Mientras navegaba por la internet, volví a encontrar el siguiente texto de un joven estudiante de la Universidad de Cartagena, que me alegra compartir en esta página.
ALFREDO VANÍN, LA UNIVERSALIDAD DEL PACÍFICO, EN #5AÑOSBIBLIOTECALITERATURAAFRO, CON @MINCULTURA
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Introducción a los poemarios Cimarrón en la lluvia
y Jornadas del tahúr, tomo XIV de la Biblioteca de Literatura de
Afrocolombiana.
Por Nahum Villamil Garcés, estudiante de lingüística y
literatura de la Universidad de Cartagena. Especial para “5 años de la
Biblioteca de Literatura Afrocolombiana”, un programa conjunto del Ministerio
de Cultura y la Fundación Color de Colombia. Entrega 5 de 12.
Una de las máximas del gran escritor ruso León Tolstói, “Pinta tu aldea
y serás universal”, engloba muy bien la obra del poeta colombiano Alfredo Vanín (1950).
La poesía del caucano no es anecdótica como los romances medievales; es
ante todo una apología al vivir cotidiano y espontáneo de la costa pacífica.
En Cimarrón en la lluvia y Jornadas del tahúr se aprecian el río, el mar, las
aves, los peces, árboles, motivos y paisajes que configuran el entorno de su
natal Guapi, o de lugares como Buenaventura o Cali, entre otros, en los que sus
versos encuentran cimiento.
Esta inquietud regional no quiere de ninguna forma decir que está
encerrado en unos límites infranqueables —como lo plantea Stuart Hall del
sujeto de la ilustración—, en Vanín esta perspectiva local está
enriquecida por un acervo cultural amplísimo. Cantan juntos el panteón griego,
el cristianismo, la herencia prehispánica y de manera especial la cultura
africana que ha echado raíces profundas en el Pacífico.
“Todavía el cardumen fresco en abril/ para el
eterno amor de las agujas/ noche andariego en los bajeles destrozados como lot/
sin el rostro de la víctima (…)”, versa el poema Alarido de Cimarrón en la lluvia
Con sus versos “Siento el mar, luego existo” del
poema Opus Pacífico, Vanín sintetiza ineludiblemente toda su obra; lo hace con
la vastedad del mar. “Frente al mar agredido/
deslindamos el caos y el espanto” Son dos de los versos del
poema Sobre-ola con los que a pesar de la inmensidad de ambos tópicos, le
alcanza para cantarle al mar y al amor que es una de las vertientes del miedo.
Vanín se apropia y lucra de la rica tradición occidental, pero se
desmarca de la misma, la siente insuficiente para abordar los valores de su
entramado geográfico y cultural. Desdeña las estructuras líricas tradicionales
y se inscribe en el verso libre con el que logra universalizar su terruño y el
imaginario que este conlleva. Parte desde el Pacífico hacia todos los lugares del
globo y se embarca desde los “muelles delirantes” de poemas como “Rituales”.
En Buenaventura, la que por antonomasia representa al Pacífico y en no
pocas ocasiones al tercer mundo; el mar, ese progenitor infinito, es también en
Jornadas del tahúr el sendero de entrada del contrabando, los ladrones, los
íncubos, el juego, los tahúres, Orfeo y la música. Lo anterior, sumado al licor
estructura un microcosmos en el que tienen cabida todo tipo de sujetos y sus
respectivas relaciones sociales y humanas.
“No se podía demorar la fortuna/ y un día
amanecimos de balcón en andén/ aferrados a la nueva utopía/ de la ciudad de
brujos”. Reza en el
poema “Tercios”. Esa utopía perdura hasta que el vino se acaba, pero las
jornadas de los tahúres están inscritas en un ciclo divino que excede las
capacidades de la noche, renace siempre y sigue girando como el uróboros. “Y en aquellos burdeles macilentos/ por culpa de la noche
invadida/ hasta la gloria resucita” expresa en el poema
“Razones”.
El poema Fascinación de puente canta “dejamos atrás la calle
incierta/ las ruletas vencidas por la mano de dios”; es en esas
jornadas donde los jugadores, las prostitutas y los músicos conocen las grandes
pasiones y devociones, donde los dioses toman partido y a despecho de Einstein,
parecen arrojar los dados en una mesa diferente, de otra clase de tahúr.
Con la lucidez de saberse inmerso en un movimiento inmanente a su
condición de sujeto afrocolombiano y en general afroamericano, en el poema
“Crónica” del poemario Cimarrón en la lluvia, Vanín evoca las peripecias del pueblo africano que
arribó esclavizado a la naciente América.
Lo hace a través de ese arquetípico mar de sangre que ha perseguido de
diversas formas y en todos los frentes posibles al sujeto afroamericano. “La sangre es el océano de fuego/ que hunde las memorias/ en plena
tregua/ al borde de la pesadilla/ la huella se ensangrienta”.
La obra poética de Vanín es la recreación estética y
literaria de esos afanes culturales e identitarios que también lo han llevado a
hacer trabajos etnográficos y sociales. Es la búsqueda del derrotero que lleva
a los orígenes de la identidad pero enmarcados en un nuevo territorio de
experiencias e imágenes. “Emboscaron el agua en sus
orígenes/ al renacer la madrugada/ y hasta los leves laberintos/ nuestros
tambores favoritos/ fueron presa de las indagatorias/ en busca de las claves
desnudas/ de los alzamientos”. Tomado del poema “El asedio” de Cimarrón en la lluvia.
En sus versos se escuchan muchos de los elementos que componen el
imaginario colectivo del pacífico, el mismo que él ha recorrido desde el Perú
hasta Panamá. Dichos elementos son los mitos y leyendas, ritos, sistemas de
interacción social y un amplio etcétera, componentes todos de esa idiosincrasia
donde confluyen el río, la ciudad el mar y la selva; a la que Vanín le da una
voz y fuerza poética inusitada hasta su aparición en el campo literario y
cultural.
En suma, la poesía de Vanín es una de las voces mayores de la literatura
afro y en especial del Pacífico. Su logro está en llevar a buena orilla esa
universalización del entramado local. El Pacífico de Vanín puede ser la costa de Camerún o de las
Antillas; se intersecta en ese gran universo simbólico y aporta en la
construcción de un sentido global del mundo, del afro descendiente y del hombre
mismo.
No calla como lo plantea en su poema Alguna Madrugada: “Y son tan escasos los milagros/ que hasta duele callar”,
no obstante en él no escasean, todo lo contrario, él hace de cada verso un
milagro que es al final la mejor forma de su universo.
El tomo XIV de la Biblioteca de
Literatura Afrocolombiana, Obra poética:Cimarrones en la lluvia. Jornadas del
tahúr de Alfredo
Vanín (1950-)
se puede descargar aquí.
Nahum Villamil Garcés
Nahum Villamil
Garcés es miembro
del taller de escritura creativa de Cartagena – Red Relata, Ministerio de
Cultura.