BIENVENIDO MANDELA
Las batallas del líder surafricano serán más arduas ahora, después de su muerte acaecida hace un mes. Y no para derrotar ejércitos, como el cadáver del Cid Campeador, sino para que muchos de los infiltrados a su velatorio se sirvan de él para banalizar sus ideas y sus luchas, aparentando un desmesurado amor por el gran luchador e ideólogo, pero creando todo lo contrario a sus ideas. En cierta forma, estuvo de moda para muchos. Pero seguirá para otros siendo lo que fue: un libertario.
Las palabras deslucidas de nuestros dirigentes en Colombia solo demuestran una cosa: que no lo entendieron, o que expresan estar de acuerdo con él sólo porque triunfó en la derrota parcial del apartheid (el racismo no ha terminado en Suráfrica), y por lo tanto sus expresiones de: “nos enseñó a perdonar”, o la perla del ex presidente Uribe Vélez con la que pretende pasar como un pacífico demócrata: “Mandela reivindicó derechos democráticos”. Lo que uno debe preguntarse es qué significado tiene la democracia para Uribe, y cómo los terroristas son solo los otros, porque él sale indemne de esa categoría.
Lo que no dicen los líderes nuestros es cómo la lucha de Mandela estuvo fundamentalmente dirigida a evitar la opresión de un hombre por otro hombre, sobre todo por las razones de un color de piel, y precisamente en la región del planeta que vio nacer al Homo sapiens. La manera en que los invasores se convirtieron en dueños del mundo y se dieron a la tarea de dividir de manera tajante su imperio en coloredy no colored, todavía conmueve la memoria con hechos sangrientos y dolorosos en Estados Unidos y por supuesto en Suráfrica. Y nuestra América latina no escapa a una manera de segregar que sigue vigente, de manera estructural, con un discurso religioso que dice que todos somos iguales ante Dios, pero no lamentablemente en esta Tierra, donde todos los derechos a la igualdad han sido impresos, reconocidos pero no cumplidos, burlados de manera cotidiana, dado que en el inconsciente de la gente todavía perdura la noción de que se es mejor o se es más gente si se tiene un color claro en la piel, así esta sea una diferencia tan despreciable en la genética humana, que por mucho que lo intentaron los científicos del racismo, la ingeniería genética lo confirma a cada rato, tanto que demostró sin ambages el origen de la humanidad en las llanuras de Olduvai, de Tanzania, con un largo desplazamiento a Suráfrica, tierra de Mandela, donde se fortaleció para emprender la larga caminata hacia todos los rincones del planeta y adquirir características fenotípicas diferentes, de acuerdo las circunstancias sociales y ambientales.
Las batallas de Mandela serán más arduas ahora, porque tenemos la insensatez de quedarnos con lo superficial sin ir al fondo, y así quien transformó radicalmente una sociedad, sólo será un ejemplo de lucha por el perdón, que fue cierto, pero no lo fue todo: fue un largo camino que va de las concepciones marxistas, las luchas guerrilleras y de sabotaje, hasta desembocar en la madurez adquirida en la cárcel , donde Mandela tallaría en piedra su decisión de liberar también al opresor, enseñándole la degradación que sufren los dos extremos de la cadena. No era el resultado de un pacifismo en derrota sino un aprendizaje de la vida y de la guerra donde las estrategias cambian según las circunstancias.
El escenario de la lucha ha cambiado, los personajes también. Su pensamiento se ha trasladado a otros espacios, a otros hombres y mujeres que extraeremos de él lo que sea necesario para continuar luchando por la dignidad humana, y sobre todo para que nadie se crea con el derecho de sentirse superior o inferior a nadie por razones económicas, y menos por diferencia de piel o de cultura, y sobre todo para que la opresión social del hombre por el hombre se convierta cada vez cada vez más una fase irrepetible de la historia.
¡Bienvenido Mandela!
Alfredo Vanín
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