barrios de la ciudad que ahora se
conurbó con otra más antigua llamada Popayán y al norte con otra llamada
Cartago, dos extremos de la misma tierra, ahora que el mar quedó más cerca y
convirtió al pueblo del Dagua en Pueblo de Agua, por su cercanía al puerto de
Buenaventura, que no tuvo título ni fecha de fundación, como lo divulgó un
arquitecto francés que murió en las colinas de Cali, porque los charlatanes
españoles nunca fundaron nada, solo refundaron en algunos casos.
Ese
lenguaje se fue fortaleciendo, dirían, en los festivales donde ya no se
escuchaba solo música, sino el habla de los hombres y mujeres que contaban que
volvieron a sus territorios para rehacerlos y todavía tío Conejo engañaba a tío
Tigre, que aún un abogado preso de la artritis decía que los compadres ricos se
enfrentaban a los compadres pobres, que la Tortuga y la Zorra todavía sostenía
un duelo de honor, que no todos ellos se habían hundido en los ríos revueltos,
que seguían vivos en la memoria en virtud de la palabra que pudo escucharse en
medio de las músicas.
Y porque
no solo de animales vivía la palabra en las selvas, como indígenas y negros lo
saben ahora. La palabra vivió también de extensos relatos de migraciones
internas, de los plazos robados por la vida, de las carencias y abundancias, de
los amores y desamores, de crímenes y actos de amor, de poesía hablada con el
rumor de las hojas donde silba un viento cálido, lleno de presagios.
De manera pues que subir la palabra oral hasta los
escenarios del Petronio, en este próximo Festival de 2015, al lado
de la música, puede producir efectos imprevistos: que la memoria se plante de
mejor manera, que los músicos tengan mayor tiempo para afinar sus instrumentos
y tengan nuevos temas para sus canciones, que los oyentes se embelesen con los
grandes y pequeños relatos y que aquellos que bailan “Kilele” cuando irrumpe
desde las profundidades de los bombardinos y los clarinetes o cuando bailan un
currulao que nace en las chontas de las marimbas que después serían sintéticas
porque se acabaron las palmas (y ojalá nunca ocurra) y tuvieron que sembrarlas
de nuevo.
Es cierto
que quienes asisten al Festival están más entonados con la música. Pero la
palabra podría instalarse en escenarios que sirvan de abrebocas a las
presentaciones musicales que el Festival tiene en el centro de sus competencias
(y ojalá dejara de ser competencia).
Podría
ponerse, por ejemplo, un escenario el primer día previo para contar los relatos
que traen los mismos músicos de la orilla y compartirlos con los habitantes de
la ciudad, como una manera de llenar de imágenes habladas el mundo desaforado
de las músicas ribereñas y urbanas que ahora dialogan sin palabras, porque en
algún momento se acabó la costumbre de reunirse los músicos de todos los
rincones del Pacífico, en las terrazas de los hoteles, después de los
conciertos, a intercambiar historias y miradas del mundo.
Entonces
sería más fácil recordar en cien años, por boca de los narradores futuros, cómo
el Festival se narró a sí mismo, con una palabra que parecía no contagiarse con
las argucias de la cibernética, mientras los cronistas de turno iban
desmenuzando las palabras en un lenguaje que surgió de las postmodernas
ciudades, a donde un día volverá un personaje vestido de traje de luces, como
un Hojarasquín, salvo que las luces serán hojas fosforescentes.
Y dirán
que a la marimba de los Torres se la llevó el diablo en un lance final que tuvo
con los renacientes, pero el diablo era capaz también de contar una historia
que empezaba pero no terminaba nunca, porque tenía tantos recovecos como los
ríos que aunque vueltos al revés, jamás desaparecieron y los herederos de
cimarrones fueron poco a poco poblando de nuevo sus orillas y sembrándolas de
música y palabras, en una lucha que persiste contra la discriminación y el
despojo.
[Foto:
Cortesía de Jorge Idárraga]
TAGS: Festival Petronio Álv
http://blogs.elespectador.com/republicadecolores/2014/10/09/prospectiva-petroniofest-alfredo-vanin-sobre-incluir-la-tradicion-oral/
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